viernes, 27 de noviembre de 2009

FELIZ DÍA TARAPAQUEÑOS DE TODOS LOS TIEMPOS - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO)

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Lima, 27 de noviembre de 2009
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HOLA SHAY:
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El lunes 27 de noviembre de 1939 se fundó bajo el ala entusiasta de un grupo de jóvenes chiquianos: el "CLUB ATLÉTICO TARAPACÁ”, nombre que simboliza el valor de un puñado heroico de soldados peruanos que lograron la más célebre hazaña militar en bien de la Patria. Aquel día nuestra tierra renovó su espíritu deportivo para continuar irradiando su calidad futbolística a lo largo y ancho de Ancash.

Esta pléyade de talentosos jugadores, benefactores, dirigentes e hinchas, que hicieron posible su nacimiento, fueron: (en orden alfabético): Abel, Alberto, Alejandro, Anatolio, Antonio, Apolinario, Arcadio, Armando, Artidoro, Arturo, Belisario, Benjamín, Bonifacio, Calixto, Carlos, César, Crisólogo, Daniel, Elias, Ernesto, Eusebio, Félix, Felipe, Germán, Gregorio, Gudberto, Hernán, Hortencio, Jacobo, Jorge, José, Juan, Icha, Leonidas, Luis, Magno, Manuel, Mario, Mateo, Moisés, Oscar, Pedro, Perico, Raúl, Rómulo, Rubén, Segundo, Sulpicio, Teobaldo, Teófilo, Víctor, Virgilio y William, entre otros paisanos que pusieron la primera piedra.

Aquellos pioneros jugaban como buenos hermanos, sin falsos egos, envidias, desavenencias banales ni pregones de éxitos fugaces. Sólo los impulsaba compartir una pelota en la cancha disfrutando al máximo con sana picardía provinciana.
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Si bien es cierto que su brillante historia está jalonada de décadas cosechando copas, dentro y fuera de Bolognesi; también es cierto que los primeros años no fueron nada fáciles para ellos, pues tenían que darle forma y consistencia al equipo. Además, los adversarios de talento y gran entrega que tuvieron, fueron forjados en el calor de la misma fragua deportiva.

Doy una mirada al pasado y recuerdo aquellos años de finales de década de los 50, donde se yerguen las figuras señeras de cuatro jugadores excepcionales que dejaron huella imborrable en el piso de cascajo del estadio de Jircán:
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Gudberto Ibarra Lozano (Gudbi):
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De impecable capacidad defensiva, fortaleza, gallardía, gran sentido de la anticipación, salida clara, garra y de imparable shot. Por precaución, antes de seguir leyendo, apártese un poco de la pantalla de su PC o puede caerle un puntazo de Gudbi.
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Anatolio Calderón Pardo (Anacho):
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Buen toque, inteligencia, marca, puntería, atento al juego y jugador versátil que podía desempeñarse en cualquier lugar de la cancha.
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Gudberto Gutiérrez Quiroz (Blakaman):
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Portero elástico que tapaba más que "sotana", de manos ágiles y fuertes que no necesitaban guantes, de buenos reflejos y nervios de acero durante los penales.
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Arturo Barrenechea Núñez (Papaseca):
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Cintura de goma, canillas eléctricas en el juego de candela, velocidad envidiable con amagues que dejaba birolo al rival, vivaz, inquieto e imparable en el dribling.

Pero no solamente el Tarapacá brilló en el deporte "rey", sino también en vólei donde figuras como nuestra recordada Chuli Garro Montoro, hermana del formidable jugador de fútbol "Pollito", lució en alto el estandarte tarapaqueño. De la hinchada ni qué decir, todos brindaban lo suyo: masajes, banderolas, naranjas, concordias, cantos, alegría por un holgado triunfo, un nudo marino en la garganta en un partido de pronóstico reservado y una hidalga tristeza frente una derrota.

Muchos años de esplendor están grabados en la memoria del pueblo chiquiano. Empuje y coraje a toda prueba, siempre respetando la integridad física del adversario, fue y sigue siendo el norte de las generaciones de tarapaqueños que se suceden desde los tiempos de los chimpunes con puente, los balones huancachos con paños cosidos a mano, blader de jebe y pichina ahorcada con tiento; las hurras de algarabía de las barras al son de las bandas de músicos y el grito ahogado de las tribunas cuando uno de los arcos entraba en pánico de gol.

Cuántos goles de chalaquita con raspada de espalda, de taco sin tiza, de puntazos sin piedad y de cabecita con gorra de lana incluida, están registrados en las retinas de propios y extraños; cuántas anécdotas frotan su historia con aroma a "Charcot", maletines y camarines al aire libre...
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Las fotos en blanco y negro donde los jugadores aparecen con gorritas, canilleras, musleras y suspensores hasta la barriga, dan cuenta de una época de oro del fútbol macho y que hoy 27 de noviembre recordamos con cariño, día que por cosas que sólo ocurre en el Perú, no es feriado, aunque sea laborable, nos queda elevar una plegaria por los bravos soldados peruanos que se fajaron en Tarapacá y cantar fuerte el himno del equipo:

Tarapaqueño soy,
camisa verde
bien de adentro soy;
todos me quieren,
todos me odian
¡porque soy campeón!

