viernes, 12 de junio de 2020

SENSIBLE FALLECIMIENTO DEL DILECTO MAESTRO Y EMPRESARIO ANCASHINO ARTURO JO LÓPEZ







 RECUERDOS




LOS MAESTROS DEL COLEGIO NACIONAL 

"CORONEL BOLONESI" DE CHIQUIÁN 


Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)

Todos ellos llenos de energía y esperanza, con sensibilidad, nobleza y mucha pasión por enseñar. Siempre se consideraron muy afortunados con su trabajo. Recuerdo que mi profesor Carlos Collantes de los Santos, nos leyó de un libro la meditación de un Maestro: 'A un obstetra se le permite traer una vida en un momento mágico; al maestro, que esa vida renazca día a día con nuevas preguntas e ideas. Un arquitecto sabe que si diseña bien una estructura, puede permanecer muchos años en pie. Un maestro sabe, que si construye con amor y verdad, lo que construya, durará para siempre'. 
 
Parafraseando un pensamiento universal aprendido en el Colegio Nacional "Coronel Bolognesi" de Chiquián, mis maestros fueron: 'un grito de fe porque creyeron en simples mortales como nosotros. Un pregón de esperanza, porque sembraron lo que estamos cosechando con creces. Un testimonio de amor, porque morían un poco cada día para que vivamos plenamente'. Todos los recuerdos plasmados en las pizarras de nuestro colegio del jirón Leoncio Prado, que expresaron a viva voz sus mentes y corazones, están guardados en el cuaderno de la vida, que es la experiencia, y lo abrimos cuando nos aprieta el recuerdo. Quizá no será el sudor de su frente lo que podamos palpar ahora, pero sí sus ganas de ayudarnos poniendo todo su empeño e inteligencia a nuestro alcance.

En el 'Coronel Bolognesi' de mis años mozos, era más saludable convencer que obligar; es por ello, que cada alumno se constituía en el motor de su propia educación. El objetivo de  nuestros maestros no era la información-conocimiento, sino la formación-sabiduría. No la entrega diaria de datos sueltos a través de dictados, sino el fomento de ideales mediante el diálogo, como actitudes para encarar los retos cotidianos. Las mejores lecciones de nuestros maestros fueron sus buenos ejemplos. Los maestros, de acuerdo a corrientes educativas de avanzada, partían del supuesto axiológico, de que educar es más que instruir, siempre con primacía de lo formativo, forjando valores e interiorizando su importancia en la vida, donde lo fundamental no es saber mucho, sino consolidar los conocimientos y las experiencias en una personalidad afirmada sobre valores humanos.

Gigantescos cambios se están produciendo en el mundo, estimulando la necesidad de contar con grandes maestros como de aquellos buenos tiempos: La revolución de los medios de comunicación, el rápido avance científico y tecnológico, una ascendente violencia y fragilidad moral..., desafíos que exigen una educación que impulse el desarrollo integral de los educandos, con autodominio de sus emociones y afectos, que formen personas competentes, conocedoras a ultranza de sus derechos y obligaciones, con capacidad para enfrentrar y resolver los problemas que nos afligen.
 
Por estas consideraciones, mi eterna gratitud a los profesores que están en el cielo y a los presentes: Asunción Aldave Barba, Desiderio Angeles Giraldo, Manuel Aquino Valverde, Nelson Amésquita, Arturo Angulo Arana, Hernán Arguedas Loli, Jesús Ayala Ruiz, Orestes Banda, José Bazán Ramos, Guillermo Bellido, Julio Carballido, Valeriano Centeno Padilla, Elva Colquicocha Pérez, Carlos Collantes De Los Santos, Claudio Córdova Guimarey, Elisa Cossio Barrera, Rodolfo Chávez Sánchez, Luis Chiri Núñez, Teodoro Dextre Huayanay, Lorgio Espíritu Toribio, Sergio Figueroa Cuentas, Máximo Flores Oré, Isaac Flores Sáenz, Antonio Franco, Nivardo Fuentes Pardo, Eleodoro Gamarra Salinas, Vidal Garro Ayala, Juan García Carrasco, Oscar y Gudberto Ibarra Lozano, Jesús Jaime Quiñones, Gaspar Jaramillo Cruz, Amador Huaman Ventosilla, Arturo Jo López, Visitación Laos Jara, Oswaldo Mautino Zambrano, Zoila Mejía Baca, Doris Montoro Vicuña, José y Jorge Montoya Delgadillo, Ada Morocho Alvarado, Fabio Navas Rodríguez, Orlando Ñato Bríos, Manuel Orduña Moncada, Elinora Orrego B., Juan Otiniano Minchola, Luis Paucar, Manuel Quispe Hinostroza, Noemí Ramírez Espinoza, Rubén Robles Moreno, Ciro Sagástegui T., Marco Salazar Jácome, Pablo Velasquez Julca, Armando Yong Chávez, Cesareo Zarazú Padilla y al Dr. Federico Zubieta Bejar (en esa época, alumno visitante de la UNMSM).

Del mismo modo a los integrantes de la Planta Administrativa: Ambrosio Gamarra, Félix Jiménez, Fanor Alva, Pablo Márquez, Luis Jaimes, Hortensio Balarezo, Bernardino Castillo, Abilio Jara y Orestes Banda. Y de manera muy sentida a mi maestro Manuel Roque Dextre, autor de la bella inspiración poética: 'Huérfano en la pascana del recuerdo, el corazón sólo canta a la esperanza'.
 
