viernes, 9 de noviembre de 2012

EL PEQUEÑO VIDENTE - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO) - SALUDO DE CUMPLEAÑOS

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Jircán, nuestro amado barrio chiquiano
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EL PEQUEÑO VIDENTE

Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)

Mañuco, más que un niño hiperactivo fue un infante con una enorme vitalidad, despierto y locuaz desde sus primeros balbuceos, siempre haciendo preguntas sobre el acontecer diario del pueblo. Estaba en todas las jugadas que le deparaba el destino. Infalible en las tareas comunales: reparto de agua;  techa de casas; siembra, riego, chacmeo y cosecha en Huacacorral; construcción de pircas y tapiales; faenas de limpieza en los reservorios y canales; etc. Listo a poner el hombro en los avatares cotidianos de todos.

En los meses de lluvia, dejando de lado zancos, trompos, cangas, aros, lecherongas y runrunes, corría con su lampita al hombro hacia Agocalle, para ayudar a proteger con ripio del aniego a las casas solariegas.
 
Experto en el uso del shoguet y en el lanzamiento de globos y cuilumpis carnavaleros, fue perseguido por las damiselas a pedrada limpia, salvándose de milagro, gracias a las bendiciones recibidas como ac
ólito en la misas domingueras y liderar en las procesiones de Semana Santa, la cuadrilla de pequeños santos varones de blanco atuendo.
 
En el mes primaveral recorría las calles vendiendo votos para el reinado, no de una, sino de todas las candidatas; concursos donde no siempre lograban cetros y coronas las chicas más populares, sino las que vendían una vaquita o empeñaban los aretes de la abuelita, muchos padres se jugaron el sueldo del mes para tener una reina, o aunque sea una damita en casa. Nunca subió al carro alegórico vestido de paje, prefería caminar junto al vehículo, dando hurras puño en alto.

En el intercambio de figuritas nos mantenía al tanto sobre el avance del llenado de álbumes en cada barrio. Andaba con decenas de figuritas en el bolsillo, todas ellas quintuplicadas y ajadas. “Me falta unita”, decía, mas nunca  nos mostró un álbum lleno, ni siquiera una munapada de lejos.

En ocasiones lo vi vestido de miliciano cuidando el Huerto de Judas de los niños depredadores. Para poner orden asustaba a los que pugnaban por una calabacita o un par de oquitas, blandiendo su chicote de chiligua sin lograr un chasquido.
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Solidario en las circunstancias luctuosas: en los velorios brindando sus manos pispadas durante el reparto del cafecito fraterno, y en los entierros portando el agua bendita o balanceando el incienso, al lado del sacerdote.
 
Participaba como actor en las veladas del barrio y en los cuentos de vereda del Jr. Leoncio Prado. Atento en los ensayos de los diablitos, negritos, jijas, viejitos, huarastucoj y de las comparsas del Inca y del Capitán, aprendizaje que décadas más tarde le serviría para interpretar danzas nativas al son del tincunacunacun cuna cuncun.

Cada 15 de agosto avisaba a los vecinos la llegada del Inca y Rumiñahui buscando pallas. Caminaba delante de las bandas de músicos, de las orquestas y del bombito de don Antonio Padua, nuestro recordado pregonero. Entendido como ninguno en el uso del pulgar derecho, ayudaba don Bonifacio Pe
ña a encender las lámparas "Petromax" que iluminaban las calles del pueblo.
 
Fue el inventor de la pelota de fuego que abrigó varias noches de invierno en la canchita de Jircán. Muchos ponchitos resultaron chamuscados por las patadas que en llamarada emulaban al emperador romano  Lucio Domitio Claudio Nerón.

No se alejaba como los dem
ás niños de los coheteros que elevaban avellanas al cielo, avivando el entusiasmo de la fiesta patronal del pueblo. Ayudaba a levantar castillos de fuegos artificiales en la plaza de armas y en el colocado de tendidos de bombardas en la plaza de Jircán.

Nadie como él recogiendo caramelos despostillados regados en el piso a la hora de la Entrada, esquivando las patas de los caballos y de las mulitas, con elasticidad insuperable.
 
En las tardes taurinas comandaba el batallón de niños que oteábamos con los ojos desorbitados los encantos de las musas que estaban paradas en las palincas, temblando ante la arremetida de un bravo jirishanquino. También anunciaba el arribo de las bandas de músicos para la Fiesta de Santa Rosa, y la llegada de los toros y madrineras en las corridas de setiembre.

Nos ponía al tanto de los paisanos que arribaban en los ómnibus de Landauro y TUBSA. Durante la llegada, permanencia y despedida de los excursionistas, no se separaba de ellos, ídem de los alpinistas que permanecían aclimatándose en Chiquián, antes de retar al temido Carnicero.

Como hábil ayudante en las labores de amasijo, y experimentado vendedor de empanadas y periódicos, fue amigo de los mercachifles, sobre todo de los amigos “chunchos”, y en ocasiones fungió de  “gancho” en los juegos de azar.

