LUMEF, PATZAPA NAWIN KAMAK - PARARIN
(LUMEF, HACEDOR DE LOS OJOS DEL MUNDO - PARARIN) 
 
Por Régulo Villarreal Dolores 
 
1
 
En
 Pararín, como en todos los pueblos de la Sierra peruana, los puquios o 
manantiales, con sus tímidas espumas como burbujas celestiales, arman el
 robusto y melancólico pecho del cielo, e  incluso, marcan la esfera del
 misterio del cosmos en la tierra. 
En
 los puquios u ojos de agua, los renacuajos arman sus laberintos de 
estrellas como espejos burbujeantes, y las nubes  alisan  sus bigotes 
con peines de inquietas melancolías.
Los puquios de las 
comunidades son las siembras del alma, para el encuentro con Dios a 
través de la obra del hombre, más que por los rezos. 
De los puquios parten caminos  a la esperanza, rozando destinos con pulsión  primitiva.
¿Y
 quien puede negar que en los puquios y las raíces de los árboles, están
 las huellas de los abuelos, circunspectos y contritos, como amores 
vibrantes y frágiles, manifestados en vientos de primaveras armando 
arrugas románticas?
Los caminos de los Ayllus parten siempre de y
 hacia los puquios, renovando  el compromiso de  ternura de la Comunidad
 con sus comuneros. Los comuneros  son  rezos y batallas afilados en 
lágrimas reflejados en  Lumef (Lugar de la Memoria Eterno Futuro) . 
Lumef, espíritu de la generosidad de la Comunidad, es combustión  de 
futuros imprevisibles,  armado con los colores  del pasado más remoto y 
personal, para que el presente sea el péndulo mágico, oscilando entre el
 bien colectivo y el mal de la usura individualista. 
Lumef es la
 conjunción del nacimiento y la muerte, a través de puntadas  de vida 
que son puquios eternos, protegiendo a los hombres desde la cuna hasta 
la tumba.
La Comunidad es orden, organización, solidaridad , 
generosidad creadora, y no morbosa caridad de la hipocresía, ni caos 
deslumbrante que humilla con  sus  ratas jugando a fieras y sus 
gallinas, simulando aves de rapiña.
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Aceptando que uno es
 del lugar en donde nació y no en donde muere, la pregunta por la 
identidad, de quienes como los pararinos nacieron entre cerros como 
banderas afiebradas, no puede dejar de evocar el llamado inmóvil de los 
silencio convocando los pasos de los ancestros, como permanentes 
interrogantes de  caminos, chacras y puquios, que existen como los ojos 
del mundo, para ver todo y recordar todo, para frenar las traiciones.
La
 identidad fluye como los respiros de los puquios que se hacen esquirlas
 en los besos de las madrugadas. ¿De donde y por donde llegaron los 
primeros pararinos a Pararín? Llegó una sola  pareja o varias parejas? 
¿De donde?, de las punas de Recuay-Cotaparaco, buscando un clima más 
benévolo para desarrollar sus sueños, observando el cielo desde una 
colina de 3300msnm, como Pilapunta que atalaya los Andes hacia el océano
 pácifico?, o, del valle de Maravia, desde el mítico  Pueblo Viejo, 
huyendo del  alubión de barro que borró el pueblo y su memoria, como  
castigado de los dioses por alguna cuenta pendiente, cuenta la leyenda? 
O, a lo mejor, llegarían, proveniente de la costa, por el camino de 
Q’espara (Lugar-del-que-arriva-ya o Lugar-de-reflejos-deslumbrantes?)
De
 qué ojo de agua habrían bebido el primer sorbo de agua, los recién 
llegados a Pararín que, a lo mejor tendría otro nombre o no tendría 
ninguno, hasta que sus primeros  habitantes le dieran el nombre que 
ahora tiene: Pararín que significa Lugar-que-está-lloviendo? .En quechua
 de Ancash, se utiliza Tamya (lluvia), sinónimo de Paras. Nombre de 
Pararin = PARAS(Lluvia), con sufijo RIN= Para - Rin, 
=Lugar-que-está-lloviendo.  
Lo que no puede ser cierto es que 
“pararín” signifique  “aquí paro” como onomatopeya  del verbo PARAR del 
idioma castellano, como  pretendieron que significaba el nombre de la 
Comunidad, para quienes bautizaron como San Juan de Pararin, sin saber 
hablar el idioma quechua. Y Pararín ya era Pararín, antes de la invasión
 española de 1532.
Quienes posiblemente llegaron por el camino de
 la vecina Comunidad-Distrito de Tapacocha, hubieron haber bebido el 
agua de Pasq’ayaku (Agua-desatada); o, Artezayaku (Agua-acilindrada), y,
 finalmente, Tzuntayaku(Agua-del-silencio-de-principio-a-fin). Si, 
subiendo de la costa, habrían bebido agua de Jutuyaku 
(Agua-de-cascajos), o, de Antawayínyaku(Agua-acobrada) y finalmente de 
Q’antuyaku(Agua-de-la-flor-de-kantuta?. Quienes, posiblemente subieron 
del valle de Maravia o Pueblo Viejo, pudieron haber bebido el agua  
Yulliyaku(Agua-tierna) y, finalmente Parq’ayaku(Agua-sobre-lajas)? Lo 
cierto es que desde esa época remota, los actuales puquios de Pararín, 
han forjado y alimentado infinitas generaciones de comuneros pararinos, 
desde los constructores de los santuarios, los que trazaron las pinturas
 rupestres, los sagrados defensores de la Comunidad, la generación de 
oro pararinos: Reivindicadores de 1963 y hasta los más tristes bichos 
traidores a su Comunidad.
Los primeros pararinos tuvieron que 
haber llegado de alguna parte; es difícil suponer que los fundadores de 
Pararín, hayan surgido de las mismas tierras pararinas, como una 
generación espontánea, a lo hermanos Ayar, de quienes no se sabe si 
tuvieron padres o no.
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Es posible que los primeros 
pararinos/as hayan seguido incluso, la ruta que siglos o milenios 
después, utilizaría mi abuela Doña Grimanesa Neira Ortiz, al llegar  a 
Pararín, a la edad de 14 años, desde su lejano  pueblo de Uco, en el  
callejón de Conchucos, acompañando a su padre, el sacerdote: Don Manuel 
Neyra Trebejo, que pasó por Pararín, en una misión pastoral.
No 
es que la llegada de mi abuela materna a Pararín, esté  registrada en 
documentos históricos de la Comunidad; las comunidades siempre fueron 
ágrafas; los únicos registros son las memorias de las generaciones 
guardadas en las memorias de las generaciones. El dato sobre la supuesta
 llegada de mi abuela por la puna, utilizando el camino que viene de 
Tapacocha, lo descubrí yo mismo, de forma fortuita, como se encuentran 
las cosas valiosas; y todo hecho se hace historia, cuando alguien lo 
registra con amor. 
Mi madre, al referirme de los últimos días de
 su progenitora, que falleció en Pararín en el año 1964, me contó que su
 madre, meses  previos a su muerte; sólo pedía beber el agua de 
Pasq’ayaku.  
Los primeros meses de caer mi abuela en cama, la 
familia, en turnos, iba traerle el agua del puquio de Pascayaku, ubicado
 a la vera del camino que llega de los pueblos vecinos: Santa Cruz, 
Cotaparaco y Tapacocha. La hija de mi abuela, que era mi madre, me 
refería que, toda vez que le servían el agua en una taza, la abuela se 
quedaba mirando el fondo del pequeño recipiente y luego bebía a sorbos 
cortos, como orando o descifrando algún secreto en cada gota, como hacen
 los catadores de vinos, para determinar la antigüedad y maceración del 
producto, y luego dar el veredicto de la calidad. 
Pero, a medida
 que los días y las semanas pasaban, la familia se iba cansando de ir a 
traerle el agua a la abuela. Entonces, cuando pedía agua, le servian 
agua de los puquios del mismo Distrito, especialmente de Manzanayaku o 
Tzunta. Pero el paladar de la abuela sabía  distinguir el sabor de las 
aguas de los puquios de Pararín. En varias oportunidades, rechazó la 
taza de agua que le ofrecían, aduciendo que ella quería agua de Paska, y
 no de Tzunta, o Manzanayaku. Incluso, algunas veces renunció a ingerir 
alimentos y beber agua como protesta silenciosa, si no le daban el agua 
de Paska. 
El último sorbo de  agua de Pararín que bebió mi 
abuela, para despedirse de este mundo, y de Pararín,  según versión de 
mi progenitora, había sido el agua de Pascayaku = Agua-desatada, o, 
Agua-liberada?.
Con ese detalle de la preferencia de la madre de 
mi madre por el agua Paskayaku, en los últimos tiempos de su vida, 
presumo que el primer sorbo de agua, como brindis por Pararin que le 
daría un esposo bueno y 12 hijos e innumerables nietos/as, bisnietos, 
tatarnietos, etc, mi abuela tuvo que haber llegado a Pararín, cruzando 
las punas de Recuay y Cotaparaco.
Así, los primeros pararinos, 
pudieron haber llegado por el lado de las punas, porque al llegar, a lo 
que sería Pararin, se establecieron primero,  en la ceja de cerro entre 
Tzunta y Poq’runyaku, lugar en donde edificaron su primer santuario o 
adoratorio pétreo llamado Aklla Punku (La-puerta-de-las-princesas)., 
cuyas evidencias de su existencia se encuentran a la vista de todos. 
Aklla Punku, como toda edificación andina, está relacionada con los 
dioses, y como tal, Aklla Punku estuvo  edificado es un lugar 
estratégico, que permite controlar las entradas y salidas de la gente, 
del o al pueblo. 
