lunes, 7 de julio de 2014

MIS MAESTROS - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO)



GRACIAS MAESTRO JUAN




Así como un niño recitando una poesía por el Día del Maestro es un recuerdo imborrable para un educador, del mismo modo guardo en mi corazón la imagen señera de mi Maestro JUAN ALDAVE OYOLA: mediano de estatura, pero grande de espíritu, un verdadero misionero del saber y venerable apóstol del conocimiento inicial. Pulcro en el vestir con su impecable terno gris, su camisa blanca, su corbata guinda y sus calzados tan relucientes como los espejos de los diablitos de Corpus Christi. Su cabello ligeramente ondulado y tras unos lentes de carey con cristales de fe, brillaban sus ojos de esperanza.


Ni qué decir de su inteligencia innata, siempre dispuesto a compartir su semilla, enseñando tras cada campanada con el recto ejemplo del deber magisterial, pero tierno y dulce a la vez, encarnando de lunes a sábado la imagen sagrada de los maestros chiquianos; es decir, un digno premio a la vocación, como hay mil en Bolognesi, otrora fecunda cantera de los educadores ancashinos. Él nació en Huacho el 17 de marzo de 1910, hijo de don Miguel Aldave Palacios y de doña Silvina Oyola La Rosa. Estudió en la Escuela Normal de Cajamarca junto a su tocayo el maestro chiquiano Juan Fuentes Bueno. En dicha Escuela obtuvo su primer premio de literatura con su obra 'JACAPUCULLAY', un singular relato sobre las corridas de cuyes en los poblados menores de nuestra provincia.

Al igual que en su periplo magisterial por Cajamarquilla, Corpanqui, Pacllón y Huasta, mi Maestro Juan fue en el 378 un verdadero cruzado de la bondad y la ciencia, lleno de iniciativas y renovando permanentemente el acervo de sus conocimientos para compartir con alegría nuestro trabajo creador, presentándose cada día con el ánimo fresco y el corazón colmado de esa serena y viril alegría que le daba su magna profesión. Él actuó en el aula como un estudiante más entre sus alumnos, sin considerar como una humillación, el garabatear apretando nuestra mano guiando el lápiz mongól sobre una hoja 'suave vista' de nuestros cuadernos 'Minerva'.

Recuerdo que el silbato de finalización de labores era un sonido más al que no prestábamos mucha atención, pues preferíamos terminar de escuchar sus palabras, incluso, lo acompañábamos felices por el jirón Comercio hasta la puerta de su casa donde su esposa Ernestina Garro Montoro lo esperaba con una sonrisa. En mi mente tengo guardado su ejemplo de rectitud, su moral y alta conciencia para impartir justicia en sus calificaciones y apreciaciones, sin humillar ni vanagloriar a nadie, ya que nunca fue afecto a la 'franela'. Siempre digno, sintiéndose niño y filósofo a la vez, encausando nuestra inteligencia y sentimientos con su sacrosanta misión.

Mi maestro fue un auténtico motivador, guía y facilitador en nuestro proceso de aprendizaje, demostrando conocimiento cabal sobre las potencialidades individuales, que las armonizaba con paciencia y perseverancia. Para él, la observación directa del educando fue mejor que la Nota, de ahí que después de los exámenes, repasábamos todos los flancos débiles hasta internalizarlos todos por igual; y si no era así, la próxima sesión tenía que esperar, sin importar el tiempo.

Los sábados fue de limpieza general y revisión obligada de cuadernos y carpetas que lo hacíamos con alegría. Cada vez que veía mis cuadernos con apuntes menuditos hasta en las contratapas, sobre asuntos que nada tenían que ver con cada asignatura, sino con mis vivencias diarias, mi maestro Juan pasaba por alto estos apuntes con un comprensivo movimiento de cabeza, mientras decía: "el próximo sábado no te salvas", felizmente el próximo sábado y los siguientes repetía la misma frase. Nunca me puso un rojo en revisión de cuadernos, me aprobaba con 11, mas un sábado obtuve 12, un punto más y un abrazo, porque al día siguiente, domingo 15 de junio de 1958, cumplía siete años. En cambio mis compañeritos eran muy cuidadosos y tenían sus cuadernos impecables, sus notas fluctuaban entre 18 y 20, a excepción de "Cholito Corazón" Miguel Barrenechea Ibarra, que no pasaba de 15 por las puntas dobladas de su cuaderno "Minerva, suave vista". Muchos de mis cuadernos de Educación Primaria contienen párrafos tras párrafos de relatos que escribía recordando mis vacaciones escolares en la Puna, también palabras nuevas que iba aprendiendo en el aula y la calle, o la descripción de algo camino a casa, todo en letras menuditas, que desde hace unos años voy compartiendo en la red. Llevo muy metida en mi mente la imagen de mis amigos lijando al aire libre los tableros para que no quede ni un vestigio de 'jeroglíficos' en las carpetas, menos de 'pintura rupestre' que delate un 'taco'. Era una fiesta de fin de semana que nadie se perdía, ante la mirada de satisfacción de los buenos vecinos: Pancha Vicuña, Balvina Aldave, Rucu Feliciano, Cuca Doctor, Bonifacio Peña, Hortensio Balarezo y del popular Víctor Aldave el 'gallo rojo'.