Acertado en los pronósticos cuando jugaba el Cahuide o el Tarapacá con un equipo de menor ralea. Nunca daba una cifra, solamente decía “será por goleada”, y como era de esperarse, así resultaba el score, pero en “Los clásicos Cahuide / Tarapacá” se hac
ía humo, inubicable en las calles del pueblo y en su casa; hasta que un día fue descubierto en la tribuna del Cahuide, pese a estar con una bufanda hasta la nariz. Allí fue obligado a dar su pronóstico, y no tuvo más que decir:
 
- Ganar
á 1 a 0.

-
¿Pero qué equipo? -le preguntaron.

- El Cahuide –dijo trémulo, casi susurrando.

Durante el partido dos niños hinchas del Cahuide lo sujetaron de los brazos para que no huya. Para su desdicha el travesaño del Tarapac
á impidió que se abriera el marcador en 3 ocasiones. Ni bien el árbitro dio el pitazo final,  empezaron apanar a Mañuco, felizmente un conciliador terció, así:

- De repente ha perdido momentáneamente sus poderes, démosle una oportunidad más  –los pequeños lo soltaron, bajo amenaza de ser linchado si fallaba en otro “Clásico”.

Ante este error de cálculo nunca más pronosticó resultado alguno en el estadio de Jircán, ni acudió como espectador, viéndose obligado a cambiar de rubro.

Viene a mi memoria el domingo 7 de agosto de 1960. Al culminar la Misa un grupo de niños nos sentamos a charlar en el muro de la pileta de la plaza de armas. Mañuco  se nos acercó y señalando con un guiño a una jovencita que pasaba, nos dijo:

- Esa costilla est
á con calzón verde.

Ante su asombro fue asido fuerte del brazo por un niño grande, siendo llevado hasta la jovencita. Aquí el diálogo que logramos escuchar a unos metros de distancia:

- Primita, ¿con qu
é color de calzón estás?

- ¿Y por qué, ah?

- Por nada primita, es una preguntita para ganar una apuesta –y la jovencita le habló al oído a su primo.

Ambos retornaron, y el primo nos dijo que Mañuco había acertado, motivando que los demás niños lo retemos, pensando que s
ólo era un golpe de suerte. Entonces Mañuco, con ciertos aires de adivino, señaló con el índice derecho a 3 chicas que salían de la iglesia, y dijo:

- La más grande tiene el calzón morado, el de la mediana es azul y de la pequeña es blanco, con seguridad es de bayeta.

Picones, en lo que restaba del domingo, y valiéndonos de nuestras hermanas y primas los niños presentes en la pileta, averiguamos si Mañuco había acertado o no. Entrada la noche nos juntamos en el barrio, y media docena de datos fiables le devolvieron el título de  vidente que perdió durante un “Clásico” en el estadio de Jircán.

Pero como no todo dura en la vida, dos años después en una pinquichida, la palma de una pallita silbó en el aire antes de aterrizar en el rostro p
álido del vidente; y en cuestión de segundos su espejito mágico quedó hecho añicos junto a la punta de sus zapatos.



Fuente:

Un trocito DEL MISMO TRIGO


FELIZ CUMPLEAÑOS HERMANO FELIPE

QUE DIOS TE BENDIGA HOY Y SIEMPRE

'. a
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ALBINA ALDAVE ALVA:
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ENTRAÑABLE MAESTRA DE MI HERMANO FELIPE EN EL 378 DE CHIQUIÁN
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Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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Hoy, martes 18 de octubre del 77, Lima ha despertado perfumada de incienso, procesión y turrón. Dentro de unas horas mi hermano Felipe se graduará de Ingeniero.
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Viene a mi memoria el día que salió de Chiquián con su maleta repleta de ilusiones para estudiar en el gran colegio Nuestra Señora de Guadalupe. Todos nos abrazamos y lloramos durante la despedida en nuestra casita del barrio de Jircán.
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Qué lejana parece aquella mañana, cuando desde Umpay vi que en la curva de Caranca sólo quedó la estela de polvo que el carro dejó, nublando mis ojos de nostalgia.
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Pasaron los años, y en el verano de 1971 Felipe ingresó a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donde estoy iniciando mi segunda carrera.
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Cuánta agua ha pasado bajo el Puente del Ejército, cuántas veces lo hemos cruzado juntos, camino a la urbanización Ingeniería. Cuántos recuerdos vienen y se van…
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De niños, cada dos días, mi mamá encendía una vela a las cuatro y media de la madrugada (en ese entonces Chiquián no contaba con luz eléctrica), y se ponía a bordar manteles o zurcía nuestras ropas, mientras esperaba impaciente el sonido del claxon del camión de papá, anunciándonos desde Caranca su llegada. Mi hermano y yo, cuidando que ella no lo notara, nos despertábamos a la misma hora y encendíamos una vela en el cuarto que compartíamos, y leíamos nuestros libros; fue así, en el silencio de la noche, que aprendimos amar la lectura.

