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CAJACAY:
LEY DE CREACIÓN DISTRITAL
Cajacay está ubicado en la margen izquierda o meridional del río Tingo o Fortaleza, hacia sus nacientes, tocándose por lo tanto con la cordillera negra que deja al otro lado la naciente del río Santa en la pintoresca laguna de Conococha.
Está a una altura de 2,500 metros sobre el nivel del mar y pertenece a la provincia de Bolognesi que fue creada el 22 de octubre de 1903, segregándose de la de Cajatambo a la que hasta entonces pertenecía Cajacay.
El Distrito fue legitimado por ley de 29 de diciembre de 1856, promulgada con fecha 2 de enero de 1857 por don Ramón Castilla, con motivo de la creación de las primeras Municipalidades del Perú.
El texto legal correspondiente a su creación política es el siguiente :
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El Libertador Ramón Castilla, Presidente Provisorio de la República.
Por cuanto la convención nacional ha dado la Ley siguiente:
La Convención Nacional :
Considerando :
Que, para la formación del Registro Cívico base fundamental de las Elecciones populares, y para satisfacer las necesidades locales de la administración pública, es indispensable y urgente crear desde luego las primeras Municipalidades establecidas por la Constitución.
Da la ley transitoria :
Art. 1º En conformidad de la Ley Orgànica de 29 de noviembre último, habrá Municipalidades en los lugares y con el número de miembros expresados a continuación :
"...Departamento de Ancash.-- Provincia de Cajatambo, distrito de Cajacay, cinco municipales"... Comuníquese al Poder Ejecutivo para que disponga lo necesario a su cumplimiento. Dada en la Sala de Sesiones en Lima a 29 de Diciembre de 1856--- Manuel Toribio Ureta, Presidente. Pìo B. Mesa, Secretario. Rafael Hostas, Secretario.
Por tanto, mando se imprima, publique y circule y se le dé el debido cumplimiento. Dado en la casa del Gobierno en el Callao a 2 de Enero de 1857. Ramón Castilla. Jervasio Alvarez.
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Posteriormente,
en época del Presidente Eduardo L. de Romaña. se elevó a la categoría
de Villa al Distrito de Cajacay, con fecha 7 de noviembre de 1900,
según aparece en la Ley promulgada en esa fecha.Fuente:
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GRUPO CAJACAY - MENSAJE 5086
CAJACAY - 28 AGO 2010
Imágenes: Nalo Alvarado Balarezo
CAJACAY
Por Aivil Alitana
Hoy pienso en ti pueblo mío,
como el hijo de Laertes,
perdido en altamar,
anhelaba los muros
que abrigaron su infancia.
Por eso amo las manos
que mecieron mi cuna;
tierra de mis primeros pasos,
aroma de las miradas tiernas,
numen de mis prístinos anhelos.
Cómo no amarte si lates fuerte en mi pecho,
ahora que el tiempo trenza la melena gris
de los años que se van.
Cómo no amarte pueblo mío,
si vives en mis seres queridos, presentes y ausentes;
si cada madrugada siento que respiras hondo,
quebrando el silencio de las horas vacías,
como trepida el rocío
cuando el aire agita las hojas mustias
de una rama herida.
Cómo no recordar tu cielo azul
al iluminar el sol la puna fría,
los ríspidos senderos, el abismo agreste...
También recuerdo la neblina del mes de mayo,
cubriendo las palmeras de tu plaza con su poncho
blanco.
Cómo no recordar la fragancia de tus mazorcas en flor,
y el dorado brillante de tus espigas preñadas de
trigo,
granos que amasaba mi padre junto al horno de barro,
labrando con fe y esperanza el pan del porvenir,
al amparo del Señor de Chaucayán y San Agustín.
Cómo no recordar tus huertos caseros poblados de
trinos
y aromas de la sierra a la vera de los ríos de aguas
puras,
que mitigan la sed en los caminos que suben al cielo.
Cómo no amarte si eres lluvia que moja por dentro.
Lluvia que se torna manantial en la distancia.
Tierra de empinados horizontes hechos de arcilla y
roca
donde gravitan vibrantes los ecos profundos.
Hoy te recuerdo en cada uno de tus hijos,
porque en todos habita tu alma las 24 horas del día;
por eso lejos de ti mi alma musita el Ave María,
mientras mi corazón se curva en agonía,
como se comba el labriego en el surco
buscando el fruto soñado.