También guardo entre mis latidos la forma cómo fortalecía la unidad en el aula donde fuimos tan felices como en nuestra propia casa: Albino de Lirioguencha, Alejandro de Alto Perú, Anchita de Jircán, Alejo Alfonso de Huasta, Aquiles de San Cristóbal de Raján, Cali del Cercado, Carlos Enrique de Aquia, Cholito Corazón de Agocalle, Félix de Aquia, Gregorio de Puente Cantucho, Hildebrando de Dos de Mayo, Hualín de Fragua, Hugo Lorenzo de Umpay, Joel de Tranca, Juvencio Hermenegildo de Corpanqui, Macshi de Aquia, Marcelo de Figueredo, José Luis del Mercado de Abastos, Oscar Román de Cruz del Olvido, Pablo César de Yarush, Pantaleón Boliche de Oropuquio, Ricardo Feliciano de Lirioguencha y Wily de Agocalle.

De similar manera llevo muy dentro de mi pecho al excelente director Fabián Cano Osorio y a los ejemplares maestros Albina Aldave Alva, Eduardo Aldave Reyes, Eleodoro Gamarra Salinas, Germán Romero Yábar y Pedro Gutierrez Barreto, quienes se constituían en nuestros ángeles guardianes a la hora del recreo, las formaciones, actuaciones y los desfiles, tarareando nuestro sagrado Himno '378 de Chiquián marcha con altivez, llevado siempre el compás, uno dos y tres...'. 

En esencia, del recuerdo de mi Maestro aprendí que las personas no son todas iguales, porque algunas son especiales y mágicas, y eso las hace únicas y eternas. También aprendí que la fantasía es real, porque pude darme cuenta que lo real es pura fantasía. Del mismo modo aprendí que me falta mucho por conocer y que me puedo quedar ciego, sordo y mudo, mas mi mente y mi alma tendrán siempre un lugar para aprender. Finalmente aprendí, que si tomo una hoja y un lápiz es porque mi corazón ha tomado la decisión de escribir hoy, y no mañana.
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RENACER

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Vuelvo a ti bendita Alma Mater,
para renovar mi espíritu aventurero,
hoy todo florece en un mágico sueño
como en los traviesos años de la niñez.

He revisado mis viejos cuadernos
y los renglones me hablan de paz y amor,
sus hojas amarillas sonríen con ternura,
como el padre sonríe al hijo pródigo.

Es temprano y escucho campanas,
estoy alegre como aquellos días felices,
me alisto y voy saltando a mi escuelita,
con mi cartapacio de fantasías y sueños.

Veo a mis compañeritos del 378,
fulguran sus ojos y sonrió en ellos,
mi maestro Juan pasa lista en el aula,
en el patio brillan los apodos en quechua.

Llegan a mi mente gratas visiones lejanas,
estoy marchando en el patio de tierra,
abro los ojos y río de felicidad,
¡la primavera ha vuelto a renacer!

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Nalo A.B - Chiquián, 28 JUL 77
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LOS MAESTROS DEL COLEGIO NACIONAL 

"CORONEL BOLONESI" DE CHIQUIÁN 

Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)

Todos ellos llenos de energía y esperanza, con sensibilidad, nobleza y mucha pasión por enseñar. Siempre se consideraron muy afortunados con su trabajo. Recuerdo que mi profesor Carlos Collantes de los Santos, nos leyó la meditación de un Maestro: 'A un obstetra se le permite traer una vida en un momento mágico; al maestro, que esa vida renazca día a día con nuevas preguntas e ideas. Un arquitecto sabe que si diseña bien una estructura, puede permanecer muchos años en pie. Un maestro sabe, que si construye con amor y verdad, lo que construya, durará para siempre'. 
 
Parafraseando un pensamiento universal aprendido en el Colegio Nacional "Coronel Bolognesi" de Chiquián, mis maestros fueron: 'un grito de fe porque creyeron en simples mortales como nosotros. Un pregón de esperanza, porque sembraron lo que estamos cosechando con creces. Un testimonio de amor, porque morían un poco cada día para que vivamos plenamente'. Todos los recuerdos plasmados en las pizarras de nuestro colegio del jirón Leoncio Prado, que expresaron a viva voz sus mentes y corazones, están guardados en el cuaderno de la vida, que es la experiencia, y lo abrimos cuando nos aprieta el recuerdo. Quizá no será el sudor de su frente lo que podamos palpar ahora, pero sí sus ganas de ayudarnos poniendo todo su empeño e inteligencia a nuestro alcance.

