domingo, 10 de mayo de 2020

RECORDANDO A MAMÁ - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO)

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RECORDANDO A MAMÁ

Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
 
 
De niño, cuando llovía a cántaros en Chiquián, mamá me narraba cuentos de autores peruanos. También del inglés Charles Dickens, así evitaba que una pulmonía me lleve al cadalso antes de tiempo, pues me encantaba chapalear bajo la lluvia, con el viento ondeando mi ponchito habano. "David Copperfield", obra de dicho autor inglés, fue una de mis novelas preferidas. También alimentaba mis fantasías con los relatos árabes de “Las mil y una noches”, y los cuentos de los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm. Una vez, cuando me narraba “Los tres chanchitos”, mamá advirtió temor en mi semblante por la actitud del “Lobo feroz”. Para calmarme, me dijo: “Muchos relatos tratan de animales inexistentes. Algunos existen, pero no son oriundos del Perú y quizá nunca los veas, como el lobo, por ejemplo”. Han pasado decenas de años, he caminado lo suficiente por el mundo, y hasta ahora solamente me he topado con "otorongos humanos" en la Plaza Bolívar de Lima, nunca con un lobo, ni siquiera en los zoológicos de los tres continentes que he visitado.

Gracias a mamá Jeshu, a mamá Catita (mi abuelita materna), a mamá Eni (hermana de mi mamá), a mamamita Victoria (mamá de mi papá), a mi papá Armando y a mis tíos Pablito, Puco, Cashi, Ricardo, Apacho y Betty, tuve la dicha de vivir entre libros al calor del fogón, aunque la mayoría fueran de quinta mano.

Un día las cosas se invirtieron y empecé a narrarle a mamá cuentos chiquianos que escribía en mis vacaciones escolares en la puna de Tupucancha. Sentado o parado entre los manojos de ichu: lápiz, borrador y cuaderno en mano, contemplando la Pampa de Lampas y el glaciar Tucu Chira, vieron la luz cuentos y versos libres como los pájaros de Recrec, todos ellos andinos. Fue al finalizar la década del cincuenta, no llegaba a los 10 años de edad en aquel entonces.

En una oportunidad mi mamá Jeshu me motivó así: “Veo que vas progresando como narrador de cuentos y fábulas, a partir de hoy tendrás tu propio auditorio”. Al caer la tarde trajo a la casa a mi vecinito Uluy, de cinco añitos de edad. No sé cuántos caramelos le dio para convencerlo, pero fue mi primer “oyente”. Esa noche me dormí llorando de alegría. Luego visitaron la casa otros niños del barrio, y en menos de un mes el auditorio colapsó, 9 niños éramos demasiado para el pequeño ambiente y tuvimos que trasladarnos a la vereda más querida del barrio, el frontis de la casa de mi tío Simón Calderón Cerna, "El zurdo de oro", uno de los mejores guitarristas chiquianos de todos los tiempos. Cada niño narraba un cuento, un mito o una leyenda, ninguno se quedaba callado, todos participaban felices. La trasmisión oral iba viento en popa en la calle Leoncio Prado de Jircán; y así, entre niño y niño visitante empezaron a florecer nuevas narraciones y nuevos narradores. 
 
 
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  "Cuando una Madre muere, 
una espina hiere los ojos de sus hijos
 y brotan puquiales que riegan sus almas
 hasta el final de sus días". 
                              Aralba 
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Hoy, segundo domingo de mayo de 2020, Día de La Madre, saludo a la autora de nuestras vidas, con un trocito de la oración de San Juan Pablo II a la Madre de Jesús: “Sé para nosotros roca de aliento y de fidelidad, humilde jovencita de Nazaret, gloriosa Reina del mundo. Ofrece nuestra oración al Verbo de Dios, que, al hacerse tu Hijo, se convirtió en nuestro hermano”. Como todos recordamos, Juan Pablo II nació el 18 de mayo de 1920, en Wadowice (Polonia), y falleció en la Ciudad del Vaticano, el 2 de abril de 2005; y es, junto a Juan XXIII, el Papa más reciente en ser proclamado Santo (27 de abril de 2014).

En este día Jesucristo nos toma de la mano para rendir homenaje a las madres ausentes y presentes, en la excelsa figura de María, tan sencilla como la más humilde de las espigas del Sembrador.
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  PENSANDO EN TI, MAMÁ 

Mirtha Alvarado de Villar

La nostalgia invade mi ser
recordando tu manera de ver
las cosas que nos depara el destino
y la forma que me enseñaste a crecer.
Me veo en tu regazo, tan pequeñita y frágil
tus brazos cobijando con amor mi piel.
Recuerdo que pasaste en vela mil noches,
por eso te amo y te llevo en mi ser.
Muchas veces cuando me siento triste
quiero ser ave para volar
y acurrucarme junto a ti.
Madre, eres ejemplo de amor sin final.
He tenido tristezas, caidas y llanto
y siempre estuviste a mi lado
para ponerme de pie,
si reía, tú reías conmigo.
Con tu sonrisa me has hecho feliz,
hoy en tu Día a ti te bendigo
Amada Madre Mía.