Pueblo mío, “Tierra de hombres ilustres”,
como te bautizara el sabio Santiago Antúnez de Mayolo,
¡BENDITO SEAS!
Fuente:
Antología poética - Selección: Pichuichanca.
MI PEQUEÑA CHACRITA
Por Aivil Alitana
Por Aivil Alitana
Qué
provinciano que radica en lugares remotos, no extraña la chacrita que
nutrió su niñez. Una chacrita multiusos: propia (por sucesión de
herencia), parcela comunal, chacrita arrendada o prestada por sus
generosos dueños, máxime en un pueblo que se sustenta en la agricultura y
la ganadería en menor escala desde tiempos inmemoriales. En mi infancia
las chacras eran de todos los niños. Nadie nos impedía el ingreso. En
ellas jugábamos aspirando el aroma de las plantitas bendecidas por la
lluvia, sobre todo en los meses de barbecho, cuando el terreno descansa
calmo hasta la próxima siembra. En ellas hacíamos nuestras tareas
escolares los fines de semana al abrigo de un rugoso molle. También
fueron los altares de los primeros juramentos con fragancia de
manzanilla, cuando la luna se posaba en la palma de la mano, y escenario
natural de los primeros sueños contemplando el horizonte. Quién no
recuerda las pajchas de piedra con sus pupilas de agua clara al borde
del camino. Caminos recorridos en ese entonces por los arrieros y
chacareros, hoy son ignorados.
En tiempos de siembra salíamos de madrugada, cuando el pueblo dormía bajo cielo constelado. Caminábamos callados, sintiendo el latido de cada corazón en las callecitas de tierra. Todos íbamos contentos: llevando el fiambre, los utensilios de cocina, la simiente y los instrumentos de labranza. Llegábamos a Chacuas, nuestra pequeña chacrita, con el primer clarín del gallo dando paso a la aurora. “Peligro”, que durante todo el recorrido había caminado dormitando en silencio, en Chacuas ladraba y corría dando saltos a su antojo, más despierto que nunca. Papá Estanislao, asistido por Abelardo, sujetaba el arado al yugo con cautela para no dañar la brillosa piel de los bueyes fraternos. Mamá Valeriana, junto a una pirca hacía brotar calor rojísimo del fogón de leña, anunciando un rico choclito con queso, cachizada, humitas, papitas sancochadas y ají con chincho molido en batán, todo en un mantel de lino al ras del suelo apisonado. Yo improvisaba un florerito con tallitos de ruda y hierba buena. Nunca vi un yuntero tan cariñoso con los toritos como papá, jamás los obligaba a roturar la tierra más allá de sus fuerzas. Papá, como todo experto en el buen manejo de las tierras de cultivo, me enseñaba a tomar el timón del arado con sumo cuidado, a fin de no herir en demasía el vientre de la tierra en celo, y así protegerla de la erosión. La mano izquierda en el timón de madera y la derecha tomando una vara delgada para animar la faena, era lo usual en la preparación del terreno. Después mamá me animaba a echar la semilla santa en el surco, sintiendo correr el sudor en mis trencitas negrísimas. Abelardo era un formidable guía, con el sol tostando su frente de pequeño gañán. La yunta de erguidas astas, con sus colas alejaban de sus torneados lomos a los intrusos mosquitos. Todos participábamos felices del ritual de siembra, en contacto familiar con la Pachamama que nos daba el sustento de sus entrañas. Entrada la noche retornábamos a Cajacay, cuando las horas rodaban apacibles en Ramada, felices de haber comulgado con la creación de Dios, en nuestro paraíso cerca del cielo.
Tiempos aquellos de virginal fragancia en tierra fecunda, regada con el sudor de la frente; tiempos de tempranos cielos, de dorados ideales, de fresca flor y húmeda hierba a la vera del camino antiguo. Tiempos de pájaros sonoros augurando la venida de la lluvia.
Tiempos del rantín, del trueque y de los trabajos comunales. Tiempos donde el recurso tierra era sagrado para todos los habitantes del lugar. Tiempos del brioso “Blanco”, que relincha y trota cadencioso en los caminos de herradura; tiempos de blancas ovejitas y de vaquitas listas para el ordeño, mientras el becerrito muge transido por el destete, pegadito al chilco, al paico y a la verbenita tierna.