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Con esta nota de gambetas, carretillas, tiros al travesaño, mas no de pies utilizados como bisturí ni taladro humano, rindo mi más cálido homenaje a los valerosos soldados peruanos que impregnaron de sangre, sudor y lágrimas el campo de batalla de Tarapacá. Del mismo modo a cada uno de los aguerridos jugadores e hinchas del oro y verde TARAPAQUEÑO de todos los tiempos, que con su coraje, pundonor y entusiasmo, supieron dejar en alto este glorioso nombre que adoptaron con cariño.
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Hago propicia la ocasión para saludar por sus cumpleaños a: Maca Alvarado Romero del Sport Cahuide, a Clorinda Miranda Pardo del Alianza y Alfonso Padilla Orihuela del BI. Que Dios los bendiga. También un día como hoy vio la luz primera en chiquián mi recordada tía Josefina Aldave Montoro de Alvarado del barrio de Tarapacá, camino al estadio de Jircán.
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Nalo Alvarado Balarezo
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Tarapaqueños de viejo cuño
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RECUERDOS
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MARIANO SANTOS MATEO
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A mediados de noviembre de 1975 fui designado para decir unas palabras por la gloriosa batalla de Tarapacá en el Cusco; en cuyo contenido tenía que contemplar la augusta participación del modesto policía cusqueño MARIANO SANTOS MATEO, quién arrebató con sus sangrantes manos el estandarte chileno, motivando que los altivos soldados huasos busquen desesperado refugio en la cobarde retirada. La Escuela de Oficiales de la PNP lleva su nombre con veneración.
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Con el encargo en mente, visité su pueblo natal: LUCRE, un pintoresco distrito de la provincia de Quispicanchi. Esta hermosa villa está enclavada en la templada quebrada del mismo nombre, bañada por las cristalinas aguas del río Lucre que nace de los glaciares de Paruro. Acá florece el humedal de Huacarpay, de inmenso valor cultural, paisajístico y ecológico. Un pedacito de cielo muy parecido a nuestro querido Chiquián.

