LOS MERCACHIFLES
"Comerciantes trashumantes, promotores del intercambio cultural en la Costa, la Sierra y la Selva peruana. Ellos no sólo llevan productos y juegos de azar a las fiestas patronales de los pueblos, sino también su colorido, su sabiduría y su calidez, además de constituirse en el termómetro humano que mide la capacidad de convocatoria de los funcionarios...". Nalo A.B., 1973"
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
Han abierto con fuerza la puerta de la casa haciendo que despierte con sobresalto. En Chiquián, el reloj marca las 8 de la mañana del domingo 19 de agosto de 1962. Mi hermano Felipe sube corriendo la escalera, y casi sin oxígeno ingresa al cuarto, gritando:
- Flaco, flaco, han llegado los mercachifles, levántate.
- !Jura¡
- Por Diosito, corre, aprovecha que mamá ha ido a comprar leche.
Sobre el velador reposa un diario capitalino. En primera plana está la foto de Marilyn Monroe, fallecida en Los Ángeles el 5 de agosto.
Me visto rápido y en dos minutos estoy junto al pilón del barrio, de cara a Capillapunta.
Dando fe a lo dicho por Felipe: el jirón Dos de Mayo, desde Tarapacá hasta la Plaza de Armas, está repleto de mercachifles. Los toldos de lona y de yute que cubren la calle, de acera a acera, no permiten que los rayos solares se filtren. Parece un largo túnel.
Me visto rápido y en dos minutos estoy junto al pilón del barrio, de cara a Capillapunta.
Dando fe a lo dicho por Felipe: el jirón Dos de Mayo, desde Tarapacá hasta la Plaza de Armas, está repleto de mercachifles. Los toldos de lona y de yute que cubren la calle, de acera a acera, no permiten que los rayos solares se filtren. Parece un largo túnel.
Los mercachifles han llegado con las primeras avellanas que resuenan en el cielo azul, anunciando con sus copos blancos el inicio de la fiesta de San Rosa de Lima, Patrona del pueblo de Chiquián. Todavía no salgo de mi asombro. A mi paso veo rostros conocidos entre los esperados mercachifles: Bayona, Portilla, Carrasco, Cerna, Ortiz, Aranda, Cachay, Chávez, Díaz, Idrugo, Huerta...
Soy un niño feliz, río como un loco, han llegado mis amigos mercachifles, trayendo cosas lindas. La mayoría son de Celendín, otros de Recuay, Aquia y Huaraz, algunos son cerreños. Muchos comerciantes shilicos y recuainos que con los años han venido atraídos por la fiesta, son parte del pueblo. Inclusive uno de ellos ha sido un ejemplar Alcalde Provincial: Glorioso Aranda Díaz. Ellos traen el dulce aroma de otras tierras para compartirlos por doquier durante la fiesta.
Ya llegó también Rufino el organillero y su monito 'antuco', que nos entrega un pequeño rectángulo de la suerte por diez centavos. A su costado, nuestro entrañable viejo Enrique de Llaclla, alista franela roja en mano sus maquinitas de películas para ver en cada clic, los rostros de los actores mexicanos y españoles: Pedro Infante, Cantinflas, Jorge Negrete, María Félix, Sarita Montiel, Joselito...
En las calles adyacentes algunos lugareños han puesto mesas con manteles de hule donde descansan olorosas viandas y, en el frontis del mercado de abastos están instalando juegos de azar: 'rifas' con premios de plástico y pequeños papelitos enrollados y doblados como bumerang, también ruletas aéreas y horizontales por donde saltan y corren los dados: 'la chica y la grande', 'pasa luna pasa sol' y 'a dónde está la bolita': "Acá está colgadita", grita con picardía Mañuco de Jircán. También hay escopetas de aire comprimido para balines y plumillas verdes, rojas, azules y amarillas. Es muy difícil acertar los tiros, algo anda mal en la mira. También es difícil embocar las rondanas de corcho en las botellas grandes y en las latas de conserva, una que otra botellita de gaseosa Triple Kola barranquina es el premio de consuelo. Habrá que afinar la puntería para el próximo año.
En las calles adyacentes algunos lugareños han puesto mesas con manteles de hule donde descansan olorosas viandas y, en el frontis del mercado de abastos están instalando juegos de azar: 'rifas' con premios de plástico y pequeños papelitos enrollados y doblados como bumerang, también ruletas aéreas y horizontales por donde saltan y corren los dados: 'la chica y la grande', 'pasa luna pasa sol' y 'a dónde está la bolita': "Acá está colgadita", grita con picardía Mañuco de Jircán. También hay escopetas de aire comprimido para balines y plumillas verdes, rojas, azules y amarillas. Es muy difícil acertar los tiros, algo anda mal en la mira. También es difícil embocar las rondanas de corcho en las botellas grandes y en las latas de conserva, una que otra botellita de gaseosa Triple Kola barranquina es el premio de consuelo. Habrá que afinar la puntería para el próximo año.