Tiempos cuando recorría mi chacrita con los ojos vendados, sin tropezarme ni rozar las matas de ortiga; tiempos de huanchaquitos que cantan venturosos en la fronda, mirando de reojo a las margaritas en botón, yo también cantaba en las tardes mágicas, sentada en una piedra. Tiempos de colores vivos, caminando descalza para no quebrar los brotes nuevos donde reverberan los hilos de rocío; tiempos de torcacitas en presuroso vuelo hacia el nido que cuelga en la enramada colmada de savia, donde bulliciosos pían los pichones tiernos; tiempos de luciérnagas, grillos y trinos surcando la enorme peña de granito orlado de purojshas; tiempos de floridos senderos con aroma a muña, llantén, campanilla y chavelina, junto al manantial de agua mansa y pura; tiempos de sabrosas tunas, habas, ocas y cañas, y de nuestro bello río Tingo que a la distancia baja cantando.
Tiempos de hermosas maripositas de ensueño, hijas del aire y del sol; tiempos de trilla en la era, de horquetas que ventean desnudando a las ventrudas espigas, mientras con el viento danza el grano bendito que pronto será pan; tiempos de cebadales y sotos de papas floreciendo en los camellones que corren paralelos; tiempos de calabacitas asomando maduras bajo la alfalfita olorosa; tiempos de melocotones y paltitas en Hornocoto; de magueyes empinados en la pendiente, intentando besar las nubes sin tener alas.
Tiempos del regazo amoroso de mamá cuando los jilgueros trinaban dichosos viendo el arcoíris desde el aromático cedrón; tiempos de cálido beso en la frente de papá en las crudas madrugadas de junio. Tiempos de pancas resecas que crujen en la mazorca y brotan hileras de rubios dientes apretados, que con mis pequeñas manos desgrano para la cancha. Pronto doblaron tristes las campanas por papá, y todo acabó en un instante, sólo mis lágrimas frías quedaron prisioneras en su tumba, en tanto, mamá sigue hilando plegarias con su rosario entre los dedos.
Desde aquel entonces, mi bello Cajacay del ayer, cada día me pertenece menos. Hoy todo es luto en el cielo limeño, no hay luceros ni estrellitas, sólo la pálida luna fulgura en octubre del Señor de los Milagros, con nubes de incienso, cánticos y oraciones, como parpadea un candil en humilde choza después del aguacero. Ya no recibo los besos de papá en mi frente, y nadie enjuga el llanto que por él desbordan el alma. Hoy siento que mis fuerzas se agotan a la intemperie, como una tarde de mayo se perdió el eco de mi voz en un abismo sin fondo.
Chacrita amada, mi mayor patrimonio rural, hoy me siento como el caminante que en la oscuridad no sabe qué vendrá mañana, y contrito se persigna mirando el cielo. Por eso mi corazón llora al recordarte, como llora la alondra dentro de una jaula.
Los Olivos, 14 de mayo de 2014.
Fuente:
Antología (2017) de la Sociedad Literaria Amantes del País, Selección de José Beltrán Peña.
Queridos amigos y familiares. Mis
plegarias por los ausentes y un fuerte abrazo a los presentes: Abel Alvarado
Romero (Payo), Isidro Narciso Montes Calderón y Luis Torres Ochoa. Mañana 3
apagan velitas: Genoveva Gaytán Gamarra, Clara Meza de Romero y Ramón Núñez
Mónico. El 4 de enero vieron la luz primera: María Esperanza Tena Gavino y Luisa
Sánchez de Enciso. MIL BENDICIONES.
Nalo
GRACIAS PRIMO PAYO
RECUERDOS GRATOS
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LA MAGIA DE ORLANDO
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Mi
eterno agradecimiento a mis primos Payo Alvarado Romero y Gladys Rayo
de Alvarado, y a mis sobrinos Abelucho y Djanira, por sus gratas
atenciones en Orlando. Gracias Payito por tu paciencia y cariño durante
las clases de guitarra y zampoñas.
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FELIZ CUMPLEAÑOS PRIMO PAYO
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IMÁGENES DE ORLANDO, FLORIDA (USA)
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Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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LA MAGIA DE ORLANDO
Imágenes: Armando Alvarado Balarezo