 
 
 
 TOROS Y NOVILLEROS

Los toros 
 
 
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Los bóvidos que salen al ruedo chiquiano provienen de las ganaderías enclavadas en las estribaciones del Jirishanca y la puna bolognesina a más de 4,500 metros de altura. Algunos comisarios llevan novillos de casta a pedido de los novilleros profesionales contratados. En los años de mayor realce de la fiesta brava chiquiana (décadas del 50 y 60), brillaron con luz propia los astados de don Pedro Gamarra, cuya ganadería se hallaba alrededor de la laguna de Jahuacocha, en plena cordillera Huayhuash. También de las familias Bustamante y Pozo de Huallanca; de don Ernesto Vásquez en las alturas de Yanashalash, y del profesor Manuel Roque en Pache, ambas en Aquia. 



 
Comentan los expertos chiquianos: "Detrás de estos ágiles y fuertes toros obran muchos años de labor del ganadero, amén de los callados parajes donde el toro pasea calmo su bravura. La madre por instinto oculta a los ojos humanos la ralea de su cría. Con el paso de los meses los juegos entre los becerros advierten al criador la casta de los pequeños; es cuando empieza su cuidado entre el frío y la soledad de la llanura". Parafraseando a los duchos criadores de toros bravos de Pachapaqui: "El trapío, el color, la bravura, el poder y demás características de los toros, dependen del lugar de procedencia, en una suerte de 'contagio' con el medio natural". Después de un trabajo paciente del criador, a los cuatro años el toro está listo para realizar una buena faena.
 

 
 
Muchas veces llegan al ruedo animales toreados. Son los llamados matreros, jugados, traicioneros o mañosos, porque van directamente a la persona, dejando cuerpos, ponchos y sombreros regados a su paso, con su respectivo tributo de sangre, manteniendo en vilo a propios y extraños. Unos dicen que a los toros les llama la atención el color encarnado, provocándoles conductas violentas frente al capote o la muleta. Otros dicen que ven en blanco y negro solamente. En sí no hay nada científicamente demostrado; lo cierto es que cargan contra el movimiento, y eso lo sabe todo el mundo.

 


Cuando estos toros se emplazan nadie se anima a moverlos ni siquiera con madrineras, varas, cabestros y sogas. Es usual ver toros distraídos y remolones que parecen yuntas (domésticos) o animales criados para carne, motivando que la tarde sea sosa y aburrida con bostezos en las palincas y los camiones.



 
La llegada de los toros es un espectáculo aparte. Los comisarios, asistidos por personas expertas, dan el alcance a los arreadores, previniendo a los chacareros y caminantes durante el recorrido. Una vez en la periferia del pueblo son llevados a los potreros, donde permanecen con vigilancia hasta el día de la corrida. No faltan las 'voladas' alertando que los toros se han escapado, generando desconcierto en la población, sobre todo en los niños paseanderos.
 
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Nuestros novilleros
 
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Muchos fueron los aficionados chiquianos que con capote en mano, castilla, ponchos, chalinas, sacos, camisas, casacas, pañuelos y pañolones, demostraron sus dotes de torero. Entre los herederos de Manolete que vi torear en el monumental de Jircán, descollaron: Valerio Aldave 'Muchqui', Crisólogo Ramírez 'Quishula', Manuel Vicuña y su hijo Aparico 'El flaco Apacho', Manuel Castillo 'El chino', Pablo Márquez 'El terror de Chivis', Moisés Aldave 'Moichi', Pablo Vásquez 'Macollado', Iván Robles "Cuay" y Víctor Rafael Morán 'El trucha', quienes daban clases de tauromaquia andina bajo los acordes de un pasodoble con sabor a huayno, que entonaban las bandas de músicos. 
 
 
 "El Trucha" de blanco y negro, escoltado por Efra Vásquez y Pacho Díaz
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La presencia de estos buenos novilleros era esperada por el pueblo, sobre todo de 'El Trucha' porque su muleta lamía una y otra vez los costillares del toro, ahogando de emoción las gargantas femeninas en las palincas. Por su temple y coraje, "El Trucha", a mi criterio, es el diestro que más parecido tiene con Palomo Linares, aquel lidiador de toros fallecido en Madrid el 24 de abril de 2017, tres días antes de cumplir 70 años de vida. Descansa en paz, Palomo.
 
Algunos años de la década del sesenta nos visitó el torero 'Cabrera', a quien veíamos caminando acompañado del formidable profesor de Educación Física Arturo Jo López, entrañable amigo de nuestros padres, con los años uno de los más prósperos comerciantes de telas en Huaraz.
 
 
Ancashinos: Carmelino Carrillo Barrenechea, 
Marcelo Cerrate Ángeles y Arturo Jo  López
(Chiquián 2010). Foto: Nalo
 
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La mañana del 3 de setiembre de 1977, contemplando el armado de palincas en el ruedo de Jircán, mi padre me comentó: que durante la segunda corrida, a finales de los años 20, ingresó el último toro de la tarde con una potencia tal, que puso en vilo a los asistentes. Días antes el toro había llegado de Yanashallash (Pachapaqui, Aquia), escoltado por un harén de caderonas madrineras.
 
 


 
El toro tenía un trapío nunca antes visto en Chiquián: media tonelada de peso, pelaje chivillo brillante, cabeza erguida, rabilargo, ojos encendidos como chispas de pira, gemelos descolgados sin modestia alguna, cuernos brochos muy afilados, abundante pelo rizado en la frente y prominentes músculos en la joroba y el cuello.