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  ¡HOMENAJE A LAS MADRES DE MI TIERRA! 

Por Pablo Manuel Calderón Yabar (Pablín)

Ayer rosas rojas,
hoy blancas con tu partida;
el mañana llegará…
juntos nuevamente.

Como antes…
como ayer…
regalándome la vida
llenándome de amor.

Un plan tengo ya,
un regalo quiero darte,
especial debe ser,
el día es propicio.

Rosal de rosas rojas
injerto de rosas blancas
la tierra es chiquiana
la “tina” con agua santa.

Todo quedó listo
mi sorpresa es rojiblanca
los botones van a rosas
por Bolognesi cojo una.

El aroma de esta flor
se esparce por los cielos
es perfume de agua santa
Juan Pablo (II) las bendijo.

Mi madre huele ya,
el aroma a Santa Rosa
a santa de Chiquián
Juan Pablo (II) las condujo.

“Santa Rosa es la flor,
nuestras madres en el cielo
adivinaron la sorpresa
que festejan muy felices”.

Hay un coro en el cielo
oigo a Tina, Jesús y Catalina…
Paisana, paisano ¡el coro está completo!
Están todas… todas las madres nuestras.

¡No hay motivo de tristeza!
El milagro… se produjo
Hay brindis celestial
¡¡¡Por las madres de mi tierra!!!


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DESDE TU TUMBA NO PUEDO YO SABERLO 

Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)

Cuéntame del cielo mamita querida;
dime qué sientes allí junto a Dios,
pues mis pupilas son nubes
a punto de zozobrar.

Sé que donde estás te cuidan angelitos,
son pastores de caritas pispadas,
con alitas de pichuichanca
y corazones de trovador.

Dicen que allá tres estaciones no existen;
no hay Verano, Otoño, ni Invierno
que todo el tiempo es Primavera
y reina la paz en el Edén.

Háblame de tus compañeritas de estudio;
dicen que juegan con ollitas de barro
donde abrigan nuestros sueños
en fogones plenos de amor.

Dime si hay hambre y sed como en la Tierra;
cuéntame si es verdad lo que dicen de Él,
pues desde tu tumba no puedo saberlo
y a través del cielo gris, nada se ve.

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MADRE 

Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)

 En tus ojos fulguran las estrellas
que nos alumbran paso a paso
por los oscuros senderos
de la vida....

De tus manos vuelan ángeles
que velan nuestros sueños
convirtiendo fantasías
en realidades.

Brota de tu alma el canto
y la melodía humilde
de los puquiales
y la quena.

Pan de trigo recién segado
que alimenta día a día
el espíritu telúrico
de tus hijos.

Hilandera de amor maternal,
rueca de fe y esperanza
que brinda calor filial
al corazón.

Surco regado con lágrimas,
llanto de maíz maduro
del que destila
la chicha.

Linda cholita, ojos de capulí
que la Mano Divina pintó
en el blanco lienzo
del amor.

Espejo azul caído del cielo
donde los rayos del sol
el rostro de Dios
reflejan.

Beso celestial como la brisa
que borra los lamentos
haciendo renacer
la risa.

Ante ti desfallecen las flores,
la luz se hace penumbra
el trueno se ahoga
y callan los trinos.

Gracias por darnos tus alas
para volar cielos lejanos
y por amar a tus nietos
como a tus hijos.
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Que Dios bendiga a todas la MADRES y a todos los seres humanos que en su ausencia hacen sus veces con dedicación y cariño, como mis recordadas Tomasita y Maura de Jircán, y Julia de Upayacu. Un abrazo con todo mi amor a las madres de mi pequeña familia: a mi esposa Lula, a mis hijas Liz y Erika, a mis hermanas Mirtha, Caty y Edith y a mi nuera Milagritos. A mis cuatro mamitas: Jeshu, Catita, Eni, Victoria y Alichita, mirando el cielo les brindo todo mi amor, mientras mi corazón que golpea mi pecho grita: “El corazón de una Madre nunca deja de latir; se regenera a través de sus hijos y así sucesivamente de generación en generación, eternamente... '.

"Al final del camino, o cuando concluya tu travesía en la inmensidad azul o en la última vuelta que des alrededor del Cosmos, sólo quedará: un puñado de tierra en un rincón de la memoria, una ola solitaria en alta mar o un haz de brisa en el horizonte... Y si en el pasar de los años, un día recuerdas que fuimos uno, y de tus ojos brotan lágrimas sobre el puñado de tierra, la ola solitaria o el haz de brisa: seremos cardo, marea y vuelo; pero si además, brotan luceros, entonces seremos montaña, mar y cielo..." Tu mamá Jesús.
 
