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“EL HERMANO SAN FRANCISCO DE ASÍS
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CANJEÓ SU HÁBITO POR UN PONCHO HABANO”
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Por Juan José Alva Valverde (Pepe)
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Por Juan José Alva Valverde (Pepe)
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Leyendo los comentarios sobre uno de mis escritos, meditaba acerca del cariño que le tenemos a nuestra cuna natural, nuestra patria chica, nuestra madre terrenal, o simplemente el lugar donde hemos nacido. En mi caso, lo llamo “Chiquián querido”, porque representa lo mejor, porque allí viví los momentos más hermosos de mi existencia; como en algún momento coincidimos con Pacho Díaz, en que las vivencias mas queridas son las de nuestra niñez y pubertad, al lado de los padres, hermanos y amigos sinceros.
Recuerdo al orgulloso 378 de mi infancia; a la escuela de Mujeres en la Plaza de Armas, le decíamos "mandil blanco"; a la Pre – Vocacional de Varones, con sus amplias aulas, su bosque de árboles, su piscina y su coliseo deportivo; al glorioso “Coronel Bolognesi”, con sus gallardos muchachos de comando beige, su insuperable banda de músicos y su indesligable viril Jaracoto; al colegio de mujeres Santa Rosa de Lima y sus hermosas muchachas con su gala de azul y blanco: de falda, blusa, bolero-(chaleco)- corbata, boina y guantes; a la Escuela Normal Mixta, de jóvenes con gala plomo jaspeado, alma mater de excelentes y dignos maestros; posteriormente el INA, y sus técnicos agropecuarios.
Tambien recuerdo los patrióticos emplazamientos cívicos en la plaza de armas en el Día de la Madre y el 28 de Julio; el 7 de Junio en la plazuela del héroe del Morro de Arica, el Coronel Francisco Bolognesi; cuando los estudiantes al lado de sus maestros y público, llegábamos al cenit del patriotismo.
¡Cómo! no valorar en su justa medida, a los equipos de fútbol de antaño que vi jugar y a algunos tuve el honor de enfrentar: Sport Cahuide, el Club B.I., el Atlético Tarapacá, Defensor Jaimes y el Deportivo Cultural Social Alianza Chiquián; ¡cómo! no rendirles un merecido homenaje de reconocimiento y gratitud a los que destacaron en tan competitivo deporte de pundonor, esfuerzo, constancia y valor, a los que pude observar, con algunos alterné y con otros competí:
- Pablo Vásquez Veramendi, el “espectacular Macollado”. Tengo en mi memoria aquel partido cuando faltando pocos minutos para su culminación, el arbitro cobró un penal en el arco de Macollado. Si era gol, empataba el equipo contrario; todo Jircan enmudeció, las ¡hurras, rrá, rrá!, y las ¡huiscas, huiscas! de las muchachas que acudieron a observar a Macollado, de complexión atlética y reacción felina, con la esperanza de que al finalizar el partido obtuvieran, aunque sea una mirada de su “adonis”, no se escuchaban más. Los chiuchis quedamos estupefactos con boca y ojos, demás abiertos. El ejecutante pateó con alma, corazón y vida, Macollado se estiró hacia su izquierda y el balón iba en sentido contrario, cuando en un esfuerzo inexplicable, Macollado rechazó el balón con el pie derecho, con tal fuerza, que el balón casi llegó a media cancha; la algarabía fue tal, que invadimos el campo de juego; al arbitro no le quedó mas que dar por finalizado el encuentro. En la escuela, a la hora del recreo, todos queríamos ser arqueros, emulando a Macollado.
- Hualu, el de la hoja seca.
Leyendo los comentarios sobre uno de mis escritos, meditaba acerca del cariño que le tenemos a nuestra cuna natural, nuestra patria chica, nuestra madre terrenal, o simplemente el lugar donde hemos nacido. En mi caso, lo llamo “Chiquián querido”, porque representa lo mejor, porque allí viví los momentos más hermosos de mi existencia; como en algún momento coincidimos con Pacho Díaz, en que las vivencias mas queridas son las de nuestra niñez y pubertad, al lado de los padres, hermanos y amigos sinceros.
