Por: Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
El viejo zaguán está clausurado con un tronco de aliso. Hace años que nadie habita la casona, y tuve que trepar la tapia del patio para entrar. El corredor todavía guarda tus pasos y el eco de tu risa que el viento no ha logrado arrebatarle. Solamente ingresa el Sol con el alba por las heridas que el tiempo ha dejado en la puerta; la Luna, ni siquiera se asoma.
Por la rendija de la puerta de ingreso a la sala, pude verte en un retrato en blanco y negro, junto a tus queridos padres y hermanos. Estás en la plaza de armas con tu uniforme del 5to. de Primaria, pero sin cristina. Al lado de la foto pende un viejo calendario, donde los días están marcados con una 'X', hasta la fecha en que tu mamita subió al cielo.
Del fogón, que por tu descuido una mañana de abril se desbordó la leche, apagando el fuego y cubriendo de espuma la leña, ya ni cenizas quedan. Al pie del batán duermen el sueño de los injustos: un bolero, una guetu pelota despanzada y dos trompitos quiñados por la púa del olvido. Las habitaciones del fondo tienen tanto polvo y telarañas en las puertas, que ni un rayo de luz se filtra.
Comentan tus vecinos que tu viejita murió de cólicos, pero el patio me dice que fue de pena, desgranando rosarios y apretando con sus labios alfileres de silencios, tratando de hilvanar con fe sus largos días, en el tenso vivir de la espera.
Desde que tu papá murió, cansado de indagar noticias tuyas en la Oficina de Correos, ella vivió sola, charlando con su perro Chatuco, su leal amigo hasta que exhaló su último aliento. Espero que mañana, segundo domingo de mayo, te acuerdes de ella y ores por su alma buena
Me olvidaba decirte, que sobre la tumba de tu madrecita florece un lirio blanco, y que la vieja casa espera tu retorno.
Shay Caminante:
En unos cuantos minutos he vivido en tu casa muchas primaveras de aquellos felices años; de repente continuarás errante por el mundo, yo andaré sin hacer ruido por las callecitas estrechas de nuestros barrios queridos, cubriendo con hojas de otoño la lejana infancia; y rescatando, línea a línea los gratos recuerdos, que la tempestad de la ausencia trata de robarnos.
Que Dios te bendiga,
Nalo