INSTITUTO DEL LIBRO Y LA LECTURA,
INLEC DEL PERÚ, Y CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
15 DE JULIO
LA GESTA DE LEONCIO PRADO
PLAN LECTOR, PLIEGOS DE LECTURA
AQUEL PALADÍN DE FÁBULA
INLEC DEL PERÚ, Y CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
15 DE JULIO
LA GESTA DE LEONCIO PRADO
PLAN LECTOR, PLIEGOS DE LECTURA
AQUEL PALADÍN DE FÁBULA
Por Danilo Sánchez Lihón
1. Un lucero del alba
– Padre. Me has contado hasta ahora tantas historias fabulosas, mitos y ficciones, acerca de seres sobrenaturales, y cuentos de figuras que encarnan valores, paradigmas y virtudes, pero quiero que hoy me refieras de un personaje real si lo hubiera, que encarne el valor y el heroísmo más supremos, pero que haya existido, que haya sido de carne y hueso y que represente casi de manera absoluta esas cualidades y virtudes. Y que la vida de ese ser sea una leyenda. Pero, ¿existirá un ser así? Que haya sido puro, una llama ardiente. Alguien al cual yo admire por siempre, por toda la vida. Un ser que fuese como un lucero en el alba. ¿Existe? en primer lugar.
– Sí, existe, hijo mío. Y qué bueno que me lo preguntes de ese modo. Existe, y para que veas cómo tú eres un ser privilegiado, ese ser nació en el lugar donde tú naciste. Ese personaje fabuloso, de leyenda, es paisano tuyo. De repente corre por tus venas su misma sangre, tal vez eres su familia y tienes de él el mismo aliento.
– ¿Así? Cuéntame entonces, padre.
2. Y así se hizo
– Quiero empezar por el final. Aquel ser fue fusilado por defender a su patria, por tiradores que se apostaron al pie de su lecho de herido. Fue fusilado teniendo la pierna hecha astillas por efecto de una granada. No se inmutó al conocer la sentencia. Pidió lo que correspondía de acuerdo a su rango: ser fusilado en la plaza de Huamachuco, y dirigir él mismo la ejecución. Lo primero fue denegado. Se consintió en los segundo, que él mismo dirigiera su inmolación.
En vez de dos tiradores que ya estaban listos pidió que fueran cuatro, dos para disparar a la cabeza y dos para hacerlo al corazón. Asimismo tomar una taza de café en cuyo platillo el fuese marcando el proceso. Al primer golpe apuntar, al segundo rastrillar los gatillos del arma y al tercero disparar. Y así se hizo. ¿Te imaginas hijo la intensidad de ese hombre?
– ¿Cuántos años tenía cuando fue fusilado?
3. Su hijo que no lo olvida
– No había cumplido todavía los treinta años. Ese hombre era hijo del Presidente de la República del Perú, quien gobernó el país en dos períodos: de 1865 a 1868 y de 1876 a 1879. Y pese a que su padre lo amaba entrañablemente y él a su progenitor, nunca aceptó beneficios, halagos ni prebendas sino al contrario: sacrificios, renuncias y finalmente el holocausto. Desde muy niño sus pensamientos estaban dirigidos a su padre y los últimos minutos finales de su vida también los tuvo hacia él cuando le escribe:
"Huamachuco, julio 15 de 1883.
Señor Mariano Ignacio Prado. Colombia.
Queridísimo padre: Estoy herido y prisionero; hoy a las... (¿qué hora es? preguntó. Las 8.25 contestó Fuenzalida) 8:30 debo ser fusilado por el delito de haber defendido a mi patria. Lo saluda su hijo que no lo olvida. Leoncio Prado”.
4. Dolor atroz
– Pero, padre, esta es una historia que nos la enseñan en la escuela y ya no la hacemos mucho caso. Y hasta nos parece aburrida.
– Pero quisiera que tengas paciencia y me escuches atentamente lo que te voy a describir. Tú al final me dirás si cubre o no tus expectativas, porque te adelantaré que este personaje fue corsario en el Caribe, a los 21 años, náufrago en el mar de la China, grumete en la India, transportista en Persia, intérprete en Rusia, siempre luchando por la libertad de los pueblos.
– Ah, eso no lo sabía padre, eso sí hace interesante tu historia.
– Sus dos hermanos de padre y madre, Justo y Grocio, también murieron en la Guerra del Pacífico. ¿Qué ocurriría si tus dos hermanos menores mueren por una causa que tú mismo defiendes? ¿Qué dolor más atroz, no?
– Ah, eso no lo soportaría, padre.
5. El hombre que más admiró
El primero de sus hermanos que lo acompañó en muchas jornadas de lucha murió peleando en la batalla de San Francisco, y el segundo reclutando soldados en la guerra de resistencia en las serranías de Huánuco atacado de una explosiva pulmonía.
Pero déjame contarte por qué atiende a esa petición tuya de un ser mítico, bólido, flecha, lanza. Te digo que nunca se vio a un ser más flamígero, más encendido de amor a su patria. Escucha:
Nació el año 1853. Su padre, que era de Huánuco y su madre del mismo lugar, hizo venir a toda su familia natural a Lima cuando Leoncio tenía aún seis años de edad. Le escribió así a la mamá de Leoncio: Quisiera que estén a mi lado para que mis hijos no sean desamorados.
Qué bonita palabra esta, ¿no te parece? Que quiere decir que crezcan con cariño. Para él su padre fue siempre su paradigma, su caballero imbatible, el hombre que más admiró durante toda su vida.
6. Heroico y Eminente
Cuando su padre aún era jefe de la Brigada “Lanceros de la Unión” se hizo soldado raso, vistiendo el uniforme del Ejército del Perú. Tenía 8 años de edad y le pidió al sargento a cuyo mando servía que lo instruyese con todo rigor en los asuntos que tenía que saber.
