Chimbote
.
NOSTALGIA
Por Víctor Unyén Velezmoro
Estoy sentado cual espectador impávido,
tratando de ser indiferente
al instante crucial que me rodea;
más no puedo evitar que la nostalgia
del ayer impulse nuevos bríos,
a mi condición de asalariado,
de un mundo cortante, móvil,
que se escapa núbil de las manos.
Es el momento crucial de lo indefinido,
que persevera mantenerse
en un mundo mutante, imperfecto;
a veces sórdido, implacable,
entre los glóbulos rojos
que recorren cada milímetro
de las arterias de mi cuerpo,
mundano y a la vez divino.
Soy, sólo un número impar
en la vastedad del universo,
con un código genético
que se repite cíclicamente.
Y en cada retorno inmaculado
vivo las experiencias
de mundos inconclusos
que coinciden en mi edad exacta.
Yo soy de este y también de otros mundos
que cortando el tiempo
se adentran en la historia;
se alargan hasta desaparecer finitos
en cada recodo de una esquina vertical
que cae en el oasis de la esperanza;
en la seguridad
de volver a renacer en cada aurora.
Y en cada línea no escrita,
sobre una hoja plana
de mi cuaderno marchito
de esperanzas rotas.
Horizontal, me levanto sobre mis huellas,
incrédulo y sorprendido;
para empezar nuevamente a navegar
en el silencio de las tardes grises.
Entonces ¡Vivo! Trato de sobrevivir
en el calvario de mis penas,
sobre mis dudas y temores,
entrelazo mis ideas vanas,
llevando sobre los hombros
canciones hechas poesía.
Y la alegría de vivir “siempre de pie
y nunca de rodillas”.
NOSTALGIA
Por Víctor Unyén Velezmoro
Estoy sentado cual espectador impávido,
tratando de ser indiferente
al instante crucial que me rodea;
más no puedo evitar que la nostalgia
del ayer impulse nuevos bríos,
a mi condición de asalariado,
de un mundo cortante, móvil,
que se escapa núbil de las manos.
Es el momento crucial de lo indefinido,
que persevera mantenerse
en un mundo mutante, imperfecto;
a veces sórdido, implacable,
entre los glóbulos rojos
que recorren cada milímetro
de las arterias de mi cuerpo,
mundano y a la vez divino.
Soy, sólo un número impar
en la vastedad del universo,
con un código genético
que se repite cíclicamente.
Y en cada retorno inmaculado
vivo las experiencias
de mundos inconclusos
que coinciden en mi edad exacta.
Yo soy de este y también de otros mundos
que cortando el tiempo
se adentran en la historia;
se alargan hasta desaparecer finitos
en cada recodo de una esquina vertical
que cae en el oasis de la esperanza;
en la seguridad
de volver a renacer en cada aurora.
Y en cada línea no escrita,
sobre una hoja plana
de mi cuaderno marchito
de esperanzas rotas.
Horizontal, me levanto sobre mis huellas,
incrédulo y sorprendido;
para empezar nuevamente a navegar
en el silencio de las tardes grises.
Entonces ¡Vivo! Trato de sobrevivir
en el calvario de mis penas,
sobre mis dudas y temores,
entrelazo mis ideas vanas,
llevando sobre los hombros
canciones hechas poesía.
Y la alegría de vivir “siempre de pie
y nunca de rodillas”.
Víctor Unyén y esposa