4 

 
 
Tras
 bautizar los hontanares que encontraron en Pararín: Tzuntayaku 
(Agua-del-silencio-de-principio-a-fin), Poq’run 
(Agua-que-brota-de-lo-más-hondo), Manzakayu (Agua-de-manzana), Parq’a 
(Agua-sobre-lajas-de-rocas), Q’amlakyaku (Agua-insulsa o desabrida), 
Sokuyaku (Agua-canosa) como propiedad colectiva, los primeros pararinos,
 habrían subido a la colina de Pilapunta o Pilaq’punta 
(Colina-incognita?), o Illapunta (Morada-del-trueno?) a lanzar sus 
sueños como saetas ensalivadas de majestad y misterio.
Entonces 
Pilapunta se transformó en la coartada de los cielos como ojos de 
cóndor, vigilando la marcha de los sueños hacia la esperanza. 
Pilaq’punta (Colina-incognita?), o Illapunta (Morada-del-trueno?) se 
convirtió en calidez de la ilusión hecha de signos familiares, premuras 
de colibrí besando abismos o sutil susurro de mariposas con pureza de 
ángeles latiendo inocencias sobres los charcos.
Y Pilapunta fue 
siempre la pupila nictálope diseñado por los abuelos, para seguir las 
estrellas de los tiempos, y repasar el solfeo imperturbable de la 
rapsodia infantil que abarca el deseo nupcial de la persona para la 
colectividad.
Pilapunta es el alba que acompaña a los pararinos, 
con su charango de melancolías para las rebeldías, armando el andamiaje 
de la esperanza como aerolitos jugando ajedrez con los cóndores.
Los
 primeros pararinos homenajearon a la madre tierra en Pilapunta, 
construyendo el misterioso adoratorio de PATZAPASHIMIN La Boca de la 
Tierra y por extensión La Voz del mundo. PATZAPASHIMIN es una compuerta 
cavada en roca viva, rodeada de construcciones de piedras como lóbulos 
que, según la leyenda, se trata de unos laberintos que se internan a las
 entrañas de la tierra, que, tras vencer  distancias como por una 
especie de “metro” moderno, sale en Jaupak, en un lugar llamado Ventana,
 que se encuentra en el valle de Jaupak, equidistante  entre el océano 
pacífico y los andes.
Es  de  suponer que los pararinos del SXX, 
 descendientes de esos primeros pararinos, tras practicar deporte en 
Pelotapampa (meseta-de-la-pelota), también vieran desde Pilapunta, la 
esperanza del agua para su Comunidad, en los mensajes de esquirla de las
 lagunas de Yanacocha-Tayapac. 
Aunque el proyecto Tayapac, con 
el tiempo, ha dejado de ser esperanza para transformarse en el ritual 
siniestro de la demagogia, en el oráculo perverso de la corrupción y 
también en la amenaza usurpadora de vecinos insolidarios que recibieron 
de Pararín sueños y faenas comunales para beneficiarse de agua 4 
comunidades vecinas: Cotaparaco, Tapacocha, Llacllín;  Pararín. 
Las
 tres comunidades-distritos ya gozan del agua de Tayapac; pero aún no 
Pararín, no obstante  de haber sido el mayor impulsor del proyecto de 
canalización de las aguas de la puna, hacia las 4 Comunidades-Distritos.
Fiel
 a las mecidas politiqueras, Tayapac aparece como un proyecto 
neurálgico, que llegará en meses, lo que no llegó en 56 años o más, por 
la “generosidad” de unos señores que con seguridad, estuvieron siempre 
entre los que retrazaron el proyecto. Incluso, uno de los “buenos 
señores” no dijo nada a favor de Pararín, cuando el presidente de la 
mafia ancashina destrozó “legalmente” a la Comunidad de San Juan de 
Pararín, entregando todo el valle, margen derecho agua abajo rio 
Fortaleza, reivindicado el año 1963, bajo la férula de su Titulo 
Ancestral del año 1664 a la Región Lima, desconociendo o despreciando 
por completo la auto determinación de los pueblos.
Además, 
Tayapac es sólo la acumulación de deshielos y de lluvias temporales, 
susceptible de no abastecer por siempre a las 4 comunidades  socias, en 
cambio los puquios del pueblo, aunque mal cuidados, están  permanentes 
como sístole y diástole de la naturaleza , dando vida a Pararín.
Y
 para seguir politizando el proyecto de agua de Tayapac, los 
“dirigentes” que nunca pensaron hacer un reservorio de recepción de agua
 en Pararín,  porque lo de ellos era soltar el agua por las calles, para
 que se bañaran los cerdos públicamente, que  demostraría que en Pararín
 está el agua de Tayapac. A las autoridades pararinas, solo les 
interesan las pachangas de las celebraciones de inauguraciones.
Ante
 la propuesta de Lumef, desde el año 2000, construir un Reservorio de 
Recepción de agua de Tayapac en Q’espara, a un paso del mismo pueblo de 
Pararín, mirando casi a todos los Ayllus pararinos, que abarca la enorme
 pampa de Wampankuy en donde se podría almacenar todo el agua de las 
punas, para regar además, casi todas las chacras comunales  próximas al 
pueblo, Cóchar, Yulli-Tziutzi, etc, además de ornamentar al Distrito, 
para solaz de los visitantes o turistas de Pararín, ha sugerido la 
“propuesta” de mandar construir  un reservorio de recepción de agua de 
Tayapac en el lugar llamado Kayachakuna (Lugar-de-despedidas-a-gritos), 
una ladera inhóspita, situada entre rocas, limitada por rocas y lejos 
del pueblo. 
El supuesto “reservorio de agua en Kayachakuna” 
obedecerá realmente a recomendaciones técnicas o solo a la histeria 
politiquera de acomplejados que desconocen Pararín y quieren dar clases 
de “modernidad”? Lumef conoce a su Comunidad, en su grandeza y sus 
flaquezas, por eso recomienda  la construcción del primer reservorio de 
recepción de agua para Pararín, en Huanrish y el reservorio de 
distribución de agua de Tayapac en Pararín, en Q’espara, cabecera de la 
enorme meseta de Wanpankuypampa, como ornato del Distrito para solaz de 
visitantes y turistas.
LUMEF (Lugar de la Memoria Eterno Futuro),
 considerando que la solución de los problemas está en el lugar en donde
 ellos surgen, ha decido ampliar los dos ojos de agua más emblemáticos 
de Pararín, para construir dos reservorios como los ojos del mundo o 
visión-del-Mundo en el mismo Distrito, utilizando para ese propósito, a 
Tzuntayaku y Poq’runyaku. 
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Tratándose de Identidad; el 
pleonasmo no altera la realidad, porque  sólo la repetición de los 
hechos, evita la contradicción y consolida la personalidad colectiva. El
 agua de los puquios de Pararín, los mismo que sirvieron a los que 
trazaron las pinturas rupestres, tratándolos con amor y respeto,  
servirá también para asegurarles de agua, en el mismo pueblo de Pararín,
 a los pararinos  de hoy y del futuro y evitará peleas de vecinos. 
Los
 ojos del Mundo hecho de los dos mayores ojos de agua  de Pararín, 
generará fraternidad y solidaridad para el progreso. Pararín no tendrá 
que competir o negociar permanentemente por el derecho al agua, sino 
que, como los pararinos de ayer dejaron agua para los pararinos de hoy, 
los de hoy, deberán dejar agua para los pararinos del futuro y de 
siempre.  Y el agua que  venga de Tayapac, será para regar los campos y 
cultivar sementeras solidarias. 
Así, las milenarias aguas de los
 puquios, que calmaron la sed de los constructores del Santuario de 
Pilapunta, humedecieron la tierra para convertir en barro utilizado de 
argamasa para construir chullpas y nichos, labrar adobes para la iglesia
 comunal y el cementerio; las mismas con que se bautizaron y se 
alimentaron los reivindicadores de las tierras de la Comunidad en Sept. 
1963; solucionarán el problema del agua de Pararin del SXXI y del XXII, 
XXIII, ampliando los puquios mayores del pueblo y convocando para esa 
cruzada, a todos los elementos que utilizan el agua: hombres, animales, 
plantas y dioses.
LUMEF, espíritu de la Comunidad de San Juan de 
Pararín, es un himno a la vida, una célula palpitante con sus vivos y 
sus muertos, preparando siempre el futuro desde su más lejano pasado; 
para seguir siendo bosque con sus árboles viejos de raíces profundas y 
las plantas nuevas con sus follajes lustrosos. Cuanto más profundas sean
 las raíces de los árboles, más largas son las vidas de ellos.
6
Con
 la construcción de los ojos del mundo en Pararín, a través de sus dos 
puquios emblemáticos, el orgullo comunal será pétalo de cantuta 
desnudando colores por los valles de Pacru, Chaullín, Kurku, por donde 
la vida reverberará trinos mezclados con aullidos de zorros de mechas 
encendidas por la dignidad de una Comunidad  que fue siempre grande  de 
cuerpo y espíritu y dejó constancia de su metáfora generosa en 
generaciones que levantaron nubes como cristales  y vuelos para orientar
 generaciones con ilusiones y realizaciones para mantener viva la utopía
 y su fosforescencia felina que se hace realidad con tersura del 
pensamiento y la dignidad. 
Los primeros pararinos llegados hace 
milenios, que bebieron agua de los mismo puquios se reflejaron en la 
Generación de Oro de comuneros/as pararinos/as que  Reivindicaron las 
tierras de la Comunidad en 1963, en sus mujeres, hermanas, y madres que 
prepararon fiambres para el hambre, chicha para la sed.   Los primeros 
pararinos de hace milenios, volvieron a reflejarse en los 
reivindicadores de 2008, Reivindicando ex La Litera, pues todos esos 
pararinos, bebieron agua de los puquios de Pararín.