A los 9 años ya desfilaba con uniforme militar, espigado y serio, con marcialidad y pundonor. Su comportamiento era tan auténtico que obtuvo la complacencia de ser nominado “soldado distinguido”.
Se convirtió en un gran jinete, por lo que fue ascendido a Cabo, a la edad de los 12 años. En febrero de 1866, combate contra los españoles que intentaron recuperar sus colonias en América, en el combate de Abtao. Tenía 13 años cuando fue ascendido a Guardiamarina y obtuvo su primera medalla de oro.
Ese mismo año participa en el combate del 2 de mayo contra la escuadra española. Lo hace en el buque insignia, la fragata Tumbes que redujo con sus cañones a La Numancia. Por su acción destacada obtuvo el grado de Alférez y de “Benemérito de la Patria en Grado Heroico y Eminente”.
7. Forjando la libertad de Cuba
Es comisionado entonces para estudiar en Richmond, en Estados Unidos. Allí se entera de los esfuerzos de patriotas cubanos por libertar ese país. Cuba era todavía una colonia de España. Lo primero que le importa al joven Leoncio Prado es leer de los esfuerzos de los patriotas cubanos de adquirir su libertad como el resto de repúblicas americanas.
Escribe a su padre pidiéndole permiso a su padre para cumplir con ese anhelo, para él impostergable de marchar a Cuba y unirse a los esfuerzos independentistas de ese país. Como había salido con una beca pero conociendo su padre la impetuosidad y el carácter apasionado de su hijo le contesta:
“No hay pueblo en el mundo que no honre y recompense a los fundadores de su independencia, y yo deseo que tú seas de los que forjen la libertad de Cuba. Con tal deseo, hice que se te dieran dos años de licencia para servir a Cuba”.
Su padre aprueba los deseos abnegados de su hijo. Y le ofrece, además, armas. Leoncio convence a sus dos hermanos menores a marchar con él en apoyo a la independencia de Cuba.
8. Flotando en las aguas
Lo primero que ve allí es que sin barcos ni unidades de transporte naval que naveguen por el mar del Caribe, no hay nada que se pueda hacer, por ser Cuba una isla. Y entonces concibe un operativo audaz, cual es capturar un barco artillado de la armada española, junto con los patriotas cubanos. Fueron 10 quienes lo secundaron capturando un barco de guerra de España. Reducen a los marineros, muere el capitán del barco y otras personas, izan la bandera de Cuba y se baten durante tres meses perseguidos por la poderosa escuadra española.
Este barco llamado Montezuma sus captores lo bautizan con el nombre de “Céspedes”, evocando al héroe cubano de la libertad Carlos Manuel de Céspedes, iniciador de la revolución independentista en aquel país. En su momento los diarios de América y los de Estados Unidos estuvieron pendientes, día a día, del destino de este barco.
Quien capitanea todo esto es aquel joven ígneo, llama viva, flecha, lanza, tempestad, llamado Leoncio Prado. Cuando fueron acorralados por la escuadra española, dio la orden de incendiar el barco, el mismo que quedó inutilizado, arrojándose al mar. Permanecieron escondidos en los escombros, flotando en las aguas, esperando la noche para nadar a la playa en un mar infestado de tiburones.
9. Sobrevivir fue tarea ardua
Es por eso que en Cuba consideran a Leoncio Prado como un prócer de su independencia, su retrato figura en la galería de los Próceres de la República, pero además es considerado como el fundador de la Marina de Guerra de ese país, puesto que en ese barco se izó, muchos años antes de que aquel hermano país adquiriese su independencia, la bandera de Cuba.
– Ahora voy entendiendo por qué es el personaje del cual yo te pidiera que me refieras.
– Pero, espera que te siga contando:
Pudieron llegar hasta la costa, en la selva de Nicaragua. No tenían ningún recurso, ni dinero, ni armas ni herramientas con las cuales abrirse paso. La selva era intrincada y temible por las enfermedades como el paludismo, la fiebre amarilla, el dengue.
Sobrevivir en la selva de Nicaragua fue tarea ardua. De otro lado, su vida tenía precio, seguían caminos inhóspitos, sus heridas se infectaban y el paludismo los fue atacando a tal punto que fueron quedándose, los que no podían seguir el camino, uno a uno en chozas de nativos.
10. Luchando contra las adversidades
– Pero, padre, ¿los hijos de los presidentes no son más bien mimados y pretenciosos?
– Este era diferente. Era hijo del Presidente de la República más poderosa de América del Sur, de un país líder que acababa de vencer a España en el combate del 2 de mayo. Pero mira cuál es su vida: seis días no comió sino plátanos, su ropa era andrajosa pero sus ideales eran luminosos. Por eso es el ser de fábula que te cuento. Tenía 21 años y antes de los 30 sería fusilado en Huamachuco.
España lo tenía como un enemigo principal. Sus rasgos y su nombre figuraban en todos los pueblos como perseguidos de la ley. Sus cabezas tenían precio. La de Leoncio Prado la más alta. En todos los pueblos se fijaron carteles ofreciendo, la corona española, una compensación muy alta, de miles de pesos.
Al pasar al territorio de Honduras su situación fue distinta. Hicieron pública su presencia y el 20 de marzo el Presidente de la República de Honduras, Dr. Marco Aurelio Soto y su Ministro de Relaciones Exteriores salieron a recibirlos en Comayagua ofreciéndoles una recepción digna de héroes.
