Por: Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
Aún cuando el cielo tupucanchino está gris, amenazando con un fuerte aguacero, es un día feliz para mí, pues mamá Eni ha venido aprovechando el fin de semana escolar, trayéndome cuadernos, lápices y un libro: “El Perro Leal”. Ella es hermana de mi mamá y se desempeña como preceptora en Ticllos, un bello pueblito del interior de la provincia de Bolognesi.
Mientras mi abuelita Catita cocina, nos cuenta sobre Luis Pardo: de su amor por los niños, de su generosidad con las madres y los ancianitos pobres. Nos dice que era muy sensible y que hablaba bonito, que siempre andaba con su cabalgadura, generalmente sin compañía, que algunas veces lo vio melancólico contemplando los glaciares del Tucu Chira. Nos comenta que el maestro Alberto Carrillo visitó la puna en enero y que ella le contó lo que sabe sobre Luis Pardo, le dijo que es poeta, pero él no le cree, dice que no tiene pruebas. “Él está escribiendo un libro sobre su vida”, nos subraya, emocionada.
Aprovechando que mi abuelita ha ido a traer boñiga para el fogón, mamá Eni toca su mandolina. A ella le gusta cantar el vals “Dolores”, también huaynos chiquianos y chuscadas huarasinas, pero lo que más le gusta, es cantar “La Andarita” de Abelardo Gamarra “El Tunante” y de Justo Arredondo. ¿Recuerdas mamá Eni?: “Ven acá mi compañera; ven tú, mi dulce andarita; tú sola, sola, solita, que me traes la quimera, de aquella mi edad primera..., ven consuela al solitario que por jalcas y oconales, sin hallar fin a sus males, va arrastrando su calvario…”.
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Ya vuelve mi abuelita con un jacu de boñiga sobre su espalda y callan los trinos de la mandolina. Mamá Catita nos relatará sobre la “medallita de Luis Pardo”. Mamá Eni alisa mis cabellos con sus manos. Estamos atentos, sentados junto al fogón donde hierve la sopa de habas, y mientras mi abuelita monda papas para el segundo, nos relata esta historia:
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“Un día, cuando se iba la tarde, llegó Luis Pardo y mamá Lipuquita salió a recibirlo; él venía impaciente, le preparamos su cama, pero nos dijo que dormiría en la choza que está en la loma y que saldría de madrugada hacia Recuay donde lo esperaba un amigo; entonces llevamos a la choza unos pellejos y frazadas. Ya en la cocina mientras merendábamos nos contó, que hacía unos días viajó de Huaraz a Chiquián, llegando a la medianoche y que al llegar a la casa de uno de sus primos, se enteró que lo andaban buscando unos gendarmes, entonces descansó una horas y salió del pueblo con las estrellas tintineando en el cielo.
Cuando cabalgaba hacia Pancal, una persona sacó un revolver por entre las chamizas, apuntándolo, y con voz fina le exigió el dinero que llevaba. Luis Pardo desmontó pensando que era una mujer y se acercó intentado tranquilizarla.
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Ya cuando estaba a unos pasos se dio cuenta de que se trataba de un adolescente, quizá un niño y haciendo de “tripas corazón”, de un salto le arrebató el revolver. Revisó el viejo “Colt” y no tenía balas, una sonrisa dibujó sus labios.
-Tú no eres un asesino, ¿qué te está pasando? –el adolescente con lágrimas en los ojos, respondió:
-Discúlpeme señor no quise hacerle daño, sólo quería su dinero para llevar a mi hermanita a Huaraz, ella está muy enferma y los arrieros nos cobran mucho. Por encargo de mi mamá he ido a prestarme plata de un hacendado, pero ha viajado a Lima. No tenemos papá y se está muriendo señor.
Luis Pardo, con las pupilas húmedas, sacó el dinero que portaba y le entregó, pero no era suficiente según sus cálculos, entonces pensó: “si le doy mi reloj de bolsillo o le digo que vaya donde un amigo para que le preste el dinero de mi parte, me delato y mis perseguidores me ubicarán". Pero al hallar en su mente una salida a su encrucijada, desabotonó su camisa y sacó la medallita que pendía de su cuello, pensando: “Julia me dio el regalo que su papá Antuco le hizo, ella es la única que sabe que la tengo, no habrá problemas, la alegría que sentirá el muchacho será la medallita que llevaré en el corazón de por vida”.
-Toma esta medallita, por ella te darán lo suficiente. Les alcanzará para el viaje de ida y vuelta, para la curación de tu hermanita y de repente para sus alimentos. No comentes con nadie lo sucedido y menos hagas lo que hiciste hoy, que te pueden lastimar, eres un buen muchacho y siempre cuida a tu familia –el día empezaba a clarear...
-Gracias Señor, que Dios se lo pague, le prometo ser un hombre de bien…”
Paisanos: ADELINA VICUÑA DE CALDERÓN y NORMA YANET MATURANA ALDAVE. Mañana apagan velitas: CÉSAR AUGUSTO PARDO CÁCERES, JULIO CÉSAR BARRENECHEA MINAYA y AMANCIO ALBERTO CHÁVEZ NEYRA. Que Dios los bendiga.
Un día como hoy, también nació en Chiquián nuestro paisano HERNÁN REYES AGUIRRE, quien acudió al llamado del Señor en agosto de 2005. Oremos por su alma generosa. Al pie una breve semblanza sobre su vida:
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