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- Patacán, patacán, patacán... –llega su vecino Cipriano Aldave, cabalgando un brioso alazán.
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Su corazón se le agiganta paso a paso; hasta que por fin divisa el pueblo. Junto a la cascada de Putu, el señero Capillapunta vigila Chiquián...
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Algunos pequeños duermen en el regazo de sus madres, otros más grandes dormitan parados tiritando de frío. No hay bizcochos, ni chocolate, sólo un manto de fe abriga a los niños.
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A cuarto para las dos de la madrugada abuelita y nieto están frente al párroco y al sacristán. Algunos niños más "vivos" que otros han recibido hasta dos juguetes. También una que otra "mamá" sin hijos ya recibió su regalo.
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Doña Machi baja la mirada y observa la pelota que el sacristán tiene en sus manos. El corazón se le quiere escapar del pecho, mientras oye el sonido que dejan escapar las quenas, los rondines y los pitos de arcilla que los niños chiquianos acaban de recibir por Navidad.
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- ¡Y ustedes!, ¿qué hacen en la cola? –pregunta el párroco.
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- Somos de Matara, mi nieto es huerfanito, por favor una pelotita –contesta Machi con tono de ruego.
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- Solamente hay juguetes para los niños del pueblo, además ustedes no asisten a misa los domingos.
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- Es que vivimos lejos, Padre, somos católicos y oramos todos los días en nuestra casa de Matara...
Sin haber recibido un mendrugo emprenden el retorno a Matara. Beben un nuevo sorbo de agua en Chinapila y ascienden silenciosos el cerro San Juan Cruz... De pena se olvidaron de probar su fiambre.
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- Apúrate Mañuquito.
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- ¿Y mi pelota mamita?
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A la distancia serpea cuesta arriba el camino de herradura. Mañuquito se queda dormido y su abuelita lo ata a su espalda con su viejo jacu de lana. Doña Machi no quiere mirar atrás para no ver el pueblo sin rostro ni manos de solidaridad que no les brindó un abrazo navideño, siquiera.
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A las cuatro corona sudorosa la cumbre, contempla la cordillera Huayhuash que le regala su resplandor blanco, sonríe y murmura con la dulzura de sus 80 años: “El próximo año será”.
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El viento azota las ramas de los quisuares y huaromos. Pronto comienzan a caer cortinas de aguacero y el desfiladero se torna resbaladizo, se tambalea y suelta el atado con la cancha y el shinti que se pierden entre las hualancas y las pitajayas. Se persigna y continúa su lenta marcha por el abrupto sendero, ella tiene que llegar a casa antes que asome el alba de oro, para abrigar el sueño de Navidad del huerfanito...
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Por: Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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Si pudieras ver Navidad...
todo lo que mis ojos
cada día contemplan...
seguro que los tuyos,
enceguecerían de pena.
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Si pudieras oír Navidad...
las cosas que escucho
y mi mente interpreta...
seguro que preferirías
vivir con tu sordera...
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Si pudieras presentir Navidad...
todo lo que mi corazón
en cada despertar siente...
seguro que el tuyo,
otra vez se detuviera...
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Pero no todo es tristeza,
hay millones de niños felices,
sólo ablándales el corazón
para que compartan sus juguetes.
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A los niños del Huayhuash:
regálales la luna llena,
miles de estrellitas brillantes
y un bello Sol diariamente...
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Sólo así reirás al verlos Navidad,
alegres bajo el cielo azul;
y disfrutarás con ellos,
jugando a la ronda.
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!Ay¡, si tú supieras, humano,
las sorpresas que da la vida,
cada día celebrarías la Navidad
y nunca más, habría orfandad...
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Chiquián, 1975
Comentarios sobre el relato y poema:
http://www.narrador.es/blog/2008/07/08/un-festin-de-la-mano-de-nalo-alvarado/
http://www.scribd.com/doc/16013955/Cronica-Latina-N-9
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Fuente:
CHIQUIÁN: El Juguete y Otros Cuentos, de NAB