Excursionistas de la Escuela Normal Mixta de Chiquián
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LOS EXCURSIONISTAS
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Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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Para
los chiquianos "Espejito del cielo" lo es todo: sus sembríos de trigo
verde esperanza que le dieron vida al equipo tarapaqueño, fértiles espigas que
al madurar se tornaron aliancistas. Su hermoso cielo azul del Olaya, y
los techos rojos cahuidistas que junto al blanco resplandor del Yerupajá forman la Bandera del Perú.
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CHIQUIÁN es tierra, pero tierra que no se cae cuando apretamos el puño,
tierra bendita que se queda en la piel y vive eternamente en el
corazón. Por eso soñamos con las veredas de limpias lajas por donde
caminaban las musas que hacían puré nuestros sentidos.
Aquella adolescencia de la primera prueba de amor en el celestino Quihuillán de los tiernos años, lugar de ensueño, versos y juramentos, es también parte de ella. Chiquián es su gente de bien y su esmaltado paisaje que pintó con ágil pluma el escritor Alberto Carrillo Ramírez.
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Aquella adolescencia de la primera prueba de amor en el celestino Quihuillán de los tiernos años, lugar de ensueño, versos y juramentos, es también parte de ella. Chiquián es su gente de bien y su esmaltado paisaje que pintó con ágil pluma el escritor Alberto Carrillo Ramírez.
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Maestros chiquianos en Huasta |
Ya en las noches algunos durmieron en las combis que los transportaron, otros con mejor suerte pasaron la fría madrugada en algún alojamiento estrellado, ocupando camas de 4 en 4 para ahorrarse alguito.
Los niños de Huallanca, Pacllón, Mangas, Colquioc, Raquia, Aquia, Huasta, Cajacay, Huayllacayán, Corpanqui, Roca, Ticllos y Cuspón, arribaron a nuestra tierra para participar de los Juegos Escolares 2005, donde Chiquián fue el anfitrión.
No debemos olvidar que los niños graban en su memoria lo que ven y sienten cuando llegan a un lugar con muchas ilusiones, y el anfitrión se muestra indiferente.
En los cincuentas y sesentas Chiquián se caracterizó por su gran espíritu acogedor con el visitante, sobre todo tratándose de niños, adolescentes y jóvenes excursionistas que llegaban trayéndonos su conocimiento, la historia de su querencia y su afecto. Muchos venían de los callejones de Huaylas y del gran Conchucos; otros de la costa y los pueblos huanuqueños colindantes con Ancash. También nos visitaban estudiantes de los poblados bolognesinos. En la mayoría de los casos coincidiendo con los aniversarios de los colegios, de la Escuela Normal y de la fiesta de Santa Rosa; es decir, el intercambio cultural navegaba con el viento a favor de las velas del turismo receptivo.
Los excursionistas chiquianos hacíamos lo propio con los vehículos de transporte del pueblo, entre ellos los ómnibus de la familia Landauro, El Chiquianito, Santa Rosa, TUBSA y la góndola azul de nuestro amigo Domingo Carbajal Malqui "Queclin", siendo recibidos "como Dios manda", en cada lugar visitado.
Ningún chiquiano se sustraía de las actividades de bienvenida, estadía y despedida. Todos apuntábamos al mismo objetivo: ¡LOGRAR UNA VISITA INOLVIDABLE!. Los directores y maestros coordinaban oportunamente las tareas con las autoridades educativas, ediles, de gobierno, de la otrora Comunidad de Indígenas, comerciantes, padres de familia y alumnos.
Todo funcionaba como reloj suizo en Chiquián, y pronto el espíritu amable y abierto de su gente, le valió para convertirse en un destino querido a nivel mundial. Por eso si existe una palabra que describe el espíritu chiquiano de antaño, esa palabra es: HOSPITALIDAD, aunque después algún malagradecido muerda la mano del pueblo que lo cobijó.
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El
día de la llegada de los excursionistas todo estaba preparado: música,
estandarte, banderolas, coloridas cadenetas, discursos, ramos de
flores, uniformes bien almidonados y planchados, pelusas afeitadas,
cabellos y uñas recortadas, comité de recepción, lugar de concentración
y distribución de visitantes, etc.
Con una hora de anticipación nos ubicábamos en Umpay para darles la bienvenida a los que arribaban por la ruta de Conococha, y en Quihuillán para recibir a los que llegaban por la vía de Usgor. En estos lugares descendían del ómnibus o camión y se iniciaba el saludo protocolar. Luego ingresábamos como hermanos al pueblo, al compás de la banda de músicos. Ya en el lugar señalado para la recepción, un brindis era lo habitual. Después venía la esperada distribución de visitantes.