Recuerdo al orgulloso 378 de mi infancia; a la escuela de Mujeres en la Plaza de Armas, le decíamos "mandil blanco"; a la Pre – Vocacional de Varones, con sus amplias aulas, su bosque de árboles, su piscina y su coliseo deportivo; al glorioso “Coronel Bolognesi”, con sus gallardos muchachos de comando beige, su insuperable banda de músicos y su indesligable viril Jaracoto; al colegio de mujeres Santa Rosa de Lima y sus hermosas muchachas con su gala de azul y blanco: de falda, blusa, bolero-(chaleco)- corbata, boina y guantes; a la Escuela Normal Mixta, de jóvenes con gala plomo jaspeado, alma mater de excelentes y dignos maestros; posteriormente el INA, y sus técnicos agropecuarios.
Tambien recuerdo los patrióticos emplazamientos cívicos en la plaza de armas en el Día de la Madre y el 28 de Julio; el 7 de Junio en la plazuela del héroe del Morro de Arica, el Coronel Francisco Bolognesi; cuando los estudiantes al lado de sus maestros y público, llegábamos al cenit del patriotismo.
¡Cómo! no valorar en su justa medida, a los equipos de fútbol de antaño que vi jugar y a algunos tuve el honor de enfrentar: Sport Cahuide, el Club B.I., el Atlético Tarapacá, Defensor Jaimes y el Deportivo Cultural Social Alianza Chiquián; ¡cómo! no rendirles un merecido homenaje de reconocimiento y gratitud a los que destacaron en tan competitivo deporte de pundonor, esfuerzo, constancia y valor, a los que pude observar, con algunos alterné y con otros competí:
- Pablo Vásquez Veramendi, el “espectacular Macollado”. Tengo en mi memoria aquel partido cuando faltando pocos minutos para su culminación, el arbitro cobró un penal en el arco de Macollado. Si era gol, empataba el equipo contrario; todo Jircan enmudeció, las ¡hurras, rrá, rrá!, y las ¡huiscas, huiscas! de las muchachas que acudieron a observar a Macollado, de complexión atlética y reacción felina, con la esperanza de que al finalizar el partido obtuvieran, aunque sea una mirada de su “adonis”, no se escuchaban más. Los chiuchis quedamos estupefactos con boca y ojos, demás abiertos. El ejecutante pateó con alma, corazón y vida, Macollado se estiró hacia su izquierda y el balón iba en sentido contrario, cuando en un esfuerzo inexplicable, Macollado rechazó el balón con el pie derecho, con tal fuerza, que el balón casi llegó a media cancha; la algarabía fue tal, que invadimos el campo de juego; al arbitro no le quedó mas que dar por finalizado el encuentro. En la escuela, a la hora del recreo, todos queríamos ser arqueros, emulando a Macollado.
- Hualu, el de la hoja seca.
- Los profesores Gamarra y Cordero, trabajaban en Huasta y venían a jugar a Chiquián, excelentes deportistas.
- Los normalistas: Leandro, Roshi, Hugo Gomero, Chimpa, Saco.
- Los muchachos del Coronel Bolognesi: Teobaldo Luna, dribleador, centro delantero neto y goleador; Conde, puntero derecho, veloz y acertado en los centros al área; mi promoción, Coco Saldívar, goleador por temperamento.
- Los muchachos del INA: Emir Sánchez y Ricardo Palacios.
- Acucho Zúñiga, excelente futbolista y deportista, gallardo y pundonoroso, de juego técnico y vistoso.