Por eso 
Lumef, en nombre de Pararín Histórico, ha convocado a  todos los Ayllus,
 las zonas pobladas, los caseríos y anexos que bebieron aguas de 
Pararín, para ser pararinos, vivos y muertos, plantas, aves y dioses, a 
 participar en la construcción de los ojos del mundo, como solución del 
agua para Pararín en el mismo pueblo, protegiendo y mejorando sus 
puquios milenarios. 
Los ojos del mundo construidos en Pararín, 
recogerán los paisajes de las nostalgias y harán misivas líticas para 
que los sueños recuperen sus pájaros perdidos en las nubes, y, la 
sencillez del pensamiento hecho esperanza, trazará  nuevamente la 
geografía de la Comunidad, desde Pilapunta hasta el océano pacífico; 
desde los farallones de Cerros de Horcas (Región Lima), hasta Huarmey 
(Región Ancash). Y toda la estructura orgullosa de su confesión lítica, 
será el incólume desafío a las indiferencias lustrosas de funerarios  
funcionarios de la burocracia de la Región Ancash, que pretenden siempre
 tender sus morbosos y vergonzosos catres, sobre los sagrados y 
primigenios sepulcros de los constructores de la historia y la cultura 
andinas.
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Partido el pueblo de Pararín en dos mitades o 
Barrios: Tzunta y Yanán, precedido por sus respectivos miradores de 
Pilapunta, los primeros pararinos,  ubicado en la plaza principal del 
pueblo, mirando hacia el océano pacífico, decidirían que el barrio de 
Tzunta, tomara el nombre del manantial del mismo nombre (Tzun = silencio
 absoluto, sufijo Ta = lo que, el que) Tzunta=  
Silencio-de-lo-silencioso) con sus manantiales de apoyo: 
Wakapazenq’anyaku (Agua-de-la-nariz-de-vacuna), Q’amplaq’yaku 
(Agua-desabrida o, agua-insulsa), Manzanayaku (Agua-de-manzana), además,
 simbólicamente Tzunta constituiría la derecha del pueblo; y, el Barrio 
de Yanán (Yana = color negro), YANA + sufijo N (Su-negror),. Yanán es la
 Esencia o el Sedimento de lo más agradable. Cuando se hacen 
chicharrones, YANAN, es la concentración de partículas de carne que 
queda adherida en el fondo del perol; pero no es lo quemado, carbonizado
 y amargo, sino, el sedimento que, sacado raspando la olla,  es una 
especie de tocino bien frito  y licuado, que se come con maíz tostado o 
con pan a modo de mantequilla e incluso las mujeres utilizan yanan como 
manteca, para elaborar los sabrosos kuwaes (pan de hecho de harina de 
maíz y trigo) considerado típicos de Pararín. 
El barrio de 
Yanán, estaría alimentado por las aguas Poq’runyaku 
(Agua-que-emerge-como-germinando), y por los puquios de apoyo de 
Q’antuyaku (Agua-de-la-flor-de-kantuta), y Parq’ayaku 
(Agua-de-entre-las-lajas-de-piedra), y YANAN, simbólicamente sería 
considerado izquierda del pueblo de Pararín. Las nomenclaturas de 
derechas e izquierdas en las comunidades, son meras orientaciones, y 
carecen de los significados políticos expresando intereses materiales y 
mezquinos como en la politiquería occidental. La derecha, en la cultura 
occidental y cristiana, se considera muy cerca de Dios, y por ende, con 
derecho divino a mentir, robar y matar en nombre del poder económico, 
mientras que la izquierda, está relacionado con la teoría de la justicia
 y no siempre con la justicia de las masas. 
Tras reflejarse en 
los puquios de Tzunta y Poq’run, Parq’a, como contabilizando estrellas 
con poemas de amor o semilla de labios creadores, los poetas, ingirieron
 y arquitectos pararinos, subirían a la meseta de Pilapunta, a diseñar y
 ejecutar las chullpas, como testimonio de organización colectiva.
Mientras
 los primeros pararinos diseñaban en piedras, su historia colectiva, el 
agua de los puquios de Tzunta, Poq’run, Parq’a, Manzanayacu, Mankuyaku, 
con la acrisolada emoción de sus locuras cristalinas, calmaban la sed de
 los constructores del santuario de Pilapunta. Las papas, los ollucos, 
las mashuas de las tierras comunales de Manya, Sachi, Wararkin, calmaban
 el hambre y daban emoción para trazar los caprichos de las pinturas 
rupestres.
Cuando los instintos y las necesidades se hacen 
sedentarios para inventariar los secretos y las esperanzas,  surge el 
sortilegio de la cultura como identidad colectiva. 
Pilapunta fue
 el proyecto tenaz de los ritos como augurio de  sueños de hombres y 
mujeres que quisieron dejar sus inteligencias grabados en diccionarios 
de piedras, como huellas de la vía láctea trazada desde la colina de 
Pilak punta (Colina anónima), o de Illapunta (Colina o refugio del 
relámpago) O, Willappunta (Colina de la predicciones)?, o, Killapunta 
(Colina de la estrellas)? Pararín es el lugar de lluvias, el estremecido
 corazón de la alondra abriendo las ventanas de sus balcones, limpiando 
su mirada con el verdor de Maravia, y el reverbero danzante de Jaupak.  
Mientras
 Lumef pronuncie y defienda el alma de la Comunidad como oración u honda
 respiración de dignidad, Pararín no desaparecerá aplastada por “leyes” 
fanfarronas de usureros y sus  serviles vestidos de legalidad hechas de 
piltrafas ambiciosas. Mientras exista el agua de Tzunta, Poq’run, 
Parq’a, Manzayacu, Pararín seguirá siendo Pararín, y los traidores de 
arcadas y vilezas, no pasarán sin recibir las pedradas de desprecio de 
los pararinos/as.  Aquí, ningún ladrón pararino que robe las esperanzas 
de la Comunidad, aunque haga “obras” con parte de sus robos, será un 
“héroe”. Pararín no espera limosnas para progresar, si no, proyectos 
participativos, en donde cada quien reciba de acuerdo a su 
participación; a mas participación en su comunidad, mayor beneficios de 
su Comunidad, de ahí también la necesidad de construir los ojos del 
mundo en Pararín, utilizando como plataforma eterna, el poder de sus 
ojos de agua.
El proyecto Lumef, hecho con las energías de los 
puquios comunales como espíritus o amarus de la madre naturaleza, tiende
 a ser el mejor homenaje al Dios del agua, un nuevo santuario del Dios 
Pariacaca, para estos tiempos que apuntan a nuevos tiempos creativos y 
no solo consumistas y destructores.
Frente al colorido franela de
 anticomunitarios exacerbados por el dinero fácil, pretendiendo 
crucificar lo colectivo en nombre del individuo, negando la grandeza 
seductora del pasado inalcanzable de Pararín; Lumef, el espíritu de la 
Comunidad, ofrece su pensamiento colectivista como arma ancestral y 
cotidiano, para defender las conquistas comunales. 
La Comunidad 
de San Juan de Pararín es la ficha de la dulzura indagando el cosmos 
como trapecio ilusionado de las emociones que trazan caminos  con 
dimensión de inteligencia, tendiendo siempre a lo supremo que es la paz 
con pan y respeto al derecho a la vida.
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Desde el irisado
 balcón  hacia el pacífico, refrescado el corazón con el agua de los 
puquios del pueblo como latidos de barcos conduciendo juguetes en zumo 
de infancia, los primeros pararinos, escribiendo adioses con peces como 
pentagramas en claves de sol, encendieron flechas en relojes sin tiempo,
 burilaron la empuñadura milenaria de sus fronteras,  meciendo en 
latidos de Sierra, valles y el litoral, en donde la Comunidad  reposa 
oraciones de besos con el azahar de los suspiros  desparramando nubes 
como ganados sedientos corriendo tras almácigos regados por las brisas 
de las Lomas de Lupín. 
Y todo el aire creador de los comuneros, 
redondeado en el sombrero de las comuneras que pasean el océano del 
orgullo de ser pararino con identidad, surge  la universalidad del 
comunero hecha de amor detenido en la vorágine desnuda del tiempo, en el
 trapezoide de las puertas de las chullpas como brazos abiertos al 
erotismo de  la esperanza  y no a la resignación punzante de lagartijas 
para el destello brumoso de turistas que no creen en culturas sino el 
placer de su dinero.
Lumef, espíritu de la Comunidad y lo 
comunitario, exhalando el perfume de los q’allampus, sabe restañar 
heridas en la rojedad de las cantutas y Zeq’rurus,  junto a la densa 
bruma como sollozos asordinados de los quereres,  columpiándose en las 
espinas de Q’altas como cristales diminutos en Pilapunta, Torre, Cushu, 
agazapado en todos los recodos sin dar tregua a los traidores  y sus 
trampas “legales” que “legaliza” los intereses anti pararinos, 
pretendiendo sorprender a inocentes como “negociadores” de cosas ajenas.
Con
 la traviesa intuición que levanta la mirada ante los extraños y 
enemigos agazapados, Lumef descubre gestos y mal de ojos  como piel 
arañada de los codiciosos que son idilios muertos de irreverentes 
traiciones.
9
De la construcción de los ojos del mundo en Pararín.
Al
 salir de mi casa familiar de Pararin, ubicado al costado derecho de la 
iglesia comunal, pegada a la vieja escuela 2do de Grado de varones 1341,
 y al mirar hacia la plaza, descubrí a mi tía Enedina Dolores Camones,
 saliendo de su casa, apoyada en su bastón de lloque de Muni Quisra, con
 dirección a la plaza del pueblo.
