"Machete en mano vamos bailando; con serpentinas de colores vamos cantando: dale duro, dale duro como al zapallo maduro. Maquillados con talco vamos gozando, mientras el arbolito se va desangrando.
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Son expresiones populares que desbordan colorido, pica pica, música y amistad; pero dónde están los antifaces, dónde los chisguetes fraganciosos, dónde quedaron aquellas dolorosas "matacholas", en qué pajcha se ahogaron los shoguet. .. Nalo - FEB 99".
CHIQUIÁN:
UN DÍA DESPUÉS DE UN SÁBADO DE CARNAVAL EN LOS SESENTAS
Creo sin equivocarme, que no hay ser humano más aferrado a su tierra que el chiquiano. Por eso soñamos con nuestro amado pueblo donde todo fue risa, fantasía y juegos al aire libre. Esa bella época vive en las crónicas y cuentos que los paisanos escriben y difunden en las páginas chiquianas de la internet, iconos de identidad y confraternidad, siempre apuntando al desarrollo cultural de Bolognesi.
Aquella adolescencia de los primeros arrumacos junto a una pirca o paraditos bajo la sombra de un raído umbral: “dame la prueba de amor, que mañana me voy Lima, ya cuando vuelva nos casará el cura Tello, te lo juro”. Aunque del juramento pronto se olvidaba el recién bajado provinciano, presa fácil del verano limeño colmado de zancudos, playas, bikinis, tranvías con bajadas al vuelo, carteristas, lolitas y faites, sudor a chorros y marcianos refrescantes; mientras en Agocalle el aniego trepaba ronroneando las veredas y se metía sin permiso a las casas inundando de ripio y llanto los cuyeros. En fin, aquel paraíso siempre será nuestro hogar bendito por más que no hayamos tenido water, ducha -ni fría ni caliente-, menos TV, teléfono, microondas ni PC.
Plaza de Armas de Chiquián
Caminar risueño por la plaza cuando Chiquián amanece y levantar la mirada hacia los ficus esquineros donde las gotas de lluvia cuelgan de las hojas como collares de cristal, es como introducirse a los ojos de un ciego para ver desde su alma aquellos soñolientos carnavaleros de los sesentas, silbando huaynos camino al Baratillo, dejando a su paso serpentinas enroscadas en los postes de luz que iluminan como ninacurus. Después: calabaza, calabaza cada uno a su casa con la despedida: “Cuídate shay, que como tú quedamos pocos”.
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El domingo 23 febrero de 1964, Arti Oquendo cumplió 13 añitos. Antes del desayuno fui al mercado de abastos para comparle una palta sin papel de regalo. Grande fue mi sorpresa al hallar sus tres puertas cerradas. El día anterior habían bailado machete en mano el Hualuyculay, y se tomaron el día de descanso. En mi "diario" escribí sobre dicho domingo, lo siguiente:
"En el mercado reina el silencio. Los dos dientes que le quedan a un viejo comunero de Yucyushtana se disputan los últimos nervios adheridos a un hueso de cordero matarino. A su costado yace pisoteado el arbolito de manzano, en sus ramas penden ahorcados 20 globos reventados y media docena de guayabas llacllinas aplastadas en el zapateo. A unos metros, en el puesto de carne de la "chiquianita", un pañal de bayeta de un chiuchi con incontinencia se orea en un gancho como banderín de carnaval.
Son las siete de la mañana, los rayos solares poco a poco se adueñan de las calles empedradas que lucen limpias por las lluvias de febrero. Es una bella mañanita esmeralda, la tierra huele fresca e iluminada, tan fresca como las manos de una pallita que viene de regar su chacra. El cielo tiene un color azul intenso, pero se muestra aborregado sobre la cima del Yerupajá. En el oeste, desde Huancar hasta Parientana, las verdes laderas dejan que el Sol las posea suave "camay" con su tibio amor matinal, y en las faldas de Cochapata, hay una rosa por cultivar, como reza una canción chiquiana.
Ya el hambre va colmando mis sentidos y no hay nada mejor que retornar a ecasa para el pari mañanero, con un cafecito caliente aunque sea de cebada y un buen pan de punta con dos rayas diagonales que me invitan a partirlo en tres: !Buen provecho¡, grito a lo tarapaqueño y mi gordito hermano Felipe se va corriendo llevándose mi pan al estadio de Jircán, para compartirlo con Cañita, Patuco y Uluy...
Las campanas de la vieja Iglesia con paredes de adobe de dos metros de ancho, van llamando a Misa con sus sonoros "tilín talán, tolón", y en CHIQUIÁN, nada hace falta para ser feliz. Mañana será otro día y la vida con su curso inexorable marchará al son de la banda de Mangas. Dentro de nueve meses nacerán los hijos del carnaval y llevarán coloridas serpentinas en sus venas, aunque por ahí no faltará algún sietemesino..."
CARNAVALES EN TUPUCANCHA
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
Cae la lluvia como flechas sobre la pampa,
ruge chúcaro el trueno en el Tucu Chira;
desde Shajsha un viejo cóndor mira
a la madre Puna vestida de carnavales.
Ya la sangre burbujea en las venas
y en cada palpitar el corazón siente
lo que el alma de la neblina presiente,
al macerarse en chinguirito las penas.
Serpentinas, ponchos y bufandas;
trenzas, llicllas y faldellines al viento;
silba el pajonal y trinan las mandolinas,
¡bajo un encapotado firmamento!
Juegan con talco los shaplacos
y reciben de las gamlaj sonoros lapos;
cantan en coro el achihualito diez ociosos
al compás de los chisguetes fraganciosos.
Dando vueltas y vueltas machete en mano,
va cayendo el arbolito de manzano,
aquél, que muy bonito iba creciendo
y que ahora lentamente va muriendo.
"Esta será o no será
la casa que yo buscaba
tal vez vengo muy errado
por el polvo del camino..."
Y botella en mano van cantando:
“Latacasasurag caman
shiracusarag caman…”
Sigue shay, no pares:
"Hualuyculay, hualuyculay,
ali ricaparcur hualuyculay..."
Huaraz, AGO 1981..
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Ayer visité el páramo tras los cerros chiquianos,
Ya el placer de criar se fue con los pastores,
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Tupucancha, AGO 2002
Nalo Alvarado Balarezo