RECUERDOS
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Nalo Alvarado Balarezo
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La Vergne, 30 de junio de 2014
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HOLA SHAY:
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Hace cinco años acudió al llamado de Dios, nuestro recordado paisano CLAUDIO RIVERA JAIMES, "CHOLO CHIQUIANO".
Ser humano generoso que vive y vivirá por siempre en el latido
colectivo. Su temprana partida caló hondo en el espíritu chiquiano que se niega a olvidarlo, como ofrenda de amor a la memoria de
quien enalteciera con su ejemplo: el canto, la danza, el trabajo honrado y la
amistad telúrica.
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Conocedor
como muchos coterráneos de ese verbo sensitivo que es el huayno
bolognesino, también del alma de la comparsa del Inca en la fiesta de Santa Rosa,
y del consuelo que lleva al corazón el responso, dedicó su vida a
estas tres actividades que abrigan los afectos cotidianos, y que hoy timbran su ejemplo con huellas luminosas. Un artista del pueblo que vive y vivirá por siempre en cada uno de nosotros hasta el final de los tiempos.
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Es
evidente que los glaciares: Yerupajá y Tucu, con su albura, predisponen al
chiquiano a la dulce contemplación de la Madre Naturaleza. Belleza de
vastos horizontes que incrementan sobremanera el cariño por nuestra
tierra. Pero no solamente es el hermoso paisaje el que nos hace añorar
Chiquián con ternura, también contribuyen las mujeres y hombres que se labraron un
espacio en el palpitar de la tierra de Luis Pardo.
"CHOLO
CHIQUIANO" fue leal a la melodía ancashina. Hombre cabal, fruto
de nuestro lar querido, su expresivo canto calló cuando estaba en plena
floración artística. Siempre lo recordaré como un denodado labriego de
la paz en el feraz campo cultural, indómito en su puesto de combate,
luchando a pecho abierto en la trinchera musical, con su voz y su
sentimiento bolognesino.
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En Chiquián se abrieron por primera vez sus ojos, también se cerraron por última vez, con la tranquilidad serena de todos los que se despiden de este mundo, mecidos por los brazos de su querencia.
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En Chiquián se abrieron por primera vez sus ojos, también se cerraron por última vez, con la tranquilidad serena de todos los que se despiden de este mundo, mecidos por los brazos de su querencia.
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Mantengamos
incólume su testamento espiritual, recordemos cada día su vena nativa y
los afectos que derramaba a raudales en cada escenario chiquiano: calle, plaza,
plazuela y en los caminos de nuestro terruño bendito.
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OREMOS POR SU ALMA GENEROSA,
AL QUINTO AÑO DE SU PARTIDA
Nalo Alvarado Balarezo
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Lima, 30 de junio de 2009
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HOLA SHAY:
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Tengo el penoso deber de comunicar a la familia bolognesina el sensible fallecimiento en Chiquián, de nuestro hermano CLAUDIO RIVERA JAIMES,
afamado cantautor conocido como "CHOLO CHIQUIANO". Su temprana
desaparición comprime el corazón de nuestra querencia. Ser humano
telúrico 100 %, de chispa innata, generoso, campechano sin par,
ganadero, chacarero, trabajador edil.
Su participación como Inca en la
Fiesta de Santa Rosa del 2006 está grabada en la memoria de nuestro
pueblo. Las casas de los funcionarios, la Plaza de Armas, el campo
deportivo de Jircán y las calles por donde paseó su baile, guardan las
huellas de su colorida comparsa al son del arpa, los violines, las
sordinas y el canto de las pallas, vistas fotográficas que obran en los
libros chiquianos gracias al lente de nuestro altruista paisano Eduardo Martin.
Como
padre, amante del cantar bolognesino e icono de "Chiquián Cultura",
inculcó en su hijita Ketty Rivera Dolores "Lucerito de Chiquián", el
amor por la música y la canción andina, que hoy reverbera en el cielo
azul del Perú profundo, siguiendo el credo popular que acuñaron nuestros
viejos: "de buen árbol, buena semilla".
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Claudio
Rivera Jaimes, como digno representante del rico arte interpretativo
ancashino, tuvo destacada participación en el XVII Encuentro de
Escritores y Poetas de Ancash "Alberto Carrillo Ramírez", desarrollado
en Chiquián en homenaje al luchador social "LUIS PARDO" (3, 4 y 5 de
enero de 2009). Su aliento fue permanente durante los actos
celebratorios.