Los profesores se hacían cargo de sus colegas y los alumnos de sus pares. Todo en absoluto orden, pero llenos de dicha. Los más asiduos visitantes fueron los estudiantes de Caraz, Yungay, Tingua, Carhuaz, Huaraz, Huari, Huaytuna, Chavín, San Marcos, Recuay, Vicos, Ocros, La Unión y Huallanca.
Los ómnibus de las empresas: Cóndor de Chavín, Expreso Ancash, Andino, San Judas Tadeo, El Trome y Cribillero, surcando Caranca, era el detonante para el grito de algarabía de los chiuchis que corríamos como bandadas de loritos parleros para darles el alcance a la altura de Unsucocha. . Culminado el almuerzo en calor familiar, las calles chiquianas se llenaban de nuevos rostros. Los saludos en cada esquina del pueblo no se hacían esperar. Era un orgullo presentar a los paisanos a nuestro excursionista de turno, a quien procurábamos hacerlo sentir como en su casa.
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A partir de las 7 de la noche la plaza de armas y la plazoleta de Quihuillán se constituían en los lugares preferidos para confraternizar. Hasta la radioemisora comunal resucitaba en las esquinas del Jr. Comercio para darle un agradable sonido nocturno al acontecimiento.
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Ver a los recién llegados luciendo nuestros ponchos habanos, fue el mayor deleite para el alma. PONCHO CHIQUIANO, Patrimonio Histórico de la América morena, sobre cuya textura se firmó la Capitulación de Ayacucho.
Ya bordeando la medianoche del primer día, decenas de cajitas vacías de chicles “Adams”, cientos de puchos de cigarrillos “Inka” y “Nacional” aplastados en el piso y algunas miradas furtivas, anunciaban un flechazo de amor a primera vista.
....
A la mañana siguiente, el mágico Usgor se vestía de fiesta juvenil. Unos tomados de la mano, otros manteniendo una distancia prudencial admiraban absortos la cautivadora cascada y el bello paisaje del valle del Aynín. Algunos más osados subían caminando jadeantes hasta San Juan Cruz, para admirar en toda su inmensidad los deslumbrantes nevados y los parajes chiquianos circundantes.
Por la tarde se llevaban a cabo partidos de fútbol y voleibol en el estadio de Jircán, y de basketball en la Escuela Pre Vocacional de Varones 351.
En la noche una función de velada en el cine teatro del pueblo sellaba con broche de oro el segundo día.
El tercer día se realizaban caminatas, gymkhana, kermés o pachamanca chiquiana y bailes en las casas solariegas.
En el amanecer del cuarto día asomaba trémula la despedida. Algunos corazones latían más rápido que de costumbre, muchas promesas de amor escolar; decenas de proyectos de cartas con poemas de Cupido y telegramas con versos plañideros, llenaban el ambiente de rocío. Abrazos por doquier, algún beso fugaz para evitar un ampay delatador; y: ¡vuelve pronto vida mía!, ¡nunca te olvidaré¡, ¡eres mi primer y último amor!, ¡grábate las canciones de Los Doltons, de Raphael y Leodán!, ¡no te olvides de enviarme el molde de queso, el poncho y el faldellín que me has ofrecido!, etc.
Con una hora de anticipación nos ubicábamos en Umpay para darles la bienvenida a los que arribaban por la ruta de Conococha, y en Quihuillán para recibir a los que llegaban por la vía de Usgor. En estos lugares descendían del ómnibus o camión y se iniciaba el saludo protocolar. Luego ingresábamos como hermanos al pueblo, al compás de la banda de músicos. Ya en el lugar señalado para la recepción, un brindis era lo habitual. Después venía la esperada distribución de visitantes.
Los profesores se hacían cargo de sus colegas y los alumnos de sus pares. Todo en absoluto orden, pero llenos de dicha. Los más asiduos visitantes fueron los estudiantes de Caraz, Yungay, Tingua, Carhuaz, Huaraz, Huari, Huaytuna, Chavín, San Marcos, Recuay, Vicos, Ocros, La Unión y Huallanca.
