EL TORO NEGRO
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
Desde el fondo del corral, apretujados como un puño, la manada observa la muerte del pastor y del perro guardián.
Junto a la choza un asno gris soba su cola en la pirca; es señal de muerte con aguacero.
Por la “mente” del único toro negro de la manada, pasan imágenes del generoso pastor brindándole alimento, mientras acelera el paso abriéndose camino con disimulo y se pone a la cabeza del grupo.
Ya falta poco para coronar la cumbre del roquedal y siente que la sangre bulle a borbotones en sus venas.
El viento sopla fuerte en los riscos calvos, silbando con el ichu que se va cubriendo de escarcha.
- ¡Arre, arre! -grita el abigeo y se para al borde del peñasco.
El toro negro aprovecha la oportunidad y se acerca al abigeo resoplando con la cabeza gacha, ocultando su ira. Detiene su marcha a corta distancia. Ya lo tiene centrado. No hay escapatoria para el asesino. Escarba el piso con sus patas delanteras, muge potente y embiste, cayendo ambos al abismo.
Las demás reses lo siguen, y también se precipitan al vacío envueltos en un estruendo ensordecedor. A los segundos el silencio vuelve a reinar en la Puna, y el cielo empieza a llorar lágrimas… el augurio del asno se ha cumplido.
A la distancia, oculto en el serpentín de Incahuaganga, la baranda de un viejo camión espera la carga que nunca llevará.
Fuente:
RELATOS CAMPESINOS - Bodas de Oro del Colegio Nacional Coronel Bolognesi - 2007 - NAB
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