domingo, 30 de abril de 2017

EN EL MES DE LA DANZA - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO)


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DANZAS CHIQUIANAS. 
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Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
 
Son como el buen chinguirito,  
que alegra al grande y al pequeñito;
tal vez no todos podamos danzarlas bien,
son nuestras, y tenemos que amarlas siempre.
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Los Diablitos y su Marica, gustan a chiuchis y longevos
hacen piruetas al son del arpa en Corpus Christi,
restallan chicotes y centellan sus espuelas,
 
 siete acróbatas de huancachos cuernos.
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Los nobles Negritos de Navidad,
de terno, mantilla, máscara y sombrero,
danzan con campanilla y regatón plateado,
música triste de violín con picardía y elegancia.
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Los Huarastujoj bailan con píncullo y roncadora
durante el relimpio de estanques y acequias;
imitan a los huaracinos tucru en mano
y asustan un tanto a los niños.
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Gijas o Danzantes los llaman,
rinden homenaje a los guerreros incas,
bailando en círculos y líneas de seis a ocho,
 
luciendo fustanes, máscaras y porras de madera.
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A estas polícromas estampas costumbristas,
suman su galanura los amigables Rucus 
y el Rayán con píncullo sonoro
en las techas de casas.

También danzan el Inca y el Capitán,
Rumiñahui y los Acompañantes,
las pallas y el Abanderado,
con bandas y orquestas.
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Chiquián - 1988
 
 
Danzas chiquianas en imágenes
 
 

 
 
 

 

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LA DANZA DE LOS PALLOS
 
Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
 
 "La Danza Andina: nervio, ala, fuego..." Aralba 
 
La DANZA PERUANA, como expresión de nervuda raigambre popular, usualmente tiene, en el mejor sentido de la palabra, carácter vindicativo. Sentimiento que nace, crece y se multiplica en el alma sensible del pueblo, en la interminable cadena de contiendas de una guerra desigual, que libran el mal y el bien, desde tiempos de Caín y Abel.

Una de las manifestaciones que brilla con luz propia es la DANZA DE LOS PALLOS, a mucho orgullo, legado originario de nuestro suelo, acicalado con el paso de los siglos en la acibarada fragua del sincretismo cultural de dos mundos de disímiles filosofías. Uno, venido de lejos: sinónimo de conquista, desolación y muerte. El otro, autóctono: constructor de andenes de vida.

La mojiganga de los aguerridos chucos recorre a paso de chasqui los polvorientos caminos de la historia, con gemidos de pincullos pentafónicos que brotan de la garganta del curtido chiroco, al compas de la tinya que golpea con diestra mano, esparciendo al viento tonadas de vibrantes notas, llenando de coraje el espíritu del danzante telúrico, que ingresa altivo, con marcada unción al apóstol Santiago, crece en hileras y se ramifica en figuras geométricas de colorida coreografía, mientras va manando volcánico el expresivo ¡Jai, jai, jai, jai…!, grito marcial o alarido, que sale del músculo cardíaco del ágil guerrero; luego “marca el punto”, y finalmente el saludo reverente al Patrono de Santiago de Chuco, a la voz del Pallo Mayor. 

Ritual sagrado con melodías de jugosa cepa milenaria, fusión de misteriosos semitonos que suben de los ríos turbulentos, del viento que ruge impávido, del granizo tamborilero, del trinar canoro de las aves y del trueno que estremece hasta los cartílagos, que es como se fragua la inspiración en el mundo andino. Sano testimonio de credo y folklore de ilimitada riqueza espiritual y cultural, como expresión de mestizaje integrador, bajo el añil y oro del cielo serrano, al amparo de los apus soberanos, de los venerables auquis y de la fe inquebrantable de un pueblo vigoroso.

Espadas de madera y sombreros arremangados, a la usanza del apóstol Santiago “El Mayor”, cual mazos y birretes de corequenques vuelos donde reluce el intelecto de los precolombinos chucos, desafían el vértigo de las agrícolas cumbres para rendir tributo al Dios Catequil, anciano sabio, sembrador de conocimiento en las mentes y los latidos campesinos con sed de aprender, enseñar y compartir en abundancia su dulce fruto.

Pies bravíos empapados de sudor vital, bajo extensas medias y botines apretados, hacen brotar centellas de las piedras eternas, al son de los broncíneos cascabeles que acompañan al interminable zapateo. Gran destreza y resistencia al dolor acerbo, esencia medular de la cosmovisión andina que nutre, revitaliza y anima con bríos la forja diaria desde tiempos inmemoriales.