- César Ortiz (Choclón), a mi modesto entender, el mejor delantero que ha tenido Chiquián en mis tiempos, de inmejorable biotipo, atlético, esbelto, rapidez mental para el juego, eficiente cabeceador, pateaba con potencia, organizaba ataques y bloqueaba el juego del rival en media cancha, hacia respetar a su equipo en su calidad de capitán. Tuve la suerte de escuchar a uno de los que jugaron con él, lo que aconteció en un pueblo del Callejón de Huaylas que celebraba su fiesta patronal. Conocedores de la calidad de juego de los chiquianos, nos invitaron para participar de un campeonato. El equipo de casa conformó un buen equipo, a uno de sus jugadores le decían “Mocho”, porque le faltaba el dedo cordial de una de sus manos, un magnífico volante, líder y el mejor. Una noche antes del partido la gente del lugar con orgullo y algo de soberbia, repetía por las calles: “mañana veremos al mocho anulando en el campo a Choclón”. El día fijado, César Ortiz estuvo diablo, fue uno de sus mejores partidos, bailó al “Mocho” y marcó los dos goles con el que Chiquián ganó.
¡Qué Chiquiano! no debe sentirse orgulloso de sus músicos, como don Florentino Aldave, Eleodoro Gamarra, Juan Jaimes, Carlos Alvarado; los brillantes guitarristas: el “mano de oro” Bellota Escobedo; el “zurdo” Máximo Calderón; el profesor Orduña; mi amigo Pacho Díaz; los contemporáneos de la canción chiquiana; el folclorista Carlos Oro, y la dulce voz de Nieves Alvarado.
Orgullo y respeto por hombres y mujeres de ciencia, como el Dr. Manolo Barrenechea, traumatólogo de renombre; Dr. Marco Zúñiga, neurocirujano de amplia experiencia; Dra. Amelia Cerrate, connotada oftalmóloga; el Físico y Dr. en Ciencias y tecnología, Acucho Zúñiga; el economista Ovidio Jiménez Jaimes.
Hombres de leyes, letras y militares: Dr. José Zubieta Béjar; el estimado maestro y abogado Herberto Aldave del Castillo, coautor del himno chiquiano “Aguas de Usgor”; el Comandante General de la FAP Pedro Enrique Minaya Torres; don Alberto Carrillo, con su obra cumbre Luis Pardo, el Gran Bandido; el maestro Rubén Barrenechea Núñez, con su obra “Turumanya”; el Maestro Mario Reyes Barba, autor de “Chiquián la incontrastable villa”, y su narración bandera: Pisanamaría; don Vidal Alvarado Cruz con su obra “Estampas Chiquianas”; el magíster Filomeno Zubieta Núñez, de amplia producción literaria; la maestra, poeta y declamadora, María Anatolia Aldave Reyes; el estimado, militar e ingeniero Hugo Agüero Alva, con su obra, “30 de Agosto en el pueblo de Chiquián”; el estimado Efraín Vásquez Veramendi, con su obra “Crónicas Chiquianas”; mi hermano espiritual, Vladimiro Reyes Gamarra, a mi modesto entender el mejor periodista que ha parido Chiquián, con su revista “Hola Chiquián”, y su programa radial, “Buenos días Chiquián”.
Los que están iniciándose en este bonito hobby literario; el estimado Acucho Zúñiga y su Blogspot de temas científicos y otros; Jorge Vásquez Veramendi; el estimado Eduardo Martín Cerrate, además, declamador innato.
Hoy, que la cocina peruana está en su mejor hora, ¡cómo! no sentirnos orgullosos de la comida chiquiana, de sus exquisiteces, de sus quesos, mantequilla, manjar blanco, miel de abeja; de sus panificadores y sus deliciosos productos, biscochuelos, jaratantas, tortas de maíz, inclusive el pan común es un manjar frente al pan limeño. Sería espléndido que durante las épocas festivas con asistencia de visitantes, la Municipalidad organice una gran feria en Chiquián, donde se vendan nuestros productos, entre ellos el pan, para evitar las colas como el de agosto último.