Los ómnibus de las empresas: Cóndor de Chavín, Expreso Ancash, Andino, San Judas Tadeo, El Trome y Cribillero, surcando Caranca, era el detonante para el grito de algarabía de los chiuchis que corríamos como bandadas de loritos parleros para darles el alcance a la altura de Unsucocha. . Culminado el almuerzo en calor familiar, las calles chiquianas se llenaban de nuevos rostros. Los saludos en cada esquina del pueblo no se hacían esperar. Era un orgullo presentar a los paisanos a nuestro excursionista de turno, a quien procurábamos hacerlo sentir como en su casa.
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A partir de las 7 de la noche la plaza de armas y la plazoleta de Quihuillán se constituían en los lugares preferidos para confraternizar. Hasta la radioemisora comunal resucitaba en las esquinas del Jr. Comercio para darle un agradable sonido nocturno al acontecimiento.
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Ver a los recién llegados luciendo nuestros ponchos habanos, fue el mayor deleite para el alma. PONCHO CHIQUIANO, Patrimonio Histórico de la América morena, sobre cuya textura se firmó la Capitulación de Ayacucho.
Ya bordeando la medianoche del primer día, decenas de cajitas vacías de chicles “Adams”, cientos de puchos de cigarrillos “Inka” y “Nacional” aplastados en el piso y algunas miradas furtivas, anunciaban un flechazo de amor a primera vista.
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A la mañana siguiente, el mágico Usgor se vestía de fiesta juvenil. Unos tomados de la mano, otros manteniendo una distancia prudencial admiraban absortos la cautivadora cascada y el bello paisaje del valle del Aynín. Algunos más osados subían caminando jadeantes hasta San Juan Cruz, para admirar en toda su inmensidad los deslumbrantes nevados y los parajes chiquianos circundantes.
Por la tarde se llevaban a cabo partidos de fútbol y voleibol en el estadio de Jircán, y de basketball en la Escuela Pre Vocacional de Varones 351.
En la noche una función de velada en el cine teatro del pueblo sellaba con broche de oro el segundo día.
El tercer día se realizaban caminatas, gymkhana, kermés o pachamanca chiquiana y bailes en las casas solariegas.
En el amanecer del cuarto día asomaba trémula la despedida. Algunos corazones latían más rápido que de costumbre, muchas promesas de amor escolar; decenas de proyectos de cartas con poemas de Cupido y telegramas con versos plañideros, llenaban el ambiente de rocío. Abrazos por doquier, algún beso fugaz para evitar un ampay delatador; y: ¡vuelve pronto vida mía!, ¡nunca te olvidaré¡, ¡eres mi primer y último amor!, ¡grábate las canciones de Los Doltons, de Raphael y Leodán!, ¡no te olvides de enviarme el molde de queso, el poncho y el faldellín que me has ofrecido!, etc.
Durante mis épocas escolares en el 378 de Quihuillan y en el colegio "Coronel Bolognesi" de Alqococha, conocí a cientos de excursionistas que llegaron a la tierra de Shaprita, nuestro recordado cicerone andino, con quienes en algún recodo de mi largo caminar tuve la oportunidad de volverme a encontrar y recordar aquellos gratos días de confraternidad estudiantil. El denominador común de sus apreciaciones es: ¡Chiquián se pasa, Usgor no tiene comparación¡... y qué me cuentas de las familias: Reyes, Ñato, Catire, Antaurco, Cerrate, Cachay, Vásquez, Salas, Bolarte, Escobedo, Ortega, Núñez, Carhuachín, Garro, Valderrama, Barrenechea, Palacios, Vicuña, Alarcón, Balarezo, Allauca, Candia, Roque, Carrera, Cano, Burga, Espejo, Espinoza, Estremadoyro, Figueroa, Veramendi, Anzualdo, Aquino, Dextre, Díaz, Ibarra, Bravo, Carrillo, Valenzuela, Abarca, Varela, Malqui, Gaytán, Valenzuela, Samamé, Parra, Jiménez, Lara, Alvarez, Márquez, Béjar, Lemus, Chávez, Damián, Matos, Vílchez, Lázaro, Blas, Martel, Soto, Romero, Durand, Moncada, Montes, Zanabria, Novoa, Fuentes, Bueno, Aranda, Barba, Minaya, Loarte, Zubieta, Gálvez, Miranda, Gamarra, Zarazú, Zúñiga, Yabar, Villavicencio, Callupe, Rosales, Saldívar, Sancarranco, Schereiber, Jara, Rayo, Robles, Rueda, Ortiz, Peña, Padilla, Pardo, Castillo, Ramírez, Tadeo, Suárez, Navarro, Tafur, Toro, Jaimes, Alva, Aldave, Maturana, Orduña, Orihuela, Huerta, Jacha, Laos, Proaño, Quispe, Ramos, Maldonado, Santos, Idrugo, Sánchez, Silva, Moreno, Morán, Rivera, Montoro, Oquendo, Valverde, Olave, Ocrospoma, Agüero, Oré, Huaranga, Jumpa, Valerio... sigue la lista.
