CHIQUIÁN QUERIDO / Armando Alvarado Balarezo (Nalo): TRISTAN

domingo, 29 de agosto de 2010

TRISTAN - POR JUAN JOSÉ ALVA VALVERDE (PEPE)

TRISTAN
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Por Juan José Alva Valverde (Pepe)
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Cumpliendo su destino, Jesús regresó a su tierra natal: CHIQUIÁN, junto a su amada Mary y su hijo Luchito de 5 años de edad, quien llevaba en brazos a Tristán, un cachorrito limeño en forma de peluche, que contradiciendo el dicho popular “gallinazo no canta en Puna”, creció y ladró fuerte como todos los perros pastores, a más de 4 mil metros de altura.
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Acá la breve historia:
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Jesús conoció a Mary en un festival deportivo de la "Asociación de Hijos Bolognesinos", en Lima. Ella fue acompañando a una compañera de trabajo, natural de Llaclla (Bolognesi-Ancash). El amor entre ambos floreció a primera vista. Conversaron de todo en dicho festival. Ella le contó de su tierra ayacuchana y de sus sueños de convertirse en maestra. Jesús le dijo que quería estudiar para abogado, pero que por el momento estaba trabajando en una imprenta del centro de Lima, para ayudar a sus padres a comprar la chacrita que cuidaban en Chiquián, que el dueño había puesto en venta.
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Jesús y Mary tuvieron un tórrido romance, hasta que un día:
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- Jeshu, mi amor creo que estoy esperando un hijo.

- ¿Un hijo?, y de dónde viene -contestó tratando de disimular lo serio del asunto.

- Tú siempre con tus bromas pesadas, de dónde va venir pues, de ti y de mí.

- De repente es una falsa alarma, el sábado que tengo libre nos vamos al consultorio de la Dra. Candiotti.
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- Tengo nauseas, mi regla se ha retrasado dos semanas y también tengo antojos.
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- ¡Pucha! eso sí que es serio, yo creo que estás mal del hígado, tal vez comes mucho choncholí.
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- Si no quieres responder por nuestro hijo, dime nomás, no te voy a rogar.
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- No es eso Maryta, la verdad tengo miedo, recién he cumplido 20 años y con un hijo, nuestros estudios, los planes que hemos hecho, entiéndeme mi amor, tú sabes que te quiero y que no puedo vivir sin ti.
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- No hables solamente, demuéstralo, los dos lo hemos hecho y los dos lo criaremos, si no podemos estudiar ni realizar nuestros planes, nuestro hijito lo hará, si me quieres como dices, juntémonos y esperemos el futuro, ¿te acuerdas la canción de tu tierra que me cantabas?: “dos palomitas volaron volaron, sobre la rama, romero romero, unas a otras se decían cantando, no hay como el amor primero, primero…”
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El 30 de abril de 1974, nació un niño robusto y le pusieron el nombre del abuelo paterno, Luís. Mary se dedicó íntegramente al niño, y Jesús trabajaba hasta 16 horas diarias, para cumplir con ellos, y para comprar la chacrita. Luchito crecía rápidamente.
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- Jeshu, el bebe está grande, es tranquilo, quiero ayudarte, la dueña de la casa me ha dado la idea de vender choclo en la esquina, hay buen movimiento, quiero hacer la prueba, si no sale, haré otra cosa, ¿qué dices mi amor?.
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- No está mala la idea, pero tengo temor que algo le pase al bebe, estamos en setiembre y pronto comenzará el calor, él que es blanquito como yo, se va a poner negrito como tú.
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- ¿Cuál blanquito, haber compara tu brazo con mi brazo?, yo soy más blanca que tú, y mi pelo es castaño, no chivillo como el tuyo.
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- Lo que pasa es que cuando yo era bebito, mi cunita se quemó y allí me doré. Sabes, me está dando ganas de juntar otra vez nuestras sangres, que dices, te animas, mira, hace tiempo que no la veo.
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- Qué sangres ni ocho cuartos, si tienes ganas, siéntate en agua helada hasta que se te ponga como chupete.
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- Pucha, ¿habías sido mala, no?, ¿acaso yo deseo que tu cosita se congele o algo parecido?, al contrario quiero que esté bien para cuando tengamos que encargar la parejita.
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El tiempo pasó, y ninguno pudo realizar el sueño de forjarse una profesión…
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No se sabe qué fue lo que enfermó a Jesús, el médico dijo que posiblemente fueron los compuestos químicos utilizados en la imprenta y las muchas horas de trabajo, y le recomendó reposo absoluto. El dueño comprendió que la salud de su operario estaba primero y le dio licencia.

Trascurrieron pronto los tres meses de reposo. La gravedad de la enfermedad cedió, pero algo en Jesús había cambiado, ya no tenía las mismas ganas ni la fuerza para seguir luchando. Mary trabajaba a brazo partido vendiendo choclos en la esquina de Montevideo con Abancay, y entrada la noche retornaba a su casa empujando su carreta y cantando:
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Ayacuchana huérfana palomita,
a que has venido a tierras extrañas,
alza tu vuelo vamos a Ayacucho,
donde tus padres lloran tu ausencia”
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- Me han dicho que el clima de la sierra es remedio para lo que tengo, estoy pensando pedir permiso por tres meses más en mi trabajo, para poder viajar a tu tierra, de paso conozco a tus padres, y ellos conocerían a Luchito, que dices Maryta.
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- Para llegar a mi tierra, primero tenemos que ir a Ayacucho y de allí son dos días a pie, con el bebe no podríamos, además el frío, es como la nevera, tal vez te enfermarías más y gastaríamos todos nuestros ahorritos, piensa que Luchito dentro de 5 meses cumplirá cuatro añitos y debe ir a Inicial –un minuto de silencio puso fin a la idea del viaje.