De los pocos lugares que conozco, por el sur hasta Ica; por el norte hasta Chulucanas, pueblito piurano con aire serrano y techos de teja; por la ruta de Chiquián hasta Llata; casi todos los poblados de la provincia de Bolognesi; los poblados en la vía Conococha Huaraz, con salida hacia Chimbote y Lima; desde Huanchay de la costa, la subida a Ocros, y a la mina de Chinchis; los poblados de la vía Lima Huamantanga, en Canta; en todos ellos no hay un valle tan hermoso, mejor dicho no he visto un cuadro tan bello como el de Espejito del cielo; las alturas de Parientana con su arborizado verdor, el viril Garacoto, testigo de los aguerridos del “Coronel Bolognesi”; “Cerrito de Huayalpampa, testigo de mis amores”, cantábamos los serenateros, rasgando el silencio de las noches oscuras como mi suerte, cerrito donde culmina Capillapunta, portadora de la cruz, símbolo de religiosidad de su pueblo; Putu el que riega la vegetación de los bosques de Cochapata, las chacritas de Racrán y de Oro Puquio; la campiña hacia mi querida Tulpajapana, testigo y cómplice de mis amoríos, con su caminito empedrado y sus pircas que remedan el reptar de las culebritas de Tranca; de allí cual vestido de novia se desliza un valle hermoso hacia Muchcash, y al plateado Aynín por el este; y por el oeste, abarcando el chamizado y desequilibrado Chivis, pasando por Tranca, observamos el valle fértil de Chinchupuquio, donde las manzanas verdes dulces con su acidito que las hacen mas apetecibles; me recuerdan las letras de un huayno muy cantado;
“El amor y la naranja,
tienen un gran parecido,
por más dulce que fueran,
siempre tienen su amarguito”.
Obraje, fundo fértil de antigua tradición, es tocada en su lado derecho por el serpenteante plateado aynin; cerramos el círculo con Cutacarcas, donde antaño floreció una de las queserías afamadas de nuestra zona y reconocidas a nivel internacional.
La catarata del Usgor celestino, lugar encantado de aromada brisa donde los juramentos de amor y el te quiero son esparcidos por el viento; ¿quién no ha suspirado por un beso robado frente a la catarata? ¿Quién no ha cantado el himno chiquiano?:
“Aguas de Usgor, aguas hechizadas,
testigo mudo de mis amores,
de mis amores con una chiquiana…
En medio de todos los paisajes mencionados, vive y vibra un pueblo hermoso y pujante que hoy se muestra señorial con construcciones modernas, y con enlaces acordes a la globalización; desde Caranca se observa la mixtura de sus techos, las tejas miran de reojo a las calaminas, las ramaditas de paja son mínimas, ellas comprenden y dan paso a la modernidad; hacia el este, maravillado e imponente contempla extasiado el edén chiquiano, el majestuoso Yerupajá; un arco iris resplandece en un cielo de ensueño, incomparable, insuperable, sus algodonadas nubes blancas, nos inspiran una oración de agradecimiento a la que pintó esta acuarela natural, nuestra protectora Santa Rosa de Lima; y al que esculpió en las bases de nuestros cerros, nuestro protector San Francisco de Asís, un “Espejito del cielo, llamado Chiquián”.
“Hermano San Francisco de Asís;
tú que esculpiste cual talentoso orfebre,
en las bases de los cerros que circundan
mi añorado Chiquián querido,
un pueblito bello,
con campiñas y cielo de ensueño.
Tú que te identificas y has decidido
ser chiquiano,
canjeando tu hábito por un
“Poncho habano”
Tú que observas desde tiempos remotos,
la fe y el fervor a la virgen María en Mayo,
la devoción al sagrado Corazón de Jesús en Junio,
y la entrega total a santa Rosita en Agosto,
por la fe y religiosidad de tu pueblo chiquiano,
Imploro tu protección y bendición,
para los chiquianos, allá en el bello jardín,
para los dispersos por nuestro grandioso Perú,
y para los que cruzaron fronteras buscando un fin.
A todos danos salud, valor y fe,
para proseguir en la brega cotidiana
buscando un norte en el horizonte,
llevando en el corazón y en la mente
la tradición de un pueblo pujante.
Te pido además si no es mucho pedir,
realices el milagro, de no agredir;
y para que ahora y siempre,
un “chiquiano,
no sea el peor enemigo de otro chiquiano”.
Lima, OCT 2009
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GALERÍA FOTOGRÁFICA
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