Hermano y Maestro
Poeta Ángel Gavidia
Por Gilmer Rodríguez García
El autor Gilmer Rodríguez, en círculo
CATEQUIL, el Señor de Señores; ejemplo excelso de divinidad: “hombre hecho a imagen y semejanza de Dios”, fundó y consolidó la nación CHUCO hace miles de años; teniendo como inicio, el prodigioso entorno geográfico de las cuencas del Huaychaca y el Tablachaca en los andes liberteños, pertenecientes a la provincia de Santiago de CHUCO. Su influencia trasciende espacios territoriales por el norte hasta el Ecuador y Bolivia por el sur. En este escenario primigenio, su espíritu redentor ha quedado impregnado en todos y cada uno de los elementos naturales; sus hombres y sus mujeres se han encargado de mantener vigente la cosmovisión andina, es decir una comunicación constante entre lo natural y espiritual.
Desde una de las escuelas milenarias ubicada en San José de Porcón, se diseminaron por todo el territorio del Tahuantinsuyo más de 3,000 Catéquiles, llevando conocimiento valioso para consolidar la gloriosa cultura Inca, por lo que se le ha dado a llamar a Santiago de Chuco, “NIDO DE CONDORES”. Desde la Pampa de CUNDURMARCA ubicada en MOLLEBAMBA; emerge en raudo vuelo el “pichón de Cóndor” ANGEL NAPOLEON GAVIDIA RUIZ, en la década del 60 y trasmontando la cordillera una y otra vez, siempre más arriba, no pierde un detalle de su entorno, lo asimila, lo escrudiña y lo digiere transformándolo en valiosa obra literaria.
Como estudiante de la GUE José Faustino Sánchez Carrión, de Trujillo tambalea, por el choque emocional que le impone “La capital de la Cultura del norte del Perú”, de aquel entonces; donde los “Serranos y Costeños” miden fuerzas a su manera; él vence limpiamente y con inteligencia, se gana el respeto de sus condiscípulos y profesores. No se arredra con ninguno de sus profesores de Literatura, uno que le pide analizar el poema “LOS HERALDOS BLANCOS” de su creación, contraponiendo a los LOS HERALDOS NEGROS del Poeta Universal Cesar Vallejo y el otro que a escondidas y a puerta cerrada dicta un curso de educación sexual, vedado en el currículo de aquel entonces, ninguno le hace mella. NAPOLEON como hace llamarse," para inspirar respeto", escribe a hurtadillas en su clásico “block” de aquel tiempo. Nadie sabe que escribe, ni para qué, más aún si lográbamos arrebatar su tesoro escondido, no podíamos descifrar sus “garabatos”, pues ya escribía como médico… palabras ilegibles. Ahora me doy cuenta que para ser ejercer la literatura no importa la forma sino el fondo.
En este entorno, como adolescente se nutrió y asimilo importantes acontecimientos de la época; como la acción heroica de LUIS DE LA PUENTE UCEDA, la apertura del año escolar con presencia del ministro de Educación, la huelga magisterial del año 67, que duro tres meses; el escándalo político de la “PETRO PAGINA”, que consistió en robarse la pag. 11 de un contrato petrolero lesivo a los intereses nacionales, como avance tecnológico, la transmisión de TV en blanco y negro y la llegada del Primer Hombre a la luna y finalmente el golpe de estado por las fuerzas armadas, que gobernaron 11años. Fueron los “AÑOS FELICES”, así lo nominaron.
Durante su paso por este centro de estudios se enaltece, al ganar tres veces consecutivas el desfile inter escolar de Fiestas Patrias, logrando el premio denominado SOL RADIANTE y disfruta plácidamente, cuando logra ubicarse en los primeros puestos de los cuadros de merito a la eficiencia estudiantil. Es muy exigente consigo mismo. Y sin duda alguna hace suyo y guarda en su corazón, el lema de su alma mater: ESTUDIO Y HONOR.
El Año 1970, Napoleón se convierte en ANGEL y vuela seguro a instalarse frente a las playas de Barranco en Lima…sin olvidar jamás sus orígenes, así lo demuestran sus obras. En este nuevo siglo sus desvelos son el Hombre y su entorno, como médico cuida su cuerpo y como poeta alienta su alma. Hoy recibirá el LAUREL VALLEJO premio anual que otorga el Movimiento Cultural Capulí, a quienes consagran su vida y obra en favor de la humanidad, siguiendo el ejemplo de nuestro hermano mayor el Inmortal Cesar Vallejo. Y mañana, después de 41 años volveremos a juntarnos, en nuestra amada tierra, herencia de nuestros milenario ancestros LOS CHUCOS y allí volveremos nuevamente, tal vez, a trajinar el mismo camino, ó a expresar a una sola voz:
-¡Ese animal es el demonio! Dijo.
