sábado, 19 de diciembre de 2015

GOYO - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO)



EL CAMINANTE
 
 Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
 
La madrugada del 2 de diciembre de 2013, a mi retorno del XX Encuentro de Escritores Ancashinos en Caraz, hice un alto en Huaraz para agradecer a mi amigo José Antonio Salazar Mejía, por su Oficio de Invitación a los actos jubilares de la Dirección Regional de Cultura de Áncash. 


Ya en la Plaza Mayor, como haciendo hora, a 10 minutos para las 6 de la mañana inicié mi periplo fotográfico:







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Cuando culminé de leer el anuncio de un concierto navideño en Huaraz, un andar conocido llamó mi atención. Porque el andar y la mirada, así como los dibujos papilares y las circunvoluciones cerebrales, a juicio de investigaciones científicas confiables, son inmanentes a la persona humana, y van unidos a su esencia a lo largo de su vida. 

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Por eso a través de su andar reconocí a mi amigo Goyo, a quien no veía desde la Navidad de 1983, cuando él frisaba 50 años, y yo 32. El 01 de enero de 1984 tuve que dejar Huaraz para incorporarme en Lima al Curso de Comando y Estado Mayor, para mayores y comandantes PIP, y desde aquel entonces no tuve noticias de mi amigo.

Mientras seguía sus pasos, tomando vistas fotográficas en la avenida Luzuriaga, me embargaron muchos recuerdos, desatándose en mi mente imágenes muy queridas de mi estancia en Huaraz durante 1981, 1982 y 1983.

Goyo, al igual que los patriarcas Francisco Gonzáles, Miguel Torres Cano, Armando Moreno Romero, Alejandro Collas Paucar y Rolando Tarazona Soto, entre otros paisanos y amigos muy queridos, visitaban la Jefatura Departamental PIP de Áncash, con sede en Huaraz, los sábados por la tarde y los domingos por la mañana para brindarme sus consejos y su grata amistad. Un reducido ambiente de 1.50 X 2.00, con piso de tierra, así de pequeña y humilde era la oficina del jefe del Departamento de Investigación Criminal de la PIP de Áncash, que "heredé" por relevo, con el formidable detective, comandante César Lévano Napa, quien junto a otro gran pesquisa, el teniente Luis Sierra Acuña, fueron convocados por el Comando PIP para contribuir a la desarticulación de las bandas de secuestradores que venían asolando Lima Metropolitana y el Callao. 


Inmueble donde funcionó la Jefatura Departamental PIP de Áncash (Huaraz)
Foto del 2 de diciembre de 2013

Recuerdo que cada vez que mis amigos, paisanos chiquianos y primos visitaban la jefatura, los oficiales del departamento a mi cargo, los acompañaban hasta mi pequeño despacho. Todos mis compañeros de trabajo  tenían mucho cariño y respeto por: Goyo, Francisco, Miguel, Armando, Alejandro y Rolando, los cuatro últimos integraban el Comité Cívico de Cooperación con la PIP de Áncash, al igual que la ilustre dama Colomba Ghiglino de Maguiña.

Goyo generalmente me visitaba los domingos, entre las 3 y las 4 de la tarde, sobre todo cuando el sol abrigaba las calles de Huaraz. Él, generoso y fraterno como siempre, acudía trayendo a dos hermanos, a los que la población había bautizado como "Los Mutilanes", cuyas mentes sufrieron los estragos del cataclismo que devastó gran parte del Callejón de Huaylas, el domingo 31 de mayo de 1970. Después de su baño semanal y su buen tazón de kuaquer con manzana, los dos hermanos salían contentos de la jefatura, "oleados y sacramentados", para continuar recorriendo al paso ligero las principales avenidas de Huaraz. Goyo me acompañaba un par de horas más, leyendo los relatos que iba escribiendo en su compañía.

Goyo es un caminante nato, pero sobre todo un ser humano bueno, además de ser sobrino de la milagrosa Sarita Colonia Zambrano, venerada en el Callao, primero, y ahora, como "Santa del Pueblo", en el mundo entero. En los primeros años de la década del ochenta, tiempos cruentos para el Perú, cuando patrullaba por la periferia de Huaraz conduciendo "la burrita", una cansada camionetita de mitad del Siglo XX, me topé varias veces con Goyo, mayormente en lugares remotos donde tenía familiares y amigos a quienes visitaba, llevándoles su calidez y afecto.
 
Ya en Lima, muchas veces pregunté por Goyo a los amigos que venían de Huaraz, y las respuestas siempre fueron las mismas: "no lo vemos, parece que se ha mudado a Chimbote". Lo cierto es que Goyo nunca se fue de Huaraz y continuó recorriendo cerros, arterias y cañadas, llevando calor madrugador a sus familiares y amigos.
 