El toro dio una vuelta en el ruedo como empujado por un tifón y se paró en el centro, mostrando a los cuatro tendidos su recia estampa espartana. Su presencia era tan avasalladora, que durante unos minutos el silencio fue sepulcral. Ni un espontáneo, de los cientos que estaban parados debajo de las palincas, se animó a retarlo. De pronto salieron del lado sur los conocidos novilleros: Luis Marzano (Lucho de Alcococha), Valerio Calderón (Muchqui de Oropuquio) y David Aldave (Lapicho de Jupash). Los tres hicieron delirar al público con su arte taurino, entre oles estentóreos que incitaron un pasodoble en la palinca del nuevo capitán de la fiesta, donde estaba apostada la banda de músicos. Las pallas cantaban emocionadas: "Viva, viva comisario”, batiendo al viento sus pañuelos de colores.

El toro jugaba limpio en el ruedo, incrementando segundo a segundo su impulso de embiste, haciendo que los tres novilleros pasen de la valentía a la temeridad. De repente el toro se paró en seco al escuchar gritos altisonantes tras la barrera norte. 
 
Olvidándose de los novilleros el toro corrió resoplando y bramando áspero, irrumpiendo debajo de las palincas como un torbellino de humo. El griterío de los borrachos fue tan desgarrador, que la banda de músicos enmudeció. ¡Ahurasilo shay, el toro está endemoniado, nos va a matar a todos, es el mismo Satanás en persona, un cuerpo sin alma!, se escuchaba en los tendidos de sogas, pellejos y maderas. Las abuelitas imploraban ¡Jesús!, apretando sus crucifijos. Más de un shaplaco se hizo la pila y algo más...
 
 

 
La incertidumbre recién cesó cuando el toro apareció de nuevo en el ruedo y se fue directamente al toril que ya tenía la puerta abierta.

Aquella tarde inolvidable nadie resultó herido, ni siquiera con un chichón, aunque dicen que a tres tuvieron que sacarle el susto con cuy cutucho al ungüento.
 
Todos coincidieron que el toro jugaba limpio, y que irrumpió en las palincas sólo para escarmentar a los borrachos que estaban perturbando la faena de los mejores novilleros del Yerupajá.

Entrada la noche el futuro capitán contrató dicho toro para la primera corrida del año siguiente, pagando, además, un seguro de vida por el animal, garantizando así su presencia en el ruedo de Jircán el día fijado.

Horas antes de retornar a los pastizales de Yanashallash, el dueño del toro se enteró de que el capitán quería darle una sorpresa al pueblo chiquiano, implantando por primera vez el “toro de muerte”, con un matador contratado de Acho, y que esta suerte recaería en su ya famoso torito. El dueño meditó nostálgico, pues como hombre de palabra tenía que volver al año siguiente con el toro. 
 
¿Qué hizo el dueño para evitar que sacrifiquen al torito?: durante los meses siguientes lo entrenó para que no embista en la corrida; es decir, que se comporte como una yunta.

Pasaron 364 días y llegó la primera tarde de toros en el ruedo de Jircán. El capitán anunció montado en su caballo la salida del “toro de muerte”, haciendo hincapié que se trataba del toro de Yanashalash que jugó limpio el año anterior.  Los chiquianos se miraron sorprendidos por el anuncio, no podían creer lo que estaban oyendo, y empezaron las rechiflas y los reclamos a viva voz en los tendidos. Todos recordaban al torito que no lastimó a nadie a pesar de su bravura. El público no quería verlo sacrificado. ¡Indúltenlo, indúltenlo, somos un pueblo pacífico! fue el pedido general.
 
Los organizadores de la corrida no atendieron el pedido popular, y el torito salió a su encuentro con el estoque de la muerte. Salió con la misma fuerza de un año antes, pero esta vez ataviado con una moña rojiblanca en la frente rizada y una enjalma grana en el lomo, con el nombre del capitán en letras de oro. Dio dos vueltas limpiando la plaza y se detuvo en el centro del ruedo. 
 
Durante un lapso no se atrevieron a torearlo, ni siquiera el matador contratado hizo acto de presencia. 
 
Sorpresivamente ingresó bailando un borrachito longevo, motivando que el público grite de pavor: ¡lo va a destripar, sáquenlo por favor...!. El toro ni se movió. Permaneció parado como un corderito del Portal de Belén. 
 
El torito de Yanashallash se estaba jugando la vida, segundo a segundo, y tenía que neutralizar sus agallas con la mayor tolerancia del mundo. 
 
El borrachito se fue acercando a las filudas astas blandiendo su pijsha de lana y lo pasó una y otra vez por el hocico del toro, que continuaba imperturbable. Luego le arrancó la moña de un tirón y siguió bailando feliz.
 
Observando la docilidad del torito, poco a poco los espontáneos empezaron a rodearlo hasta tocarle el pelo rizado de su frente y retirarle la enjalma del lomo; inclusive se acercó un perrito y lamio los labios del torito. El toro ni siquiera resoplaba. Y continuó respirando sereno hasta torcer el destino que le fijó el capitán de la fiesta un año antes. 
 
 

 
Finalmente los organizadores de la corrida no tuvieron otra salida que soltar tres vacas madrineras.

Cuando el toro estaba retornando al toril con las madrineras, Lucho Marzano, Muchqui Valerio y David Lapicho rieron dichosos, mostrando sus capotes al matador de Acho, y el público aplaudió de pie. El torito estaba a salvo, pronto volvería a respirar el aire puro de los deshielos de Yanashallash.

Culminada la corrida el dueño se acercó al capitán para devolverle su dinero, y éste, espetó: ¡quédate con la plata, pero llévate tu toro doméstico, no lo quiero ver ni en pintura! 
 
Esa misma noche el criador y su toro retornaron a Yanashallash; él se convirtió en el ganadero más próspero de la región, y el torito pasó el resto de su larga vida como padrillo, perpetuando el linaje de su raza en las heladas morrenas de Pachapaqui.
 
