PAPA FRANCISCO
Por Walter A. Vidal Tarazona
Benedicto XVI, renunció porque “para
gobernar la barca de san Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el
vigor tanto del cuerpo como del espíritu”, y Jorge Mario Bergoglio fue ungido como su sucesor. Y como si
lo hubiera estado esperado con el propósito definido de revolucionar la Iglesia,
el nuevo papa, toma el nombre de Francisco, es decir de Giovanni di
Pietro Bernardone (Asís 1182 – Asís 1226), fraile emblemático de la renovación
centrada en el amor y la pobreza, pensamiento y acción que repercutió no solo en la Edad Media, sino también
en nuestros días, principalmente en el
seno de la iglesia católica. Luego el nuevo Papa Francisco, en un gesto que lo distingue, y en abierto desprecio a
la riqueza material, salió al balcón a dar su primer mensaje como Papa, sin la
estola bordada y con una cruz de palo. Así empezó su papado, el primer Papa de
América, el primer jesuita de papa.
Uno de los primeros cardenales en acercarse a él será Carlo María Martini
S.J., Arzobispo de Milán, para aconsejarle, casi al oído, que tenga cuidado con
los que no quieren el cambio. Pero Francisco al parecer no tuvo miedo y como respuesta suponemos que al cardenal le dijo: “Reza por mí, lo necesito
bastante”.
Sacará después a relucir su fino y elegante verbo latino, pero bastante
sencillo. En la Jornada Mundial de
la Juventud se dirigirá a los jóvenes brasileños exhortándoles: “La juventud
es el ventanal por el que entra el futuro en el mundo y, por tanto, os impone grandes
retos. […como] tutelar las condiciones materiales y espirituales para su
pleno desarrollo; darle una base sólida sobre la que pueda construir su vida;
garantizarle seguridad y educación
para que llegue a ser lo que puede ser; transmitirle valores duraderos por los
que valga la pena vivir; asegurarle un horizonte trascendente que responda a su
sed de auténtica felicidad, suscitando en él la creatividad del bien;
entregarle en herencia un mundo que corresponda a la medida de la vida humana;
despertar en él las mejores potencialidades para que sea protagonista de su propio
porvenir, y coresponsable del destino de todos”.
Definitivamente la Iglesia ha
encontrado un líder en un argentino seguidor de Cristo. Creo que el eje del
mundo está cambiando; ya no es Europa, sino que se ha trasladado a los países emergentes.
Francisco trasciende su época; por
su actitud renovadora, sus manifestaciones de espiritualidad
cristiana y de sensibilidad es valorada, incluso por los que están fuera del gremio religioso
del catolicismo.
“Recen
por mí, lo necesito bastante” ha repetido y lo repite a cada momento. Ciertamente
a muchos, incluyendo a muchos de los que lo acompañan en el Vaticano, no creo
que les haya agradado escuchar eso de “¡Cómo
me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres!". No creo que les agrade a
los políticos corruptos que hay en el mundo, especialmente en nuestro país, escuchar con claridad cuando dice: “No traje bajo el brazo ningún proyecto personal” o esto: "Es un deber escuchar la voz de los pobres" (Colombia, 10/9/2017). No creo que se sientan a gusto los propietarios de los medios
sociales de información, cuando dice que a menudo la comunicación es "sometida a la propaganda, a
las ideologías, a los fines políticos o de control de la economía y la técnica".
No creo que puedan controlar su cólera ciertos periodistas entrevistadores o
ciertos entrevistados tradicionales en la T.V. cuando el Papa reconoce que “los
comunistas han robado a los cristianos la bandera de los pobres", "la bandera de los pobres es cristiana", y -dice- la pobreza está "en el centro del Evangelio".
No creo que les guste a los negociantes, religiosos o no, de la enseñanza-aprendizaje
(privada), que anteponen el dinero al servicio educativo, escuchar a Francisco cuando dice: “Cuando vemos que el primer interés de una
institución parroquial o educativa es el dinero, esto es una gran incoherencia".
No sé si en estos tiempos alguien haya emprendido con decisión los
grandes desafíos que tiene la fe cristiana, aparte del actual Papa.
¡Bienvenido a mi corazón, Francisco!