La
 anciana tía, como cargando el peso de la vieja tradición pararina sobre
 su frágil bastón, cambiaba los pasos pesadamente, tratando de impulsar 
su añoso cuerpo hacia la primera banca de la plaza de Pararin que 
estuviera libre ¡las bancas de la plaza de Pararín siempre están 
libres!. Desde la reivindicación de las tierras de la comunidad, margen 
derecho, agua abajo del río fortaleza en 1963, Pararín es un pueblo de 
ausencias, polvo en el ojo del silencio en donde ya no quieren vivir ni 
sus autoridades. Su alcalde y su presidente de la Comunidad, creen que 
Pararín es una barriada de Barranca. El Distrito es  un destinatario 
invulnerable del recuerdo, a veces, una espada brillando amenazas 
imprecisas y, a veces, un dibujo planetario ojeando páginas de los 
sueños y buscando noticias de horizontes que ignora o nombres de árboles
 de delirios y sus regimientos de montañas guardando las claves de sus 
secretos comunitarios en los sombreros egregios de sus comuneras.
En
 esos momentos que en los sueños son los mismos, un repentino y fuerte 
viento, soplado desde el lado de Chinchis(Lugar-satisfecho) – 
Q’olquequirun (Lugar-de-dientes-plateados) con dirección de la iglesia 
comunal, arrebató el sombrero a la anciana tía que, instintivamente, se 
llevó una de sus manos temblorosas hacia la cabeza, como pretendiendo 
atrapar las sombras dejadas por su sombrero, y, con el otro brazo se 
afirmaba en su bastón que vibraba, como debatiéndose entre el sostener 
el cuerpo o caer con el.
En un santiamén, como  una flecha 
impulsada con violencia hacia algún objetivo determinado,  el sombrero 
de la tia Inish ha pasado zumbando amenazadoramente, casi rozándome el 
rostro. 
Siguiendo
 con los ojos el curso de la prenda de la tía, volar con dirección a la 
iglesia, he visto que esta caía en el atrio. Seguro de recuperar pronto 
el sombrero de la prima de madre, que en esos momento era una especie de
 capitulo suspendido de alguna página misteriosa de Pararín,  me he 
dirigido corriendo, al atrio de la iglesia, y, al llegar al lugar, he 
encontrado una muchedumbre de gente ligeramente agitada: unos, fuera de 
la iglesia, y, otros, dentro del recinto, moviéndose hacia el patio, 
como hacen durante las salidas de las procesiones en Semana Santa: 
miércoles santo, con el Sr. De las 7 caídas, el jueves, con el cristo 
crucificado, y, el viernes santo, con el santo sepulcro.
Quienes 
se hallaban fuera la iglesia, eran hombres, cuyos ponchos de diversos 
colores: negros, habanos, canosos, con listas y bastas que combinaban 
con el color de la lana de sus abrigos, tenían tesituras pararinas. Cada
 Comunidad tiene inconfundibles detalles en la forma de vestir, no es 
solo la combinación de los colores, sino también, la forma de llevarlas.
 
Los hombres parados en el atrio de la iglesia, parecían esperar
 algo o a alguien. Aunque no reconocía a nadie por sus máscaras, sabía 
que eran pararinos, que por alguna razón se mantenían  parados de tras 
de una línea marcada en el suelo con ceniza.
Los
 enmascarados emitian gruñidos raros, como una mezcla de cerdos 
satisfechos o perros renegando sus pulgas. Sin que pudiera especular 
sobre el particular, salían del recinto de la iglesia, las hermanas de 
mi padre: tía Jacinta, tía Nieves, tía Clementina, con sendas canasta 
tejidas de carrizos, llena de panes pequeños de diferentes figuras, los 
mismos tradicionales “panes benditos” de Pararín, que los funcionarios 
de Semana Santa reparten al público,  a la salida de la iglesia. 
Mis
 tías paternas, elegantemente vestidas, con sombreros nuevos, ricamente 
ornamentadas con cintas de colores, blondas y llamativos plumas de pavo 
real como penachos, llicllas azules y sayas negras con anchos ribetes 
celestes, empezaron  a repartir “panes benditos” a los enmascarados,  
quienes, al recibir el bocado, se los llevaban a la boca, ladeando 
ligeramente sus máscaras. En un momento, los enmascarados parecían 
rumiar cascajos, al mover las mandíbulas, como hacen los cuyes mordiendo
 pasto casi desfigurando la dirección de sus trompas.
Mientras
 esto sucedía en el atrio, del recinto sagrado de la iglesia comunal, 
salía mi abuela, Doña Grimanesa Neyra, portando un enorme y voluminoso 
cirio blanco, ricamente adornado, como lo que solía labrar su hijo, mi 
tío Octaviano Dolores o  “Papá Ukta” para las fiestas de Semana Santa,  
“Papá Ukta”. Fue el retablista histórico de la Comunidad de San Juan de 
Pararin, nunca igualado hasta la fecha.
La progenitora de mi 
madre, elegantemente vestido, como acostumbraba hacer para fechas 
memorables, especialmente para la Semana Santa, y, sobre todo para el 
Viernes de los Dolores, que para ella, era un asunto personal, que  
celebraba con su propio peculio, hubiese o no funcionarios de Semana 
Santa, viniera o no, el cura para oficiar las misas. 
No obstante
 de haber llegado a Pararín a la edad de 14 años, Doña Grimanesa Neyra, 
nunca había renunciado a su forma de vestir traída de su lejano pueblo 
de Uco (Provincia de Huari). Su vestuario consistía en un sombrero de 
paño o fibra vegetal, sencillo, con apenas unas cintas rodeando la copa 
del sombrero, sin muchos ornamentos, como usan las mujeres mestiza del 
callejón de Conchucos y de Huaraz. A diferencia de las monillas de las 
pararinas, adornadas con blondas y trencillas, mi abuela vestía camisas 
llanas, chaquetas ligeramente ceñidas al cuerpo, con vuelos brizados  
sobre la cintura y con bolsillos a ambos lados; falda amplia, 
generalmente de telas satinadas y pañolón,  calzaba botines que le 
cubrían un poco más arriba de los tobillos. Esa noche,  también ella, al
 igual que las paisanas, llevaba su sombrero a la espalda, colgada con 
un cinta negra.
De tras de mi abuela, salía el Anda de la 
venerada efigie de la Virgen Dolorosa, cargado por cuatro mujeres. Para 
mi sorpresa, las cargadoras de la Virgen, eran las cuatro hijas de mi 
abuela: mi madre, Emilia y sus tres hermanas: mis tías: Hortensia, Juana
 y Natividad. 
Las hijas de mi abuela, también vestían de fiesta.
 Ellas, pararinas de nacimiento e hijas del comunero pararino: Don 
Demetrio Dolores Dextre, a diferencia de la madre, habían adoptado de su
 Comunidad San Juan de Pararín, el hermoso y llamativo sombrero 
pararino; y, la lliclla o manto de castilla, que abriga espalda y pecho;
 pero, al igual que la madre; mi madre y sus hermanas, también vestían 
chaquetas ligeramente ceñidas al cuerpo, y , polleras y faldas amplias, 
pero, nunca usaron ni monillas con los puños decorados blondas y 
trencillas coloridas, ni las bellas sayas con bastas llamativas como 
usan las pararinas auténticas.
La Virgen Dolorosa, meciéndose en 
su pesada litera, sobre los hombros de cuatro devotas ancianas, parecía 
sonreír con benevolencia.
Aunque todo parecía “normal” en aquel 
ambiente misterioso, me ha llamado la atención que el gran contingente 
de ese ritual extraño, fueran ancianos/as reivindicadores/as de las 
tierras de la comunidad del año 1963, mujeres y niños de esa vez, 
mientras los hombres, afuera, rumiaban el “pan bendito” de la Comunidad,
 ocultándose de tras de unas máscaras. ¿Qué esconden las máscaras: 
inocencia o culpa?
Mirando aquel espectáculo sui géneris en ese 
Pararín de mis recuerdos como sueños y sueños recuerdos, no podía dejar 
de cuestionarme: habiendo tantos hombres en la Comunidad, aunque 
enmascarados, porqué cargaban el Anda de la Virgen, cuatro mujeres 
viejas? El Anda de la Virgen es siempre pasado, por la cantidad de 
adornos florales que cubre las 4 paredes del Anda, mas, los cirios, de 
tamaños grandes y grosores ,calculados para durar muchas horas.
10
De
 tras del anda de la virgen María, precediendo el Anda del Santo 
Sepulcro, salían las hermanas Clorinda y Margarita Pomiano Dolores, y, 
al lado de ellas, mis tías Irene, Zósima  Dolores Camones, esparciendo 
por todas las direcciones, el aromático humo del incienso, a base de 
palo santo y  romero seco. 
A las hermanas Clorinda y Margarita, 
les seguían niños con pantalones blancos, ponchos habanos, portando 
cirios altos y bien tallados. Los niños,  al igual que las tías, 
llevaban también sus sombreros de fibra vegetal, colgados en las 
espaldas con sendas cintas.
A las hermanas Irene, Zósima  Dolores
 Camones, les seguían niñas, todas ellas con llicllas verdes y sayas 
azul marinos y portando igualmente, cirios llamativos y sus sombreros 
típicos, colgados sobre la espalda.  
Ambos bandos de niños, 
soplaban burbujas de detergente o similar como oración, que, al salir de
 sus bocas, se transformaban en pájaros coloridos como canarios, 
guacamayos o colibríes en vuelo.  
