Por: Carlos Garrido Chalén (*)
Frases de terrible connotación inmoral que avergüenzan a nuestro pueblo como cuánto hay, cómo es, Ud. dirá, que se deje el diez por ciento, ¿no te vas a dejar alguito?, te gestiono tu cheque pero déjate algo, te hago ganar la licitación o te pongo como proveedor principal, pero Y..?, constituyen manifestaciones inequívocas de que algo se pudre en nuestra sociedad. Y es tan grave, tan fatal, esa situación para nuestra economía, que el propio Contralor de la República, ha declarado que unos seis mil millones de nuevos soles, se pierden cada año por gastos irregulares derivados de la corrupción en el aparato estatal, y las pérdidas alcanzan el 15 por ciento del Presupuesto Nacional.
La coima, el tráfico de influencias, el trato inmoral con funcionarios, contratistas y proveedores asquerosamente corruptos, constituyen expresiones de una enfermedad crónica, que huele a muerto, y amenaza con destruir los cimientos más sensibles de nuestra organización social. El juicio de que quien no roba es un idiota, y que el que no aprovecha una determinada situación en razón de su cargo es un imbécil, confirma una decadencia moral perturbadora, que no debemos permitir.
La cultura de la viveza criolla que legitima como moral y sin sanción la coima, el robo y el chantaje, que fomenta la ideología del encubrimiento y la impunidad, del prebendalismo y el clientelismo político basura, que desvía los recursos del estado a obras improductivas o innecesarias montadas para favorecer malos manejos en función de las altas comisiones que reportan a los corruptos, nos puede llevar a la perdición más abominable.
La corrupción, que es una culebra venenosa que se articula con otras culebras sucesivas, y termina siendo una mafia que se cubre y se protege, y tiene sus propias tácticas para caminar la maldad para no ser descubierta, es prácticamente un "impuesto ilegal e informal a la pobreza”, que destruye las entrañas de nuestra moralidad y amenaza con convertirnos en un pueblo castrado y sin futuro.
Y ha llegado a convertirse para muchos en un "fenómeno normal': en un "mal necesario',' con el que convivimos diariamente sin reaccionar. Y por que no le hemos enseñado a nuestro pueblo que los valores están primero, en cierta encuesta capitalina apareció hace unos días que el tema ético para nuestros gobernantes sólo importaba a un veintidós por ciento de la población, lo que en buen cristiano significaba que a un setenta y ocho por ciento le interesaba un comino que sean corruptos con tal de que hagan obra. Es decir la hecatombe moral más impredecible.
No hacer nada para enfrentar ese caos, mantener una posición facilista de no intervenir para evitarse problemas, es la complicidad más vergonzosa y ofensiva que se pueda admitir. Esa corrupción que parece que no mata una mosca, que pone la cara de idiota para que creamos que no existe, pero corroe las Instituciones, mina la legitimidad política de los Gobiernos, y atenta contra el desarrollo y mejores niveles de vida de la población, está vivita y coleando. No da factura, pero su olor es fácilmente detectable, por que apesta y tiene la cara de algunas autoridades que, salvo honrosas excepciones, delinquen por cuatro monedas y ciertos Poderes encubren su miseria.
Urge entonces no sólo un ejercicio retórico para el aplauso fácil, sino todo un trabajo confrontativo y educacional para reconquistar los valores que la corrupción ha echado por la borda, a fin de librar a nuestro pueblo de esa basura moral que todo lo contamina, que admite como normal sin serlo el cobro de la coima, la venta de influencias, el trato delictivo con contratistas y proveedores deshonestos, de postores inmorales que no dudarían en vender su alma al diablo, con tal de obtener un provecho indebido. Estamos a tiempo. No todo está perdido. La hiedra de mil cabezas de la corrupción, azuzadora malparida de la intriga, fomentadora de la cultura de la indignidad y la sospecha, no es invulnerable. Su talón de Aquiles puede ser su desbalance patrimonial. O si no, que los encarcelados por corrupción lo digan.
(*) Presidente Ejecutivo Fundador de la Unión Hispnoamericana de Escritores.
Premio Mundial de Poesía