 

 
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Viene a mi mente la fiesta de Santa Rosa del 62, cuando con mis primos Eduardo 'Fraca' Dextre Balarezo, Lucho, Carlos y Chechi Rueda, acariciábamos la idea de ver lidiando en la plaza de toros de Jircán a 'Ushuncu' Oswaldo Rosales Padilla, de quien habíamos oído hablar sobre su cualidad de matador en el coso de Acho; hasta que un día se hizo el 'milagro' y arribó a Chiquián al finalizar la Entrada, con el ómnibus de la empresa Landauro.
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Al mediodía del 2 de septiembre (primera corrida), visitamos la casa de mi tío Calixto Vicuña Calderón donde pernoctó 'Ushuncu', y para nuestra sorpresa lo hallamos sacando de una pequeña maleta un traje de luces. Una vez que todas las prendas estaban sobre la silla empezó a vestirse.
 
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Primero su impecable camisa blanca, luego un corbatín negro y después una taleguilla, un traje color oro y grana (chaquetilla, hombreras y pantalón) que le quedaba un poco chico. Continuó con el fajín y unas medias rosadas un tanto fosforescentes.
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Recuerdo que las zapatillas negras con suela antideslizante le quedaron grandes, por lo que tuvo que rellenarlas con lana de oveja. Después de ponerse el capote de paseo, la coleta y la montera, nos pidió a los curiosos que lo dejemos solo, pues tenía que pedirle a Santa Rosita que lo proteja durante la faena que se aproximaba inexorable.
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Una hora más tarde ingresó al ruedo con una cuadrilla de matadores y subalternos, sujetando estoques y banderillas bajo los acordes del "Gato Montés", entonado por la banda de Llipa. Salió el primer toro de la tarde: un barroso de Palca que limpió la plaza de canto a canto, y como nadie se atrevió a torearlo durante tres cuartos de hora, lo tuvieron que volver al toril ante la rechifla del tendido sur donde estaban las pallas, cantando fuerte el corto estribillo ¡Viva, viva comisario!
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El segundo fue un retinto pocpino que se dio dos vueltas: libre de polvo y paja, pero para asombro de todos salió un borrachito de entre la multitud pegada como hiedra humana a las palincas y los camiones. Llamó al morlaco con el tufo, éste embistió con fuerza y se lució con tres verónicas al hilo, mas cuando estrenaba una chicuelilla, su poncho se enganchó en el pitón izquierdo y terminó parado de cabeza por una zancadilla que el mismo se puso.
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Viendo que el toro jugaba limpio salieron de su escondite los diestros del Capitán. Lo torearon uno a uno, menos 'Ushunquito' que daba aliento y consejos desde un burladero de pellejo y palos de aliso.



 
Ya cuando las sombras besaban los tendidos Norte y Noroeste, salió un jirishanquino negro enmorrillado. Un toro jugado, muy conocido por los estragos que causó días antes en los ruedos de Carcas y Huasta. Romerito el 'Quisipatino' le dio el encuentro con dos banderiilas sin arpones que impactaron en el morrillo del toro y cayeron al piso. Sonó fuerte la trompeta anunciando el cambio de tercio. Los asesores de 'Ushunquito', que se encontraban tras del burladero, le aconsejaron ingresar al ruedo. Ushunquito tomó valor, se persignó, tiró la montera hacia atrás cayendo boca arriba, señal de mala suerte; apretó fuerte la muleta de franela grana, infló su pecho y entre aplausos avanzó despacio, paso a paso, arrastrando sus zapatillas sin dejar de mirar al empitonado; de pronto calló el corazón del respetable, la muerte acechaba en las filudas astas.
 
 
 
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A unos 30 metros de Ushunquito el "matrero" empezó a rascar con furia una y otra vez el suelo de cascajo echando tierra atrás con sus pezuñas delanteras, resopló y cargó directamente hacia él, que no tuvo otra alternativa que dar media vuelta...
 
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Entre los novilleros a caballo que destacaron en las décadas del cincuenta y sesenta figuran: Manuel Pardo de Umpay, Ernesto Vásquez de Bolognesi, Arturo Barrenechea de Agocalle, Armando Alvarado de Jircán, Benjamín Robles de Simón Bolivar, el gaucho William Jara de Capellanía, Pablo Calderón y Segundo Robles de Jupash. También brillaron con luz propia los jinetes huastinos 'Eladio Gamonal' Fernández Gonzáles con su caballo moro que bailaba huaynos de Mahuay y pasodobles con banda, los hermanos Valdez, Garro y Callupe. 
 
Pero sin duda, tres fueron los espontánesos más aclamados por su gracia y agilidad, sobre todo porque ingresaban cuando el toro se emplazaba en el ruedo y no había quién se anime a torearlo:
 
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'Luclish' - Félix Ambrocio Justiniano Claudio:
 

 
 
Montaba al toro a la volada y se mantenía 1 minuto sobre sus ancas antes de saltar y seguir caminando por el ruedo 'como si nada hubiera pasado'.
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Este valeroso chiquiano de ojos almendrados, cabellos castaños, de pómulos chaposos, antes de cada faena hacia sus preparativos de rigor al igual que los diestros españoles en la Plaza Monumental de Las Venta'. Se ponía uno a uno cada componente de su indumentaria frente a un espejo, bajo la mirada de su esposa Cristina y sus retoños. Primero su cotona verde olivo de soldado de nuestro Ejército, un pantalón de bayeta modelo 'conquistador', medias de lana de su manada de la Pampa de Lampas Alto y sus cada vez más gastadas polainas de cuero, con las que tantas glorias ganó como instructor de movilizadles en la plaza de Jircán, junto al 'Indio Peruano'.