Observaba aquel cortejo de 
niños, al mismo tiempo aspirando el fuerte olor que emitían los 
saumerios de las tías, cuando se ha producido un pequeño remolino de 
pájaros en la iglesia.  Al parecer, las aves en el recinto religioso, no
 sabían qué dirección tomar, y aleteaban a ciegas buscando salida, es 
ahí cuando como desprendiéndose de una jaula de cristal,  la paloma de 
la paz del Pader eterno, ha desplegado su vuelo y se ha echado a volar, 
lentamente, casi rozando las cabezas de los feligreses, con dirección al
 atrio de la iglesia. 
En seguida, los  pájaros bordados en hilos
 de plata y oro como ornamento  en los mantos de los santos y santas, se
 han desprendido tambien de las telas y han empezaban a volar, de tras 
de la paloma de la paz del padre eterno. 
Los niños y niñas pararinos, con las burbujas de sus fantasías seguían aumentando pájaros coloridos. 
En
 un momento, tanto el interior de la iglesia, como el atrio, se han 
poblado de pájaros de todos colores, revoloteando nerviosos, posándose 
sobre la muchedumbre, pero, eludiendo a los enmascarados, como si 
entendieran el significado de la línea de separación marcado en el piso,
 con ceniza.
11
El Anda del Santo Sepulcro, avanzaba entre
 murmullos que simulaban rezos silenciosos, tratando de situarse en el 
centro del atrio de tras del de la Virgen Dolorosa. Entonces he caído en
 cuanta que, quienes cargaban el pesado anda del Santo Sepulcro, eran 
niños, entre 10-12 años edad, repartidos en dos filas, 6 niños, a casa 
costado, o, 3 niños en cada mango del anda.
Cuando una nube 
pájaros hubieron poblado el cielo de Pararín, se paso el coro de los 
cantores gregorianos del pueblo, saliendo de la sacristía, encabezados 
por  las potentes voces de los barítonos naturales: tíos Arcadio Dolores
 y Teotemio Depaz, que venían acompañados, haciéndoles coro, por los 
“curas” pararinos. Ahí venian: Jallakura (Cura-Forastero), Machasq’akura
 (Cura-borrachin), Ulikura (Cura-mentiroso), Llapshakura 
(Cura-blandenque o cura light) Piñasq’acura (Cura-amargado), 
Mallaq’aqkura(Cura-hambriento), 
Warmimunapaq’kura(Cura-antojadizo-de-mujeres), 
Wallpasuwakura(Cura-roba-gallina) etc, etc.  Todos los cantores 
gregorianos de Pararín o “curas” locales: vestían túnicas blancas, con 
gruesos cordones el mismo color, como los Santos Varones que cargan el 
Anda del Cristo Crucificado del Jueves Santo y el Santo Sepulcro de 
Viernes Santos.
Cuando las dos andas se hubieron posesionado en 
el atrio de la iglesia, uno tras del otro, han aparecido mi padre y  sus
 dos hermanos: Carlo Magno y Mario Villarreal Huerta. Mi padre, Manuel y
 sus hermanos: Carlo Magno, llevaban sendos papeles en las manos, como 
listas con nombres, con los que parecían chequear la presencia de las 
aves que, para ellos, parecía representar algo especial. 
Tío 
Mario, como si conociera a cada  pájaro por sus respectivos nombres y 
apellidos, haciendo movimientos graciosos, señalaba con el índice y las 
aves, como si el tío hablara el idioma alado de ellos,  iban a posarse 
sobre sus hombros, entonces, el hermano de mi padre, tras acariciarlos 
suavemente, les susurraba algo y riéndose siempre, los soplaba cual si 
fueran pétalos secos de flores.
Al parecer, cada pájaro señalado 
por el tío Mario, representaba el espíritu de los puquios o manantiales 
de la Comunidad de San Juan de Pararín, sembrados en su vasto 
territorio, desde la Sierra hasta el océano pacifico, pasando por los 
valles de Huertas-Rari, por un lado; y, Maravia, por el otro lado. 
En un momento, ligeramente preocupado, mi padre ha comentado. 
-Hay
 cinco espacios vacíos en mi lista. No sé a qué puquio corresponde. ¿Cómo
 va en tu lista, Carlo Magno? Ha preguntado mi padre, a su hermano 
mayor.
- Si, ya veo que hay cinco espacios vacíos… El tío Carlo 
Magno,.tras contemplar la página, como auscultando más allá de lo 
material, ha dicho: Esos vacíos corresponden a Nahuínyaku 
(Agua-de-ojo-del-ojo), Jaupakyaku (Agua-que-susurra), 
Q’erpunyalu(Agua-que-gira-como-uso), Paq’an (Agua-que-se-lava) y 
Wararq’in (Agua-del-amanecer) ¡Me extraña que no hayan enviado sus 
representantes hasta ahora! En cada acuerdo comunal se renueva el pacto 
comunal de convivencia, sin respeto a los acuerdos comunales, ya no 
puede haber Comunidad. Los acuerdos comunales se acatan, y no se 
discuten.- ha sentenciado ligeramente fastidiado, tio Carlo Magno.
-
 Todos los puquios de  la Comunidad, sabían que hoy se construiría en 
Pararín, Los ojos del mundo - dijo mi padre- Pararín es de todos, y, 
solo estando todos, seguiremos siendo una Comunidad. Y desde la lejanía 
de los tiempos, la Comunidad ha sido un bosque de energías con sus palos
 secos, su rebrotes y sus almácigos eternos. Los vivos y los muertos 
tejen la existencia como juego o fuego de energías y todas las energías 
son vitales, no existen energías muertas, por eso la Comunidad es 
sinónimo de vida. 
-Marito?,-ha preguntado cariñosamente mi padre, a su hermano.
-Sí, Mañuco. –ha respondido tío Mario, en el mismo tono de voz fraterna-
 -…¿Y
 los Santos, han contribuido ya? Nadie que utilice el agua: hombres, 
plantas, animales y dioses, pueden dejar de contribuir en la 
construcción de los ojos del mundo, utilizando los espíritus de los 
puquios de la Comunidad. La Comunidad da vida a la iglesia y también la 
iglesia, alguna vez, tiene que dar algo a la Comunidad para seguir 
viviendo, porque los dioses solo existen por los hombres. Como en el 
mito de Cuniraya-Wiracocha, es preferible para las comunidades, dioses 
miserables con pueblos felices y no dioses arrogantes y mezquinos, en 
medio de pueblos miserables.
Entonces, el siempre alegre tío Mario, ha contestado picarescamente a su hermano.
-Aumi
 Mañuco, llapan santukunapish pishkuntam koyasq’a, llapan santakunapish 
urpintam koyashq’a (Sí, Mañunco (Manuelito) todos los santos han donado
 sus pájaros y todas las santas, sus palomas) Mi ha padre ha sonreído 
ante el comentario de su hermano, y el hermano mayor Carlo Magno, miró 
serio a sus dos hermanos y ellos, bajaron la cabeza.
En esos 
mismos instantes,  ligeramente casados, llegaban los cinco pájaros 
faltantes en la lista de los Villarreal. Los 4 pájaros de los valles: 
Nahuín, Jaupak, Q’erpun, Paq’an, y, el de la Sierra:  Wararq’in. 
Nahuínyaku,
 Jaupakyaku, Q’erpunyaku, Paq’anyaku, representantes de los ojos de agua
 de los valles, tenían diferentes tamaños, dependiendo al manantial que 
representaban.  Los colores eran escuetos verdes, cuello blanco, picos y
 patas ligeramente anaranjados que caracteriza a los pájaros de los 
valles,. y, el representante de Wararq’inyaku, era un pájaro pequeño, de
 los comunes gorriones andinos, color jaspeado y mirada desconfiada. 
Los
 cuatro pájaros de  los valles, traían entre sus frágiles garras, dos 
flores de amancaes, cada uno, flores amarillas de polen perfumada, que, 
al llegar al lugar, depositaron  uno, sobre  el anda de la virgen y, el 
otro, sobre el anda del Santo Sepulcro. El espíritu de Wararq’in, trai 
entre sus frágiles garras, dos pullullimas (pequeñas flores de pétalos 
de color rojo suave, con bordes verdes y de figura ligeramente 
abombadas, que crece protegida por las ranuras de la rocas o debajo de 
los arbustos serranos. 
El espíritu del puquio de Wararq’in, 
luego de hacer la misma ceremonia con las flores; depositar uno en el 
anda de la Virgen y el otro en el anda del Santo Sepulcro, ha girado 
sobre las cabezas de los hermanos Villarreal, e inmediatamente se ha 
dirigido hacia los enmascarados, tras sobrevolarlos, ha soltado sus 
excrementos y se ha ido a unirse  a sus congéneres bullangueros, 
congregado todos, para  contemplar el desarrollo de la  construcción de 
los ojos del mundo en Pararín.
12
Cuando Pararín parecía 
estar en absoluta calma, como esperando alguna señal para ponerse 
movimiento,  mi abuela, con un ligero movimiento de su cirio ricamente 
ornamentado, ha indicado que las cargadoras de la Virgen María, las 4 
hermanas Dolores Neyra,  alzacen y se pusiesen sobre los hombros, y, los
 12 niños cargadores del Anda del Santo Sepulcro, hiciesen lo mismo. 
Cuando
 ya las dos literas descansaban  sobre los hombros de los respectivos 
cargadores, se produjo nuevamente un pequeño  remolino, como lo que 
había sucedido  en el interior de la iglesia para el desprendimiento de 
la paloma de la paz del Padre eterno,  y, como si de repente alguna 
presencia majestuosa se apoderara  de Pararín. Los pájaros, posados en 
los tejados, se han alborotado, como si de repente se vieran 
descubiertos  en sus intimidades, por alguna fuerza depredadora. 
