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Esta fiesta, bastante arraigada en los países latinoamericanos, se remonta a las épocas de los griegos y de los romanos. Fiesta que, como es fácil de entender, nos fue traída por los europeos. Los latinoamericanos, como buenos alumnos, pronto superamos a nuestros maestros y ahora se festejan por todo lo alto, habiendo superado con creces a los carnavales europeos. Una vez aparecido el cristianismo las celebraciones de carnaval contrastaban con los rituales de la Cuaresma que, como bien sabemos, son más dedicados a la meditación religiosa que a los desbandes del carnaval. La etimología inicial de esta fiesta proviene del latín vulgar carne-levare, que indica “abandonar la carne”, en concordancia con los preceptos de la iglesia para la Cuaresma, la cual aconsejaba no comer carne en esos días. Sin embargo, carnavales sin comilona es como bautizo sin ahijado y pronto se le buscó solución al problema. La palabra italiana carnavale, caía como anillo al dedo pues significa, más o menos, que “la carne vale”, o sea que sí se puede comer carne. Sea cual fuere la etimología de esta fiesta, lo cierto es que son muy populares en los países latinoamericanos, en donde, ha ido adquiriendo características regionales que le dan sabor y colorido especial.
Esta fiesta, bastante arraigada en los países latinoamericanos, se remonta a las épocas de los griegos y de los romanos. Fiesta que, como es fácil de entender, nos fue traída por los europeos. Los latinoamericanos, como buenos alumnos, pronto superamos a nuestros maestros y ahora se festejan por todo lo alto, habiendo superado con creces a los carnavales europeos. Una vez aparecido el cristianismo las celebraciones de carnaval contrastaban con los rituales de la Cuaresma que, como bien sabemos, son más dedicados a la meditación religiosa que a los desbandes del carnaval. La etimología inicial de esta fiesta proviene del latín vulgar carne-levare, que indica “abandonar la carne”, en concordancia con los preceptos de la iglesia para la Cuaresma, la cual aconsejaba no comer carne en esos días. Sin embargo, carnavales sin comilona es como bautizo sin ahijado y pronto se le buscó solución al problema. La palabra italiana carnavale, caía como anillo al dedo pues significa, más o menos, que “la carne vale”, o sea que sí se puede comer carne. Sea cual fuere la etimología de esta fiesta, lo cierto es que son muy populares en los países latinoamericanos, en donde, ha ido adquiriendo características regionales que le dan sabor y colorido especial.
Típicamente
los carnavales se celebran en el mes de febrero y duran tres o cuatro
días, iniciándose poco antes de la Cuaresma cristiana. Un carnaval que
se respete tiene que contar con música especial, bailes tradicionales y
desfiles en donde la gente baila en las calles en una demostración de
alegría imparable. Disfraces y máscaras están a la orden del día y, las
serpentinas y confetis vuelan por los aires en busca de su
destinatario o destinataria. El evento más importante de un carnaval es
el desfile, en donde carrozas bellamente adornadas conducen a las
reinas de los grupos participantes, léase clubes y sociedades
carnavalescas y, últimamente de casas comerciales que no quieren dejar
pasar la oportunidad de promocionarse. Se organizan bailes de carnaval
para todo bolsillo, con reinas y concursos de disfraces entre los
participantes. El factor geográfico juega un importante papel en los
carnavales, hay que recordar que buena parte de Latinoamérica está en
zona tropical y el resto en el hemisferio sur el cual, en esta época
del año goza de un verano espléndido que permite amanecerse bailando.
El
carnaval más conocido, famoso y concurrido es el de Río de Janeiro, la
antigua capital brasileña. Goza de fama mundial al punto que dicha
ciudad es visitada por cientos de miles de turistas ansiosos de gozar de
sus carnavales y mover las caderas al son de una samba contagiante,
cuyo ritmo enloquecedor marcará el paso de los bailarines de las famosas
escuelas de samba cariocas. Toda la población de esa ciudad brasileña,
sobre todo la de los barrios populares, se prepara durante todo el año
a la espera de las fiestas de carnaval, las cuales las gozan, día y
noche, durante cuatro largos días. Otro carnaval famoso es el de Panamá,
en donde se presenta dramas bailados conocidos como juego de congos,
en los que se relata historias relacionadas a la esclavitud. En el
Montevideo, capital del Uruguay, en la época de carnavales salen los
candombes, grupos que salen tocado tambores y bailando por las calles.