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También aprovechábamos de ese preciado tiempo para hablar bajito. Felipe me contaba lo mucho que aprendía de su maestra ALBINA ALDAVE ALVA, y lo feliz que se sentía compartiendo el Segundo Año “B” con sus amigos: Vicente Palacios Romero, Cuco Lastra Espinoza, Hugo Durand Silva, los hermanos Lucho y Carlos Rueda Balarezo, Leoncio Rivera Arana, Miguel Allauca Laura, Mario Yabar Lemus, Coco Saldívar Alva, Mario Díaz Valderrama, Francisco Carbajal Larrea, Víctor Gaitán Jaimes, Florentino Ramírez Ñato, Javi Zubieta Aldave, Dioge Bolarte Camones, Kique Pardo Cáceres, Avelino García Ortega, Bruno Lázaro Ramírez, Iván Leoncio Bolarte Sánchez, Kique Minaya Torres, Jesús Gervacio Castillo, Germán Pérez Lazo, Carlos Gamarra Calder
ón, Carlos Reyes Gamarra, Geroncio Antaurco Carmen, Adrián Teófilo Romero Gaitán, Eusebio Ramírez Ortega, Alberto Reyes García y Florentino Ramírez Ñato.
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Ya cuando sonaba el claxon, dormíamos unos minutos más, arropados por la tranquilidad de tener a papá en casa, lejos de los intrincados caminos, tan angostos y abruptos, en aquel entonces.
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Oprime mi pecho el recuerdo de lo ocurrido para nuestras vidas el lunes 23 de diciembre de 1963. El día anterior llovió fuerte en Chiquián, pero no el 23. En horas de la tarde, un grupo de maestros jugaron un partido de fútbol en el estadio de Jircán. Al culminar el encuentro, don Fabián Cano Osorio, Director del 378, se acercó a mi mamá que estaba parada a mi lado en la puerta de la casa, y entablaron este diálogo:
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- Felicitaciones doña Jesús, su hijo Felipe ha ocupado el primer puesto en su aula.
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- Por favor don Fabián, no se burle, si tiene 13 en la libreta. Mis dos sobrinos tienen 17 y 18 en la Pre y no han obtenido diplomas.
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- No tengo explicaciones para dichos promedios, pero 13 es la nota máxima que pone la maestra Albina Aldave. 10 alumnos de su salón repiten de año, uno de ellos es sobrino de la maestra. Ella es muy justa.
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- Gracias don Fabián, que Dios lo bendiga.
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Mientras escuchaba cabizbajo, dos lágrimas -una de dicha y otra de dolor- humedecieron mis pupilas, pues Felipe, diez días antes había sido “desterrado” a la Puna para hacerle compañía a la neblina, llevando como único equipaje mis libros y cuadernos del cuarto año de Primaria que le heredé en vida, antes de su partida. Felipe, por alguna razón que no comprendí, no levantó la mirada cuando mi mamá lo reprendió por el 13.
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A las 8 de la noche mi papá llegó de Aquia y cenamos callados: mis padres, mis dos hermanitas de 5 y 3 años, y yo. Mi hermana mayor había viajado una semana antes a Lima a pasar sus vacaciones en casa de unos familiares del ala materna.
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Durante la noche no pude conciliar el sueño, sobre todo porque en el silencio nocturno la conversación de mis padres se oía clara. Estaban muy apenados por el "destierro". Ya en el desayuno nos dieron la feliz noticia de que pasaríamos la Navidad con Felipe. Alistamos nuestras cosas y a las 9 de la mañana surcamos Caranca. Todos íbamos contentos, llevando como regalo navideño una pequeña matraca de madera para el primer alumno, que no esperaba la sorpresa.
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Arribamos antes del mediodía a Tupucancha en plena granizada y mi mamá fue la primera en bajar del camión y, ante nuestro asombro corrió al encuentro de Felipe, que salió al escuchar los ladridos de “Vilca”, y el llanto de ambos cubrió de dicha la Puna...
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Lima, 18 OCT 77
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REYDA ALVARADO: CHIQUIANITA BELLA MUJER

JUDITH BALAREZO - LINDA CHIQUIANA

NIEVES ALVARADO

RITMO ANDINO DE HUASTA

La casa vieja - Nieves Alvarado

Hualín Aldave Palacios

ORQUESTA RITMO ANDINO DE HUASTA

Oswaldo Pardo Loarte

Chiquián - Marco Calderón Ríos

BANDA DE LLIPA

LUIS PARDO, EN LA VOZ DE CARLOS ORO

WET - COMO QUIEN PIERDE UNA ESTRELLA

WET - NO PUEDO ARRANCARTE DE MÍ

WET - BUENOS DÍAS TRISTEZA

WET - DÓNDE ESTARÁ MIPRIMAVERA

WET - LUNA DE MIEL

WET - DONDE ESTÉS