martes, 4 de julio de 2017

CARLOS ORO LÁZARO, SENTIMIENTO CHIQUIANO - LUIS PARDO: HOMBRE HECHO LEYENDA - POR AGUSTÍN ZÚÑIGA GAMARRA (ACUCHO)

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LUIS PARDO:

 HOMBRE HECHO LEYENDA
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 Por Agustín Zúñiga Gamarra 

 "Son diez seres humanos, 
como diez son los dedos de mis manos,
 a quienes respeto, admiro y valoro, 
uno de ellos es Carlos Oro".
Nalo Alvarado Balarezo

Nevado blanco, inmenso y altivo que lucha con hidalguía inquebrantable contra las fauces grises de las oscuras rocas que se abren paso con el calentamiento global. Sí señores, es el gran YERUPAJÁ y sus hermanos Jirishanca, Toro y Rasac, son las insignias del alma, del espíritu, del sentimiento, de la savia y la cultura chiquiana. No hay símbolo mayor que el Yerupajá, este nevado nos une, nos abraza, nos llama, nos convoca a no caer en los oscuros abismos del rencor, de la envidia, la ignorancia y la soberbia. Su blancura debe ser la puerta del encuentro, del acuerdo, del diálogo crítico y sabio. 
 
Es por esa puerta, que el documental de Carlos Oro Lázaro nos presenta a Chiquián. Y desde el interior de dicha mansión natural, surge nuestro segundo símbolo, inamovible, auténtico, de carne y hueso: LUIS PARDO. Su carácter frío, decidido, seguro no podía ser distinto a su APU Yerupajá, ni su alegría y galantería distintas al clima cálido de Timpoc, Conai o Llamac; ni su voz menos cadenciosa y nítida que su rio Aynin, su gallardía y agilidad en el manejo de los caballos, están presentes en los jinetes de las corridas de toros; su poncho habano y sombrero de paja representan a nuestros hábiles tejedores, y dominadores de la tecnología de los tintes naturales, o las pajas traídas de Piura por los hermanos de Celendin que se afincaron en Chiquián. En suma, nuestros dos símbolos de Chiquián, son auténticos y nos identifican, por eso han trascendido la lógica del mortal, para convertirse en leyenda y estandarte de los imaginarios de justicia, valentía, inteligencia, libertad y solidaridad. 
 
La pródiga naturaleza y las escabrosas colinas, breñas, zanjas, quebradas y punas de Pancal, Chonta, Quero, Huasta, Yanamarca, Sapahuain, Sajas, Alalaj Machay, etc., hicieron que nuestro símbolo corra como un venado y desaparezca tras los arbustos ante los incrédulos verdugos, que llenos de colesterol, subían con aletargados movimientos las rocas; la carencia de oxígeno en la sangre detenía sus mentes, y la sagacidad de Luis, sobrepasaba sus límites. Las tortolitas, los pichuichancas y las huachuas, eran sus amigos, sabía comunicarse en cada curva, en cada atajo, así hubieran sido miles los soldados, igual no habrían podido, porque en su feudo, en su hogar, todas las aves, las cantutas y piedras del camino, sabían que Luís era su hermano, y lo protegían. Si la justicia es esquiva y lenta para los pobres, ¿por qué no puedo buscarla incluso a costa de mi vida?. Si mis hermanos siguen postrados a pesar de las riquezas que otros se llevan, ¿por qué no usar mi inteligencia o blandir mi pecho y solidarizarme con ellos?. Luís Pardo lo hizo.
 
Por eso, la trascendencia de nuestro héroe es que, tenemos un símbolo que nos une, está ahí, es parte de nosotros, lo sentimos en cada rayo, en cada canto, en cada calle, en cada esquina. En él se encarnan esos valores reconocidos por todos sus historiadores. Felicitémonos de tener a un hermano de esas cualidades, ¿acaso todas las provincias o departamentos tienen a alguien similar?. Pocos, muy pocos. Por ello sepamos valorar lo que tenemos, aprendamos a reconocernos. Reencontremos nuestra autoestima en nuestra identidad local. Con esa lección histórica, preguntémonos, ¿qué hubiera hecho LUIS en medio de las cosas que nos pasan hoy?. ¿Qué hubiera hecho, si estuviera viendo lo que ocurre con el asfaltado de la carretera Mojón-Chiquián-Huasta-Aquia?. Y, ¿qué hacemos hoy, nosotros?. Las armas son distintas, pero no los valores que nos ha legado: Valentía, Justicia, Solidaridad e Inteligencia, con mayúsculas. Consecuentemente en este homenaje por su centenario, no sólo echemos poesías, versos y cantos al aire que ciertamente lo merece. Sino también, recordémosle, cómo él fue, fundamentalmente un hombre de hechos. 
 
Por eso, el pueblo chiquiano, que lo conformamos todos, necesitamos y debemos demostrar, que debajo de nuestros ternos, camisas, vestidos, ponchos o llicllas, está la historia viva de nuestro héroe, demostremos en este centenario nuestro rechazo a la injusticia de una obra postergada, salgamos a caminar la Pampa de Lampas cantando La Andarita, convirtamos los adoquines de cemento de la burocracia, en las piedras y arbustos de Pancal, sometamos a los “Toro Mazote” de la dejadez y la corrupción de Zorritos o Abancay, a cumplir su deber. Pongamos en los picos de las huachuas de Conococha y los cóndores de Jirishanca, el mensaje y que anuncien en cada hogar de Bolognesi, que el telón del centenario de su héroe no se bajará sino hasta ver concluida esa obra. Sólo así volveremos a mirarnos como verdaderos coterráneos de Luís Pardo Novoa el inmortal Justiciero Chiquiano.
 