Se oyo otra explosión. El árbol seguía de pie.
-No les digo – repitió palideciendo - ¡Es el demonio!
Sebastián, en su casa, sobre una frazada de lana, sin poder mantenerse de pie, escuchaba la detonación indiferente.
Inusualmente estaba tranquilo. Al menos por ese momento el árbol había dejado de joder. En un instante la memoria, como cabra inquieta, quiso tomar por el atajo de los malos recuerdos; pero Sebastián, esta vez, no le permitió. Una mosca entretenía sus ojos atontados.
Quizás tuvo la culpa su misma vida: Sebastián era de esos que nacen fuertes y solícitos pero que Dios pone en los caseríos solo por unidades; desde niño tuvo más fuerza que su hermano mayor, después aventajo a su padre; “¡salgan enfermos!” decía riendo, cuando ellos nos podían con una piedra o con un saco de trigo. A los 17 años descubrió que había nacido para talar los árboles: “¡ahí está el gusto – decía -! entre como mantequilla”; “a esos cholos déjenmelos a mi “decía dirigiéndose a los troncos más viejos y gruesos; brundungun los arboles rodaban por el suelo con ese estruendo que hacia reír a Sebastián como si estuvieran cosquillándole el alma… Era el respeto del pueblo y las comunidades vecinas lo entendían así.
Ese verano algo le decía no vayas. “De repente me corto un brazo” pensó; pero ya estaba en el camino encabezando una cuadrilla de jóvenes que pugnaban por abrazarlo y conversar con él.
-Este es – dijo uno de ellos.
Sebastián incomprensible tuvo miedo. Era un molle mediano pero tenía mala cara; se parecía a esos viejos prietos; llenos de nervios, de carnes apretadas, que miran con un odio que viene de muy lejos. Antes de conocerlo había oído hablar de él, decían que tenia duende y en agosto el viento no silbaba en sur ramas sino maullaba gato por gata, oyó decir también que los pájaros le huían pero las lechuzas se apareaban escandalosamente entre su copa.
-¡Criatura!- dijo Sebastián para darse valor.
-¡Hacha!- pidió, escupiendo el suelo
El molle, macizo, mas negro, parecía encresparse.
-¡Trago!- volvió a decir después de media hora.
-Toma de mi botella- dijo Juan, abriéndose paso entre la multitud- Es cañazo de Balsas.
Sebastián tomo un buen sorbo, escupió la mitad en sus manos y volvió a empezar.
-¡Cochinadas! dijo cuando el hacha se rajo - ¡otra!
Sebastián sudaba como un caballo. El molle ni siquiera tenía un rasguño.
-¡Putamadre!- dijo cuando se rompió la segunda hacha.
Con la tercera herramienta un sudor frio comenzó a mojarle la espalda. “Se reirán de mi” pensó. Entre golpe y golpe sintió que se metía el desaliento.
El molle mostraba un corte muy pequeño cuando Sebastián tiro el hacha dejando atrás un murmullo que sonaba a sus oídos como un derrumbe interminable.
No hizo falta que lo contara a su mujer, la noticia ya había prendido en la lengua de todo el pueblo.
-Otra vez será- dijo desde su cama, vendada aun la cabeza y con los senos repletos- Al mejor cazador se le va la paloma.
Sebastián no pudo llorar porque algo parecido a una piedra atrancaba su garganta.
Camino hacia el corral. Evito mirar los eucaliptos de la cerca. Escogió de las sogas la mejor. Imagino su cuello y miro la viga más alta. En ese momento el llanto de su hijo recién nacido cayó como chorro de agua fresca en su cerebro.
-¡No!- dijo -¡No!
Los días que vinieron fueron ríos de miedo inundándolo todo: primero sintió temor por el camino que llevaba al molle, después por todos los arboles y hasta por los trigales y las hierbas pequeñas; “se ríen de mi” –decía- quieren matarme porque yo mate a sus hermanos y quien sabe a sus padres y a sus madres”.
Enflaqueció mucho; perdió las ganas de reír y de comer; en las noches desvelaba rodeado de hachas esperando al molle, que venía en pesadilla a botarlo de su casa, porque quería dormir con su mujer.
Un día, Sebastián, quiso incendiar las puertas y vigas de su casa: Ellas me traicionan. Estoy seguro. Esa viga esta en trato con la soga; le dijo a su mujer que apagaba el fuego resondrándolo.
El curandero, apenas vio a la mujer de Sebastián, prendió una fogata con carbón de piedra.
-¡Taita!
-No está quieto- le dijo – anda de árbol en árbol y hasta de hombre en hombre. Difícil es la cosa.
Los mineros de Consuso tuvieron que esperar la votación. Hubo gente que voto por el árbol. Por un voto gano la mujer de Sebastián. Acaso sirvió mucho verla llorando y con hijo de pecho entre los brazos. El alcalde dirimió en su favor.