Solo tres de los once compañeros que fueron al principio de la aventura estaban presentes: Leoncio Prado, que comandaba la expedición, quien ya tenía 23 años, y los patriotas cubanos Morey y Deetjem. Tres meses habían permanecido en la jungla luchando contra todas las adversidades.
11. El barco naufraga
– Realmente, padre, ¡es un personaje de leyenda!
– Pero mira, el joven Leoncio Prado al ver por el momento que en Cuba lo mejor era crear las condiciones más favorables para la guerra de independencia, y que una manera de apoyar este ideal era abriendo un frente de lucha en Filipinas, colonia también de España, emprendió la campaña libertadora de esas islas.
Corría el año 1877 y fleta un barco. Lo acompaña su hermano Justo, quien había adquirido el grado de capitán en el ejército antillano. También van con él patriotas cubanos. Y emprendieron la travesía hacia el otro lado del mundo. El barco envuelto en una borrasca naufraga. Providencialmente un buque asiático los rescata y tres meses después arriba a Hong Kong, capital asiática bajo dominio de Inglaterra.
Leoncio Prado, sobreviviente de esta aventura se empleó como ayudante de comercio en Malaca, marinero en la India, curioso y sorprendido viajero en Afganistán, ayudante de transportes en Persia y Arabia, caminante en Siria y Turquía, intérprete en Rusia, obrero en Austria e Italia. Tenía entonces 24 años de edad.
12. Prefería el sacrificio
Desde Roma le escribe una carta a su padre, donde le dice:
“He tropezado con toda clase de dificultades, puesto que no contaba con dinero y no podía usar mi nombre para no dar lugar a la persecución de España que ha continuado tomando toda clase de medidas para cogerme, pero a pesar de todas las penalidades que he sufrido no me quejo, pues muy grande es la experiencia que he adquirido en la vida y muy útiles y valiosos tienen que serme los conocimientos que he acumulado en mi vuelta al mundo. Mi viaje lo he realizado ganándome la vida, pero solo me ha alcanzado para cubrir mis más estrictas necesidades”.
Podía haberse presentado al cónsul del Perú en Cantón, al inicio de su peregrinaje, y en su condición de hijo del Presidente de la República del Perú, le hubiera dado atención inmediata y recibido todas las facilidades, halagos, prebendas y hubiera sido trasladado a Lima rodeado de las máximas medidas de seguridad personal. No quería esa vida, siempre la desdeñó, prefería las pruebas difíciles y hasta el sacrificio.
13. Luchaba por la libertad
Luego de estas andanzas viaja nuevamente a Estados Unidos donde su amigo Morey, compañero de aventuras en el barco “Céspedes” lo recibe en ese país. Escribe al Ministro de Honduras:
“Desde que regresó a este se ocupa de un asunto preferido: Cuba”.
Era pues un paladín de la libertad, desvelado porque los pueblos ejercieran pleno derecho a esta virtud. Encendido de ese fervor luchó por la libertad de Cuba sojuzgada, por Filipinas en las cadenas y grilletes del oprobio y después el destino quiso que fuera por su propio país, el Perú, hacia el cual consagrara su inquietud y fe inquebrantables cuando fuera invadido en una guerra de agresión y conquista.
Aquel que luchaba por la libertad de los pueblos vio cómo su patria era amenazada por la codicia de un país invasor. E inmediatamente vino a poner su espada al servicio de la libertad y el honor del suelo que lo vio nacer.
Así, participó en todas las batallas de la Guerra del Pacífico: Pisagua, San Francisco, Tacna, Tarapacá, Huamachuco, salvo en aquellas que ocurrieron cuando él estuvo prisionero durante más de un año en Chile. Su coraje y su valor fueron inmensos, dando pruebas de heroísmo sin par, puesto que fueron adversidades tras adversidades las que como militar tuvo que afrontar.
14. Que mis oficiales se honren
Luchador infatigable de cien o más batallas, fue comisionado para instalar una base de torpedos en la pequeña isla El Alacrán frente a Arica.
Pidió organizar el cuerpo de “Guerrilleros de Vanguardia”, que cubrió la retirada de las tropas diezmadas en la batalla de San Francisco, causando grandes estragos en el ejército enemigo.
Retraído ese cuerpo hacia la sierra, el ejército chileno designó una fuerza especial y contundente para aniquilarlo. Fue cercado en un terreno desértico de Tarata donde la batalla fue ineludible. Las fuerzas de Leoncio Prado eran apenas 32 hombres, Habían muerto ya, alcanzados por la fusilería chilena 29. Tres estaban gravemente heridos y uno solo seguía batiéndose denodadamente, hasta que se le acabaron las balas.
Se disponía a luchar a culatazos cuando un soldado chileno iba a atravesarlo con su bayoneta calada. El coronel Orozimbo Barboza, que dirigía el ataque tronó con una orden a su subalterno: “¡Deténgase!”, asombrado ante tanta bravura. Al capturarlo le dijo:
“Quiero que mis oficiales se honren con la compañía de usted”.
15. Hizo la ruta a pie
Hecho prisionero fue trasladado a una cárcel en el pueblo de San Bernardo, en Chile. Después de más de un año fue puesto en libertad, cuando Lima ya estaba bajo ocupación chilena de Lima creyendo que ahí se había acabado la guerra.
Antes de ponerlo en libertad le hicieron prometer que nunca volvería a empuñar las armas en contra del ejército de Chile. Llegado a Lima en febrero de 1882, lo primero que hizo fue desaparecer tomando la ruta hacia Huánuco, para formar un ejército de resistencia, al igual que Cáceres. Hizo la ruta a pie, buscando atajos, a fin de no ser interceptado.
– Pero, ¿no crees, padre, que está mal prometer algo y no cumplirlo? ¿No es malo faltar a la palabra empeñada?