Ay, Chiquián, Chiquián querido,
cuánta pena siento al verte
sometido a mil abusos
y esquilmado por los fuertes.

Desde la cumbre o de la quebrada
con una salva de cinco tiros
yo te saludo, tierra chiquiana
yo te saludo, tierra de amor.
 
Todo esto ha venido a mi mente con la obra que he visto de Carlos Oro en homenaje al centenario de Luís Pardo. Con su documental de 18 capítulos y 15 canciones, una pequeña muestra de la inmensa obra de Alberto Carrillo y la creatividad del cantautor, respectivamente.
 
 Carlos nos permite ver a nuestro héroe, cabalgando a un brioso alazán, surcando con destreza los cerros de Pancal, fusil al hombro, poncho habano con rayas claras, sombrero y bufanda blanca. Bailando, cantando, apoyando al pobre, enamorando y surcando con su conquista punas y cumbres. En esa peligrosa y comprometida caminata, moraba bajo cataratas, alimentándose de flores de la cantuta para terminar atrapado y muerto cerca a Cajacay. Pero su grito aun sigue vigente: 
 
 Hermanos dónde están mis defensores
para mí no hay clemencia
para mí no hay consuelo
si me han de matar
que me maten ahora,
pero que me maten de frente.

Soy justiciero, sí señores
justiciero de los pobres
enemigo de los ricos
cuando abusan de los pobres.
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Carlos Oro, nacido en chiquián un 3 de julio patriótico, hijo de don Alberto Oro y doña Urbana Lázaro, estudió Transición en Cuspón, luego su Primaria del 1er a 5to grado en el 86214 de Chiquián, Secundaria en el colegio Coronel Bolognesi, culminado sus estudios superiores en la primera promoción del Instituto Superior Tecnológico de Chiquián (ente 1984 a 1988), en la especialidad de Producción Agropecuaria; su infatigable deseo de formarse, lo llevó a continuar sus estudios en la Universidad Enrique Guzmán y Valle, licenciándose en Educación, especialidad en Ciencias Pecuarias. Pero la vena por el arte, lo movió a buscar mayor formación musical, para ello concluyó sus estudios en el Centro Folclórico del Magisterio "Alejandro Vivanco Guerra", especializándose en Quena y Guitarra, y donde actualmente trabaja en calidad de docente nombrado. El vive enfrentando las dificultades de la vida de un maestro, en el Asentamiento Humano San Martín, un hogar que puede no tener las mejores condiciones de equipos o artefactos, pero sobra dignidad, honestidad, amistad y trabajo.
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Luego de verlo y visitar su casa, tuve que reconocer que los hombres emprendedores hacen mucha falta en nuestro país y en nuestros pueblos, son los que hacen y no necesitan saber mucho. El paradigma del presente, del saber y no hacer, debe ser cambiado por el de haciendo encontrar el progreso. Las obras de los grandes hombres se han hecho de más sudor y menos discusión. La obra de Carlos se destaca porque le pone sentimiento, corazón y dedicación. Y sobre todo genera empleo en base a la industria cultural. El sabe a quienes solicitar apoyo para culminar sus obras como estos videos que nos regala en homenaje al Centenario del justiciero chiquiano Luís Pardo. Si todos tuviéramos las mismas agallas de emprender obras a pesar de las dificultades, otro sería la situación. Por eso Carlos Oro, mereces felicitaciones, nos enseñas que para hacer videos no se necesita ser egresado de la mejor escuela de cine, así como para escribir no necesitas tener el diploma de escritor, sino hacer y hacer que es la forma de progresar desbrozando barreras y rompiendo mitos.
 
 
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Presentación del Documental y Canciones, de Carlos Oro, en homenaje al Centenario del paradigma de Chiquìán, Luis Pardo Novoa. 
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Una noche de alegrìa y regocijo por la CULTURA. Se dieron cita, unas 130 pesonas, no sólo chiquianos, sino también hermanos de todo Ancash. Felicitaciones para los protagonistas y convocantes de esta noche, los autores de los libros presentados: Filomeno Zubieta y Augusto Escalante y del documental: Carlos Oro. Nos demostraron que en Huacho, se vive cultura y de peso, como lo señaló el historiador y maestro universitario Wilfredo Kapsoli Escudero.
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Luego de la reunión, la tertulia continuó en una cálida sala del club, donde pudimos conocer a los Amigos de Luis Pardo, y muchos integrantes de la Asociaciòn de Escritores y Poetas de Ancash, que comandan este renacimiento de la cultura ancashina en la capital. Particularmente fue una noche para el recuerdo. No puedo dejar de resaltar la presencia del prestigioso arqueólogo Federico Kauffmann Doig, que risueño y sencillo, lo que es tìpico en los que tienen sabiduría, posó para el recuerdo de muchas cámaras.
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Los arrullos del Yerupajá y Conococha, llegaron con la maravillosa voz de Nieves Alvarado y por su puesto de Luis Pardo, perdón, quería decir Carlos Oro. Guardo mis saludos finales para la Novia de Luis Pardo, de quién esperamos muy pronto, presentarse en público en algun momento cultural, que ella prometió. Los invitamos a los lectores a conocer a la escritora Verónica Solórzano Vidal.
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Nos queda hermanos chiquianos apoyar la cultura chiquiana comprando cultura chiquiana. Allí están los libros y videos.
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Fuente:
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Blogspot CHIQUIÁN CULTURA de Agustín Zúñiga Gamarra
 


FELIZ CUMPLEAÑOS
 
AMIGO Y PAISANO CARLOS ORO
 
Nalo

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