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Tengo el penoso deber de comunicar el sensible fallecimiento de nuestra dilecta paisana LUZ TEÓFILA DAMIÁN SUÁREZ "ZAMBITA". Ella ya se encuentra en el cielo junto a su amado Gutbi y sus queridos hijos Marquito, Rosa María y Tico.
A nombre de la familia Alvarado Balarezo, las sentidas condolencias a nuestros amigos: Clelia, Jenny, Román, José y Hugo, y familiares, con la esperanza de que su legado de compañera ideal, madre amorosa y vecina ejemplar, florezca por siempre en el corazón de nuestro pueblo.
Tengo el penoso deber de comunicar el sensible fallecimiento de nuestra dilecta paisana LUZ TEÓFILA DAMIÁN SUÁREZ "ZAMBITA". Ella ya se encuentra en el cielo junto a su amado Gutbi y sus queridos hijos Marquito, Rosa María y Tico.
Calle chiquiana donde vivió Zambita con su esposo Gutbi e hijos
A nombre de la familia Alvarado Balarezo, las sentidas condolencias a nuestros amigos: Clelia, Jenny, Román, José y Hugo, y familiares, con la esperanza de que su legado de compañera ideal, madre amorosa y vecina ejemplar, florezca por siempre en el corazón de nuestro pueblo.
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VELORIO.
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A partir del mediodía de hoy viernes 27 de mayo en el Velatorio de CAFAE MAGISTERIAL, sito en la Av. Petit Thouars Nº 493 - Santa Beatriz (Costado de Radio Nacional del Perú).
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A partir del mediodía de hoy viernes 27 de mayo en el Velatorio de CAFAE MAGISTERIAL, sito en la Av. Petit Thouars Nº 493 - Santa Beatriz (Costado de Radio Nacional del Perú).
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El cortejo fúnebre partirá a la 1 p.m. de mañana sábado 28 de mayo del Velatorio de CAFAE MAGISTERIAL hacia el cementerio Campo Fe de Huachipa.
Fuente:
Vladimiro Reyes Gamarra
El cortejo fúnebre partirá a la 1 p.m. de mañana sábado 28 de mayo del Velatorio de CAFAE MAGISTERIAL hacia el cementerio Campo Fe de Huachipa.
Fuente:
Vladimiro Reyes Gamarra
MADRE
En tus ojos fulguran las estrellas
que nos alumbran paso a paso
por los oscuros senderos
de la vida...
De tus manos vuelan ángeles
que velan nuestros sueños
convirtiendo fantasías
en realidades.
Brota de tu alma el canto
y la melodía humilde
de los puquiales
y la quena.
Pan de trigo recién segado
que alimenta día a día
el espíritu telúrico
de tus hijos.
Hilandera de amor maternal,
rueca de fe y esperanza
que brinda calor filial
al corazón.
Surco regado con lágrimas,
llanto de maíz maduro
del que destila
la chicha.
Linda cholita, ojos de capulí
que la Mano Divina pintó
en el blanco lienzo
del amor.
Espejo azul caído del cielo
donde los rayos del sol
el rostro de Dios
reflejan.
Beso celestial como la brisa
que borra los lamentos
haciendo renacer
la risa.
Ante ti desfallecen las flores,
la luz se hace penumbra
el trueno se ahoga
y callan los trinos.
Gracias por darnos tus alas
para volar cielos lejanos
y por amar a tus nietos
como a tus hijos.
NAB 15651
CHIQUIÁN: 'Cielo azul'
6
30 de agosto en soledad,
con el ala rota una vez más,
horizonte incierto, cielo azul,
fuegos artificiales, Salva fugaz,
vuelve la noche, con su negro tul.
Toca la banda, hasta el amanecer
por las callecitas del viejo hogar,
horizonte incierto, cielo azul,
ausencia triste, lejana estás,
sueño distante, coplas de ayer.
Tardecita fría, de paisaje gris,
ya mi alma mira desde el dintel;
en nocturno cielo la quena llora,
y junto a ella, la guitarra implora
porque un corazón, dejó de latir.
Nalo AB - 15651
.con el ala rota una vez más,
horizonte incierto, cielo azul,
fuegos artificiales, Salva fugaz,
vuelve la noche, con su negro tul.
Toca la banda, hasta el amanecer
por las callecitas del viejo hogar,
horizonte incierto, cielo azul,
ausencia triste, lejana estás,
sueño distante, coplas de ayer.