El atuendo, amalgama del vestido de los cruzados de la Edad Media con la túnica del guerrero chuco, es de tela de algodón de una sola pieza, desde el cuello hasta debajo de las rodillas, de brillantes ocres, verdes, azules o escarlatas, orlados con hilos dorados. Y haciendo contraste con el color del traje, ciñe el talle un vistoso cinturón, y dos bandas en aspa con bruñidos espejuelos cruzando el torso del vigoroso danzante, cuyo rostro inescrutable cubre un tejido de tul.
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La Danza de los Pallos, que se yergue insigne como Patrimonio Cultural de la Nación, tuvo presencia estelar durante el XIV Encuentro Internacional de Capulí, Vallejo y su Tierra, en Trujillo y en la cuna del vate universal César Vallejo. El I FESTIVAL DEL PALLO TRADICIONAL DE SANTIAGO DE CHUCO, realizado el 18 de mayo de 2013, se vio engalanado con la participación de niños, adolescentes y jóvenes danzantes autóctonos de los caseríos de Huashgón, Cunguay, Aguiñuay y Huayatán. Reeditó su performance en  el Festival de Danzas Folclóricas del XV Encuentro Internacional de Capulí, Vallejo y su tierra (20 / 25 de mayo de 2014). 
 
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En la siguiente dirección electrónica, la DANZA DE LOS PALLOS, desarrollada por alumnos del emblemático colegio nacional SAN JUAN de trujillo, centro de estudios donde el escritor Ciro Alegría Bazán tuvo como Maestro a César Vallejo. Asimismo la danza en la versión del grupo ATIK SAMI, en Santiago de Chuco. Hacer clic:


IMÁGENES:
 
  Lidia Irene Vásquez Ruiz 
 
 En Trujillo
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En Santiago de Chuco
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LA VÍSPERA - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO)

Trabajador chiquiano 

La Vergne, 30 de abril de 2017
 
HOLA SHAY:
 
Estudiosos en la materia subrayan que el espíritu de sacrificio y el afán solidario son impulsos naturales del hombre que lo llevan a dar de sí, sin importar que de por medio estén sus bienes materiales, su salud y su vida. Además señalan, que el sacrificio y la solidaridad implican en su acepción más amplia la idea del desprendimiento y la generosidad. La solidaridad es la antítesis del egoísmo que proclama sólo el vivir por sí y para sí. Pero la vida no sólo es individual, también es colectiva donde nadie puede ni debe vivir aislado.
 
Cuando el sacrificio y la solidaridad no se traducen en dádiva, se trasluce en nobles acciones. Por ejemplo, preferir lo difícil a lo fácil, afrontar cualquier peligro para auxiliar a alguien o ayudar al desarrollo de la comunidad. También acudir presuroso a donde se necesita ayuda. En fin, sacrificar la propia existencia por valores más altos que los que ella encierra. Hay muchos ejemplos de sacrificios cotidianos: policías, bomberos, médicos, enfermeras, rescatistas, soldados, carteros, etc. El espíritu de sacrificio y de solidaridad compartida son propios de hombres de buen corazón. Siempre demanda valor y entrega por los demás. En esta oportunidad voy a citar algunos nombres de seres humanos que ya emprendieron el Gran Vuelo, y de otros ciudadanos que son ejemplos vivos, intentando recrear sus obras en bien de la comunidad bolognesina.
 