El carnaval uruguayo tiene la particularidad de ser el más largo del
mundo, dura alrededor de cuarenta días y tiene diferentes agrupaciones
de participantes, destacando las comparsas de negros y lúbolos y, las
llamadas murgas. Es considerada la fiesta más importante del país más
pequeño de Sudamérica. También en el puerto colombiano de Barranquilla, a
orillas del Océano Atlántico se celebran unos carnavales de maravilla,
en donde las cumbiambas son las delicias de los amantes de la música y
bailes colombianos.
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Bien
sabemos que uno de los componentes de la identidad cultural de los
países latinoamericano tienes su raíces en el continente africano. Su
contribución a los festejos de los carnavales se remonta a la época
colonial en donde, pese a su condición de esclavos, participaban
bailando, y cantando, acompañándose con instrumentos de percusión, los
cuales le daban un sabor especial a la música carnavalera, la cual se
conserva hasta nuestros días. Pero no se vaya a creer que los carnavales
son patrimonio exclusivo de las zonas cálidas de nuestra América.
También los Andes son testigos de la alegría de sus habitantes en esas
fechas de jolgorio. Dos son los carnavales más importantes en esa zona.
Los carnavales de Oruro, en Bolivia, y los de Cajamarca en Perú. El
primero busca sus orígenes en mitos y leyendas que muestran el
sincretismo religioso de nuestros pueblos y coincide con los festejos de
la Virgen de la Candelaria o del Socavón como también se le llama. El
baile principal de estos festejos carnavalescos es la Diablada, cuyo
baile representa la lucha eterna entre el bien y el mal. En Cajamarca
los festejos tienen menos influencia religiosa y se caracteriza porque
salen a bailar a las calles las populares patrullas y comparsas
acompañadas del Rey Momo. Esta celebración en tierras cajamarquinas
finaliza con la salida de Ño Carnavalón, personaje que sale con sus
comparsas costumbristas al compás de huaynos y marineras, música muy
popular en esa zona peruana. Una característica de los carnavales
cajamarquinos son las coplas y matarinas, canciones llenas de picardía y
muchas veces de doble sentido, como esta que dice: Yo me he casado
contigo/yo me he casado contigo/por no dormir en el suelo/por no dormir
en el suelo/ahora me sales diciendo/ahora me sales diciendo/que la cama
es de tu abuelo/que la cama es de tu abuelo.
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Chiquián, nuestra querida tierra, tampoco se sustrae a la alegría del carnaval y, como no podía ser de otra manera, también tiene su tradición carnavalera, la cual, imagino, es recordada por todos los que han tenido la dicha de haber crecido bajo su límpido y azulino cielo. Los carnavales chiquianos empiezan, en la práctica, desde enero, cuando los muchachos juegan con agua a más no poder. Los globos, llenos de agua, empiezan a volar en busca del cuerpo de alguna desprevenida chica y, si por suerte de ella, el primero falla, habrán otros que darán en el blanco, dejando a la víctima, como si hubiera lavado la ropa de toda su familia. En esa época del año son contadas las chicas que se atreven a salir solas a la calle, si lo hacen es en compañía de alguna señora mayor, la mamá o alguna tía por ejemplo. Otra forma de atacar a las chicas, con agua se entiende, era utilizando el shoget, humilde antecesor de las modernas pistolas plásticas de agua, pero que era una formidable arma carnavalera en las expertas manos de los muchachos chiquianos. Su fabricación era fácil, bastaba un pedazo de carrizo o de maguey, esto dependía de la disponibilidad de la materia prima -los más osados se levantaban el pucash o soplador de la cocina de la mamá-, al cual se le amarraba un pedazo de cuero en un lado, con un agujero al centro, y de un palo, en uno de cuyos extremos se hacía una especie de nudo con trapos, con el cual se hacía presión hacía afuera, para succionar el agua, y una vez lleno, se presionaba hacía adentro para expulsar el chorro de agua que, con puntería maestra, iba a mojar el blanco señalado.