Luego se persignaba y oraba en silencio frente a la imagen de Santa Rosa que tenía sobre la mesa de su dormitorio; se despedía de la familia y salía de su casa de Umpay, sin probar un bocado para evitar una evacuación inesperada en el ruedo.
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Con los ojos perdidos en cien faenas gloriosas circundaba Chiquián por Oropuquio, Puente Cantucho, Capulipata, Cruz del Olvido y con disimulo se ubicaba sobre una de las paredes con vista al toril para ir familiarizándose con los barrosos, los azabaches y los enjalmados del Jirishanca y las vacas machorras de Jahuacocha, populares por sus cachos doblados hacia abajo. 
 
 
Lugar desde donde Luclish estudiaba a los bravos, minutos antes de la corrida
 
 
De 4 a 6.30 de la tarde su esposa e hijos oraban por su regreso sano y salvo, acompañados por el zumbido de un gengrish (moscón agorero). Entrada la noche su hija Carmen salía a la puerta de su casa y averiguaba si su papá había sido cogido; al encontrar como respuesta una sonrisa con movimientos laterales de cabeza, corría a dar la buena nueva a su mamá y reiniciaban su dicha con shinti y mote frío que esperaban ser degustados desde el mediodía.

Que recuerde, Luclish nunca fue cogido, menos cobró un centavo por cada una de sus espectaculares faenas de rodeo al estilo mexicano; sin embargo tuvo un percance de 'mal gusto', cuando un barroso de Jahuacocha lo bañó de verde boñiga después de haber descendido a la volada de sus ancas y osar levantarle el rabo con disimulo.
 
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'El gran Arturo' - Arturo Alvarado Aldave
 
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Toreaba blandiendo sus manos al viento de cara al Yerupajá y dándole la espalda al toro, acompañado por el silencio sepulcral de los tendidos, todo ello, gracias a su experiencia lazando toros para subirlos al camión donde les ponía cabezales y los sujetaba uno a uno en los postes de la carrocería.
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Él, junto a los paisanos Manuel Roque, Ernesto Vásquez; Eusebio, Román y Baldomero Ramírez; Melchor Gamarra, Corpus Santos, Teobaldo Suárez, Cucus Pedro, Víctor Tadeo, Arturo Barrenechea, Shatanco, Carlos Núñez, Teobaldo Padilla y Mateo Gálvez, fueron los más diestros lazando bravos en las estepas y cordilleras aquinas.

'El gran Arturo', tampoco fue cogido en las plazas de toros de Jircan, Aquia, Huasta ni Carcas, donde esperaba sereno y confiado al bravo en suerte, luego le hacía una venía protocolar y cuando se aprestaba a cornearlo, con una veloz 'quica' (movimiento rápido), lo esquivaba cuantas veces quería, hasta que el toro de aburrido se iba por las palincas o los camiones buscando un lugar por donde escapar. Arturo Alvarado, Maestro chiquiano, es un virtuoso de la trompeta e integró la banda de músicos de su abuelo Florentino Aldave, pionero de las bandas musicales de la Región. 
 
 
.'Chemo' - Telmo Alvarado Montoro
 
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Desafiaba al toro con un billete verde de media libra en la mano derecha, y la izquierda metida en el bolsillo apretando un guayruro de la buena suerte. En una oportunidad le pregunté sobre su secreto para que el toro lo ignorara o pase volando por encima de su cuerpo sin tocarlo, me ilustró su temerario accionar, así:

- Tres teorías van a aclarar tus dudas. La primera: El toro no me embestía porque no me veía de lo flaco que era. La segunda: Echado en el piso, me hacía el muerto hasta que el toro pase y, la tercera, es la que mejor resultado me daba: Mostraba al toro un billete de media libra solamente, pues si le 'munapaba' de 10 para arriba de seguro me lo quitaba.
 
Fuente:

Capítulo XIV de la novela "DEL MISMO TRIGO" 1993 - Bodas de Oro del Colegio Nacional "Coronel Bolognesi" de Chiquián. En Internet desde el 2003.
 
 
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Huaraz: 
 
Arturo Jo hincha número 1 del Sport Ancash fallece víctima del COVID

Fue un gran amante de las tradiciones y el deporte, integraba el Club Social Huaraz y el año pasado fue homenajeado por sus socios.

Por Ladislao Cruz
Victima del COVID 19 dejó de existir, a la edad de 98 años,  el hincha número 1 de Sport Ancash: Don Arturo Jo López, empresario, gallero y miembro del Club Social Huaraz.

Durante las últimas semanas él estuvo internado, junto a su hijo Percy, en el hospital de ESSALUD Huaraz, lamentablemente la mortal enfermedad lo venció dejando una honda consternación entre sus amigos y familiares que dan fe de sus dotes de gran caballero y hombre bonachón.

Desde antes del sismo tenía una tienda de telas junto a su esposa.  «Fue un hombre que amaba lo nuestro, siempre alegre y vital, deportista a carta cabal y miembro de nuestro club» recuerda hoy Ricardo Anaya Bayes, presidente del Club Social Huaraz, quien precisamente viene apoyando en los trámites para las rápidas exequias que probablemente tendrán lugar hoy.

En el estadio Rosas Pampa tuvo un lugar en el palco, desde donde cuando el equipo verdidorado hacía un gol, él regalaba chupetes y helados a los que estaban a su lado y estallaba de franca alegría que contagiaba a todos.  La hinchada del cuadro ancashino también está de duelo.