Él mismo aclaró este punto diciendo:
"Cuando la patria se halla subyugada, no hay palabra que valga sobre el deber de libertarla".
Y es que hijo, cuando te defiendes, cuando agreden a tus seres queridos, avasallan tu tierra, no hay principios más altos que defender estos derechos.
16. En aras de la unidad
En Huánuco hace campaña de reclutamiento de integrantes a militar en la resistencia. Arenga a la juventud diciendo:
“Huanuqueños , hermanos de mi alma, hijos de mi pueblo: sabed que las balas del enemigo no matan y que morir por la patria es vivir en la inmortalidad de la gloria”.
Allí organiza un ejército de guerrillas tomando como base sus compañeros del Colegio Central de Minería. Con esa columna recorrió Huánuco, Cerro de Pasco, Canta, Chancay, Palpa, Sayán y Huacho. Las privaciones, los esfuerzos sobrehumanos, la fe inquebrantable es una huella indeleble en esos caminos y peñones ariscos, en donde se puede aún recobrar su hálito.
En Vista Alegre tuvo enfrentamientos con las tropas chilenas dirigidas por los jefes chilenos Castillo y Marchand, quienes arrasaron los pueblos por los cuales pasó dicha columna y les prestaron ayuda. Leoncio Prado estableció su cuartel general en un lugar abrupto e inasequible, denominado Jucul.
En abril de 1883 el coronel Recavarren, encargado por Cáceres de la organización del Ejército del Norte, se entrevista con él en Sayán, y le pide que su tropa se pusiera bajo su mando. En aras de la unidad y cohesión accede.
17. Tratándose de defender
Él marcha con una escolta a unirse a Cáceres quien lo designa como Jefe de Estado Mayor del Ejército del Centro, junto a los famosos breñeros.
El 10 de julio, desatada la batalla en el cerro Sazón de Huamachuco, en su caballo Moro lucha como un titán de fábula. Una granada le hizo astillas la pierna. Sus ayudantes de campo lo socorren y lo esconden en la quebrada de Cuchuro, a 15 kilómetros de Huamachuco, alojado en la choza del indígena José Carrión.
Ahí fue capturado por el mayor chileno Aníbal Fuenzalida. Se lo condena a muerte por haber faltado a su promesa de no volver a empuñar las armas contra Chile. Responde:
“Tratándose de defender a la Patria, podía y debía empeñarse la palabra y faltar a ella”.
18. Mi deber de soldado
Según lo refirió después el oficial Fuenzalida, Leoncio Prado dijo que realmente había dado su palabra cuando fue prisionero en junio del año 1880, en Tarata. Sin embargo, reiteró:
"...me he batido después muchas veces; defendiendo al Perú y soporto sencillamente las consecuencias. Ustedes en mi lugar, con el enemigo en la casa, harían otro tanto.”
Y, enfatizó:
“Si sano y me ponen en libertad y hay que pelear nuevamente, lo haré porque ése es mi deber de soldado y de peruano".
Al dársele a conocer la sentencia de ser fusilado pidió hablar con el jefe del ejército chileno, Alejandro Gorostiaga, quien esperaba a dos cuadras el fusilamiento, montado ya en su caballo para incursionar y sembrar el terror en Cajabamba:
“Díganle cualquier cosa, que ya me he ido”.
Respondió. Al escuchar las detonaciones emprendió lentamente su marcha.
19. Todos llorábamos
Con respecto a este pasaje el historiador chileno Nicanor Molinare, en su libro sobre la “Batalla de Huamachuco”, dice:
La muerte de este hombre extraordinario, tiene tonalidades tan grandiosas, fue tan admirablemente estoico para morir, que como un homenaje a la memoria de tan valiente jefe peruano, publicamos este emocionante episodio de su vida, que sin duda es la página más hermosa de la historia del Perú en la última campaña, tomándola de nuestra Historia de la Batalla de Huamachuco, que verá la luz pública entre breves días.
“Si hubiera imaginado, compañero, que le iban a fusilar, tenga la seguridad que no lo tomo prisionero”, decía el año próximo pasado mi querido amigo, el mayor retirado, Don Aníbal Fuenzalida, refiriéndose al coronel Leoncio Prado. “Figúrese Usted, que Pradito estaba herido gravemente, tenía un balazo horrible en la pierna izquierda: mire, la tenía hecha astillas, compañero, si lo sabré yo, si lo recogí de una quebrada el día 13 de julio, dos días después, el 15 temprano, poco después de las 8 de la mañana, era domingo, lo fusilaron, y en su propia camilla”.
Y el capitán chileno Rafael Benavente declaró: “Todos llorábamos”, menos él.
20. De valor y de coraje
– Esa es, a grandes rasgos la historia de este varón insigne. Un hombre inflamado de un amor sublime a la libertad, que peleó en mil batallas, no solo en este suelo en este suelo bendito ni solo con las armas, en lugares tan lejanos como China, la India, Persia, Rusia. Ese es un hombre fuego, llama viva nunca antes vista ni encendida en el confín del espacio y del tiempo. Pasión pura, materia ígnea, un bólido, un cometa, una estrella fulgurante, un astro refulgente que no sabemos que lo tuvimos y lo tenemos muy dentro del alma.
Y esa es tu tierra, hijo mío. Eso es el Perú, una espada en el aire, luz inmarcesible. Clarín en el alba. Victoria para siempre. Es hazaña ímproba, impulso hacia adelante, es fervor, latido, aliento. Es terrón latiente, grumo amoroso, mirada que salva.
Esta patria cuesta mucho, hijo mío. El heroísmo de quienes la han defendido es inmenso, incalculable, sobrehumano. Hay aquí mucho aliento roto en aras de aquel ideal cual es el emblema que somos. Hay mucho pulso y latido, y heridas consagradas apostando por un porvenir con esperanza. Y glorioso.