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Personalmente tres hechos anecdóticos marcaron mis días durante estas esperadas visitas. La primera ocurrió cuando llegué a casa con el excursionista que me correspondió recibir, y encontré en la mesa del comedor a mi hermano Felipe y su “doble”. Se trababa de un niño huallanquino con la misma fisonomía y complexión que mi hermano. Entonces acordamos jugarle una broma ligera a mi papá. Él llegó de Lima en el amanecer, y mi mamá con aires solemnes, le dijo:
- Arman, prepárate para recibir a tu hijo que ha venido de Huallanca. Está en el cuarto de Felipe –mi papá subió a la habitación y se quedó observando fijamente al gordito y chaposo visitante. Luego de unos segundos exclamó:
- Bueno, habrá que reconocerlo – y se rió a carcajadas.
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El otro hecho ocurrió así más o menos: llegaron excursionistas del colegio de mujeres de La Unión (Huanuco) y algunos guiños con una de ellas motivaron que me tome unos tragos dulces con mi carnal Anchita. Ya entrada la noche esperé que todos se durmieran para ingresar a la casa. Lo curioso fue, que por efecto del chinguirito me confundí e ingresé a la habitación de mis padres, cuyo interruptor de luz estaba ubicado en diferente lugar que el de mi cuarto. Mi papá, pensando que era un guegue alma quien palpaba la pared, prendió la luz. Lo demás no me acuerdo, pero aun retumba en mi tutuma los gritos de las excursionistas Socorro Rojas, Rosa Salazar y Doris Ramos, tratando de salvarme de la ortiga. Hoy, Socorro vive en Iquitos, Rosa en Ica y Doris es enfermera en un hospital limeño.
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El tercero: cierto día llegó un camión repleto de niños de la comunidad campesina de Vicos (Carhuaz). Todos ellos, incluyendo sus maestros, llevaban sombreros redondos de paño, camisa de bayeta blanca, chaquetas negras, huachku multicolor y pantalón de cordellate negro, llanques de caucho BF.Goodrich y una pequeña talega como equipaje. En dicha oportunidad no me correspondió llevar excursionistas a la casa, pero Felipe apareció con tres. Entrada la noche mi mamá les dio un baño de vapor, pues les había preparado sus camas con relucientes sábanas blancas “Made in harina “Blanca flor”. A eso de las 9 de la noche unos gemidos de nostalgia nos despertaron. Eran los tres niños que lloraban angustiados. Ellos extrañaban a sus hermanos, primos y compañeros, por lo que tuvimos que ir de vivienda en vivienda rogando a los padres de familia para que nos permitan llevar a nuestra casa a su excursionista, que coincidentemente también estaba llorando. A la hora del desayuno nuestra amplia mesa familiar resultó pequeña para atenderlos, pero sí hubo bastante cancha, shinti, sanguito, cemitas y un perol con pari.
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Recuerdo que en 1982 visité los baños termales de Chancos (Comunidad de Vicos). Charlando con uno de los administradores le comenté sobre Chiquián. Para mi sorpresa me contó sobre un viaje de excursión que realizó a nuestra tierra, siendo alojado por la familia Jaimes Ramírez de Lirioguencha. Tenía grabado en su memoria hasta los más mínimos detalles de su grata estadía. A través de sus emocionadas palabras pude advertir su eterna gratitud por el pueblo chiquiano.
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Al
mes siguiente retorné y le obsequié dos fotografías de Chiquián.
Después de un tiempo visité su oficina y se me hinchó el pecho de
alegría, al ver dichas vistas fotográficas bellamente enmarcadas junto a
otras del Callejón de Huaylas. Hasta las fotos tienen sentimientos de
hermandad, dije con el corazón en la mano y me despedí de Julián
Cochachín, con un fuerte abrazo chiquiano...Lima, 5 de setiembre de 2005
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Amigos de la comunidad de Vicos
Excursionistas de la Escuela Normal Mixta de Chiquián
Fuente:
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Un trocito de la novela "DEL MISMO TRIGO"
Foto de la carátula: Jesús Bolarte Ramírez