Se informó también que su hijo Percy, felizmente se viene recuperando en el hospital de ESSALUD Huaraz.
 
Fuente:

 
 
 
 
 
Arturo Jo López:

La historia del hijo de un inmigrante chino, que nació en Pomabamba y echó raíces en Huaraz.
 
Por Leslie Sáenz Braul

Don Arturo Jo López, es un personaje entrañable de la ciudad de Huaraz, con el cual da un gusto enorme conversar y llenarnos de su sabiduría, puesto que representa a una de las familias más notables de Huaraz y cómo no, de su querida provincia de Pomabamba, de donde es natural.

De padre chino, el inmigrante Alejandro Jo Jim y de madre pomabambina, la dama Clotilde López, nuestro personaje es fruto de este rico mestizaje, cuya historia es digna de conocer.
 
En primera instancia, los Jo, llegaron a Chile, atraídos por la riqueza del salitre y se asentaron allí, pero posteriormente, cuando se descubre las bondades del guano de las islas del Perú, alguno de ellos llegaron a nuestro país. El padre de Don Arturo, el señor Alejandro Jo, fue uno de ellos.
 
Posteriormente, Don Alejandro llega a Pomabamba, donde conoce a Doña Clotilde López, y decide quedarse a vivir en ese lugar, en el cual nacieron sus seis hijos, todos varones.
 
La familia Jo López, se dedicaba al comercio y cuando los hijos fueron creciendo, decidieron enviarlos a Huaraz, para que cursen estudios secundarios en el prestigioso colegio La Libertad y posteriormente ellos partieron hacia Lima para realizar estudios superiores, graduándose en diversas carreras profesionales.
 
Don Arturo Jo, llegó a ser profesor de Educación Física, sin embargo, la vocación empresarial pudo más y terminó siendo propietario de una de las mejores casas comerciales de Huaraz, especializada en la venta de telas y afines, gracias al traspaso que le hiciera un importante comerciante de la época.
 
Faltarían páginas para escribir la historia de tan noble personaje, sin embargo, terminaremos diciendo que quienes crecimos en Huaraz de los años 80´, siempre lo recordamos dirigiendo su gran tienda de telas en la céntrica avenida Luzuriaga y así pasen los años, siempre conserva esa chispa innata de pomabambino de “pura sepa”, ocurrente y dicharachero.

LA ANÉCDOTA MÁS IMPORTANTE

Don Arturo Jo, tiene diversas aficiones, entre las que destacan la corrida de toros, la pelea de gallos, el tiro y las billas; sin embargo, el fútbol es una de sus pasiones más relevantes. Es por eso, que en 1970, aprovechando un viaje por los Estados Unidos de Norteamérica y Panamá, asistió al mundial de México 70´, sin siquiera imaginar la desgracia que cubriría de luto a nuestra querida tierra.
 
Su amada esposa y su hijo (de pocos meses de nacido), lograron salvarse del fatal terremoto del 31 de mayo de ese año, en el Colegio Santa Elena, lugar en el cual fallecieron muchísimas personas.
 
Fuente:
 
Revista ALGO MÁS
 
 
 


CHIQUIÁN: 
 
Cielo azul

30 de agosto en soledad,
con el ala rota una vez más,
horizonte incierto, cielo azul,
fuegos artificiales, Salva fugaz,
vuelve la noche, con su negro tul.

Toca la banda, hasta el amanecer,
por las callecitas del viejo hogar;
horizonte incierto, cielo azul,
ausencia triste, lejana estás,
sueño distante, coplas de ayer.

Tardecita fría, de paisaje gris,
ya mi alma mira desde el dintel;
en nocturno cielo, la quena llora,
y junto a ella, una guitarra implora
porque un corazón, dejó de latir.

Nalo AB - 15651
 
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PASAJERO DEL TIEMPO 
 
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
 
Bajo los párpados para soñar despierto, y sobrevuelo Chiquián con el pensamiento...

Busco por todos lados, mas no encuentro a mis amigos. Unos están en el cielo, otros en el mundo esparcidos. En el jirón Leoncio Prado la oscuridad rasga mi pecho, pues muchos vecinos se han ido, y por más que en los rostros de sus hijos se reflejan, no late ese sentimiento telúrico tan arraigado en los viejos, y me siento forastero en mi propia tierra.
 
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En este agonizante mutismo de un barrio otrora alegre, el llanto se esconde en mis pupilas con un rayo de luz que me invita un acre trago de nostalgia. Fantasía gris de un tiempo que se va haciendo ceniza; no sé si fatigado por el paso de los años, o curvado por el peso de los sueños truncos en un batir de alas agoniza, como los ojos que perdieron la facultad de llorar, como los labios secos que se olvidaron de besar, como las manos cuajadas de venas moradas, como una laguna congelada en mil sollozos, como un cortejo de almas penitentes en un viernes cansado de vivir, como aquella golondrina de verano que se marchó para no volver, o el presagio que envuelto en un gemido adivina que muy pronto será la rígida manecilla de un reloj fenecido.
 


 
Ya es medianoche, y veo pasar por la acera a un viejo vecino con su poncho de neblina. Va murmurando sobre el paso del tiempo que en la noche esconde sus horas vacías. Entonces vienen a mi mente los versos que buscan tierra de sepulcro en un paraíso de torcazas hartas de volar, y barquitos de maguey anclados a la vera de Maraurán, aguardando a sus capitanes que descansan en paz.

En el rostro del vecino querido veo incontables surcos que el arado de la vida ha labrado. Tiene la mirada con nubes nacaradas que flotan donde duermen sus recuerdos. Sólo atino a contemplarlo a través de dos lágrimas que ruedan para regar la tierra generosa de mis viejos.
 