Gracias mamita querida, te elevaste de mañanita al cielo, mas en las frías madrugadas, siento tus manos hacendosas alisando mis cabellos blancos, junto a mi querido papá.
 
Mi mamá nació el martes 20 de noviembre de 1928 en Chiquian y partió a la morada de Dios el miércoles 20 de febrero de 2002...
 
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Mamá Jeshu (en círculo), con mi papá (de sombrero) 
y sus queridos amigos chiquianos
 
 
 
 

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LA BILLA

Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
 
"Quién no ha tenido
un amuleto de la suerte". 
                       Aralba

El domingo 14 de mayo de 1961, un bello cielo azul anunciaba un hermoso Día de la Madre en Jircán.

Cuando tomaba el sol matinal en la vereda de la cuadra, se acercó mi vecinito Uluy, proponiéndome jugar YAN-KEN-PO
 
 

 
Acerté cinco veces seguidas en el juego, motivando que Uluy diga que le estaba leyendo el pensamiento. “No te leo el pensamiento", le dije, y agregué, mostrándole una billa: “Es por mi amuleto de la suerte”. Uluy tomó emocionado  la billa y la frotó en su pecho, haciéndola más reluciente todavía. 
 
 
Billa de acero inoxidable

 
Dos meses antes, el mecánico automotriz apodado “Apache”, muy amigo de mi padre, me había obsequiado la billa a mi paso por Barranca.

Uluy sin decir una sola palabra se fue a su casa, retornando minutos después con una caja de cartón. “En esta caja están mis mejores trofeos de juegos, te doy todo esto por la billa”, me dijo casi implorando, y acepté. 
 
En la caja había especies confitadas como en botica: canicas quiñadas, pushpus de varios colores y tamaños, cápsulas de semillas de eucalipto (trompitos), una hondilla sin calapa, un raído shoguet, un rondín viejísimo, una pelota de trapo más cuadrada que redonda, un gancho de pescar hecho de antacasha, medio metro de cordel y un corchito más partido que labio leporino.

Pasó rauda la semana y llegó el domingo 21 de mayo. Ni bien amaneció, Uluy con su silbido característico me hizo saber la urgencia que tenía. Inmediatamente salí a la calle. Aquí el diálogo:

- Shay Nalo, ni bien los chiuchis del barrio me ven con la billa en la mano, no quieren chuncar conmigo. Por favor, toma tu billa y devuélveme mi caja de trofeos, estoy perdiendo amigos.

- No hay problema hermano, te devuelvo tus trofeos ahora mismo, pero antes déjame decirte que nadie se anima a jugar contigo porque la billa es de acero y rompe fácilmente las bolas de cristal. Además te la he dado para la suerte, no para que la uses como arma destructiva.

- Entonces voy a tenerla una semana como amuleto, pero si no me ayuda a ganar te la devuelvo. Por favor cuida mis trofeos.

Uluy se fue destilando esperanza por los cuatro costados, y por varios días no tocamos el tema, señal que la billa le trajo suerte hasta de sobra.

Un mes después. Fue domingo, recuerdo, Uluy  vino temprano a casa y me pidió un poco de grasa de rodaje para la carretilla de helados de su familia, que rechinaba al rodar por la calle Leoncio Prado, camino a la esquina de las raspadillas. Le indiqué que pasara al depósito y que sacara de una caja de madera lo que necesitaba.

Como Uluy no retornaba del depósito, fui en su búsqueda;  y allí estaba él, limpiando con su chompa las billas cubiertas de grasa que halló en la caja.

En dicha caja habían decenas de repuestos deteriorados de los camiones de mi padre, sobre todo rodamientos de billas y polines de acero, pero ninguna billa era tan grande como la que le di a Uluy por su caja de trofeos. 
 
 
Rodamiento de billas de acero

 
Al verlo tan emocionado por el hallazgo le devolví su caja de trofeos, y le pedí conservar  el amuleto que le di el Día de la Madre, a cambio de que las billas que limpió con su chompa las obsequie a los niños del barrio, como símbolos de buena suerte en el vecindario.
 
 
Billas de diferentes tamaños

 
Uluy se puso muy contento, dejó su caja de trofeos en el piso y salió del depósito con lágrimas en los ojos, llevándose dos puñados de billas brillantes.

- Uluy, ¿y la grasa que has venido a llevar, y tu caja de trofeos...? -le pregunté mientras él caminaba apurado por el corredor de la casa.

- Ahorita vuelvo Nalito, voy a repartir las billas -respondió desde el zaguán sin voltear la mirada. 
 
Uluy no retornó por la grasa ni por su caja de trofeos.

Horas más tarde, durante la chuncada dominguera en el canchón de Jircán todos los niños tenían sus billas de la suerte. Uluy estaba feliz, reía, saltaba y abrazaba a todos...
 
 
 
 
Fuente:
 
DIARIO DE UN TINYACO de Aralba.
 

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