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Lucre es tierra de hermosas campiñas y grandes cultivos de maíz y otros productos de pan llevar, rodeados de huayllares de pastos naturales que permite la crianza de ganado vacuno y lanar. El mágico paisaje está orlado por las lagunas "Lucre", “Huáscar” y “Huatún” que le dan espectacular belleza a este paradisíaco lugar de clima primaveral. En estos fértiles campos se instaló el primer telar a gran escala en el Perú: "Tejidos Lucre" de la familia Garmendia Nadal.
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Allí me enteré que Mariano Santos nació en 1850 en el barrio la “Rinconada”. Hijo del Coronel Carlos Santos Ego (argentino), él vino al Perú conformando la Gran Expedición Libertadora que comandó el Generalísimo don José de San Martín. Después de lograr su misión decidió afincarse en la hacienda “Santa Rosa”, cercana al poblado de Lucre, donde conoció a Antonia Mateo Chara, mujer sencilla y llena de virtudes que le prodigó cariño y dedicación. Fruto de dicha unión nació Mariano, quien 29 años más tarde se convertiría en Héroe Nacional.
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Uno de los pasajes del breve discurso, que guardo en mi pequeña biblioteca, da cuenta, que a las 9 de la mañana del miércoles 27 de noviembre de 1879, el sol ya tostaba la arena de la planicie de Tarapacá aumentando la fatiga de los chilenos en marcha, cuando se oyó en todos los puntos, el bronco sonar de la corneta, que como todos sabemos, son los “ayes” de guerra. En ese entonces se escuchó la “generala”.
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Entre tanto, con una vehemencia admirable los oficiales peruanos animados por la cruel afrenta del desastre de San Francisco, tomaron sus armas y arengaron a los combatientes cholos. Todos ellos sin excepción, movidos por una voz suprema de cobrarse la revancha, dominaron rápidamente las alturas del sur oeste y del norte.
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Los primeros en romper fuego, fueron los aguerridos batallones de la División Cáceres que habían escapado casi intactas del desastre de Dolores; igualmente entraron de inmediato en combate los del Zepita y el Dos de Mayo; a la par que Bolognesi subía con la Tercera División de los Policías de Arequipa, el Cuarto de Ayacucho y los artilleros. La mayoría armados de carabinas “Winchester” y “Chasepott”.
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Los que conocemos Tarapacá sabemos que allí no hay senderos transitables; sin embargo los valerosos soldados peruanos alentados por sus oficiales treparon los escarpados como cabras apoyándose con la culata de sus carabinas. El Coronel Belisario Suárez, en esta oportunidad, al igual que en otras batallas, iba a la vanguardia en su caballo blanco, pues su avance era el punto de mira de todo el ejército electrizado por su ejemplo.
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A las 10 de la mañana, prácticamente la batalla había comenzado, que más que una batalla, fue una serie de batallas en un mismo campo, debido a la especial configuración del suelo, donde los peruanos demostraron su coraje, amor a la Patria y heroísmo a toda prueba. Lo más penoso es que por cada soldado chileno caído derribaban un oficial peruano, ya que sus uniformes con entorchados y botones brillantes los hacían visibles al fuego enemigo. Pero dicha vulnerabilidad no fue conocida recién aquel día, sino antes de la batalla, de ahí que los soldados chilenos fueron entrenados por sus jefes para hacer "tiro al blanco" con los uniformes más vistosos. Con esta experiencia, aquí, en la china y la cochinchina se emplean los discretos “camuflados”.
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La Tercera División peruana al mando del Coronel Francisco Bolognesi, había escalado los cerros del oriente, al mismo tiempo que el Coronel Andrés Avelino Cáceres lo hacía por la barranca opuesta. Ya se notaba el imponente avance del Segundo de Línea chileno. El Capitán Garretón rompe fuegos a dos cuadras del pueblo de Tarapacá sobre la División de Bolognesi; es espantoso el combate; Garretón pierde las dos terceras partes de su tropa y acude al Capitán Necochea en su refuerzo con la Segunda Compañía al Primer Batallón, llevando en alto el estandarte del Regimiento.
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Imponderable heroísmo del abanderado Teniente Telésforo Barahona y de su escolta. Cae Barahona con dos balazos y reciben la posta los sargentos que lo acompañan, por orden de antigüedad, todos corren igual suerte. Aquí aparecen los Policías de Arequipa al mando del Capitán Clodomiro Chávez Valdivia, se abren paso a sangre y fuego con bayonetas caladas, porque ya no hay cartuchos, haciendo molinetes y gritando ¡A LA BANDERA¡, y sobresale entre ellos Mariano Santos Mateo, que hunde su bayoneta, golpea con su culata de herraje al dueño del estandarte... ¡QUITÁRSELO¡... eso es todo lo que ansía, adueñarse del estandarte huaso.
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Mariano embiste esquivando la estocada del enemigo, el abanderado gime con la bayoneta que atraviesa su corazón. Arrebata el estandarte chileno y grita con voz que le sale del comienzo de la vida:
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¡VIVA EL PERU¡
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Si bien es cierto que la guerra con Chile significó un período de “tiempos revueltos” en la terminología de Tynbee, la hora más trágica del siglo XIX, que solamente nos prodigo derrotas, debilidades, imprevisiones y tragedias. Sin embargo este duro precio fue compensado con creces, porque de este crisol surgieron valores humanos de algunos hombres acerados, entre ellos el "Valiente de Tarapaca" MARIANO SANTOS MATEO, que salvaron con su ejemplo las raíces de nuestra identidad.
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Monumento a Mariano Santos Mateo en Lucre - CUSCO
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Foto: Felipe Bueno Chávez
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No debemos olvidar que los "cholos" se mantuvieron siempre adelante en Tarapacá, sin un cañón ni caballería que los proteja, vestiendo harapos y ojotas que pronto se hicieron añicos, llevando como su mejor arma el patriotismo en sus corazones. El 18 de diciembre, 21 días después de recorrer a pie 550 kilómetros de terrenos helados y de implacable sol después, llegaron a Arica. Al pie, Modesto Molina, director del Boletín de Guerra, nos narra lo siguiente:
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"El ejército de Arica salió a las afueras de la población a recibir a los bienvenidos... Buendía y Suárez venían presidiéndolos. ¡Qué espectáculo tan solemne aquel día!. Con una resignación que asombra, el soldado soportó el hambre y la sed hasta la desesperación. Su cuerpo venía apenas cubierto de un jirón de vestido, sahumano por la pólvora del combate; sus pies se habían tostado al calor de la arena de la pampa, brotando sangre al pisar el risco de los cerros; pero su espíritu altivo no se doblegó jamás, ni de su brazo se desprendió el arma triunfadora, en unas diesiséis jornadas en que tuvo que lidiar contra la naturaleza, una lucha más titánica que la de Tarapacá".
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El gran maestro Gonzáles Prada decía “La guerra con Chile mostró el cieno y el oro, extrajo el diamante del más negro carbón. En medio de la pesadumbre de la derrota, la traición y la frivolidad, en la “CAMPAÑA DE TARAPACÁ”, la batalla de ese mismo nombre brilla con luz perenne, porque fue la única victoria peruana en esta dolorosa guerra”.
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Muchos años más tarde el propio Pinochet aceptó que la derrota de Tarapacá fue el peor desastre en toda la historia chilena.
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Nalo Alvarado Balarezo
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Fuente biográfica de Mariano Santos Mateo y otros datos de interés:
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- Acervo histórico de la Policía Nacional del Perú
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Batalla de Tarapacá
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Entrada editada por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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