 
Ya está amaciendo, y el anciano sigue andando empujado por el viento para nunca más volver, como avanza el tiempo sin retroceder, mientras las sombras aguardan con sus brazos de hielo.

No sé qué es lo que lo sostiene en pie, mas lo contemplo en silencio y llegan a mi memoria aquellos pilares de carne, pellejo y huesos que sustentaron mi barrio de Jircán colmado de Yerupajá, tardes de toros al son de la banda y trotes de caballos en el empedrado, aquellos cascos, que así como labran caminos, también se detienen para siempre.
 


 
No escucho risas, golpes de canga ni huaynos en el vecindario, sólo un pichuichanca invidente que no sabe de sol, de luna ni de estrellas, trina en el alero un canto de esperanza, hurgando un poco más de tiempo, como las hilachas de la memoria colectiva que el tiempo desovilla a falta de una rueca que las hile hasta convertirlas en poncho, en cuya trama nadie falte ni sobre.
 
 

 
Son las 6 de la mañana, me persigno e ingreso a casa. En mi pequeña biblioteca reviso mis viejos cuadernos, y en sus hojas pálidas de años y lejanía, dejo mis lágrimas otoñales recordando a mis vecinos y amigos. Junto a los cuadernos, en un candelabro lleno de gotas endurecidas de dos cirios consumidos, reposan los recuerdos de largas horas de angustia de mi madre por el esposo viajero.
 
 

Bebo un sorbo de agua con sabor a cuntu añejo, y un pensamiento errante me aprieta el alma. Entonces, parafraseando un pensamiento milenario, declamo: "¡Qué terrible será ser eterno cuando todos se hayan ido!. Gracias a Dios nadie puede con el límite... y la vida se va en un sueño con los carruajes del silencio, pues aún no se ha inventado algo que detenga el fin"...
 


 
De pronto asoman como aves temporarias las palabras de mi viejo amigo Panchito Gonzáles, que vienen desde Marián, HUARAZ: "Nacer o morir, ¿Un mismo significado?.. morir y nacer, interrogante sin respuesta. ¿La partida será el encuentro? ¡He ahí el misterio de la vida¡... el palpitar se detiene y las arterias son caminos desiertos... el soplo ha desaparecido. Y así, una y otra vez la Fábula de Higinio: “La tierra pide lo que es suyo y el alma al infinito, va en pos de una nueva creación". Sí, ayer llegó el final; la razón y el sentimiento en su lucha tenaz no llegaron a ningún acuerdo, pero triunfó el corazón:.. “Hay que llorar por los seres que se alejan de nuestro lado para siempre, pues son nuestra razón de existir, amor de amores, pena de penas, se diluye en un segundo y todo se acaba”.

Abro los ojos; y aquí, en el cementerio de Chiquián, yace un viejo poema cubierto de pétalos blancos...

Tulpajapana, 02 NOV 2003


Cementerio de Chiquián


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NO PREGUNTES POR QUIÉN DOBLAN LAS CAMPANAS;
 
 DOBLAN POR TI Y POR MÍ
 
Armando Alvarado Balarezo (Nalo)

“Curiosa es nuestra situación de hijos de la Tierra. Estamos por una breve visita y no sabemos con qué fin, aunque a veces creemos presentirlo. Ante la vida cotidiana no es necesario reflexionar demasiado: estamos para los demás. Ante todo para aquellos  de cuya sonrisa y bienestar depende nuestra felicidad; pero también para tantos desconocidos a cuyo destino nos vincula una simpatía”. Albert Einstein (Mi visión del mundo)
 
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La mañana del martes 17 de octubre de 1961, me encontraba cogiendo agua en el pilón del barrio poco antes de asistir a la escuelita 378 de Quihuillán, donde cursaba el 4to. de Primaria; de pronto, en circunstancias que convergían en la esquina los señores Manuel Roque Dextre y Teófilo Salas Rivera, doblaron las campanas de la iglesia matriz de Chiquián, anunciando un deceso, motivando que mi cuerpo se escarapele, pues los camiones de mi padre y el de su compadre Segundo Robles Valverde, que debieron llegar de madrugada, no asomaban por la ceja de Caranca. Don Teófilo preguntó:

- ¿Por quién doblarán las campanas, Manuelito?

- Doblan por ti y por mí, hermano del alma. Le contestó compungido.

Don Manuel, persona muy instruida, otrora presidente de la Federación de Estudiantes del Perú, y reconocido poeta, al notar que su respuesta inquietó sobremanera a don Teófilo, le comentó, que los versos “No preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti” corresponden al fragmento “POR QUIÉN DOBLAN LAS CAMPANAS” del poeta inglés John Donne (1572 / 1631), fragmento que tres siglos después inspiró la novela del mismo nombre, del escritor americano Ernest Hemingway (1899/ 1961), fruto de sus experiencias como corresponsal en la guerra civil española.
 
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Dicha novela empieza así:

“Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si se tratara de un legendario monte, o de la casa solariega de uno de tus amigos o la tuya propia. Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti”. John Donne.
 
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Esquina chiquiana, escenario de la experiencia de vida

Doña María Gamarra de Calderón, quien retornaba del mercado de abastos, acercándose a los dos señores, les comunicó muy apenada:

- Mañuquito, Tiuchito, ha muerto nuestro amigo Shaprita.