A partir de hoy, decenas de niños andariegos con los bolsillos flacos, pero con el pecho henchido de anhelo, miraremos entre la multitud, cómo muchos incautos chacareros pierden sus jornales en las apuestas, donde los 'ganchos' ganan su porcentaje 'por lo bajo'.
En estos momentos don Ignacio el fotógrafo está tocando maquina en mano la puerta de la casa de mi primo Calolo Ramírez Garro. El toma vistas familiares para convertirlas en cuadros al óleo, sin canas ni arrugas, menos con los caninos solitarios.
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Después del paseo inicial estoy retornando contento a casa para el desayuno dominguero, pero para mi sorpresa, frente a la puerta celeste de mi amigo Beto Zubieta, cuatro 'chunchos' (tres varones y una mujer) están acomodando en el piso: un cilindro y cueros de boas.
Hace unas horas llegó con el camión 'Escarchita de la puna', un grupo de amigos gitanos que han instalado su carpa de lona y estacas cerca a la plazoleta de Quihuillán.
Las mujeres gitanas son diestras en la adivinación de la suerte. Nos dicen que el futuro está escrito en nuestras manos, por eso leen con detenimiento las líneas palmares, recorriendo con la mirada y asintiendo con una sucesión de venias lo que van vaticinando los pliegues de la mente, del corazón y de la vida.
A través de la quiromancia y la lectura de las cartas nos dan la buenaventura, nunca una mala nueva, todos llegaremos a la centuria, nos aseguran. Ellas fabrican artesanía y misteriosos amuletos que alejan a los malos espíritus. Su colorido vestuario está orlado de collares, pañuelos, cadenas y aretes. Vistosas cortinas y velos hacen más acogedora su precaria vivienda. En la pared de lona que se mece con el viento que sube de Maraurán, pende la sagrada imagen de La Morenita, nuestra amada Virgencita de Guadalupe. En una de las esquinas de la habitación, sobre una manta roja extendida como alfombra, descansan instrumentos de cuerda, un acordeón rojo, dos tambores pequeños, un violín y varias castañuelas.
Los gitanos varones, cigarrillo en boca, sueldan con soplete recipientes metálicos de todo tamaño. Hay cinco bacinicas (bacenicas para los filósofos) en la cola de utensilios que esperan su turno. También fabrican pailas de cobre y objetos de madera.
Nuestra amauta Dolorita Aguirre Novoa, nos explica y recomienda a los niños: "Se cree que los gitanos provienen del norte de la India, pero su origen sigue siendo todavía un misterio, al igual que su lengua nativa, el romaní. Tenemos que recibirlos con cariño, tal como acogemos a los andinistas de los cinco continentes, que se aclimatan unos días en Chiquián antes de emprender viaje al Huayhuash. Todos merecen ser bien recibidos".
Comentan en el mercado de abastos que los gitanos raptan a los niños callejeros, pero es para asustarnos solamente, también nos intimidan con los pishtacos y los guegue almas, porque en la fiesta se incrementa el número de chiuchis paseanderos. Mi mamá dice que las falsas imputaciones causan daño irreparable. "Antes de hablar mal de una persona, sobre todo si está ausente o no la conoces, muérdete primero la lengua. Algún día viajarás por el mundo y pueden pagarte con la misma moneda, porque todo lo bueno y lo malo que se siembra, tarde o temprano se cosecha. Por eso hijito nunca olvides el Mandimiento de la Ley de Dios: Amarás a tu prójimo como a ti mismo", dice mamá finalmente, mirándome a los ojos con ternura.
Chiquián, como pueblo pacífico por tradición, y el barrio de Jircán, como uno de los más acogedores nucleos de las fiestas costumbristas, no solamente reciben con los brazos abiertos a los visitantes, además respetan sus tradiciones, sus ritos, su forma de vida, en suma: su identidad. "Los gitanos, son seres humanos nacidos para viajar, ellos nos ayudan a ampliar nuestra visión que tenemos sobre Áncash, del Perú y del mundo", nos dice mi abuelita Catita en los días de fiesta. Mi papá admira el importante sentido de la familia y de unidad comunal en los amigos gitanos que visitan Chiquián, uno para todos y todos para uno, como reza un dicho milenario. Admira su rica tradición oral, su música, su canto, sus manos artesanas, su sentimiento, su temperamento y sus sufrimientos, pues, como pequeño arriero que fue en los años de su infancia, siente en carne viva su recelo y su cautela frente al estigma que alimenta la marginación, ese lado amargo de la pobreza errante que intenta mutilar una parte medular del patrimonio cultural de la humanidad entera. Marginar a las personas por su origen o su manera de pensar, obrar y sentir, pone en riesgo la supervivencia de los pueblos.