Chiquián, nuestra querida tierra, tampoco se sustrae a la alegría del carnaval y, como no podía ser de otra manera, también tiene su tradición carnavalera, la cual, imagino, es recordada por todos los que han tenido la dicha de haber crecido bajo su límpido y azulino cielo. Los carnavales chiquianos empiezan, en la práctica, desde enero, cuando los muchachos juegan con agua a más no poder. Los globos, llenos de agua, empiezan a volar en busca del cuerpo de alguna desprevenida chica y, si por suerte de ella, el primero falla, habrán otros que darán en el blanco, dejando a la víctima, como si hubiera lavado la ropa de toda su familia. En esa época del año son contadas las chicas que se atreven a salir solas a la calle, si lo hacen es en compañía de alguna señora mayor, la mamá o alguna tía por ejemplo. Otra forma de atacar a las chicas, con agua se entiende, era utilizando el shoget, humilde antecesor de las modernas pistolas plásticas de agua, pero que era una formidable arma carnavalera en las expertas manos de los muchachos chiquianos. Su fabricación era fácil, bastaba un pedazo de carrizo o de maguey, esto dependía de la disponibilidad de la materia prima -los más osados se levantaban el pucash o soplador de la cocina de la mamá-, al cual se le amarraba un pedazo de cuero en un lado, con un agujero al centro, y de un palo, en uno de cuyos extremos se hacía una especie de nudo con trapos, con el cual se hacía presión hacía afuera, para succionar el agua, y una vez lleno, se presionaba hacía adentro para expulsar el chorro de agua que, con puntería maestra, iba a mojar el blanco señalado.
Otra
de las formas de jugar carnavales en Chiquián era, previa concertación
entre los contrincantes, encontrarse en algún lugar determinado, en
donde se desarrollaban verdaderos combates, a punta de baldazos de agua,
entre chicos y chicas, muchas de las cuales, terminaban literalmente
sentadas en medio de la acequia, que bien podía ser Paucaracra, Jupash o
algún otro lugar previamente designado, en donde había suficiente agua
como para los fines del caso. Luego del juego con agua y con las ropas
completamente empapadas, se pasaba a la segunda parte, que era más de
contacto físico, y que consistía en darle a las contrincantes una
soberana pintada y polveada a más no poder. Demás está decir que los más
entusiastas carnavaleros eran los jóvenes a quienes el corazón ya les
empezaba a palpitar por alguna chiquianita mal pagadora, como reza el
huayno y que, aprovechaban la ocasión que los carnavales presentaban,
para “ganarse alguito”. En dichas tardes carnavaleras no era raro
escuchar un diálogo como este:
-
Oye, que te habrás creído, para que me estés agarrando para echarme
harina del norte, decía la chica, haciéndose la ofendida. Así no vale,
tienes que tener talco bueno.
-
Acaso es harina, es talco bueno, además tengo pintura y pomada, decía
el otro, y le entraba, con más bríos, al ataque contra su quitasueño.
¡Cuantos romances juveniles se habrán forjado al amparo de los
carnavales chiquianos!.
Se
organizaban, también, bailes de carnaval, con reina incluida, en donde
las serpentinas y chisguetes -si se podían adquirir- completaban la
faena iniciada con la humilde harina del norte. Sin embargo, lo más
tradicional, pintoresco y que es parte fundamental de los carnavales de
nuestra tierra, es el tumbamonte o achihualito. Su organización es un
ritual casi sagrado. Por lo general el montero es el encargado de
proveer el árbol, que luego va ha ser adornado por la montera o madrina.