– Gracias, padre, mil gracias. Y si estoy llorando es de valor y de coraje.
Texto que puede ser reproducido citando autor y fuente
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Editorial Bruño, Perú: ventas@brunoeditorial.com.pe
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– Padre. Me has contado hasta ahora tantas historias fabulosas, mitos y ficciones, acerca de seres sobrenaturales, y cuentos de figuras que encarnan valores, paradigmas y virtudes, pero quiero que hoy me refieras de un personaje real si lo hubiera, que encarne el valor y el heroísmo más supremos, pero que haya existido, que haya sido de carne y hueso y que represente casi de manera absoluta esas cualidades y virtudes. Y que la vida de ese ser sea una leyenda. Pero, ¿existirá un ser así? Que haya sido puro, una llama ardiente. Alguien al cual yo admire por siempre, por toda la vida. Un ser que fuese como un lucero en el alba. ¿Existe? en primer lugar.
– Sí, existe, hijo mío. Y qué bueno que me lo preguntes de ese modo. Existe, y para que veas cómo tú eres un ser privilegiado, ese ser nació en el lugar donde tú naciste. Ese personaje fabuloso, de leyenda, es paisano tuyo. De repente corre por tus venas su misma sangre, tal vez eres su familia y tienes de él el mismo aliento.
– ¿Así? Cuéntame entonces, padre.
2. Y así se hizo
– Quiero empezar por el final. Aquel ser fue fusilado por defender a su patria, por tiradores que se apostaron al pie de su lecho de herido. Fue fusilado teniendo la pierna hecha astillas por efecto de una granada. No se inmutó al conocer la sentencia. Pidió lo que correspondía de acuerdo a su rango: ser fusilado en la plaza de Huamachuco, y dirigir él mismo la ejecución. Lo primero fue denegado. Se consintió en los segundo, que él mismo dirigiera su inmolación.
En vez de dos tiradores que ya estaban listos pidió que fueran cuatro, dos para disparar a la cabeza y dos para hacerlo al corazón. Asimismo tomar una taza de café en cuyo platillo el fuese marcando el proceso. Al primer golpe apuntar, al segundo rastrillar los gatillos del arma y al tercero disparar. Y así se hizo. ¿Te imaginas hijo la intensidad de ese hombre?
– ¿Cuántos años tenía cuando fue fusilado?
3. Su hijo que no lo olvida
– No había cumplido todavía los treinta años. Ese hombre era hijo del Presidente de la República del Perú, quien gobernó el país en dos períodos: de 1865 a 1868 y de 1876 a 1879. Y pese a que su padre lo amaba entrañablemente y él a su progenitor, nunca aceptó beneficios, halagos ni prebendas sino al contrario: sacrificios, renuncias y finalmente el holocausto. Desde muy niño sus pensamientos estaban dirigidos a su padre y los últimos minutos finales de su vida también los tuvo hacia él cuando le escribe:
"Huamachuco, julio 15 de 1883.
Señor Mariano Ignacio Prado. Colombia.
Queridísimo padre: Estoy herido y prisionero; hoy a las... (¿qué hora es? preguntó. Las 8.25 contestó Fuenzalida) 8:30 debo ser fusilado por el delito de haber defendido a mi patria. Lo saluda su hijo que no lo olvida. Leoncio Prado”.
4. Dolor atroz
– Pero, padre, esta es una historia que nos la enseñan en la escuela y ya no la hacemos mucho caso. Y hasta nos parece aburrida.
– Pero quisiera que tengas paciencia y me escuches atentamente lo que te voy a describir. Tú al final me dirás si cubre o no tus expectativas, porque te adelantaré que este personaje fue corsario en el Caribe, a los 21 años, náufrago en el mar de la China, grumete en la India, transportista en Persia, intérprete en Rusia, siempre luchando por la libertad de los pueblos.
– Ah, eso no lo sabía padre, eso sí hace interesante tu historia.
– Sus dos hermanos de padre y madre, Justo y Grocio, también murieron en la Guerra del Pacífico. ¿Qué ocurriría si tus dos hermanos menores mueren por una causa que tú mismo defiendes? ¿Qué dolor más atroz, no?
– Ah, eso no lo soportaría, padre.
5. El hombre que más admiró
El primero de sus hermanos que lo acompañó en muchas jornadas de lucha murió peleando en la batalla de San Francisco, y el segundo reclutando soldados en la guerra de resistencia en las serranías de Huánuco atacado de una explosiva pulmonía.
Pero déjame contarte por qué atiende a esa petición tuya de un ser mítico, bólido, flecha, lanza. Te digo que nunca se vio a un ser más flamígero, más encendido de amor a su patria. Escucha:
Nació el año 1853. Su padre, que era de Huánuco y su madre del mismo lugar, hizo venir a toda su familia natural a Lima cuando Leoncio tenía aún seis años de edad. Le escribió así a la mamá de Leoncio: Quisiera que estén a mi lado para que mis hijos no sean desamorados.
Qué bonita palabra esta, ¿no te parece? Que quiere decir que crezcan con cariño. Para él su padre fue siempre su paradigma, su caballero imbatible, el hombre que más admiró durante toda su vida.
6. Heroico y Eminente
Cuando su padre aún era jefe de la Brigada “Lanceros de la Unión” se hizo soldado raso, vistiendo el uniforme del Ejército del Perú. Tenía 8 años de edad y le pidió al sargento a cuyo mando servía que lo instruyese con todo rigor en los asuntos que tenía que saber.