En
 ese pequeño transito de alboroto plural que cada  ave como expresión 
del aislamiento o personalidad manifestaba con sus aleteos nerviosos, se
 sintió la presencia de Lumef como espíritu de la Comunidad: Unidad de 
la diversidad y diversidad en la unidad. 
Y la suma de la 
brevedad era el sustento de la eternidad en  Pararín. Porque cada 
acontecimiento es único y para siempre, incluso la sombría monotonía de 
sucesión de meses y años, son únicos e irrepetibles.  
. 

 
 
Entonces,
 como si la suma de los sucesos engendrara sentimientos de duración y 
brevedad a la vez, se presentaron con sus ponchos y sombreros nuevos, 
los comuneros de la Generación de Oro, los reivindicadores de tierras de
 1963, con el entusiasmo que hace 52 años, aquel inolvidable día del 25 
de septiembre 1963,  pusieran en movimiento la pesada maquinaria de la 
Comunidad, en transito de los nuevos tiempos, reivindicando sus tierras,
 al margen derecho, agua abajo del río Fortaleza.
Las aves que, 
hace un rato se alborotaran ante la presencia misteriosa de los 
Reivindicadores, empezaron a cantar sus más bellos trinos y en un 
santiamén, los reivindicadores, como encarnando el espíritu de la 
Comunidad eterna, se transformaron en perfume y luz de Pararin.
En
 seguida, como cumpliendo un protocolo previamente establecido, los 
Reivindicadores, con el tío Adrián Dolores Camones a la cabeza, han 
doblando una punta de sus ponchos y colocándolos como almohadilla en el 
hombro para amortiguar  el peso del anda,  sustituyeron a la cargadoras 
del Virgen de los Dolores: tio Adrián a  mi madre Emilia, tío Florencio 
Dolores Camones, a mi tía Hortensia, el tío Heráclides  Zavaleta Soto, a
 mi tía Juana, e, Isabel de la Cruz Antúnez, a mi tía Natividad. 
Siguiendo
 con el mismo protocolo, otros reivindicadores, como mi primo Sabino 
Depaz Villarreal,  doblando también  la punta de su poncho, ha colocado 
sobre su hombro a modo de almohada de amortización y, ha sustituido a 3 
de los niños cargadores del  anda del Santo Sepulcro. Tío Patricio 
Dextre Osorio, a otros 3 niños cargadores, haciendo pareja con Sabino, 
Jorge Camones Mónico ha sustituido a 3 niños de uno de los mangos del 
anda, y, finalmente, mi cuñado Demetrio Moreno Camones, ha sustituido a 
los últimos 3 niños cargadores del Santo Sepulcro.
He
 pensado si Pararín, no habría estado defendida siempre solo por 
ancianos, mujeres y niños, mientras los hombres, mascaban panes benditos
 de la Comunidad, sin preguntarse quienes  amasaban y horneaban los 
mismos; ni con qué trigo y agua se amasaban  lo  que ellos, tan 
fácilmente se comían sólo por haber nacido en Pararín.
Cuando las
 dos pesados  andas ya descanzaban sobre los hombros de los sagrados 
reivindicadores de tierras de la Comunidad de 1963, el cirio de mi 
abuela, se ha transformado en una enorme culebra de vivos colores, como 
los conocidos Intipawarq’an (Culebra-la-honda-del-sol), que, blandiendo 
amenazadoramente su lengua viperina, hacia esfuerzos, por zafarse de las
 manos de mi abuela, para atacar a los enmascarados.
  
Asustados y
 sorprendidos, por la repentina amenaza del  cirio-serpiente de mi 
abuela, los enmascarados, se apretujaron entre ellos como buscando 
protección recíproca; y en esos momentos de apretujamiento, se les 
cayeron las máscara al suelo y , de inmediato, las máscaras  se 
transformaron en una norme  alfombra de flores de pétalos de color rojo 
vino tinto. 
La calle San Juan, que parte al pueblo en dos: 
barrio abajo y barrio arriba, se ha cubierto de flores rojas, de 
aquellas  flores  típicas de Pararín conocidas como Seckruru 
(Coágulos-de-sangre-seca), Seckruru , flor de corolas acampanadas,  es 
una suerte de lirios silvestres, abundantes en Pararin, durante los 
meses febrero marzo, cuyo color rojo guinda,  transforma a los campos, 
en espectáculos bellos contemplados desde una distancia.  Del color 
bermejo de los pétalos, con nervios y bordes verdes, le viene el nombre:
 Seckruruhueyta  (Flor-de-coágulos-de-sangre-seca). 
Y sobre las 
máscaras de los pararinos convertidos en flores de Seckruru, ha pasado 
la procesión con las pesadas andas de la fe, con dirección al 
cementerio, cargados por los Reinvindicadores.
Mirando el 
cirio-serpiente de mi abuela, he pensado en el Dios Amaru como 
representación de los  ríos. Amaru es energía y la energía se manifiesta
 en gotas o en puntos como ondas de repetición de repeticiones. El río 
es una sucesión infinita de energías como sucesión de gotas de agua.
Entonces,
 las nubes en los andes y las celliscas en la costa, son  
manifestaciones de energía, igual que las  gotas de  lluvia que caen  o 
las nieves que sonríen  o las escalactitas que esconden sus complejos en
 las cuevas.  Es posible que el nombre de Para-rín(  Paras = Lluvia – 
con sufijo Rín = lloviendo)  como lugar que está-lloviendo, haya sido 
puesto, tras   contemplar las caídas de lluvia, desde su recipiente 
sideral sobre los santuarios. Entonces me ha parecido normal que el 
cirio de mi abuela fuera un Amaru, porque ella misma era energía 
caminante, lo mismo que los pájaros, representando en ese momento al 
espíritu de los ojos de agua de la Comunidad, para construir los ojos 
del mundo o un nuevo santuario para el Dios Pariaca o Dios del agua en 
Pararin, adorado por los antiguos peruanos, cuyo olimpo estaba ubicado 
en lo que ahora es el litoral pararino, desde el Cerro de Horcas hasta 
Huarmey. 
13
Construir los ojos del mundo en Pararín, 
utilizando los dos manantiales banderas de Pararín: Tzunta y Poq’run, 
obedece a que el Santuario de Pilapunta tiene su Patzapa Shimin 
(La-boca-de-la-tierra o La-voz-del-mundo) como homenaje a la Madre 
Tierra, y había necesidad de crear los ojos del mundo, transformando los
 dos manantiales banderas del pueblo: Tzunta y Poq’run, agigantados por 
las necesidades del tiempo, y trasformados en los  Wiracochas de 
Pararín. (WIRA= Grasa o combustión, energía, y, COCHA = Estanque, 
depósito o recipiente que contiene energía, Wiracocha = Continente de 
energía). Y toda edad comienza con el agua y termina en el agua. 
Los
 PATZAPA NAWIN de Pararín, serían los Wiracocha  del Distrito. Con el 
agua se mueven todas las energías porque la vida es fluida de energías, 
en donde los vivos  y los muertos siempre viven engarzados en el 
Wiracocha, dios de la energía.
 Los 
 Wiracochas de Pararín, serán el punto de unidad de la Comunidad, por 
convergir en ellos, todos los intereses.  Todo inversión en Pararín, 
pequeña o grande,  siempre será una obra de trascendencia, porque 
beneficiará a todos los pararinos. 
Sin
 quitar los ojos del cirio-serpiente de mi abuela, amenazando a los 
enmascarados y orientando la marcha de la manifestación religiosa hacia 
el puquio de Tzunta, pensaba en el Dios Wiracocha, energía en reposo.
A
 lo largo de los tiempos,  el Dios Wiracocha se fue metamorfoseando en 
diferentes dioses andinos, pero todos ellos, relacionados con  la 
creación , el trabajo como máxima virtud del genero humano. El trabajo 
es la verdadera fuente de felicidad, pues, en donde todos trabajan 
organizados y en solidaridad, hay paz. Cuando las manos están ocupadas, 
la mente se mantiene en paz.  
Al tener todos, lo que deben 
tener, no hay robos ni mafias envenenadoras; el problema es cuando unos 
cuantos empiezan a vivir del trabajo de los demás. 
Cuando la 
procesión se desplazaba entre murmullos como rezos y los gorjeos de las 
aves,  se dejó oír, desde el lado del cementerio, los bordoneos 
profundos , broncos  y mágicos del arpa de mi tio Rufino Dolores Neyra ,
 tan conocidos por mi, por haberlos  oído desde el primer momento que 
vine a este mundo, en Pararin.  
Junto a los arpegios del 
instrumento de mi tío- padrino-, que venia ejecutando su instrumento 
suspendido en aire, haciendo descansar la cabeza del voluminoso 
instrumento sobre su hombro izquierdo, se han manifestado  también los 
violines, con sus sonidos misteriosos, los clarinetes con sus cadencias 
brillantes, las sordinas con sus mensajes metálicos, haciendo de  
Pararín, un  lugar festivo, sin ser propiamente, una fiesta. 
Emocionado
 por la presencia del conjunto musical pararino, liderado por mi tío 
padrino, no me había fijado que junto a mi tío Rufino, venían también, 
tocando su violín, mi hermano Fortunato, en compañía de  Teodosio Depaz,
 Melecio Depaz, mi cuñado Pedro Requena, mi primo Alejando Simeón y 
tantos otros músicos pararinos a quienes no recordaba bien.
En 
esos momentos, los pájaros parecían imitar a las mariposas en sus leves 
movimientos aéreos y mariposeaban por todo el ambiente, como si alguien 
soltaran pica picas de colores desde el cielo. Los niños/as correteaban 
como compitiendo con las aves, soltando burbujas que se transformaban en
 pájaros. La orquesta, conformada por todos los músicos pararinos que en
 vida fueran, venía al encuentro de la procesión, cuyas andas crujían 
sobre los hombros de los Comuneros de la Dignidad (reivincadores de 
1963). 