Llega a mi memoria la imagen del primer “Hombre Araña” que quedó guardada en mi corazón. Fue una fría mañana de fines de junio del 1961. Retornaba de Shincush hasta donde fui gorreando el camión “San Martín”, que iba a Recuay. En circunstancias que sorteaba la bajada, cortando por tramos la vía, pude ver a don Mateo Barba Zubieta, trepado a un poste en lo alto del cerro, haciendo lo imposible por unir dos cables de acero de filudas puntas que lo hacían sangrar. No llevaba casco, guantes, tampoco una soga que lo proteja de las hualancas y las puntiagudas piedras que desde abajo lo miraban como vampiros. Nuestro paisano trabajó casi toda su vida en la Oficina de Correos y Telégrafos. Él, cada vez que se producía un corte en el sistema telegráfico tenía que subir metro a metro los escarpados en terreno sumamente hostil hasta encontrar la avería y repararlo. Recuerdo que al acercarme me brindó unos segundos de su tiempo para responder mi saludo. Minutos después, ya parado en el camino, vi su mirada de satisfacción y sentí su corazón latiendo con fuerza por la emoción de haber cumplido su noble tarea en bien del pueblo. Esta vocación de sacrificio es similar al ejemplo de hombres valiosos como Panchito Alva Palacios, Alberto Núñez Arévalo y don “Muchqui” Valerio Aldave Calderón, quienes tenían que surcar leguas de leguas cuando eran llamados del interior de la provincia para sanar heridas o socorrer a los desvalidos, sin temor a ser contagiados por alguna enfermedad. Seguramente caminaron de noche los abruptos senderos, pues la salud no espera la llegada del alba. De igual modo lo hicieron los amautas Antonio Zúñiga, Juan Fuentes, Teófilo Núñez, Policarpo Zubieta, Nicanor Cerrate, Teodulfo Ramírez, Arcadio Zubieta, Hernán Reyes, Albina Soto, Ernestina Yábar, Amina Rayo, Alejandro Yábar y los demás maestros rurales llevando conocimiento a los pueblos lejannos. También el Supervisor Provincial Marcos Lemus, visitando una a una las escuelas para cumplir su labor de control, viajando a caballo o a pie y entregar los míseros sueldos a los heroicos maestros rurales, las noticias de sus familiares y el azúcar que endulce el agüita de muña.
 
Cómo no recordar a los comuneros en las excelsas figuras de sus líderes de venerable cuño: Absalón Alvarez, Pedro Jiménez, Pedro  Moreno, Juan Ibarra, Félix Jiménez, Pascual Palacios, Marcos Ñato, Arcadio y Juan Ibarra, Pascual Chávez y Abilio Huerta, quienes además de defender nuestras tierras con el grito: 'Romatambo de Chiquián', construyeron canales y caminos en nuestra difícil topografía, estanques y reservorios de agua para el riego, paredes de tapiales interminables y calles por doquier; es decir apuntalaron con sus brazos y sus cerebros el progreso de Chiquián, obras de las que gozamos de niños, adolescentes y en la actualidad. No es menos importante la labor de nuestros panaderos por darnos el pan caliente mañanero y vespertino, quemándose el lomo, las manos y las pestañas durante las largas horas que dura la tarea de amasijo. Cómo no evocar a nuestros mineros de socavón como don Manuel Vicuña y su hijo Apacho, y a don Manuel Roque. 
 
Asimismo a los policías e instructores de Pre-Militar que cuidaban nuestro desarrollo: Pedro Cuevas, “Angelito”, Fausto Chirinos, Cesareo Zarazú, Víctor Morán, Lucho Chiri, Antonio Franco, Cástulo Sánchez, Alejandro Dextre, Pancho Sánchez, Víctor Alvarado, entre otros seres de uniforme verde olivo y azul municipal como don Alejandro Alvarado. De igual manera los coheteros Alberto “Limonta” Núñez de Quihuillán, Baldomero Ramírez y Jacobo Palacios, quienes con su esperado ¡PUN! nos llenaban de dicha en las fiestas costumbristas, poniendo en peligro sus dedos y nariz en cada disparo de avellana o tendida de bombardas en la Plaza de Armas y en el estadio de Jircán.
 
En mis retinas tengo grabados: los helados, las raspadillas y las chalacas, pero de sólo imaginarme que para elaborarlas tan sabrosas: Camilo Bravo, Danielito Garro, Gelacio Valderrama y su papá, José Montoro y Gregorio Carrera, tenían que bajar enormes adoquines de hielo desde Tucu y traerlos paso a paso a lomo de burro, siento escalofríos en el cuerpo y en el alma. También integran esta pléyade de valientes del trabajo productivo nuestros paisanos Bonifacio Peña y Juan Ramírez, los hombres de la “luz al final del túnel”, siempre prestos a iluminar nuestras noches, a costa de quedarse electrocutado el primero, y morir intoxicado por monóxido de carbono el segundo. Del mismo modo los picapedreros Factor, Alejandro y Aurelio Yábar, Apolinario Montoro, Felipe Alvarado y Melchor Romero, quienes a mano, cincelada a cincelada, milímetro a milímetro construyeron molinos de uso rural, batanes, morteros, umbrales y soportes de huaros.
 