A los 9 años ya desfilaba con uniforme militar, espigado y serio, con marcialidad y pundonor. Su comportamiento era tan auténtico que obtuvo la complacencia de ser nominado “soldado distinguido”.
Se convirtió en un gran jinete, por lo que fue ascendido a Cabo, a la edad de los 12 años. En febrero de 1866, combate contra los españoles que intentaron recuperar sus colonias en América, en el combate de Abtao. Tenía 13 años cuando fue ascendido a Guardiamarina y obtuvo su primera medalla de oro.
Ese mismo año participa en el combate del 2 de mayo contra la escuadra española. Lo hace en el buque insignia, la fragata Tumbes que redujo con sus cañones a La Numancia. Por su acción destacada obtuvo el grado de Alférez y de “Benemérito de la Patria en Grado Heroico y Eminente”.
7. Forjando la libertad de Cuba
Es comisionado entonces para estudiar en Richmond, en Estados Unidos. Allí se entera de los esfuerzos de patriotas cubanos por libertar ese país. Cuba era todavía una colonia de España. Lo primero que le importa al joven Leoncio Prado es leer de los esfuerzos de los patriotas cubanos de adquirir su libertad como el resto de repúblicas americanas.
Escribe a su padre pidiéndole permiso a su padre para cumplir con ese anhelo, para él impostergable de marchar a Cuba y unirse a los esfuerzos independentistas de ese país. Como había salido con una beca pero conociendo su padre la impetuosidad y el carácter apasionado de su hijo le contesta:
“No hay pueblo en el mundo que no honre y recompense a los fundadores de su independencia, y yo deseo que tú seas de los que forjen la libertad de Cuba. Con tal deseo, hice que se te dieran dos años de licencia para servir a Cuba”.
Su padre aprueba los deseos abnegados de su hijo. Y le ofrece, además, armas. Leoncio convence a sus dos hermanos menores a marchar con él en apoyo a la independencia de Cuba.
8. Flotando en las aguas
Lo primero que ve allí es que sin barcos ni unidades de transporte naval que naveguen por el mar del Caribe, no hay nada que se pueda hacer, por ser Cuba una isla. Y entonces concibe un operativo audaz, cual es capturar un barco artillado de la armada española, junto con los patriotas cubanos. Fueron 10 quienes lo secundaron capturando un barco de guerra de España. Reducen a los marineros, muere el capitán del barco y otras personas, izan la bandera de Cuba y se baten durante tres meses perseguidos por la poderosa escuadra española.
Este barco llamado Montezuma sus captores lo bautizan con el nombre de “Céspedes”, evocando al héroe cubano de la libertad Carlos Manuel de Céspedes, iniciador de la revolución independentista en aquel país. En su momento los diarios de América y los de Estados Unidos estuvieron pendientes, día a día, del destino de este barco.
Quien capitanea todo esto es aquel joven ígneo, llama viva, flecha, lanza, tempestad, llamado Leoncio Prado. Cuando fueron acorralados por la escuadra española, dio la orden de incendiar el barco, el mismo que quedó inutilizado, arrojándose al mar. Permanecieron escondidos en los escombros, flotando en las aguas, esperando la noche para nadar a la playa en un mar infestado de tiburones.
9. Sobrevivir fue tarea ardua
Es por eso que en Cuba consideran a Leoncio Prado como un prócer de su independencia, su retrato figura en la galería de los Próceres de la República, pero además es considerado como el fundador de la Marina de Guerra de ese país, puesto que en ese barco se izó, muchos años antes de que aquel hermano país adquiriese su independencia, la bandera de Cuba.
– Ahora voy entendiendo por qué es el personaje del cual yo te pidiera que me refieras.
– Pero, espera que te siga contando:
Pudieron llegar hasta la costa, en la selva de Nicaragua. No tenían ningún recurso, ni dinero, ni armas ni herramientas con las cuales abrirse paso. La selva era intrincada y temible por las enfermedades como el paludismo, la fiebre amarilla, el dengue.
Sobrevivir en la selva de Nicaragua fue tarea ardua. De otro lado, su vida tenía precio, seguían caminos inhóspitos, sus heridas se infectaban y el paludismo los fue atacando a tal punto que fueron quedándose, los que no podían seguir el camino, uno a uno en chozas de nativos.
10. Luchando contra las adversidades
– Pero, padre, ¿los hijos de los presidentes no son más bien mimados y pretenciosos?
– Este era diferente. Era hijo del Presidente de la República más poderosa de América del Sur, de un país líder que acababa de vencer a España en el combate del 2 de mayo. Pero mira cuál es su vida: seis días no comió sino plátanos, su ropa era andrajosa pero sus ideales eran luminosos. Por eso es el ser de fábula que te cuento. Tenía 21 años y antes de los 30 sería fusilado en Huamachuco.
España lo tenía como un enemigo principal. Sus rasgos y su nombre figuraban en todos los pueblos como perseguidos de la ley. Sus cabezas tenían precio. La de Leoncio Prado la más alta. En todos los pueblos se fijaron carteles ofreciendo, la corona española, una compensación muy alta, de miles de pesos.
Al pasar al territorio de Honduras su situación fue distinta. Hicieron pública su presencia y el 20 de marzo el Presidente de la República de Honduras, Dr. Marco Aurelio Soto y su Ministro de Relaciones Exteriores salieron a recibirlos en Comayagua ofreciéndoles una recepción digna de héroes.
Solo tres de los once compañeros que fueron al principio de la aventura estaban presentes: Leoncio Prado, que comandaba la expedición, quien ya tenía 23 años, y los patriotas cubanos Morey y Deetjem. Tres meses habían permanecido en la jungla luchando contra todas las adversidades.
11. El barco naufraga
– Realmente, padre, ¡es un personaje de leyenda!
