ZORZALITO
Por Violeta Ardiles Poma
El
zorzal es un ave paseriforme de color grisáceo, de formas esbeltas y
canto melodioso, que abunda en los campos permanentemente.
En las épocas de lluvia su gorjeo es tan variado, que aseguraría que es el canario andino.
Hasta
hace poco yo tenía un bosquecito y me solazaba escuchando los trinos
más raros y bellos, y con mi binocular lo buscaba en el alto follaje de
los eucaliptos y ver que aves raras llegaban desgranando sus arpegios
¡eran zorzales! A veces parecía el relincho de caballos (¿en la copa de
los árboles?) otras eran como gruñidos de lechones tiernos. Cuando
cantan saltando en los maizales o posados en los capulíes, es cosa de
escuchar cautivada. Creo que jamás repiten cantos iguales.
¡Cómo no escribir algo para ese zorzal de siringe prodigiosa!
La
ocasión amerita que escriba algunas líneas sobre mi mamá: VIOLETA
ARDILES POMA, de su trabajo incansable, de lo valiente que es, pues hay
que ser valiente para irse a un lugar alejado a trabajar. Mi mamá fue
una profesora de escuela rural, quien tuvo que caminar horas para llegar
a su trabajo temprano (ella es una obsesiva de la puntualidad). Ella no
es una profesora como se dice ahora para los profesores de zona rural:
“profesores de miércoles”, aquellos que van a trabajar los martes y se
regresan los miércoles, no, ella hizo de ese alejado lugar, Rampac
Grande, en la comunidad campesina de Ecash, provincia de Carhuaz,
departamento de Ancash, su casa, su hogar. En ese lugar, mis hermanos y
yo estudiamos, siendo mis padres nuestros maestros. No había energía
eléctrica ni agua potable; recuerdo que ella llevaba a mi hermana
pequeña cargada a la espalda, cocinaba con leña e iba con su balde a
traer el agua de una acequia. Pasábamos nuestros sábados y domingos
allí; a veces digo que la familia Ingalls nos queda chica a nosotros.
Pero a ese recóndito lugar, mi mamá le dedicó toda su vida de profesora.
Ella y mi padre (también profesor) pasaron miles de dificultades,
prejuicios y sinsabores en aquel lugar, pero también de satisfacciones,
mi mamá dejó en aquel lugar su juventud, su salud, su vida misma, se
entregó a su profesión como nadie que conozca, transformó la vida de
aquel lugar, dejó pasar un sinfín de oportunidades por darse a su labor
enteramente. Tal vez ahora se le conozca por los libros que ha escrito
luego de cesar como profesora, pero nosotros, sus hijos, sabemos que es
solo una pequeña parte de todo su trabajo. Aún ahora sigue trabajando,
sigue viajando, aprendiendo y enseñando, yendo a las escuelas, a los
colegios, y dedicada a cuidar de su jardín y a seguir “llenándose de
libros” siempre leyendo y aprendiendo… sin duda es lo que ama. Me llena
de alegría que los niños la reconozcan en la calle, la abracen y sepan
de sus cuentos, y hasta le reciten los versos de sus poesías, esos
versos que se idearon seguramente durante el trabajo de años. Ese es el
mayor premio para ella, ella es mi mamá: Violeta Ardiles Poma, y estoy
muy orgullosa de ella.
Marianella Moreno