lunes, 4 de julio de 2011

EL AGUA PARA LA VIDA - PLAN LECTOR: EL AMARU, DIVINIDAD DEL AGUA - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

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CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA

Construcción y forja de la utopía andina


JULIO:


MES DE LA BATALLA
DE HUAMACHUCO, LEONCIO PRADO

Y DE FIESTAS PATRIAS



PLAN LECTOR
, PLIEGOS DE LECTURA

EL AMARU, DIVINIDAD DEL AGUA



Por Danilo Sánchez Lihón

1. La sequía

Hace mucho tiempo, sobre la tierra se abatió una gran sequía.

Como si todo estuviera condenado a desaparecer, ya no quedaban rastros de molles ni quinuales, ni siquiera del ichu que crece en los altos pajonales.

Perecieron plantas y yerbas de colinas y bajíos, y hasta los líquenes y musgos que se entretejen en las piedras se extinguieron bajo el sol implacable.

Los campos se cuarteaban de sed.

En el lecho de antiguos ríos y estanques se abrieron grietas y desde allí se extendían las llanuras polvorientas.

Las piedras se caldeaban sin árboles que les den sombra.

Sobre la tierra parda, de guijarros menudos y cortantes, silbaba el viento.


2. El picaflor

Hasta la flor del qantu, la única que resiste y florece en la aridez y el estío.

Sintió cómo se marchitaban sus pétalos, luego sus hojas y después cómo se iban consumiendo sus raíces.

De ella sólo permanecía una rama con un capullo intacto, que poco a poco brotó entre unos tallos retorcidos.

Al abrirse en flor, giró en dirección a la montaña sagrada y, resistiéndose a morir, fue transformando sus pétalos en alas, su corola en pecho, las espinas de su tallo en plumas cordales.

Y del estambre amarillo-azul-rojo, sobresalió la fina cabeza de un picaflor.

Agitándose en el aire, se desprendió dificultosamente de la planta que irremediablemente quedó calcinada.


3. En la cima

Un breve instante revoloteó en el aire caliente.

Y, convirtiendo su debilidad en fuerza, enrumbó hacia lo alto en dirección a la cordillera.

Llegó hasta el borde de la laguna de Wacracocha incrustada en la roca más dura.

La bordea sin atreverse a beber pese a su sed, ni siquiera con sus alas a salpicar sus aguas que se extienden quietas en un cuenco plateado.

Después de contemplar la penumbra insondable vuela hacia la cumbre del Waitapallana, el cerro más alto entre una cadena de moles encrespadas y de hondos precipicios jamás alcanzados por el halcón ni el cóndor ni el águila.

Casi exhausto, el picaflor se posó en su cima helada por el viento.


4. La flor del qantu

Con el corazón sangrante y el latido final que aún le queda, le suplica a la montaña:

– Padre Waitapallana. A ti te adoramos y a ti te pedimos, porque en tu entraña hemos sido engendrados.

Se detuvo y sorbió su último aliento.

– ¡Escúchanos Padre! ¡Siente ternura por la tierra! Apiádate y sálvanos de la sequía.

Dicho esto se desplomó y un haz de plumas quedó esparcido en la roca intocada, manchándose de rojo.

El Waitapallana siente una profunda congoja, que se une a la aflicción de ver a la tierra estéril y devastada.

Reconoce en el picaflor el perfume de su amada flor del qantu.


5. Ruedan dos lágrimas

Tanto es su dolor y tan hondos sus latidos que dos lágrimas de durísima roca resbalan por sus mejillas.

Y caen desde lo alto sus los hondos precipicios.

Golpean en las aguas del Wacracocha, que se abren haciendo retumbar el universo.

El estruendo, la congoja y las lágrimas del Waitapallana llegan hasta el fondo del lago y despiertan al poderoso Amaru que duerme enroscado en las profundidades a lo largo de la cordillera.

Lentamente se despereza. La tierra se mueve con violencia.