– Pero mira, el joven Leoncio Prado al ver por el momento que en Cuba lo mejor era crear las condiciones más favorables para la guerra de independencia, y que una manera de apoyar este ideal era abriendo un frente de lucha en Filipinas, colonia también de España, emprendió la campaña libertadora de esas islas.
Corría el año 1877 y fleta un barco. Lo acompaña su hermano Justo, quien había adquirido el grado de capitán en el ejército antillano. También van con él patriotas cubanos. Y emprendieron la travesía hacia el otro lado del mundo. El barco envuelto en una borrasca naufraga. Providencialmente un buque asiático los rescata y tres meses después arriba a Hong Kong, capital asiática bajo dominio de Inglaterra.
Leoncio Prado, sobreviviente de esta aventura se empleó como ayudante de comercio en Malaca, marinero en la India, curioso y sorprendido viajero en Afganistán, ayudante de transportes en Persia y Arabia, caminante en Siria y Turquía, intérprete en Rusia, obrero en Austria e Italia. Tenía entonces 24 años de edad.
12. Prefería el sacrificio
Desde Roma le escribe una carta a su padre, donde le dice:
“He tropezado con toda clase de dificultades, puesto que no contaba con dinero y no podía usar mi nombre para no dar lugar a la persecución de España que ha continuado tomando toda clase de medidas para cogerme, pero a pesar de todas las penalidades que he sufrido no me quejo, pues muy grande es la experiencia que he adquirido en la vida y muy útiles y valiosos tienen que serme los conocimientos que he acumulado en mi vuelta al mundo. Mi viaje lo he realizado ganándome la vida, pero solo me ha alcanzado para cubrir mis más estrictas necesidades”.
Podía haberse presentado al cónsul del Perú en Cantón, al inicio de su peregrinaje, y en su condición de hijo del Presidente de la República del Perú, le hubiera dado atención inmediata y recibido todas las facilidades, halagos, prebendas y hubiera sido trasladado a Lima rodeado de las máximas medidas de seguridad personal. No quería esa vida, siempre la desdeñó, prefería las pruebas difíciles y hasta el sacrificio.
13. Luchaba por la libertad
Luego de estas andanzas viaja nuevamente a Estados Unidos donde su amigo Morey, compañero de aventuras en el barco “Céspedes” lo recibe en ese país. Escribe al Ministro de Honduras:
“Desde que regresó a este se ocupa de un asunto preferido: Cuba”.
Era pues un paladín de la libertad, desvelado porque los pueblos ejercieran pleno derecho a esta virtud. Encendido de ese fervor luchó por la libertad de Cuba sojuzgada, por Filipinas en las cadenas y grilletes del oprobio y después el destino quiso que fuera por su propio país, el Perú, hacia el cual consagrara su inquietud y fe inquebrantables cuando fuera invadido en una guerra de agresión y conquista.
Aquel que luchaba por la libertad de los pueblos vio cómo su patria era amenazada por la codicia de un país invasor. E inmediatamente vino a poner su espada al servicio de la libertad y el honor del suelo que lo vio nacer.
Así, participó en todas las batallas de la Guerra del Pacífico: Pisagua, San Francisco, Tacna, Tarapacá, Huamachuco, salvo en aquellas que ocurrieron cuando él estuvo prisionero durante más de un año en Chile. Su coraje y su valor fueron inmensos, dando pruebas de heroísmo sin par, puesto que fueron adversidades tras adversidades las que como militar tuvo que afrontar.
14. Que mis oficiales se honren
Luchador infatigable de cien o más batallas, fue comisionado para instalar una base de torpedos en la pequeña isla El Alacrán frente a Arica.
Pidió organizar el cuerpo de “Guerrilleros de Vanguardia”, que cubrió la retirada de las tropas diezmadas en la batalla de San Francisco, causando grandes estragos en el ejército enemigo.
Retraído ese cuerpo hacia la sierra, el ejército chileno designó una fuerza especial y contundente para aniquilarlo. Fue cercado en un terreno desértico de Tarata donde la batalla fue ineludible. Las fuerzas de Leoncio Prado eran apenas 32 hombres, Habían muerto ya, alcanzados por la fusilería chilena 29. Tres estaban gravemente heridos y uno solo seguía batiéndose denodadamente, hasta que se le acabaron las balas.
Se disponía a luchar a culatazos cuando un soldado chileno iba a atravesarlo con su bayoneta calada. El coronel Orozimbo Barboza, que dirigía el ataque tronó con una orden a su subalterno: “¡Deténgase!”, asombrado ante tanta bravura. Al capturarlo le dijo:
“Quiero que mis oficiales se honren con la compañía de usted”.
15. Hizo la ruta a pie
Hecho prisionero fue trasladado a una cárcel en el pueblo de San Bernardo, en Chile. Después de más de un año fue puesto en libertad, cuando Lima ya estaba bajo ocupación chilena de Lima creyendo que ahí se había acabado la guerra.
Antes de ponerlo en libertad le hicieron prometer que nunca volvería a empuñar las armas en contra del ejército de Chile. Llegado a Lima en febrero de 1882, lo primero que hizo fue desaparecer tomando la ruta hacia Huánuco, para formar un ejército de resistencia, al igual que Cáceres. Hizo la ruta a pie, buscando atajos, a fin de no ser interceptado.
– Pero, ¿no crees, padre, que está mal prometer algo y no cumplirlo? ¿No es malo faltar a la palabra empeñada?
Él mismo aclaró este punto diciendo:
"Cuando la patria se halla subyugada, no hay palabra que valga sobre el deber de libertarla".
Y es que hijo, cuando te defiendes, cuando agreden a tus seres queridos, avasallan tu tierra, no hay principios más altos que defender estos derechos.
