jueves, 16 de septiembre de 2010

EXTRAÑO... MUY EXTRAÑO (CUENTO) - POR ADDHEMAR H.M SIERRALTA NÚÑEZ - MIAMI

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EXTRAÑO... MUY EXTRAÑO


(Cuento)

El tiempo y las situaciones parecen algo extraño cuando, en este cuento de Addhemar H.M. Sierralta, se confunde la imaginación con la posible realidad.

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La noche mostraba su negrura y las horas trascurrían inexorablemente. Cada vez había menos vehículos en la carretera y Elena seguía esperando el auto de Felipe, su novio, que quedó en recogerla de su trabajo, una fábrica ubicada a las afueras de la ciudad. Preocupada por la demora la chica se acercó al portero para solicitarle nuevamente el teléfono y llamar al muchacho. “En unos instantes más estaré llegando”, le replicó.


Pocos minutos después llegó Felipe y, luego de las reprimendas de su novia, emprendieron la marcha hacia la casa de ella.


No transcurrió ni un par de minutos cuando el auto se detuvo inesperadamente. Se había malogrado y se resistía a volver a arrancar. Tanto Felipe como Elena pensaron en pedir auxilio por el teléfono celular pero el móvil tampoco funcionaba. Decidieron bajar del auto y regresar a pie hasta la fábrica para pedir ayuda, sin embargo no podían abrir ninguna de las puertas del vehículo. Empezaron a alarmarse.


El muchacho intentó encender las luces del coche, para ser visto en la carretera, pero no funcionaban. En verdad parecía como que estaban atrapados. La noche parecía más negra y se dieron cuenta que la carretera no tenía tránsito alguno y que la iluminación de la fábrica no se divisaba. Todo era oscuro. Como si se encontraran dentro de una caverna profunda.


Poco a poco percibieron que la temperatura descendía y que al no poder abrir las ventanas, tampoco, el aire comenzaba a faltarles. Lentamente, abrazados, buscaron que encender la radio del auto para por lo menos iluminarse un poco, pero fue en vano. No funcionó.


Perdieron la noción del tiempo y una sensación de sueño les fue embargando. Se diría que la oquedad del espacio los circundaba y un frío absoluto los congelaba. Un silencio aterrador acompañaba a los enamorados.


Cuando despertaron, aún abrazados, se vieron rodeados de unos seres extraños que los miraban con curiosidad. No estaban en el auto sino en un lugar parecido a una jaula con paredes transparentes. Una luz les envolvía y se percataron que eran el centro de la atención.


Los curiosos seres no eran de rasgos humanos y parecían como unos insectos gigantes, de un par de metros de altura, y similares a las hormigas. Tuvieron miedo. Sintieron hambre y sed. Cerca de ellos –en recipientes especiales como los de las granjas- encontraron agua y algunos vegetales. Los devoraron.


Felipe y Elena no podían descifrar el lenguaje de estos pseudo insectos y con el transcurso de los días se fueron dando cuenta que estaban como los animales de un zoológico, en exhibición.


Abrazada, la pareja, intentó dormir. Su cansancio y desesperación los hizo entrar en un profundo letargo que solo fue interrumpido por las luces de unas linternas que iluminaban –de muy cerca- los ojos de los jóvenes.

Aun deberán estabilizarse, escucharon, mientras veían un entorno de ligero color verde y un par de médicos y una enfermera que conversaban entre ellos.

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- Muchachos, tuvieron suerte. ¿Cómo se sienten? – preguntó el médico que parecía mayor.


- Bien, dijeron casi al unísono.

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Felipe preguntó ¿qué pasó? … su auto se salió de la pista y cayeron a un pequeño precipicio, perdieron el sentido, están hospitalizados pero esperemos que estén bien en pocos días, dijo el doctor. Los jóvenes respiraron aliviados al saber que no estaban cautivos por aquellos extraños seres.


Ya en casa de Elena, una vez dados de alta, los muchachos encendieron la televisión y les llamó poderosamente la atención una noticia que anunciaba un descubrimiento en una zona deshabitada del Asia : se había encontrado unos fósiles de unos extraños seres que según la proyección de los científicos –suponiendo la forma que hubieran tenido en vida- eran similares a los que vieron en su supuesta captura. Ambos se abrazaron nuevamente y sudaban frío.


Fuente:


TIEMPO NUEVO

Addhemar Sierralta

Año 2 No. 96

Miami, 16 SET 2010

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