Los adornos consisten en serpentinas, globos de colores y frutas,
enredadas entre las ramas del árbol. Una vez plantado este, los
participantes bailan alrededor del árbol, al compás de una orquesta,
guitarra, o simplemente entonando canciones típicas alusivas al
carnaval, a la vez que tratan de cortarlo con golpes de afilado machete.
Uno de los achihualitos más famosos en Chiquián era el de la plaza del
mercado, el cual, como es natural, lucía ingentes cantidades de
frutas, que eran las delicias de todos los muchachos mirones que,
ansiosamente, esperaban que cayera el árbol. Para recordar las
canciones típicas del carnaval chiquiano voy a transcribir la
recopilación hecha por Don Alejandro Aldave Montoro, reconocido
maestro, músico y folklorista chiquiano, en su libro titulado “Chiquián
con sus canciones folklóricas”, publicado en Lima, en 1994.
T
t
CARNAVALES DE MI PUEBLO
(Huaylishada para llevar el árbol)
(Yunsa)
Arbolito de manzana
que bonito vas creciendo
si supieras para quien creces
al momento te cortara
Pichuychanca maliciosa
porque cantas tan temprano
sabiendo que estoy durmiendo
en los brazos de mi cholita.
Chiquianita buenamoza
que bonita vas creciendo
si supiera para quien creces
al momento te llevara.
CARNAVALES DE MI PUEBLO
(Huaylishada para llevar el árbol)
Esta será o no será
la casa que yo buscaba
tal vez vengo muy errado
con el polvo del camino.
la casa que yo buscaba
tal vez vengo muy errado
con el polvo del camino.
Pasaje
Latacasa surag caman
shiracusarag caman…bis
nunapa huahunman
Latacar purinapag.
He venido desde lejos
anunciando carnavales
tal vez vengo muy errado
con el polvo del camino
(se canta otra vez el pasaje)
Fuga
Ayayayay, huajajajay…bis
Huagyaycagtam dejarishgaiqui
t
shiracusarag caman…bis
nunapa huahunman
Latacar purinapag.
He venido desde lejos
anunciando carnavales
tal vez vengo muy errado
con el polvo del camino
(se canta otra vez el pasaje)
Fuga
Ayayayay, huajajajay…bis
Huagyaycagtam dejarishgaiqui
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CARNAVALES DE CHIQUIÁN
CARNAVALES DE CHIQUIÁN
(Yunsa)
Arbolito de manzana
que bonito vas creciendo
si supieras para quien creces
al momento te cortara
Pichuychanca maliciosa
porque cantas tan temprano
sabiendo que estoy durmiendo
en los brazos de mi cholita.
Chiquianita buenamoza
que bonita vas creciendo
si supiera para quien creces
al momento te llevara.
Para cortar el árbol:
Hualuyculay, hualuyculay
ali ricapaycur, hualuyculay
dale duro, dale duro
como al zapallo maduro
cananchi, cananchi ricaycushun
don luchitupa garguchallanta.
ali ricapaycur, hualuyculay
dale duro, dale duro
como al zapallo maduro
cananchi, cananchi ricaycushun
don luchitupa garguchallanta.
Despedida:
Adiós, adiós carnavalito
hasta el año venidero
cahuaycarga cutaramushunchi
huañucurga mananachi.
hasta el año venidero
cahuaycarga cutaramushunchi
huañucurga mananachi.
Como
se puede apreciar, los carnavales chiquianos tienen su propio espíritu
de alegría que va transmitiéndose de generación en generación. Hagamos
votos para que continúe esta hermosa e inolvidable tradición de
nuestra tierra.
t
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Armando Zarazú Aldave, benefactor y moderador de la página web http://www.chiquián.com/
a quien llamamos con cariño "Z", es uno de los principales cultores de
la música y de las letras peruanas en USA. "Mestizo Manta", agrupación
musical, que promueve e impulsa, es una de las mejores cartas de
presentación del cantar andino en los Estados Unidos; verdaderos
embajadores, que día a día, preservan nuestra identidad.
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Fuente:
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Página electrónica del Club Chiquián
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CHIQUIÁN