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La Vergne, 10 de abril de 2016
HOLA SHAY:
Hace tres años murió Sarita Montiel en su casa del barrio madrileño de
Salamanca, acompañada por su hija Thais. El 10 de marzo de 2013, un mes antes de su sensible partida, celebró 85 años de fructífera existencia.
Al pie un breve homenaje en vida.
 Nalo Alvarado Balarezo
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SARA MONTIEL 
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
Qué "santo varón" de los cinco continentes, 
nacido entre 1920 y 1970, no soñó alguna vez, vestido como vino al mundo, junto 
a Sarita Montiel; actriz y cantante española de dulce mirar y labios carnosos, bajo 
cuyos encantos sucumbieron encumbrados escritores y actores, entre ellos Ernest 
Hemingway (El Viejo y el Mar), James Dean (Rebelde sin causa) y Gary Cooper 
(Casanova Brown). En aquel entonces, qué abuelito o padre con mal de 
amores no tenía en su billetera la fotografía de Sarita. En la fiesta de 
Santa Rosa de los sesentas: chiuchis y maltones hacíamos cola para 
deleitarnos de un solo clic con su imagen sensual, en las maquinitas de 
celuloide en blanco y negro, que alquilaba por una peseta don Enrique de Llaclla, 
terminando almidonado el bolsillo más gastado del uniforme comando.
Durante una tertulia sabatina mi papá nos contó, que en Carcas, una 
tarde de agosto de los cincuentas, dos paisanos se agarraron a huaracazo limpio por 
asuntos de cuernos en plena fiesta de la Virgen del Carmen. El más 
corpulento, ante los demoledores golpes huesudos que venía recibiendo en el rostro, 
cubrió su ñata con la foto de Sarita que llevaba consigo, ganando
 por abandono del flacucho rival. Un inesperado knock-out  técnico que dejó 
pasmado a más de uno, todos admiradores secretos de la belleza de Sarita.
Como
 hija de buen gañán en campo manchego, lugar donde 
Cervantes recrea las andanzas del ingenioso hidalgo don Quijote y su 
leal 
escudero Sancho Panza, Sarita abrió surcos amplios y profundos fuera de 
la 
Península Ibérica, brillando con luz propia en el cine de oro mexicano 
junto a 
María Félix, Dolores del Río, Katy Jurado, Pedro Infante y Acucho Lara; y
 Hollywood, meca del cine, cayó rendida a los pies de la diva de piel 
canela y 
voz seductora. Más de 50 películas dan cuenta de sus proezas que la 
ubican como 
una de las actrices más taquilleras del mundo, de todos los tiempos 
(Veracruz, 
Yuma, Cárcel de mujeres,  La Violetera, El último tango, Pecado de 
amor…). Ni 
qué decir de las canciones que interpretó e interpreta con sentimiento 
hispano:  
Fumando espero, Bésame mucho, Contigo aprendí, etc.
María Antonia Alejandra Vicenta Elpidia Isidora Aurelia 
Esther Dolores Abad Fernández, artísticamente conocida como Sarita Montiel, lleva  
68 años trabajando sin detenerse a mirar las manecillas del reloj, mientras el 
tiempo, verdugo de miles de millones de humanos, transcurre favorable a su 
hermosura de misteriosa eternidad, que ni siquiera la fresca piel de las 
esculturales sex simbol, que ahora están en sus cuarteles de invierno: 
Raquel Welch,  Isabel Sarli y Bo Derek, lograron eclipsar.
Mito y soberana del cine o mujer de legendaria belleza, 
de carisma y autoestima sin par, sueño de generaciones enteras que siguen y 
seguirán vitoreando su arte y aplaudiendo su talento a lo largo del tiempo y lo ancho del planeta...
Hoy, domigo 10 de marzo de 2013, a sus 
ochentaytantos años recién cumplidos al rayar el alba, sigue dando 
briosos impulsos en el arte. 
Para verla divina y escuchar su cadenciosa voz en 
el tango “Yira.. yira”, solamente se tiene que hacer clic en esta 
dirección:
Yira…  
yira
Tango 
1930
 
Música y letra: Enrique Santos 
Discepolo 
Cuando la suerte que es grela,
fayando y fayando
te largue parao;
cuando estés bien en la vía,
sin rumbo, desesperao;
cuando no tengas ni fe,
ni yerba de ayer
secándose al sol;
cuando rajés los tamangos
buscando ese mango
que te haga morfar...
la indiferencia del mundo
-que es sordo y es mudo-
recién sentirás.
Verás que todo el mentira,
verás que nada es amor,
que al mundo nada le importa...
¡Yira!... ¡Yira!...
Aunque te quiebre la vida,
aunque te muerda un dolor,
no esperes nunca una ayuda,
ni una mano, ni un favor.
Cuando estén secas las pilas
de todos los timbres
que vos apretás,
buscando un pecho fraterno
para morir abrazao...
Cuando te dejen tirao
después de cinchar
lo mismo que a mí.
Cuando manyés que a tu lado
se prueban la ropa
que vas a dejar...
Te acordarás de este otario
que un día, cansado,
¡se puso a ladrar!
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