Jesús reinició su labor en la imprenta, mas el temor a la recaída lo disminuía. Trabajaba solamente 8 horas y ya no participaba en los jueves de fulbito con sus compañeros.
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Una noche de mayo de 1979, al retorno de Mary, le dijo resueltamente:
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- Quiero ser lo más sincero contigo y conmigo, no me siento bien, en la imprenta noto que me marginan porque ya no soy el de antes, todos los días pienso y sueño cosas feas, yo te quiero y quiero a nuestro Luchito más que a mi vida, pero por favor ayúdame y compréndeme, ya que no podemos viajar a tu tierra, viajemos a la mía, a Chiquián, pasemos unos meses allí y luego volveremos, al menos mi mente y mi alma sabrán que hice lo que mi cuerpo quiere, descansar y recobrar mis fuerzas, mis ganas de vivir y mis ganas de luchar por la vida, por la tuya y por la de nuestro hijo, te lo ruego Maryta, ayúdame.
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- Eres mi marido, quisiera que seas mi esposo, que nos hubiéramos casado ante la Ley y ante Dios, como tantas veces me has ofrecido, es el sueño de toda mujer, y si me he negado a viajar a Ayacucho, ese es uno de los motivos, mis padres son campesinos como los tuyos, pero como yo era la hija mayor, mis padres me hicieron estudiar para ayudar a mis hermanos menores, no lo hice, me apeno por ello, no me avergüenza ser tu mujer ni tener un hijo. Me duele porque no cumplí con ellos, ni con los deseos de mi madre. Cuando estábamos en la chacra o lavábamos ropa, me decía; “hija el día que formes tu hogar, hazlo con el hombre que quieras, y que te quiera, pero antes de tener tus hijitos, cásate, es feo que te digan que eres conviviente, te estamos haciendo estudiar para que seas otra cosa, para que pienses de otra forma, para que no sigas el destino mío, de vivir esperando que la tierra nos dé las papitas con qué sobrevivir”. Eso es lo que me apena Jesús, pero soy tu mujer, por el amor que te tengo iré contigo a Chiquián, pero si nos va mal, así como yo te sigo, tú me seguirás, y si no lo haces, volveré con mi hijo.
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Jesús no contestó, las palabras sobraban, las cosas estaban claras. Se despidió de la imprenta, se despidieron de Lima y la familia viajó a Chiquián; y con ellos, Tristán.
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TRISTAN, le pusieron de nombre al cachorrito con pinta de peluche, que una buena vecina de su barrio limeño les regaló. En aquel entonces Yola Polastri cantaba a un perrito llamado Tristán, y Luchito cantaba frente al televisor mirando a Yola. Así fue bautizado el cachorrito.
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Luchito y Tristán crecieron juntos en Chiquián, pero siempre temerosos del enorme perro negro de propiedad de los padres de Jesús, quienes veían con malos ojos al cachorro, por travieso y causante de pequeños destrozos en la casa.
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Un día cuando Jesús y Mary lavaban ropa en Jupash, un familiar que pasaba por ahí, los saludó y después de observar a Tristán, le dijo a Jesús:
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- Sobrino, el perrito tiene buena presencia, parece que es de raza, quiero llevarlo para que se cruce en mi manada y me dé buenas crías, para el cuidado de mis ovejas, están aumentando los zorros. Te voy a enviar dos borregas a cambio.
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Jesús pensó : “no nos caerá mal dos borregas, sobre todo ahora que más lo necesitamos; además mis padres no quieren a Tristán”. Y le pidió aceptar el trato a Mary. Ella no quería seguir teniendo problemas con los padres de Jesús, por los destrozos que hacía Tristán y aceptó resignada. Después ambos explicaron a Luchito sobre la decisión tomada y con los días volvió la calma.
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Meses después, Jesús, Mary y Luchito viajaron a las alturas de Tinya, colindante con el bosque de piedras de Incahuaganga, para participar de una festividad comunal.
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Ya en el lugar, cuando los tres observaban el encierro de las ovejas en los corrales, un enorme perro blanco con pintas negras en la cara se les acercó. Después de olfatearlos, comenzó a dar signos de alegría, moviendo el rabo y tratando de lamer a Luchito. Jesús muy asustado levantó en vilo a su hijo para protegerlo. De pronto el pequeño grito emocionado:
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- Papito, es ¡Tristán! ¡nuestro Tristán! - y se desprendió como pudo de los brazos de Jesús y abrazó al perro -papá, mamá e hijo lloraron de alegría por el encuentro, pero sobre todo porque vieron y escucharon a Tristán: corriendo y ladrando contento en la Puna.
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- Cuídate mucho Tristán, sabes lo mucho que te quiero, estás grande, tú has sido mi primer amigo, y nunca me olvidaré de ti –el niño abrazó lo más fuerte que pudo al perro, éste lo miró fijamente, como queriendo grabarse para siempre la imagen de Luchito, lamió su mano y ladrando corto y suave repetidas veces, se alejó para unirse a la jauría.

Al culminar el encierro de las ovejas, el dueño de la manada arrojó al suelo varios trozos de carne seca. Los perros se abalanzaron cogiendo lo que podían.
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Tristán, aquel cachorrito que tenía la forma de peluche en Lima, y que llegó a Chiquián en brazos de Luchito, se había convertido en un perro que imponía su presencia, y fue el que cogió la mayor cantidad de carne seca.
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Jesús y Mary se miraron complacidos. Luchito tenía el rostro encendido de emoción, sorpresa y alegría, pues su Tristán querido, su cachorrito, le había demostrado que sí sabía cuidarse y ¡que era un perro bravo!.
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