Al llegar a la altura de del puquio de Tzunta (Chonta), 
el conjunto musical ha quedado en dicho lugar, tocando melodías 
sagradas, relacionadas con las liturgias. Las mujeres, luciendo sus 
hermosas figuras,  contemplaban embelezadas, las manifestaciones de los 
pájaros y las gracias de los niños. Los hombres, ya sin máscaras, se 
mantenían ligeramente a distancia, como temiendo alguna censura de los 
viejos, mujeres y niños que mantenían el espíritu de la Comunidad.
14
Llegado
 el cortejo al  lugar de destino: el Puquio de Tzunta. Toda la comitiva 
se ha detenido. Y, a una señal de mi abuela con su cirio-serpiente 
Amaru, los cargadoras del anda de la Virgen, han plantado la litera  en 
tierra, casi, en la misma puerta del milenario puquio. La orquesta ha 
cambiado de ritmos y melodías; de sagradas a alegres y festivos huayno. 
Entonces
 ha aparecido  mi hermana Oriola, vocalista del Conunto Sol de Pararín, 
ha cantando y bailando, en medio del primero elenco de Pallas de 
Pararín, formado por ella y su hija Marisela Requena Villarreal.  
Oriola, en dúo con su hija, cantaba, emocionada, su propia composición: 
Pararín Querido.
Pararín pueblo querido
Testigo de mis amores
Tú no mas estas sabiendo
La vida que estoy pasado.
Cuanto más lejos me encuentro
Añoro tu bello paisaje
Mientras 
 Oriola, desempolvaba recuerdos y esperanzas, con el marco musical del 
conjunto musical liderado por el Profesor  Rufino  Dolores, como en una 
especie de pantalla mágica surgida del puquio de Tzunta, aparecían 
ráfagas de destellos de imágenes de recién nacidos, llorando 
sorprendidos ante el primer contacto con Pararín a través del agua de 
sus puquios; ancianos temblorosos bebiendo agua en unos mates burilados,
 mujeres lavando cadáveres para vestirlos con sus últimos prendas 
terrestres, constructores de casas, pisando barro para labrar adobes, 
mujeres peinándose utilizando el agua como espejo,  pájaros bebiendo 
agua o, recogiendo con sus picos para regar unas flores bellas sembradas
 en torno al viejo manantial. Las imágenes de la pantalla pretendían 
mostrar que el agua del puquio  de Tzunta, era Pararin eterno, con sus 
nacimientos, muertes y resurrecciones.
Entonces, el anda de la 
Virgen Dolorosa, como si se tratase de un enorme bloque de hielo, ha 
empezado a derretirse: los ornamentos de la Litera: flores y cirios se 
convertían agua. 
En
 un abrir y cerrar de ojos, ha aparecido un  enorme estanque de agua 
cristalina, como espejo saludando el limpio cielo azul pararino. 
La
 Virgen Dolorosa  sentada en la puerta del manantial, vestida de 
pararina, de sombrero, lliclla y  saya, hacia bailar una  rueca  con el 
que hilaba  lana blanca.  La rueca, artísticamente impulsada por los 
delicados dedos de la Virgen, hacia el nuevo estaque que parecía lago 
congelado en su mejor coquetería,  parecía aumentar el volumen del agua 
del nuevo puquio de Tzunta,; en donde  la imagen de la adorada se 
transformó en un saludo  de la tierra al cielo, a través del trabajo 
colectivo entre todos los usuarios del agua.
Cuando los 
comuneros/as contemplanban embelesados, sorprendidos y contentos el 
rostro de la Virgen reflejado en el nuevo puquio de Tzunta, la orquesta 
ha vuelto a tocar melodías sacras. Y, como siguiendo un libreto  
preestablecido, la imagen de la Virgen, agitada por alguna fuerza 
invisible, ha empezado a moverse suavemente, como bandera, sobre la 
quietud misteriosa  del agua que captaba toda la dimensión cielo.   
Entonces,  el milenario puquio de Tzunta, se transformó en un enorme 
espejo rodeado por las delicadas flores azules de lavanda, pigmentando 
con el color del cielo la Unidad de la diversidad  y la diversidad en la
 Unidad de la Comunidad representada por espíritus de sus manantiales 
construyendo los ojos del mundo para un futuro diferentes y mejor para 
los pararinos.
Terminada
 la intervención de Oriola, nuevamente mi padre y sus dos hermanos: 
Carlo Magno y Mario, han vuelto a  desdoblar sus papeles, como 
chequeando la lista de puquios de la Comunidad de San Juan de Pararín, 
representados por sus espíritus alados.
Mi
 abuela, contemplando la imagen de la Virgen Dolorosa de su adoración 
reflejada en el agua,  ha hundido dos dedos en el agua, del nuevo 
estanque de Tzunta, como hacen los fieles  con el agua bendita al 
ingresar a la iglesia. Era difícil saber si mi abuela quería comprobar 
la presencia del agua  para creer, o, si quería llamar la atención de la
 venerada hacia ella misma. 
Al ver a la abuela mojar los dedos 
con devoción, las pararinas que acompañaban el cortejo religioso han 
hecho lo propio.  Luego de santiguarse con los dedos mojados en el agua 
del nuevo estanque, las pararinas han recogido un poco liquido elemento 
con sus manos y se lo han llevado a los labios.  Los viejos 
reivindicadores, y niños y los pájaros, han imitado a las comuneras. 
La
 orquesta de los músicos pararinos de ayer, seguían poniendo el marco 
musical, para los constructores de los ojos del mundo en Pararín de hoy 
para mañana.
En esos momentos, la madre de mi progenitora,  
miraba a sus hijas que, al igual que las demás paisanas, bebían el agua 
de nuevo Tzunta, cogiendo con sus manos. La única que no bebía esa agua,
 era ella que parecía esperar algo o a alguien. Entonces, como 
adivinando los pensamientos de su progenitora, mi madre ha dicho a la 
esposa de su padre: 
-Mamá, yo sé que tú esperas tu agua de 
Paskayaku; ahora mismo voy a ir a traerte. Mi abuela ha mirado a su hija
 con ternura y ha vuelto contemplar con reverencia, la imagen sagrada de
 la Virgen moviéndose sobre el agua del nuevo Tzunta, Los constructores 
de los ojos del mundo, habían respetado el antiguo filtro del manantial,
 es más, los habian rodeado de hermosas flores abanicadas por mariposas 
multicolores.
La
 orquesta liderada por mi tío-padrino, que tocaba el fox incaico: 
Jarapuklla (El juego del maizal), composición de mi tío Rufino, ha 
cesado, y nuevamente los cantores gregorianos de Pararín,  han entonado 
rezos en quechua y castellano, que las mujeres respondian con voces, en 
falsete.
Los niños/as, suspendiendo su juegos de hacer  burbujas 
que se convertían en nuevos pájaros, ofrecían en pequeñas tazas, dulce 
de membrillos a los reivindicadores-cargadores de andas, estos los 
recibian y se los tomaban con delectación. 
Nuevamente, las 
hermanas Villarreal  Huerta (Jacinta y Nieves) han aparecido con sus 
canastas llenas de panes benditos y han empezado a repartir al publico, 
comenzando por los Reivindicadores. 
15
Considerando que 
el descanso ya había sido suficiente y dejando a la Virgen girando su 
huso sobre el agua de Tzunta, mi abuela nuevamente con su 
cirio-serpiente ha hecho señal de movimiento y los cargadores 
reivindicadores del Santo Sepulcro, han levantado el anda y han empezado
 ha caminar con dirección  del estanque de Poq’run. 
Llegado la 
comitiva festiva  religiosa a Poq’run, los comuneros/as han repetido 
ritos idénticos al del hecho en Tzunta. Los cargadores han colocado el 
anda del Sr, casi en la puerta del ojo de agua de Proq’run, desfigurado 
por la irresponsabilidad de un alcalde improvisado y chambón; y una 
bandada de pájaros han revoloteado sobre las cabezas de la comitiva y 
los músicos, mientras en secuencias casi simultáneas, el anda del Santo 
Sepulcro, se transformaba en el Sr. De las Siete caídas, que sale el 
Miércoles Santo, en el de Cristo Crucificado que sale en procesión los 
Jueves Santo y nuevamente, el del Santo Sepulcro que sale los Viernes 
Santo el anda, como si se tratase de un bloque de nieve, ha empezado a 
derretirse; y poco a poco, transformándose en un enorme estanque. 
En
 la puerta del ojo de agua Poq’run, ha aparecido la figura de Cristo, el
 de la última Cena. Un personaje misterioso, una mezcla de líder, 
profesor, conferenciante, confidente y jefe, y su figura se ha reflejado
 en el agua, como señalando que la única resurrección humana es través 
del trabajo colectivo. El individuo puede ser redentor y crucificado, 
pero las colectividades organizadas, formando un solo cuerpo hecho de 
solidaridad, vencen todas las tentaciones y los atentados de herodes. 
En
 un momento, como si de repente se le hubiesen roto todas las cuerdas de
 su arpa,  el tío Rufino ha dejado de tocar su instrumentos, 
presurosamente ha recostado su enorme instrumentos contra una piedra y 
se ha dirigido al estanque, como urgido por ver la imagen del Sr. 
Reflejado en el agua o beber de él.
Cuando pensaba que él haría 
lo mismo que los paisanos: beber el agua haciendo cuenco con sus manos, 
mi tío-padrino ha capturado suavemente un pájaro, el más colorido y 
tierno, y, acariciando suavemente su bello plumaje, ha buscado con la 
mirada a alguien especial, entre la multitud. 
