Danilo Sánchez Lihón
 
 
1. El sol 
subiendo
 
Relaciono
 Tarapacá con el patio y el aula de mi escuela. Con mi uniforme escolar 
color kaki, con mi morral lleno de útiles escolares, fresco y sereno. 
Lo vinculo con el izamiento de la bandera nacional en el patio de recreo a la primera hora de la mañana. 
Con las mejillas morenas de mis compañeros al igual que las mías, curtidas por el frío del amanecer serrano.
Lo
 asocio al trote con que vienen caminando para llegar temprano al centro
 escolar viniendo del campo. Con los arroyos de las quebradas y los 
bosquecillos por donde pasan ilusionados.
Fusiono Tarapacá al perfil de los cerros que delinea la luz radiante del sol subiendo a lo alto del cielo.
Está
 asociado al papel que yo representé como soldado y que debí haberlo 
vivido tanto que tengo la sensación de haber luchado en Tarapacá. 
 
2. Las plantas
que florecen
 
Lo
 vinculo a todos mis compañeros de aula: enterizos, entusiastas e 
impertérritos, vibrando como un solo corazón en el patio insigne de mi 
escuela fiscal. 
Lo
 concuerdo con mi compañero de al lado en la fila, con quien nos hacemos
 uno, a quien cuando llegue la ocasión defenderé y él me defenderá hasta
 morir ambos en la contienda.
Lo enlazo a los aleros y al sol de mi pueblo, al cielo azul y al verdor de los campos sembrados. 
Está ligado este nombre glorioso al trino de las aves, a las plantas que florecen y al brotar de las espigas. 
La
 sonoridad y las imágenes que me suscita Tarapacá están entrelazadas al 
olor de los adobes, al aire en los ventanales que dan al patio y a la 
imagen de las vigas añosas del techo de mi aula.
Ligado
 su acento a mis maestros que nos enseñaron el amor por lo nuestro; 
¡nunca el odio ni el rencor! Tampoco la revancha; ni mucho menos la 
codicia por la tierra o los bienes ajenos, que es lo que al final movió a
 quienes invadieron planeando y declarando la guerra al Perú. 
 
3. Nos anima 
a triunfar
 
Maestros que nos enseñaron que lo importante es lo nuestro, lo que fuimos y lo que somos. 
Lo que nosotros hicimos y no tanto ocuparnos cómo fueron los otros. Es su sentencia.
Porque, ya en nuestros salones volvemos a repasar lo dicho en el patio cuando el maestro nos pregunta:
–
 ¡Niños! Esta mañana en el patio hemos repasado una lección de nuestra 
historia, cuál es: la Batalla de Tarapacá en la Guerra del Pacífico. 
Entonces, yo les pregunto: ¿Qué nos enseña Tarapacá? 
– A ser valientes.
– Nos enseña un limpio amor al Perú.
– Nos anima a triunfar. 
– Y que pese a estar fatigados y dolidos extraemos fuerzas de lo más hondo del dolor y del alma. 
 
4. Y, ¿quiénes 
fueron?
 
– ¡Muy bien! Y, ¿qué nos prueba, niños?
– ¡Que somos invencibles!
–
 Nos prueba que somos mejores guerreros, porque en ese momento estábamos
 fatigados, éramos perseguidos y atacados. Y, sin embargo, vencimos.
– Y el significado principal de estos hechos, niños, es que los peruanos que allí estuvieron lucharon por todos nosotros.
– Incluso los que íbamos a nacer después, maestro.
–
 Sí, para heredar esa memoria ínclita en esta tierra bendita. ¡Y en 
razón de ello tenemos honor y dignidad en la frente, y para siempre 
niños! ¿Y quién me refiere algo más?
–
 Que poco tiempo después, de nuestro pueblo, y especialmente de esta 
escuela salieron otros tantos valientes para defender nuestro país en 
Huamachuco. 
– Y, ¿quiénes fueron? 
 
5. Sangre 
fervorosa
 
–
 Los 200 voluntarios que integraron el Batallón Libres de Santiago de 
Chuco, que peleó en la Batalla de Huamachuco el 10 de julio del año 
1883, sacrificando sus vidas por nosotros.
– ¡Honor y gloria al Batallón que luchó por la Patria y nuestro pueblo!
– ¡Honor y gloria!
Es
 desde entonces que Tarapacá en mi ser es proclama, clarín y consigna 
para asumir valor, cada vez que nos sentirnos cansados y quisiéramos 
doblegarnos, o dudar o vacilar en el camino.
Es emblema, escudo, clave secreta. Porque Tarapacá era un imposible. Y se logró convertirlo en victoria. 
Nos obliga entonces a ser mejores cada día por pertenecer a un país que es insignia y es emblema.
Y es compromiso con la sangre fervorosa, porque se pudo vencer superando desgracias y adversidades.
 
6. Poetas 
y guerreros
 
Que
 ratifica que el Perú es diamante, estrella en el alba, sol que rutila. 
Que baste tener un ejemplo como este para que seamos indestructibles y 
eternos.
Es diadema, medalla, joya que se atesora. Como es Angamos y como es Arica.
Desde entonces la plaza más bella, la más alta y señera, en nuestro corazón, se llama Tarapacá.
Porque a partir de Tarapacá el destino nos debe mil victorias. 
Nos
 enseñan a su vez nuestros maestros que en estas mismas bancas donde nos
 sentamos ahora tomaron asiento esos valientes que salieron a luchar en 
Huamachuco. 
Y
 después, de aquí egresaron poetas y guerreros fervorosos, como César 
Vallejo quien estudió en esta escuela toda su Educación Primaria. 
 
7. Refulge 
en las ventanas
 
También,
 el máximo héroe en la contienda de la frontera norte, en el año 1941, 
Carlos Miñano Mendocilla, vencedor de la Batalla de Zarumilla, soñó y se
 hizo héroe mirando estas paredes, quien también ocupó una de estas 
carpetas.
Aquí
 aprendió sus primeras letras Artemio Zavala, el sindicalista y luchador
 social que fundó gremios y sindicatos en todo el Perú. Y murió apenas a
 los 23 años causa de este empeño y de esta entrega, el mismo que está 
enterrado aquí en su lar natal, en la campiña de Chacomas.
En
 esta escuela cursó sus estudios Luis Felipe de la Puente Uceda, que 
ofrendó su vida por sus ideas sociales en Mesa Pelada, en Amaybamba, en 
el valle de La convención, en el Cuzco.
En
 estas aulas se formaron los hermanos poetas Abraham y Arias Larreta; 
Santiago y Julio Pereda Hidalgo. Y tantos hombres ilustres que Santiago 
de Chuco ha dado a la Patria, cuya presencia nos ilumina, como el sol 
que refulge en las ventanas.
 
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