En el 'Coronel Bolognesi' de mis años mozos, era más saludable convencer que obligar; es por ello, que cada alumno se constituía en el motor de su propia educación. El objetivo de  nuestros maestros no era la información-conocimiento, sino la formación-sabiduría. No la entrega diaria de datos sueltos a través de dictados, sino el fomento de ideales mediante el diálogo, como actitudes para encarar los retos cotidianos. Las mejores lecciones de nuestros maestros fueron sus buenos ejemplos. Los maestros, de acuerdo a corrientes educativas de avanzada, partían del supuesto axiológico, de que educar es más que instruir, siempre con primacía de lo formativo, forjando valores e interiorizando su importancia en la vida, donde lo fundamental no es saber mucho, sino consolidar los conocimientos y las experiencias en una personalidad afirmada sobre valores humanos.

Gigantescos cambios se están produciendo en el mundo, estimulando la necesidad de contar con grandes maestros como de aquellos buenos tiempos: La revolución de los medios de comunicación, el rápido avance científico y tecnológico, una ascendente violencia y fragilidad moral..., desafíos que exigen una educación que impulse el desarrollo integral de los educandos, con autodominio de sus emociones y afectos, que formen personas competentes, conocedoras a ultranza de sus derechos y obligaciones, con capacidad para enfrentrar y resolver los problemas que nos afligen.

Por estas consideraciones, mi eterna gratitud a los profesores que están en el cielo y a los presentes: Asunción Aldave Barba, Desiderio Angeles Giraldo, Manuel Aquino Valverde, Nelson Amésquita, Arturo Angulo Arana, Hernán Arguedas Loli, Jesús Ayala Ruiz, Orestes Banda, José Bazán Ramos, Guillermo Bellido, Julio Carballido, Valeriano Centeno Padilla, Elva Colquicocha Pérez, Carlos Collantes De Los Santos, Claudio Córdova Guimarey, Elisa Cossio Barrera, Rodolfo Chávez Sánchez, Luis Chiri Núñez, Teodoro Dextre Huayanay, Lorgio Espíritu Toribio, Sergio Figueroa Cuentas, Máximo Flores Oré, Isaac Flores Sáenz, Antonio Franco, Nivardo Fuentes Pardo, Eleodoro Gamarra Salinas, Vidal Garro Ayala, Juan García Carrasco, Oscar y Gudberto Ibarra Lozano, Jesús Jaime Quiñones, Gaspar Jaramillo Cruz, Amador Huaman Ventosilla, Arturo Jo López, Visitación Laos Jara, Oswaldo Mautino Zambrano, Zoila Mejía Baca, Doris Montoro Vicuña, José y Jorge Montoya Delgadillo, Ada Morocho Alvarado, Fabio Navas Rodríguez, Orlando Ñato Bríos, Manuel Orduña Moncada, Elinora Orrego B., Juan Otiniano Minchola, Luis Paucar, Manuel Quispe Hinostroza, Noemí Ramírez Espinoza, Rubén Robles Moreno, Ciro Sagástegui T., Marco Salazar Jácome, Pablo Velasquez Julca, Armando Yong Chávez, Cesareo Zarazú Padilla y al Dr. Federico Zubieta Bejar (en esa época, alumno visitante de la UNMSM).

Del mismo modo a los integrantes de la Planta Administrativa: Ambrosio Gamarra, Félix Jiménez, Fanor Alva, Pablo Márquez, Luis Jaimes, Hortensio Balarezo, Bernardino Castillo, Abilio Jara y Orestes Banda. Y de manera muy sentida a mi maestro Manuel Roque Dextre, autor de la bella inspiración poética: 'Huérfano en la pascana del recuerdo, el corazón sólo canta a la esperanza'.



HIMNO DEL COLEGIO NACIONAL CORONEL BOLOGNESI DE CHIQUIÁN 

Letra : José Montoya Delgadillo 

Música : Visitación Laos Jara

Adelante legión de Estudiantes
por la senda de la dignidad
levantando el glorioso estandarte
hasta el trono del Yerupajá,
que flamee por siempre en sus nieves
la bandera de la libertad.


¡Bolognesi! Bolognesi!
tu recuerdo inmortal brillará
como estrella refulgente
que ilumina, el cielo de Chiquián

¡Oh! Colegio Bolognesi
de las almas nobles el crisol
al amparo de tu gloria
marcharemos al son de clarín
con nuestro himno de victoria
desde el ande al lejano confín.

Adelante legión de Estudiantes
por la senda de la dignidad
levantando el glorioso estandarte
hasta el trono del Yerupajá,
que flamee por siempre en sus nieves
la bandera de la libertad.
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Chiquián 1964
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Chiquián - Foto: Virginia Atehortua