Tardecita fría, de paisaje gris,
ya mi alma mira desde el dintel;
en nocturno cielo la quena llora,
y junto a ella, la guitarra implora
porque un corazón, dejó de latir.
Nalo AB - 15651
“El corazón de una Madre nunca deja de latir; se regenera a través de sus hijos y así sucesivamente de generación en generación eternamente... NAB, 20 FEB 2002'.
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PASAJERO DEL TIEMPO
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Por: Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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Bajo los párpados para soñar despierto y sobrevuelo Chiquián con el pensamiento...
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Busco por todos lados, pero no encuentro a mis amigos. Unos están en el cielo, otros en el mundo esparcidos. En el Jr. Leoncio Prado la oscuridad rasga mi corazón, pues muchos vecinos se han ido, y por más que en los rostros de sus hijos se reflejan, no late ese sentimiento telúrico tan arraigado en los viejos; y me siento forastero en mi propia tierra.
Bajo los párpados para soñar despierto y sobrevuelo Chiquián con el pensamiento...
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Busco por todos lados, pero no encuentro a mis amigos. Unos están en el cielo, otros en el mundo esparcidos. En el Jr. Leoncio Prado la oscuridad rasga mi corazón, pues muchos vecinos se han ido, y por más que en los rostros de sus hijos se reflejan, no late ese sentimiento telúrico tan arraigado en los viejos; y me siento forastero en mi propia tierra.
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En este agonizante mutismo de un barrio otrora alegre, el llanto se esconde en mis pupilas con un rayo de luz que me invita un acre trago de nostalgia. Fantasía gris de un tiempo que se va haciendo ceniza; no sé si fatigado por el paso de los años o curvado por el peso de los sueños, en un batir de alas agoniza, como los ojos que perdieron la facultad de llorar, como los labios secos que se olvidaron de besar, como las manos cuajadas de venas azules, como una laguna congelada en mil sollozos, como un cortejo de almas en un viernes cansado de vivir, como aquella golondrina de verano que se marchó para no volver o el presagio que envuelto en un gemido, adivina que muy pronto será la rígida manecilla de un reloj fenecido.
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Ya es medianoche y veo pasar por la acera a un anciano con su poncho de neblina. Va murmurando sobre el paso del tiempo que en la noche esconde sus horas yertas. Entonces vienen a mi mente versos que buscan tierra de sepulcro en un paraíso de torcazas hartas de volar y barquitos de maguey anclados en las riberas de Yarush, aguardando a sus capitanes que ya descansan en paz.
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En el rostro del anciano de cabello encanecido, veo incontables surcos que el arado de la vida ha labrado. Tiene la mirada con nubes nacaradas que flotan donde duermen sus recuerdos, que hasta la muerte que viene guadaña en mano se desvía buscando alguien más vivo a quien llevar... Sólo atino a contemplarlo a través de dos lágrimas que ruedan para regar la tierra de mis viejos.
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Ya está amaciendo y el anciano sigue andando empujado por el viento para nunca más volver, como avanza el tiempo sin retroceder, mientras las sombras le sonríen con sus labios de hielo.
No sé qué es lo que lo sostiene en pie, mas lo contemplo en silencio y llegan a mi memoria aquellos pilares de carne, pellejo y huesos que sustentaron mi barrio colmado de Yerupajá, tardes de toros al son de la banda y trotes de caballos en el empedrado, aquellos cascos, que así como hacen caminos, también se detienen para siempre.
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No escucho risas, golpes de canga ni huaynos en el vecindario, solo un solitario pichuichanca invidente que no sabe de Sol, de Luna ni de estrellas, trina en el alero un canto de esperanza hurgando un poco más de tiempo, como las hilachas de la memoria colectiva que el tiempo desovilla a falta de una rueca telúrica que las hile, hasta convertirlas en un poncho en cuya trama nadie falte ni sobre.
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Son las 6 de la mañana, me persigno e ingreso a mi casa. En mi pequeña biblioteca reviso mis viejos cuadernos, y en sus hojas pálidas de años y lejanía dejo mis lágrimas otoñales recordando a mis vecinos y amigos. Junto a los cuadernos, en un candelabro lleno de gotas endurecidas de dos cirios consumidos, reposan los recuerdos de largas horas de angustia de mi madre por el esposo viajero.
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Bebo un sorbo de agua con sabor a cuntu añejo, y un pensamiento errante me aprieta el pecho. Entonces, parafraseando un pensamiento milenario, declamo: "¡Qué terrible será ser eterno cuando todos se hayan ido!. Gracias a Dios nadie puede con el límite... y la vida se va en un sueño con los carruajes del silencio, pues aún no se ha inventado algo que detenga el fin"..
