LA ENCOMIENDA
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
"¡Juguemos al papá y la mamá!,
gritó eufórico Guillermo "Cañita",
y el barrio se llenó de niños".
Mañuco Alvarado Salcedo
gritó eufórico Guillermo "Cañita",
y el barrio se llenó de niños".
Mañuco Alvarado Salcedo
Aquel
día de fines de julio de 1965, terminé mis exámenes a las 10 de la
mañana, y pedí permiso al Auxiliar del colegio para ir a descansar de la
larga noche estudiando Anatomía.
A las 11 ya estaba en casa, y mi papá, recién llegado de Lima, me dio el encargo de entregar una encomienda. Era día laborable, las calles estaban silenciosas bajo un fuerte sol patriótico.
Con la encomienda al hombro me hice presente en el domicilio de la destinataria, y ni bien puse los nudillos la puerta se abrió e ingresé al patio. Para mi sorpresa, metida en una tina de madera, estaba bañándose una hermosa mujer entrada en años. Dejé la encomienda en el piso y, cuando me disponía a salir a la calle, me dijo:
- Ponme la toalla que está en la silla para darte tu gratificación.
Se paró tiritando y cubrí su piel perlada de agua con la toalla. Luego con voz sensual me invitó a tomar café, feliz de recibir la encomienda que su nieto Rufino Darío le envió de Huaura.
Entramos a la cocina, y mientras encendía el fogón le susurré al oído los versos de Becquer: ¿Qué es poesía?, dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul. ¡Qué es poesía! ¿Y tú me lo preguntas?... ¡POESÍA ERES TÚ!
En vez de incomodarse se dio vuelta y sonrió coqueta, la toalla cayó y Afrodita hizo el resto...
Huaraz, 30 de julio de 1982
(Del: Diario un tinyaco)
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