Con estos bellos ejemplos, renace ese espíritu de sacrificio por amor al prójimo como estado sublime del alma, alcanzado con sufrimientos e incomodidades, al extremo de convertirse en un hábito, pues los que se acostumbran a experimentar privaciones y molestias, sensibilizan su cuerpo, de tal forma que los más crudos dolores y los más pesados trabajos no dejan huella apreciable en ellos. Cómo no recordar también a nuestros tejedores de antaño: Benito y Pedro Moreno, Marcos y Cesareo Minaya, Florián Rodríguez y Fausto Castillo, quienes confeccionaban de sol a sol: ponchos, frazadas, faldellines, jergas, aperos, pantalones de bayeta, jacus y llicllas. A nuestras tejedoras, bordadoras y costureras: Asunción Aldave, Pili Díaz, Teodora Alva. Goya Anzualdo, Consuelo y Norma Espinoza, Etelvina Tello, Mary Luján, Carmen Montes, Orfila Ocrospoma, Bercilia y Elvira Prudencio, María Rosemberg y Martina Yabar. A nuestra fabricante de coronas Dolorita Aguirre, quien con doña Aquelina de Silva, Dieguita, Orfelinda Portilla, Juanita 'Causa', María Gamarra, Carlos espinoza y la esposa del chofer Leonardo Aldave de Carcas, alegraban nuestros días con sus sabrosos potajes y bebidas al paso.
 
A los trabajadores de la Oficina de Correos y Telégrafos: Pepe Zárate Durand (Jefe), Ana Márquez Ibarra, a nuestra recordada Loyolita, Luz Romero Milla, Pedro Díaz Anzualdo, Mateo Barba Zubieta, Juan Garro Aldave, Antonio Ortiz y Agripino Carrera.
 
A los herreros Ambrosio Chávez, Abilio Huerta y David Aldave que forjaban rejas, barretas, racuanas, visagras, aldabas, herrajes, canchanas. A nuestros fabricantes de tejas y adobes Toribio Allauca e Iuchi Ramírez. A los talabarteros Felipe Vicuña, Benancio Valderrama, Felipe Velásquez, a los trenzadores Cosme Padilla y Agripino Cerrate, al pintor con pellejo de cordero Crisólogo 'Bolívar' Vásquez. También a nuestros sastres Miguel e Icha Durand, Natividad Valderrama, José Gamarra Ñato, Jorge Bolarte, Alicho Romero, Juan 'Palermo' Gonzáles, Elias Damián. A los carpinteros Toribio y Teodoro Moreno, Nicolás Ramírez, Gaudencio Moreno, Casimiro Alvarado, Lorenzo Yábar, Valerio Jaimes, Juan Díaz, Julio Carhuachín, Elacho Ñato, Maurelio Reyes. A los fotógrafos Perfecto Bolarte, Garrito, Cesareo Zarazú, Pepe Zárate, Pedro Zubieta, Víctor Morán, Pedro Cuevas, Guillermo Arbaiza. A don Abraham Bolarte que mantenía a puntos los relojes a cuerda; a los zapateros Rucu Feliciano, Juan Ñato, Alejandro Anzualdo, Samuel Calderón, Mariano Blas, Pedro Alvarez, Lorenzo Padilla, Gregorio Espejo, Estañiz Gamarra.
 
A los panaderos Manuel Castillo, Maurelio Reyes, Simón Rayo, Ignacio Calderón Ramírez, Pepel, Policarpo Aldave, Pascual Palacios, Victoria Montoro, Ela García, Lucinda y Faustina Alvarado, Mercedes Moncada, Pili y Pedro Díaz, Guillermo Garro, Pedro Moreno, Benigno Palacios, Alejandro Lemus, Chanti Alvarado, Alejandro Lázaro, Honorio Jara, Alejandro Rivera, Joaquín Chamorro, el chino Félix Jiménez. A los choferes ruteros que traían y llevaban calor familiar uniendo sin pestañear de Lima a Chiquián a los paisanos, entre ellos Benjamín y Segundo Robles, Luis y Carlos Nuñez, Anaya, Amancio, Teobaldo Padilla, Matuco Galvez , José Maturana, Juan Montes, Leonardo Aldave, Zenobio Alarcón, Armando y Chanti Alvarado, Elías Landauro, José Yábar, San Martín, Keclin Carbajal, Cachay, Ocrospoma, Armando Delgado, La Liebre, Tolomeo Padilla, los hermanos Abundio y Manzueto Santos Flores, Peli Balarezo, Luco y Claudio Ñato, Miguel Moncada.
 