En este agonizante mutismo de un barrio otrora alegre, el llanto se esconde en mis pupilas con un rayo de luz que me invita un acre trago de nostalgia. Fantasía gris de un tiempo que se va haciendo ceniza; no sé si fatigado por el paso de los años o curvado por el peso de los sueños, en un batir de alas agoniza, como los ojos que perdieron la facultad de llorar, como los labios secos que se olvidaron de besar, como las manos cuajadas de venas azules, como una laguna congelada en mil sollozos, como un cortejo de almas en un viernes cansado de vivir, como aquella golondrina de verano que se marchó para no volver o el presagio que envuelto en un gemido, adivina que muy pronto será la rígida manecilla de un reloj fenecido.
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Ya es medianoche y veo pasar por la acera a un anciano con su poncho de neblina. Va murmurando sobre el paso del tiempo que en la noche esconde sus horas yertas. Entonces vienen a mi mente versos que buscan tierra de sepulcro en un paraíso de torcazas hartas de volar y barquitos de maguey anclados en las riberas de Yarush, aguardando a sus capitanes que ya descansan en paz.
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En el rostro del anciano de cabello encanecido, veo incontables surcos que el arado de la vida ha labrado. Tiene la mirada con nubes nacaradas que flotan donde duermen sus recuerdos, que hasta la muerte que viene guadaña en mano se desvía buscando alguien más vivo a quien llevar... Sólo atino a contemplarlo a través de dos lágrimas que ruedan para regar la tierra de mis viejos.
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Ya está amaciendo y el anciano sigue andando empujado por el viento para nunca más volver, como avanza el tiempo sin retroceder, mientras las sombras le sonríen con sus labios de hielo.
No sé qué es lo que lo sostiene en pie, mas lo contemplo en silencio y llegan a mi memoria aquellos pilares de carne, pellejo y huesos que sustentaron mi barrio colmado de Yerupajá, tardes de toros al son de la banda y trotes de caballos en el empedrado, aquellos cascos, que así como hacen caminos, también se detienen para siempre.
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No escucho risas, golpes de canga ni huaynos en el vecindario, solo un solitario pichuichanca invidente que no sabe de Sol, de Luna ni de estrellas, trina en el alero un canto de esperanza hurgando un poco más de tiempo, como las hilachas de la memoria colectiva que el tiempo desovilla a falta de una rueca telúrica que las hile, hasta convertirlas en un poncho en cuya trama nadie falte ni sobre.
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Son las 6 de la mañana, me persigno e ingreso a mi casa. En mi pequeña biblioteca reviso mis viejos cuadernos, y en sus hojas pálidas de años y lejanía dejo mis lágrimas otoñales recordando a mis vecinos y amigos. Junto a los cuadernos, en un candelabro lleno de gotas endurecidas de dos cirios consumidos, reposan los recuerdos de largas horas de angustia de mi madre por el esposo viajero.
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Bebo un sorbo de agua con sabor a cuntu añejo, y un pensamiento errante me aprieta el pecho. Entonces, parafraseando un pensamiento milenario, declamo: "¡Qué terrible será ser eterno cuando todos se hayan ido!. Gracias a Dios nadie puede con el límite... y la vida se va en un sueño con los carruajes del silencio, pues aún no se ha inventado algo que detenga el fin"..
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De pronto asoman como aves temporarias las palabras de mi viejo amigo Pancho Gonzáles, que vienen desde Marián, HUARAZ: "Nacer o morir, ¿Un mismo significado?.. morir y nacer, interrogante sin respuesta. ¿La partida será el encuentro? ¡He ahí el misterio de la vida¡... el palpitar se detiene y las arterias son caminos desiertos... el soplo ha desaparecido. Y así, una y otra vez la Fábula de Higinio: “La tierra pide lo que es suyo y el alma al infinito, va en pos de una nueva creación". Sí, ayer llegó el final; la razón y el sentimiento en su lucha tenaz no llegaron a ningún acuerdo, pero triunfó el corazón:.. “Hay que llorar por los seres que se alejan de nuestro lado para siempre, pues son nuestra razón de existir, amor de amores, pena de penas, se diluye en un segundo y todo se acaba”.
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Abro los ojos; y aquí, en el cementerio de Chiquián, yace un viejo poema cubierto de lirios blancos...
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Abro los ojos; y aquí, en el cementerio de Chiquián, yace un viejo poema cubierto de lirios blancos...
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Tulpajapana, 02 NOV 2003