En el jirón Comercio, junto a la botica de don Ernesto Sornoza Dorado, han abierto sus ventanas dos peluquerías, pronto comenzará el desfile de ruleros con aroma a 'líquido de permanente' y cabellos chamuscados. El peinado "bombé" o "nido de chacua", estuvo de moda el año pasado, este año veremos qué pasa con la moda chiquiana.
Después de la elección de los nuevos funcionarios, que cierra el programa festivo, las bandas retornarán a sus querencias entonando pasacalles de despedida. Los mercachifles recogerán los productos que no 'salieron' y se marcharán al pueblo donde ya empieza a sonar el redoblante, solamente se quedará quien se ha enamorado de alguna paisana y decida afincarse en Chiquián, de repente el próximo año se inscribe para Comisario y dona para la corrida un toro bravo por el nacimiento de su hijo, para así cumplir con la costumbre.
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Hasta los primeros años de los setentas, uno de los atractivos más esperados de la fiesta de Santa Rosa fueron los entrañables 'chunchos', pintorescos personajes de la Amazonía que vendían cebo de culebra para la reuma y sangre de grado para las úlceras estomacales.
Se ubicaban en la esquina de los jirones Dos de Mayo y Tarapacá con sus atuendos típicos, boas, espejos, cuero de reptiles y menjunjes. Visitaron Chiquián: machiquengas, huitotos, shipibos, aguarunas, asháninkas, boras, huambisas y jíbaros. Estos últimos adornaban sus cuellos con collares de guairuros y portaban al cinto una cabeza reducida (tzaitza) como amuleto, envolviendo así, en un halo de misterio, el mágico espíritu de la selva.
Recuerdo que entre el 19 y el 21 de agosto de 1963, dos parejas de nativos aguarunas, descendientes de los jíbaros se alojaron en el segundo piso del hotel de mi abuelita Victoria, a quienes visitaba entrada la noche ansioso por beber de su sabiduría milenaria. Sabiduría, como la leyenda de los Shuar "Nunkui la creadora de las plantas". Asimismo iba para conocer los usos, costumbres y las bondades del Alto Mayo, lugar inaccesible a los propósitos expansionistas de los Incas. A través de mi charla con ellos, me transportaba a sus vastos territorios ecológicos. En mi imaginación veía monitos saltando en las copas de los imponentes árboles; paiches, zúngaros y carachamas en los ríos caudalosos; arcos y flechas con curare; enormes mariposas, guacamayos multicolores, tucanes, tapires, yacumamas y jaguares.
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Culminada la fiesta, la mañana del 4 de setiembre, ayudé a los amigos "chunchos" a empacar sus pertenencias. A cinco minutos para las 9 gritaron desde el primer piso del hotel, que el ómnibus de Landauro estaba a punto de partir y no tuvieron más remedio que dejarme el espejo que estaba tras de la puerta.
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En dicho espejo el paisano chiquiano que fungía de "modelo" durante la venta de cebo, veía su espalda manando gotas de grasa bajo el sol, llenando de asombro a los curiosos. Una manera muy sugerente para asegurar la compra de la pomada sanadora.
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Pero nuestra casa no era la única que visitaba don Ignacio, sino todas. En aquellos años las fotos en blanco y negro imperaban, sin embargo en los cuadros lucíamos en technicolor gracias al pincel del artista que nos ponía: ternos impecables a los varones y vestidos, aretes y collares a las mujeres; es decir, ropa y adornos a pedido del cliente.
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Entonces tomé el espejo y lo llevé a mi dormitorio, poniéndolo sobre el velador. A la semana siguiente mi abuelita Catita visitó el cuarto y al verlo me aconsejó:
- Hijito, no debes tener espejos en tu cuarto, sobre todo si son antiguos, pues las ánimas de las personas que en vida se vieron en ellos, salen a la medianoche a expiar sus pecados.
Haciendo oídos sordos a lo dicho por mi abuelita, dejé el espejo donde estaba. Pasaron los días y llegó la semana de los difuntos. Todos mis familiares que ocupaban la casa, aprovechando el feriado largo, viajaron a Huacho para visitar la tumba de mi hermano Arnaldo Armando.
Ya a solas en mi dormitorio, la noche de Todos los Santos, recordé el consejo de mi abuelita, y antes de irme a dormir cubrí el espejo con mi poncho, pero a la medianoche abrí los ojos asustado. No sé si desperté así a causa de lo que estaba soñando o por los gemidos de las ánimas del purgatorio intentando traspasar la trama del poncho, lo cierto es que me paré temblando, y tanteando en la oscuridad quité el poncho del espejo para ahuyentar a los malos espíritus, y a la velocidad de un rayo me zambullí en la cama...
West Palm Beach - NOV 95
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