A los techadores Eliseo Calderón, Reymundo Flores, Florentino Alvarado, Teodoro Vásquez (experto en tapiales). A los hojalateros Lolito Rivera, Abraham Bolarte, Manuel Rueda y Bernardo Escobedo. A los productores lácteos Alberto Espejo, Isidro Espejo, Filomeno Meza, Andrés Vásquez, Miguel Romero, Amancio Valdez. A los fabricantes de velas Felipe Ramírez, Accepio Palacios, Lolito Rivera, Daniel Yabar, Mauricio Zubieta. A los albañiles Elías Alvarado, Andrés Lázaro y Perico Izquierdo. A los sombrereros Teófilo Rivera y Rómulo Toro. A don Antonio Padua Toro y su roncadora. A los diestros en bordaduría Eulogio Rivera y don Braulio. A los peluqueros Fidel Balarezo, Pedro Loarte, Chimuco Garro, Elías Rivera, Leonardo Allauca.
 
De nuestros maestros primarios, secundarios y de la Escuela Normal, hay tanto que decir, pues gracias a sus enseñanzas somos seres humanos con mayor conocimiento. Saludo a todos ellos en la persona de doce maestros chiquianos que nos acompañan en la ruta: Pablo Vásquez, Luz Alvarez, Eduardo Aldave, Anatolio Calderón, Anatolia Aldave, Julio Vásquez, Belisario Pardo, Albina Aldave, Zoila Cáceres, Oswaldo Vicuña, Romeo Reyes, Chole Zúñiga... del mismo modo a los trabajadores estatales, comerciantes, base del turismo receptivo, a los músicos y cantantes representados por el maestro Alejandro Aldave Montoro; a los comunicadores sociales y administradores de las páginas chiquianas de la Internet; a los escritores en la persona de Filomeno Zubieta Núñez, a los gobiernos locales, autoridades de Gobierno y comunidades campesinas, a las asociaciones y comités de gestión.
 
Nalo Alvarado Balarezo 
 
Tejedoras de Chiquián, lideradas por Mary Rosemberg, fallecida el 27 MAR 2013 

Son unas pinceladas chiquianas como antesala al DÍA DEL TRABAJADOR; sin olvidar: 'Que bordeando el boulevard de los años los recuerdos se esfuman; por eso evoquemos con amor los bellos momentos pasados en Chiquián y no esperemos el último aliento para abrigar a los que hoy nos piden un poco de calor'. 

Aprovecho la ocasión para renovar mi saludo de cumpleaños a mis primos: Sara Romero Moreno y Eduardo Dextre Balarezo, y mis plegarias por el alma buena de nuestro recordado amigo Tico. 



RECUERDOS... 
 
 A LA MEMORIA DE TICO IBARRA DAMIAN 
 
Entrañable compañero de los juegos primeros, a pocos días de tu viaje a la Mansión Celestial nos encontramos en el distrito limeño de La Victoria. Ibas sonriente al colegio "César Vallejo", donde fuiste magisterio viviente, un fuerte apretón de manos y una franca sonrisa fue tu saludo postrero. Hoy mi alma se estremece recordando tu rostro bajo el vidrio del ataúd...

Parado sobre el frío suelo en silencio sepulcral, sentí que mi corazón naufragó entre los lirios blancos con lágrimas del propio cielo. Desde aquel día, cuando pienso en Quihuillán, veo torcazas sobrevolando Jirishanca, buscando descanso eterno en la Morada de Dios.

Tico:
 
Siempre te llevo en el arcón de mis recuerdos, corriendo en pleno aguacero tras un barquito de maguey tarapaqueño... 

A Tico, mi amigo querido
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Está un barquito de maguey
encallado en el Huayhuash;
el alma que lo mantuvo a flote
se fue buscando el arco iris.

El viento ruge en la cubierta
que va perdiendo sus colores,
las cansadas velas tienen sed
y se inclinan a beber del río.

Ya doblan las campanas,
es hora de las plegarias,
por los tiernos marineros
que ante Dios fueron los primeros.

!Levántate barquito tarapaqueño¡
y navega rumbo al infinito,
que el fulgor del Faro Divino
ilumina tu camino. 
 
 Lima, 27 SET 2005 
 
 Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
 
 




REYDA ALVARADO: CHIQUIANITA BELLA MUJER

JUDITH BALAREZO - LINDA CHIQUIANA

NIEVES ALVARADO

RITMO ANDINO DE HUASTA

La casa vieja - Nieves Alvarado

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ORQUESTA RITMO ANDINO DE HUASTA

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