Los mineros comenzaron a enterrar dinamitas en las raíces.
-¡Tantos para un solo cristiano!- dijo uno que no había votado por la vida del árbol.
-¡Quítense!- dijeron los mineros.
La explosión fracturo algunas ramas.
-En esta está- volvieron a decir.
El árbol parecía agarrarse con unas y con dientes. Otro estruendo rajo ligeramente la corteza. Entonces el capitán de minas entro al ruedo y se puso a dirigir.
-¡Ahora sí! – dijo - ¡Quítense! .
Sin darse cuenta la solidaridad fue mojando los ojos de casi todas las mujeres.
Muchos hombres también sintieron ganas de parar la matanza.
Sonó la explosión, el árbol tambaleo unos minutos, hizo un último esfuerzo y cayo.
De sus heridas drenaba una sustancia semejante a piedra molida.
-Este sitio era un pedregal- dijo el más viejo del pueblo perdido en el gentío- Se fue haciendo tierra buena con el tiempo. El árbol se comería las piedras, pues.
A mi retorno de Santiago, a las pocas horas, he leído la fraternal reseña que me hace Gílmer Rodríguez García, mi talentoso compañero de secundaria en la GUE José Faustino Sánchez Carrión de Trujillo. Tres días antes, lo había encontrado allá, en la tierra de los Chucos, después de 40 años o más. Obviamente un alud de recuerdos nos envolvió a ambos. Después nos dimos un emocionado abrazo. Pero ahora que he repasado su crónica, me queda la sensación que el abrazo debe prolongarse . Que debemos encontrarnos nuevamente para hablar. Para decirle que ha escrito movido por el corazón. Y que lo agradezco. Hay que vernos mi querido Gilmer. Sin llorar, claro. Un abrazo. Angel Gavidia; pero si tu quieres, Angel Napoleón Gavidia Ruiz, el mismo del uniforme beige con su respectiva cristina, el mismo que sigue siendo, a pesar de los años, un recién bajado como escribió en un poema memorable Danilo Sánchez; el mismo que más de una vez buscó el coraje (escaso) en sus 14 o 15 años para parar la injusticia de una educación autoritaria y sádica, el mismo que contigo presentó uno de los más completas y vistosas colecciones de insectos y quizás por ello se "metió" un grillo en dos de mis poemas, uno de los cuales te transcribo: MOMENTO/ Árbol de acero lavado por la lluvia./Dolor limpio y helado./ Maldad en tintura/ cayendo/ gota/ a /gota./ Así, este instante:/ Grillo cantor con alfiler atravesado.
Otra abrazo, maestro, y hasta vernos pronto,
Angel
PARA ÁNGEL GAVIDIA
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Imágenes: Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
CEREMONIA DE DISTINCIÓN "LAUREL VALLEJO"
22 MAY 2010
"La ciudad, otra vez", como escribiría nuestro querido poeta Manuel Ibáñez Rosazza. La ciudad costera , otra vez. Pero aún conservo, como un escudo, todo lo bueno que nos dio Santiago en estos cortos días. Aún quedan en mis tímpanos y mi retina y también en mi corazón un pueblo hecho mayoritariamente de niños y jóvenes esperando a sus creadores y avivando al conductor: Danilo Sánchez Lihón. Grande ese paisaje espiritual. Grande. Un pueblo respirando poesía. Las calles, caudalosas, como ríos de poesía, también. Bacán.
Posiblemente sean necesarios algunos ajustes de tuercas en la organización. Pero el balance es decididamente positivo. Tanto para el pueblo como para nosotros, y quizás más, mucho más, para nosotros.
Gracias Danilo, gracias Movimiento Capulí, gracias Santiago, y, claro, gracias a Vallejo y su tremenda escritura, a veces fácil como la pampa de Chaychugo o la carretera de Cachicadán, otras encabritada y a prueba de corazón humano como la cuesta Salesipuedes cuya noticia de su verticalidad insobornable llegó hasta Ciro Alegría, quien hace allí, en esa cuesta, probarse a su Benito Castro.
Un abrazo, maestros. Un gran abrazo desde este espacio de invencible nostalgia desde el que los recuerdo a todos y en especial a Anatolia , a Víctor José La Chira y, claro, el profesor Gallo, quienes nos dieron cátedra de cómo y cuánto puede una militante y eterna juventud, una juventud sin concesiones como la cuesta, aquella, que les cuento. Otro abrazo.
Angel Gavidia
Municipalidad de Santiago de Chuco
22 MAY 2010
Casa de César Vallejo en Santiago de Chuco
22 MAY 2010
Plaza Mayor de Santiago de Chuco
22 y 23 MAY 2010
Tertulia literaria sobre la obra de César Vallejo - Viaje de retorno
23 MAY 2010
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