Oír el sobrenombre, tantas veces escuchado en Chiquián y los pueblos aledaños, hizo llaga en mi alma para siempre, al interpretar en carne viva el mensaje del poeta metafísico John Donne, pues mi querido amigo Manuel Ñato Allauca partió antes de tiempo. Ser humano muy laborioso fue Shaprita, cuyo aporte era de suma importancia para el pueblo, sobre todo su fraterno afán de fecunda generosidad con los turistas, las amas de casa y los niños que lo teníamos como valioso ejemplo de vida. Dos horas después arribaron mi padre y su compadre Segundo, se habían quedado varados cerca del puente Mellizo (Mayorarca), por la rotura del eje delantero de un camión minero, en una angosta pendiente. Al día siguiente, miércoles 18 de octubre de 1961, el pueblo chiquiano decretó tarde no laborable para acompañar al paisano querido hasta su última morada, al compás de la Marcha Fúnebre de Morán, entonada por la banda de músicos de la solidaria familia Aldave Montoro. Ese día, hasta los niños vestimos de luto.
 
Por éso y por mucho más, cada vez que muere un ser vivo, sé que algo de mí se desprende, y así será hasta el final de mis días, porque gracias a dicha experiencia aprendí que soy parte indisoluble de las obras de Dios, nuestro Creador: la Naturaleza y el Cosmos. Nadie, como bien lo señala John Donne, es una isla; por tanto, ningún ser humano merece vivir ni morir aislado. Al respecto, el poeta español Antonio Machado, nos dice: “A menudo el sepulcro encierra, sin saberlo, dos corazones en un mismo ataúd”, de ahí que el lugar mas cálido para el reposo sea el corazón humano, porque en el recuerdo y la esperanza anida el misterio de la eternidad, tal como reza el proverbio de Facundo Cabral: “No perdiste a nadie: el que murió, simplemente se nos adelantó, porque para allá vamos todos. Además lo mejor de él, el amor, sigue en tu corazón”, sin olvidar en cada momento del día las palabras de Jesús: "Yo soy la resurección, y la vida. Aquel que crea en Mí, aunque muera, vivirá."
 
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En estos últimos días han fallecido diez paisanos bolognesinos de gran valía. Hace un año, el 10 de febrero emprendió el Gran vuelo en Lima el escritor Luzuriaguino Guido Vidal Rodríguez, y al día siguiente 11 como hoy, también falleció en Lima, uno de mis amigos más amados, Hugo Nicanor Vilca del Castillo, nacido en Huari. Tengo la certeza de que por dichas pérdidas doblaron las campanas en Bolognesi, Mariscal Luzuriaga y Huari, como expresión de luto colectivo que mantienen y mantendrán eternamente nuestros pueblos fraternos, por más lejos que sus hijos pierdan la vida.

Desde los albores de la Humanidad todas las puertas del mundo han sido tocadas por el ala de la muerte, para las que se construyan ahora y después, es cuestión de tiempo solamente. Al respecto, cuentan que: “Un monje tenía siempre una taza de té al lado de su cama. Por la noche, antes de acostarse, la ponía boca abajo y, por la mañana, le daba la vuelta. Cuando un novicio le preguntó perplejo acerca de esa costumbre, el monje explicó que cada noche vaciaba simbólicamente la taza de la vida, como signo de aceptación de su propia mortalidad. El ritual le recordaba que aquel día había hecho cuanto debía y que, por tanto, estaba preparado en el caso de que le sorprendiera la muerte. Y cada mañana ponía la taza boca arriba para aceptar el obsequio de un nuevo día. El monje vivía la vida día a día, reconociendo cada amanecer que constituía un regalo maravilloso, pero también estaba preparado para abandonar esté mundo al final de cada jornada”. Estas y otras reflexiones que navegan en la Internet me inspiraron a escribir la hilachita:
 
   
EN CUALQUIER MOMENTO

La puerta de la vida se cierra, la sangre detiene su curso y el alma vuela como hoja quebradiza en el éter. Abajo los cardos siguen floreciendo en la redondez del mundo.

Todo acaba tras el último aliento, sólo lágrimas de congoja y plegarias a Dios corren en pos de la Resurrección.

Después quedan los recuerdos, y poco a poco el viento del olvido va borrando del mapa el único camino que no conduce a Roma, sino a la tumba.

Ignoro quién sobrevivirá y quién será el ausente en aquel momento. ¿Lo sabes tú?. 
 
Mientras tanto, ama, reza y goza la vida segundo a segundo, por ventura divina.
 
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Confieso, no me ha sido fácil aceptar la muerte de mis seres queridos: abuelitos, mamá, papá, tíos, primos, sobrinos, maestros, compañeros de estudio, trabajo y de ocio, coterráneos y entrañables amigos. Solamente el honrar su recuerdo, compartir experiencias similares con fe y esperanza, entender que empezamos a morir desde que nacemos y dejar brotar las emociones contenidas, han hecho que no sea el muerto en vida del poema de Becquer, sino que viva cada día como si fuera el último, apreciando segundo a segundo lo bella que es la existencia terrena, en armonía plena con la creación del Altísimo.
 
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En casos muy dolorosos un abrazo a tiempo es mejor que mil palabras, sin perder de vista el mensaje de San Agustín: "Cuando tenga que dejarte por un corto tiempo, por favor, no te entristezcas, ni derrames lágrimas, ni te abraces a tu pena a través de los años. Por el contrario, empieza de nuevo con valentía y con una sonrisa por mi memoria y en mi nombre y haz todas las cosas igual que antes, no alimentes tu soledad con días vacíos sino llena cada hora de manera útil. Yo estaré cerca de ti y nunca tengas miedo de morir porque yo estaré esperándote en el cielo".
 

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  Chiquián, una vez más la banca vacía...

REYDA ALVARADO: CHIQUIANITA BELLA MUJER

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