16. En aras de la unidad
En Huánuco hace campaña de reclutamiento de integrantes a militar en la resistencia. Arenga a la juventud diciendo:
“Huanuqueños , hermanos de mi alma, hijos de mi pueblo: sabed que las balas del enemigo no matan y que morir por la patria es vivir en la inmortalidad de la gloria”.
Allí organiza un ejército de guerrillas tomando como base sus compañeros del Colegio Central de Minería. Con esa columna recorrió Huánuco, Cerro de Pasco, Canta, Chancay, Palpa, Sayán y Huacho. Las privaciones, los esfuerzos sobrehumanos, la fe inquebrantable es una huella indeleble en esos caminos y peñones ariscos, en donde se puede aún recobrar su hálito.
En Vista Alegre tuvo enfrentamientos con las tropas chilenas dirigidas por los jefes chilenos Castillo y Marchand, quienes arrasaron los pueblos por los cuales pasó dicha columna y les prestaron ayuda. Leoncio Prado estableció su cuartel general en un lugar abrupto e inasequible, denominado Jucul.
En abril de 1883 el coronel Recavarren, encargado por Cáceres de la organización del Ejército del Norte, se entrevista con él en Sayán, y le pide que su tropa se pusiera bajo su mando. En aras de la unidad y cohesión accede.
17. Tratándose de defender
Él marcha con una escolta a unirse a Cáceres quien lo designa como Jefe de Estado Mayor del Ejército del Centro, junto a los famosos breñeros.
El 10 de julio, desatada la batalla en el cerro Sazón de Huamachuco, en su caballo Moro lucha como un titán de fábula. Una granada le hizo astillas la pierna. Sus ayudantes de campo lo socorren y lo esconden en la quebrada de Cuchuro, a 15 kilómetros de Huamachuco, alojado en la choza del indígena José Carrión.
Ahí fue capturado por el mayor chileno Aníbal Fuenzalida. Se lo condena a muerte por haber faltado a su promesa de no volver a empuñar las armas contra Chile. Responde:
“Tratándose de defender a la Patria, podía y debía empeñarse la palabra y faltar a ella”.
18. Mi deber de soldado
Según lo refirió después el oficial Fuenzalida, Leoncio Prado dijo que realmente había dado su palabra cuando fue prisionero en junio del año 1880, en Tarata. Sin embargo, reiteró:
"...me he batido después muchas veces; defendiendo al Perú y soporto sencillamente las consecuencias. Ustedes en mi lugar, con el enemigo en la casa, harían otro tanto.”
Y, enfatizó:
“Si sano y me ponen en libertad y hay que pelear nuevamente, lo haré porque ése es mi deber de soldado y de peruano".
Al dársele a conocer la sentencia de ser fusilado pidió hablar con el jefe del ejército chileno, Alejandro Gorostiaga, quien esperaba a dos cuadras el fusilamiento, montado ya en su caballo para incursionar y sembrar el terror en Cajabamba:
“Díganle cualquier cosa, que ya me he ido”.
Respondió. Al escuchar las detonaciones emprendió lentamente su marcha.
19. Todos llorábamos
Con respecto a este pasaje el historiador chileno Nicanor Molinare, en su libro sobre la “Batalla de Huamachuco”, dice:
La muerte de este hombre extraordinario, tiene tonalidades tan grandiosas, fue tan admirablemente estoico para morir, que como un homenaje a la memoria de tan valiente jefe peruano, publicamos este emocionante episodio de su vida, que sin duda es la página más hermosa de la historia del Perú en la última campaña, tomándola de nuestra Historia de la Batalla de Huamachuco, que verá la luz pública entre breves días.
“Si hubiera imaginado, compañero, que le iban a fusilar, tenga la seguridad que no lo tomo prisionero”, decía el año próximo pasado mi querido amigo, el mayor retirado, Don Aníbal Fuenzalida, refiriéndose al coronel Leoncio Prado. “Figúrese Usted, que Pradito estaba herido gravemente, tenía un balazo horrible en la pierna izquierda: mire, la tenía hecha astillas, compañero, si lo sabré yo, si lo recogí de una quebrada el día 13 de julio, dos días después, el 15 temprano, poco después de las 8 de la mañana, era domingo, lo fusilaron, y en su propia camilla”.
Y el capitán chileno Rafael Benavente declaró: “Todos llorábamos”, menos él.
20. De valor y de coraje
– Esa es, a grandes rasgos la historia de este varón insigne. Un hombre inflamado de un amor sublime a la libertad, que peleó en mil batallas, no solo en este suelo en este suelo bendito ni solo con las armas, en lugares tan lejanos como China, la India, Persia, Rusia. Ese es un hombre fuego, llama viva nunca antes vista ni encendida en el confín del espacio y del tiempo. Pasión pura, materia ígnea, un bólido, un cometa, una estrella fulgurante, un astro refulgente que no sabemos que lo tuvimos y lo tenemos muy dentro del alma.
Y esa es tu tierra, hijo mío. Eso es el Perú, una espada en el aire, luz inmarcesible. Clarín en el alba. Victoria para siempre. Es hazaña ímproba, impulso hacia adelante, es fervor, latido, aliento. Es terrón latiente, grumo amoroso, mirada que salva.
Esta patria cuesta mucho, hijo mío. El heroísmo de quienes la han defendido es inmenso, incalculable, sobrehumano. Hay aquí mucho aliento roto en aras de aquel ideal cual es el emblema que somos. Hay mucho pulso y latido, y heridas consagradas apostando por un porvenir con esperanza. Y glorioso.
– Gracias, padre, mil gracias. Y si estoy llorando es de valor y de coraje.
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Entrada editada por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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