Cuando en una oportunidad le pregunté a Goyo por sus visitas frecuentes a sus amigos y familiares, me dijo: "Así como no basta desear buena salud para que sanen los males que afligen a las personas, también el amor por los demás tenemos que expresarlo con hechos concretos: un abrazo, una visita, una carta, etc. Pienso que es mejor socorrer que compadecerse, solamente".

* * *

La mañana del 2 de diciembre último, cuando ya había tomado varias fotos de su recorrido por la Av. Luzuriaga, aprovechando que tomó asiento para descansar, me paré frente a él. Acá el diálogo:

- Hola Goyo, ¿recuerdas quién soy? -para mi sorpresa, mirándome a los ojos, respondió:

- Por su puesto, eres Nalo, mi amigo PIP.

- Necesitas algo hermano, en un par de horas retorno a Lima.

- Nada, solamente dame tu mano -le extendí la mano derecha y quedó observándola unos segundos, luego dijo:

- ¿Sigues escribiendo, cierto?.

- ¿Cómo sabes Goyito?

- Por el callo de tu dedito medio, es igualito al callo de Panchito Gonzáles, él falleció en agosto de 2006, dejándonos varios libros. Tu tocayo Armando Moreno Romero murió en diciembre de 2008, siempre lo recordamos como un empresario emprendedor y generoso. Casi todos los  amigos que te visitaban en la PIP están ahora en el cielo, solamente quedamos Peter Tinoco Rosales, Washi Gonzáles Moreno y yo.

- ¿Cuántos años tienes Goyito?

- El jueves 24 de abril cumplo 80 años.

- También un 24 de abril nació el filósofo José Ingenieros. Entonces ese día te voy a enviar saludos por la Internet con mis amigos José Antonio Salazar Mejía y Olimpio Cotillo Caballero.

- Gracias Nalito, soy amigo de ambos, ellos son grandes personajes de Huaraz, José Antonio Salazar es Director de Cultura y Olimpio Cotillo es periodista, está luchando a brazo partido contra la corrupción en la región, que ha traído la bonanza de los metales.

- ¿Puedo hacerte una pregunta?, quizá es un poco incómoda.

- Claro hermano, pregunta todo lo que quieras.

- ¿Por qué cuando caminas te detienes a mirar el interior de los tachos de basura?

- En diciembre las familias echan juguetes malogrados y ropitas viejas a los tachos. Yo los recojo, los arreglo y el 25 de diciembre voy por los cerros llevando un poco de alegría navideña a los niños más necesitados.

- ¿Un Papá Noel moderno?

- No tanto, sino un poblador de carne y hueso, que todos días visita las iglesias de Belén y de Nuestro Señor de la Soledad, para orar por nuestro pueblo. Pero también escucho las canciones de Pastorita Huaracina. Ayer escuché "Ay zorro zorro" de Jacinto Palacios, ¿recuerdas?, dice así: Ay zorro zorro, zorro de la puna, qamtawan nuqata nuna chikimantsik, qamta chikishunki uushanta apaptiki, nuqata chikiman wawanta suwaptii...

- ¿Será por eso que tu mirada denota mucha paz interior, hermano mío?

- Debe ser porque no le hago daño a nadie. Desde hace un par de años las articulaciones han empezado a fallarme un poco, de ahí que procuro caminar cuando el pueblo todavía duerme, así me aseguro una banca donde sentarme cada vez que me duele la rodilla.  Sobre todo soy feliz hermano Nalito, porque miles de paisanos estudian en el suelo donde nací. Ellos no saben que mi casa, hasta el sismo de 1970, quedaba en el mismo lugar que ahora ocupa la Universidad Santiago Antúnez de Mayolo. Esa es mi mayor satisfacción.

- Goyito, permíteme despedirme con un abrazo, me voy dentro de un rato a Lima, pero antes tengo que ir a la Dirección Regional de Cultura, y luego a visitar a mi maestro Oswaldo Mautino  -nos abrazamos, y finalmente me dijo:

- Tómame una foto sentado, viendo la cámara, pero recuérdame siempre caminando hacia Dios, siempre hacia Él  -mientras con la mirada me guiaba hacia la estatua de Jesús de la Av. Fitzcarrald, ubicada a unos pasos de mi pequeña oficina en los albores de la década del ochenta. 


Y se fue caminando sosegado mi amigo GREGORIO GEREDA COLONIA, como burlando al tiempo que intenta robarle sus pasos, pero nunca su amor por los demás...
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