Pensaba que mi 
tío-padrino buscaba a su madre, a quien  en vid, tanto quería; ¡pero 
no!, a quien buscaba entre la multitud, era a su esposa. Haydée Pomiano 
Vidal, que en esos momentos, luciendo su más fina coquetería, ataviada 
con la vestimenta típica pararina; sombrero huachano, lliclla, monilla 
con bobos en las mangas y saya con listones llamativos en los bordes, 
miraba también hacia su esposo, acariciando  un pequeño pájaro colorido 
como los quetzales mayas, o los turpiales venezolanos, como queriendo 
demostrar que el amor eterno, si existe, y lo de ellos, había sido un 
amor a prueba de tiempo. 
Y ante la mirada enternecida de los 
paisanos, los esposos  regresaban abrazados, hacia el arpa del tío, 
recostado contra una piedra de Poq’run. Acompañado por esposa sonriente,
 el tío  ha empezado a tocar su instrumento predilecto, con mayor 
destreza y brillo, comenzando por unos fox incaico en los que él era 
insuperable, cambiando bruscamente ritmos y melodías ha llegado hasta la
 conocida melodía “Quisiera ser Picaflor” melodía preferida por su 
esposa. En esos momentos, tía Haydée soltaba el pájaro colorido que 
tenia entre sus manos y lo ha orientado hacia la imagen de Cristo 
reflejado en el ojo de agua de Poq’run, e, inmediatamente los hermanos 
Villarreal, han  vuelto a  desdoblar sus papeles como chequeando por 
ultima vez la lista de los puquios de la Comunidad, en Poq’run. 
-Han
 chequeado bien la lista Carlos Magno y Mario? Ha preguntado mi padre a 
sus hermanos. Estan todos los que tenían que estar en este dia 
histórico?
-Si Manuel, -han contestado los aludidos, en coro-  
Tio Carlo Magno, ha seguido- Hemos chequeado todo. Todos los Ayllus han 
enviado el espíritu de sus puquios,  todos los  puquios de  Pararín 
están representados  en este gran Wiracocha, u homenaje pararino al dios
 Paraicaca (Dios del agua) que devolverá a Pararín su prestancia de 
milenios, para los nuevos tiempos.
-Qué
 bueno –ha comentado mi padre- Pararín es una Comunidad milenaria, pasó a
 los Incas, con la fuerza de sus Ayllus, a los invasores españoles, con 
la unidad de su Comunidad confederada por 14 Ayllus, pasará a la 
acomplejada y extranjerzante Repíblica peruana, que pretende destruir 
Comunidades en señal de “progreso” con constituciones privatizantes 
dictadas por un japonés. Pararín no es Comala de Méjico, en donde los 
muertos solo viven por el rencor a Pedro Páramo, que les quitó las 
tierras y les sembró de hijos sin pan. Y a los pobres que aun mantienen 
sus  tierras, Pedro Páramo les obliga a sembrar la muerte, con el 
maldito negocio de las  drogas, convirtiendo al Estado mejicano en 
cómplice y socio del negocio sanguinario. Pero los campesinos mejicanos,
 como los peruanos, quieren sembrar vida:  maíz, fréjol, nopal,  chili, 
cacao, como Pararín, ha decidido sembrar el futuro más largo y luminoso 
desde la más lejana esperanza que es su pasado.
Pararín fue 
siempre una comunidad de hombres y mujeres libres, aquí nadie conoció el
 repulsivo rostro de gamonales humillando a sus semejantes como Pedro 
Páramo, ni la despreciable conducta de los mineros serviles a los 
extranjeros, presumiendo ser blancos por tener dinero, con trabajos 
ajenos. 
La construcción de los ojos del mundo, asegura a 
Pararín  su condición de Comunidad de hombres y mujeres libres y no de 
llorosos y arrepentidos traidores. La comunidad es una canción de 
infancia rodando fulgores por litorales inefables. Es la transparencia 
de la voz del  agua con calendarios armando el irrenunciable abecedario 
de  los abuelos con sus cascadas de lágrimas y esperanzas.
Con la
 construcción de los ojos del mundo, con el espíritu de todos sus 
puquios y manantiales de la Comunidad, Pararin se  prepara para la vida 
eterna, porque  la construcción de los ojos del mundo en Pararín, es 
clavarle la mirada a la eternidad desde una obra colectiva, solo la 
colectividad organizada sobre la solidaridad, podrá un día, dialogar con
 Dios…..- 
En esos momentos el nuevo estanque de Poq’run, 
constituía la gigantezca figura de Cristo en actitud de conductor de 
masas a la tierra prometida.
Los Reivindicadores, 
cargando las andas de la renovación, confirmaban que efectivamente las 
Comunidades sólo pueden vivir, cuando todos asumen sus responsabilidades
 como acto de fe, y no como una coartada para subastar las tierras de la
 Comunidad, a favor de unos cuantos espurios y en contra de la vida de 
infinitas generaciones pasadas y del porvenir.
En
 esos instantes, sentí un zumbido raro, casi amenazador, como si alguna 
fuerza desconocida  quisiera borrar la obra comunal hecha de las 
energías de ayer y de hoy para el mañana. Un fuerte olor a crisantemos 
se ha impregnado del lugar.
El zumbido amenazador que me había 
intranquilizado,   era el sombrero de mi anciana tía Enedina, que 
regresaba hacia mi, casi con la misma fuerza impulsada desde  la plaza 
del pueblo hacia el atrio de la iglesia que lo había visto pasar.  
 
Poq’run
 ya era un silencio de creación o redención. Ya no estaban los 
comuneros/as. Ya no estaban los pájaros coloridos; ya no estaban los 
músicos ni los cantares gregorianos, ni los reivindicadores, solo la 
imagen de Cristo reflejado en el agua, parecía confirma que la fe es 
personal y las creencias, cosas de grupos que no siempre con fe.
El
 sombrero de la anciana tía Enedina, como si tratase de un festivo  
platillo  volador,  o ave extraviado regresando a Pararín, giraba a mi 
alrededor como tratando de decirme algo. Entonces, he capturado la 
prenda de la tía, suavemente como si se tratase de un ave doméstico,  y,
 contento con el pensamiento de darle alegría a la prima de mi madre, 
entregándole su prenda recuperada, me dirigía con dirección a la plaza.
Estaba
 a la altura de la iglesia de vuelta a la plaza del pueblo, cuando 
escuché la voz de mi madre, llamándome desde el lado de Q’qmishjirka 
(Cerro-de-los-mitos). Al volver la mirada hacia el lugar de donde 
provenía la voz de mi progenitora, he visto a mi tío Rufino, casi 
volteando la curva de Llamabashillun (La-pezuña-del-venado), montado 
sobre su caballo blanco, no sé si “Avión” o “Sóstenes” con dirección a 
nuestro Ayllu familiar de Muni Quisra. He visto  que el tío sobre el 
caballo, cargaba su arpa en el hombro, como si fuera tocando y, pegado a
 sus espaldas iba su esposa, con la mismas coloridas vestimentas 
pararinas que la había visto en Poq’run. 
Contemplaba a mi 
tío-padrino dirigiéndose a nuestro Ayllu familiar de Muni Quisra, cuando
 escuché la voz de mi padre, llamándome desde del barrio de Poq’run.  Al
 voltear la mirada para ver a mi padre, he visto que todo el cerro de 
Rukustanan (Donde-se-asienta-los-buitres) estaba embanderado de telas 
coloridas tremolando presencias o sorpresas festivas; y, por el camino 
que bordea Rukustanan , dirigiéndose a la meseta de Pelotapampa en 
Pilapunta, casi desaparecían un grupo de niños poblando de pájaros 
coloridos el cielo pararino y de los dos nuevos estanques de aguas 
cristalinas de Tzunta (Chonta) y Poq’run, se levantaba un enorme y 
majestuoso arco iris hacia Pilapunta.
Desde el abra de Paurayaku,
 ubicado sobre el pueblo y cerca de Patzapashimin, partía una potente 
luz  de color oro, y sus rayos se tendían por  todos los caminos que van
 o vienen de o hacia los Ayllus a Pararín, y todos caminos parecían 
surcos conduciendo gruesas sogas doradas. 
  
Tamborileando con 
los dedos, el sombrero bien adornado de tía Enedina, me he quedado 
contemplando con estupefacción y temor, las fosforescentes columnas del 
arcoiris  que unian Patzapa Shimin de Pilapunta y Patzapa Nawin del 
Distrito de Pararín, como eternizando la Comunidad, lugar de todos y 
para todos,  y un lugar de todos defendiéndola de las cizañas 
individualistas, de las angurrias de  los mezquinos y corruptos,  será 
siempre un lugar de paz. 
En esos momentos decisivos para mi 
conciencia, no sabía a cual de mis padres ir a buscarlos primero; o, a 
mi madre que me llamaba desde su Ayllu familiar Muni Quisra, o, a mi 
padre que me llamaba desde el compromiso sagrado con su Comunidad de San
 Juan de Pararín. A lo mejor, el sombrero de mi tía Enedina en mis 
manos, simbolizaba todo eso: mi Comunidad, mis padres, mis hermanos, 
comuneros pararinos todos, por siempre.
Régulo Villarreal Dolores
Como
 un Saludo por Año Nuevo 2017, al Glorioso Frente de Defensa de los 
Intereses de Pararín –FREDEINPA- abnegado defensor de la Comunidad y lo 
comunitario, bajos los principios éticos de solidaridad y generosidad 
organizada, lección que nos dejaron nuestros mayores, forjadores de la 
Comunidad de San Juan de Pararín-  Prov. Recuay- Región Ancash-Perú.
Literatura Caminante para una historia en marcha.
 
