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31 DE MAYO
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Por Walter Vidal Tarazona
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¿Qué es aquel lejano
ronco
sordo
hondo bramido
que se atora,
helando las tiernas sonrisas
de jalca huaracina?
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¿Acaso algún monstruo
quiere romper el suelo?
¿Quiere la tierra
sacudirse de tanta
miseria humana?
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Ahora, ya debajo de sus pelados
piececitos de chancaca,
ahí, dentro del suelo, cerca,
sentía resoplar a la bestia,
que sin embargo no aparecía.
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Se zarandean
rocas
chozas
ovejas...
¡Todo, Taita Dios, todo!
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Sus ojitos clavados al camino,
por donde madrugaron
papá y mamá,
sólo vieron levantarse
negras capas de tierra.
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¡Mama Pacha!
¡no te quiebres!
Pero la tierra,
siguió temblando.
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Era un 31 de mayo.
Aquel 31 de mayo,
cuando todo se acababa
sin terminar nunca.
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A fin, de sus gargantitas
se desató un desesperado y viejo
¡Mamiiiita! Maaaá...
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Se estrelló
en el negro firmamento
ahogándose en las rocas,
donde no estaban ya
ni los cóndores más machos
ni los ahuilus más sabios.
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Sólo, entonces, y solo,
con su sombrerito bajo el brazo
cayó de rodillas,
sin saber si su puna
había parido una fiera,
o los Andes reñían con el cielo;
sin saber si moría su sueño
o si soñaba su muerte.
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Sólo, entonces, y sola,
aquella noche más negra
y más callada que nunca,
recibió un puñado de cansancio
que se derramó
con olor a muerte.
Se cerraron los ojitos,
Se hincharon también;
y en un nuevo despertar,
por las calles de Huaraz,
sus caritas de papa rosada
sus piececitos de chancaca
sus limpias sonrisas
se iluminaron;
se iluminaron al encontrar
a papá y a mamá
envueltos en una bandera
de sangre y nieve.
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Inflaron sus pechitos,
levantaron sus puños,
esos puños de Atusparia.
Gritaron ¡Basta!
¡No tiembles Huascarán!
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A YUNGAY
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Por Walter Vidal Tarazona
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Estás llorando Huascarán
hasta rasgar tu misma entraña.
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Pero no tiembles otra vez,
Apu Huascarán,
por ahogar el grito de tu garganta
con gruesas lágrimas de cuchillo.
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Has sepultado una y otra vez,
a tus propios hijos.
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¿Por qué?
¿No basta tu blanca sonrisa
para arrancarle amor al cielo?
¿No es suficiente tu belleza
en las madrugadas de sol
para encantar a los hombres?
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O prefieres sepultarlos a tus hijos
en tu propia entraña,
porque no quieres verlos
sufrir de hambre y sed de justicia.
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¿Por qué lloras, Huascarán,
hasta rasgar tu misma entraña?
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Ahí está la antigua Ranrajirca
una herida negra
hecho dolor en tu garganta.
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No tiembles más, Huascarán,
algún día llegará el pan
para tus hijos.
Y no envenenarán más su tierra
¡Pero no llores,
por ningún motivo,
hasta rasgar tu misma entraña!
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