Y alza su cabeza que descansa en el lecho de la laguna encantada.

Caen los cerros envueltos en polvo. Ruedan las peñas con un ruido bronco. El Amaru desliza suavemente su cuerpo, mientras en la tierra se producen derrumbes y cataclismos.


6. Se despierta el divino Amaru

Al principio sólo un leve temblor se percibe en la superficie del lago envuelto en un cuenco de jaspe y granito.

Luego hay un bamboleo en las orillas translúcidas. Y pronto un oleaje crecido estremece las montañas, alzándose después una turbulencia de espumas y aguas agitadas.

Por el centro del lago aparece el divino Amaru, serpiente alada con cabeza de llama y cola de pez sin tiempo, de ojos cristalinos y de un fulgor transparente.

Su hocico rojizo y párpados perfectos, con dos breves alas que se mueven a lo largo de su cuerpo.

Hunde y levanta la cabeza de lana blanca y bermeja que cubre su cuello, su frente y sus orejas.

Y pasea su mirada inocente en un extraño encuentro entre el día de afuera y la noche de adentro.

Con sinuosos movimientos se desprende del agua y se eleva en el aire ondulando estruendosamente su cuerpo de fábula.


7. Lanzas, armaduras y estrépitos

El sol, al verlo, se turba. Reverberan confusos sus rayos en el espacio sideral.

El amarillo de su faz inclemente se vuelve violeta-granate-negro. Su cabeza de fuego y sus ojos flameantes estallan de ira.

Y diez mil rubicundos guerreros de mentones con barbas de plata, ataviados de yelmos, corazas y espuelas, cabalgando en corceles briosos se lanzan a combatirlo.

El Amaru al verlos venir se dirige a su encuentro elevándose imponente y moviendo la cola de serpiente, arremete desorganizando los haces de fuego.

Un remolino de espanto, un ciclón de furia los envuelve, cubriendo la bóveda del cielo.

Estalla una andanada de rayos, un traqueteo de escudos y lanzas que se quiebran.

Se observan fulgores y se escuchan estrépitos.


8. Luchan el sol y el agua

El Amaru ondula su cuerpo ágil en el viento. ¡La lucha es feroz e incierta!

Del hocico agitado del Amaru se desprende la niebla que se enreda en las cumbres de los cerros y se deshilacha entre las peñas.

Del movimiento de sus alas se precipitan las lluvias que van cayendo gota a gota y luego en torrentes.

De su cola de pez se desgaja el granizo en bolas redondas y transparentes que golpetean y resbalan por las laderas o se quedan extasiados hasta fundirse con las piedras.

Fuegos dorados y brillos de plata desprende su cuerpo ardoroso. Y del reflejo que deja nace el lento arco iris.

Así vuelve a correr el agua cuando la vida parece extinguirse. Cae la lluvia y alumbran los ojos de los manantiales.

Reverdece la hierba y son llenadas las quebradas, los arroyos y puquiales. Se suavizan las praderas y se llenan los cauces de los ríos.


9. Allí nacen

Así nos narran nuestros antepasados.

Diciéndonos que es el Amaru el que sintetiza el poder del sol y la virtud del agua, dando como resultado la fertilidad y con ella la creación.

Y nos advierten que en las escamas relumbrantes del Amaru están inscritos todos los signos, los asuntos y paisajes.

Allí están presentidos todos los destinos, el diminuto rocío y las cataratas impetuosas.

Allí están todas las letras, todos los números y todas las claves:

Las canastas llenas o vacías, como los ataúdes lentos.

En ellas están trazados todos los caminos, como erigidas y borradas todas las ciudades.

En ella habitan todos los palpitos y todos los desatinos.

De allí nacen realidades y sueños, entre todos ellos nosotros que también somos sol y somos agua.

Texto que puede ser reproducido citando autor y fuente

Teléfonos:

420-3343 y 420-3860


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