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Siempre
acompañando con fe, esperanza, oraciones y cánticos religiosos el dolor
de nuestros paisanos en el cementerio de Chiquián y junto al lecho de
los que se hallan con la salud quebrantada.
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Doña
Pascuala Jaimes de Rivera, reciba Ud. las condolencias de mi papá
Armando y de mis hermanos por el sensible fallecimiento de su querido
hijo Claudio; del mismo modo nuestras condolencias a sus hermanos León,
Segundo y Eduardo, a su señora esposa doña Josefina Dolores de Rivera e
hijos Marleni, Nelsi, Ketty, Lenín y Claudio; y al pueblo chiquiano por
la gran pérdida.
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Tomados
de la mano pidamos a nuestro Señor de Conchuyacu, a Santa Rosita y a
San Francisco de Asis por el alma buena de nuestro hermano Claudio, y
sigamos su ejemplo de amor por lo nuestro y será el mejor legado para
las generaciones venideras.
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DESCANSA EN PAZ AMIGO CLAUDIO:
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"LAULI", "LLULLU HABAS", "CHOLO CHIQUIANO"...
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Con profundo dolor,.
Nalo Alvarado Balarezo
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CHIQUIÁN ESTÁ DE DUELO POR EL HIJO QUERIDO
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Cordillera Huayhuash
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LOS CÓNDORES MUEREN VOLANDO
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
A la memoria de mi amigo
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
A la memoria de mi amigo
Claudio Rivera Jaimes,
“Cholo chiquiano”
Tan pronto arribé a Chiquián fui a nuestra casita de
Jircán, hallando sana y salva a mi abuelita Catita. Después de inspeccionar los
daños que sufrió la casa recorrí el pueblo en compañía de mi tío Fidel Balarezo
Barrenechea, hermano de mi abuelo Hortensio. Nuestro Señor de Conchuyacu, Santa
Rosita y San Francisco de Asís, hicieron el milagro: Chiquián fue uno de los
pocos pueblos ancashinos donde los estragos del cataclismo del 31 de mayo de
1970 fue menor. Un buen número de techos caídos, paredes resquebrajadas y
algunas casas desplomadas en el casco urbano movilizaron la tarea de reconstrucción
(limpieza de escombros y reparación del alumbrado en las calles, también la
línea del telégrafo en las afueras). Frente a las réplicas, personas solidarias
instalaron carpas de refugio temporal en Jircán (Canchón), Quihuillán (plazoleta
y posta médica) y la plaza mayor. El recorrido culminó en el cementerio (paraje de Chacchash) con
algunas pircas desmoronadas en la ruta final. Allí, el sepulcro de mi bisabuelo
había colapsado, dejando al descubierto un ataúd vacío. Mientras arreglábamos
la tumba con piedras sueltas, mi tío Fidel narró esta historia:
“Era un
niño muy pequeño cuando tu bisabuelo murió; y como comprenderás, no recuerdo
dicho acontecimiento. Comentan que fue un hombre fornido, campechano y tan alto
como tu abuelo y yo, no sé a quién habrás salido mediano de estatura. Lástima
que tu bisabuelo no llegó a los 34 años, como tampoco llegó Jesús. En una
ocasión nos contó mi mamá, que tu bisabuelo entró en trance de agonía una
semana antes de su muerte, pero ese día despertó lúcido al declinar la
madrugada, tan lúcido que pidió ser vestido con el atuendo de Inca que tantas
veces usó en las fiestas patronales, recorriendo las calles con sus remangas
extendidas, como las alas de un cóndor en pleno vuelo. Parado frente al espejo
de la habitación se vio tan majestuoso como un cóndor. Luego se persignó y
salió al patio caminando erguido. En el patio corrió en círculo batiendo sus
remangas y se elevó al cielo. Minutos después doblaron las campanas anunciando
su partida. Escribe esta historia, pero compártelo cuando yo me haya ido de
este mundo, mientras tanto que el ataúd vacío sea un secreto entre los dos,
pues en vida no quiero ser la burla de los incrédulos. Tú, querido Nalito,
tienes que representar al Inca como lo hicieron mi padre y tu abuelo Felipe, ese día correrá por tus venas la sangre amada de Atahualpa. Ese día tu bisabuelo dejará
de volar los confines, y descansará en paz".
Jircán, 3 de junio de 1970
Un trocito de la novela “LOS CÓNDORES MUEREN VOLANDO”, de Nalo Alvarado Balarezo (edición artesanal).