miércoles, 27 de septiembre de 2017

27 DE SEPTIEMBRE: DÍA MUNDIAL DEL TURISMO - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN


 
 
  
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
 
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO
 

SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL
 

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27 DE SEPTIEMBRE
 
CACHICADÁN,
PERLA TURÍSTICA
DE MI TIERRA

 Cachicadán
 
DÍA
MUNDIAL
DEL TURISMO
 
 Chiquián
 
  Aquia

 Cajacay

Huasta

 FOLIOS DE LA UTOPÍA

DE UNA
DULZURA
INFINITA
 
 

Danilo Sánchez Lihón
 
 
1. El misterio
de su destino
 
Una dulzura infinita invade el alma cuando pensamos que nuestros pasos van rumbo a Cachicadán. ¿Será por el camino pródigo para ir hacia él y que se abre como las alas de una mariposa alucinante? ¿Será por sus flores que se extienden por sus laderas en matices de azules, gualdas, fucsias y del color del alba? ¿Será por su aroma a anís, manzanilla y el vaho de su tierra humedecida?
Dista Cachicadán de Santiago de Chuco 45 minutos que se viajan o recorren conmocionados por una explosión telúrica en que se sumerge cada día la cuenca del río Huaychaca, hasta llegar a esta ciudad enclavada entre bosques de hortensias y alcanfores.
Es un balneario hermoso de aguas termales que emergen a borbotones a flor de tierra en el llamado “Ojo de agua” en la base del cerro La Botica, a cuyas faldas se extiende la población de casas siempre enlucidas de blanco, de calles adornadas de cadenetas, donde en su paisaje siempre hay un grupo de niños jugando en cualquier esquina, y los ojos de sus muchachas que miran desde detrás de alguna puerta, y una anciana cristalina en la posada; que representan juntos el misterio de su destino.
 
2. Dulce
e idílica
 
Quizá por eso Cachicadán es trino de mandolina, brillo iridiscente, claro de bosque entre montañas de epifanía. Situada a 2,885 metros sobre el nivel del mar cuenta con todos los servicios turísticos: restaurantes, hoteles y comunicaciones. Y ahoga mirar hacia el frente y los costados su paisaje.
Rodeado de una eclosión telúrica, amanece y anochece entre sus campos sembrados, aquí y allá, de maíz, trigo, cebada y huertos de repollos, cebollas y hierba buena. ¡De trinitarias y zarzaparrilla que hacen una combinación de colores verdes, dorados, azules junto al  magenta de sus flores de que se siembran asimismo sus caminos!
Sus plantas medicinales se extienden desde sus cañadas abismales y se elevan hasta la cima de sus apus tutelares.
En su cabecera y hacia lo alto se empina el cerro La Botica que preside su vida, sea sus días efímeros ya sea su eternidad ensimismada. Y su delirio de infinito. En donde se concentra el prodigio de su farmacopea esparcida y silvestre en sus variados pisos ecológicos.
Cachicadán es fuerza, detonación, estallido; es sutileza de los matices de las flores imprevistas que se encuentran en lo más recóndito de una grieta, o en el empedrado de una casa antigua, o en la cúspide de su cordillera. ¡Es una emoción siempre dulce e idílica!
 
3. Tomillos
y shiraques
 
Entrar a Cachicadán siempre es una alegría, un regocijo del alma, un motivo de exaltación y ternura. Respirar en sus huertos el olor de sus higueras y matas de toronjil, de sus calles invadidas por el humo de la buena comida. Y subyugados por la sombra amable de sus tiendas donde sólo por entrar y estar en su penumbra violeta compramos cucuruchos de arroz, pero también donde hay alfajores, manzanas del valle, granadillas, el agua gaseosa llamada “Volcán”. ¡O, lo que sea!
Contemplar los balcones azules y otros de color caoba de sus casonas, las acequias que corren delante de las edificaciones de techos y ventanas vetustas. Y los puentes que se tienden de la calle a las puertas de entrada de las tiendas, creciendo abajo en el canal matas de tomillos, shiraques y hierba santa.
Cruzar las tablas y maderas cimbreantes de estos puentecillos que enlazan la calle apisonada que aún conserva la fragancia de la lluvia reciente, con los domicilios o las tiendas, hacen del hecho rutinario, cual es entrar por una puerta, una prueba de equilibrio como también un acontecimiento inusitado, maravilloso, de estremecido regocijo. Y hasta etéreo y trascendente.
 
4. Envuelta
en su rebozo
 
Y luego, por los vericuetos de las calles retorcidas y empedradas de la parte alta del barrio San Miguel, subir a sumergirnos en el vaho de El Ojo donde brotan las aguas termales, sintiendo cómo se nos abrigan los pies por la tierra caliente que pisamos.
Aquí aspiramos la fragancia del cerro La Botica que sintetiza el aroma de todas las flores y plantas del universo que curan los males del cuerpo y sanan también las heridas del alma.
Como igualmente, en cualquier recodo quedaremos extasiados por el rostro hermoso de alguna niña o muchacha, tímida, pudorosa y hechizada.
Sea que aparezca o desaparezca tras de un pilar, columna o muro de alguna casa vetusta. Sea que permanezca en un patio o en un corredor, límpida y a la vez misteriosa como una fuente. Sea viéndola arrebolada, cruzar como un céfiro la calle con una falda flameante. ¡Envuelta en un rebozo imaginario que solo está en su anhelo, va con sus brazos desnudos abrazando y escondiendo tras su blusa inocente sus senos estallantes!
 
5. Bosques
de eucaliptos
 
Una vista panorámica de Cachicadán, situados desde el Campo Santo, denominado Jerusalén, nos permiten ir reconociendo algunos hitos:
He aquí en la parte alta el Cerro La Botica, al pie del cual brotan y fluyen las aguas termales de propiedades minero-medicinales que han convertido al barrio próximo, llamado San Miguel, en el sector de turismo en salud.
He aquí por un flanco del cerro ubicado el camino que conduce a los restos arqueológicos de Wallío y Sagarbal.
He aquí cómo en los contornos destaca la presencia de innumerables bosques de eucaliptos que rodean la ciudad y le brindan el aroma característico que tiene el lugar.
He aquí cómo a la derecha hay un mirador natural que es el cerro llamado ahora Alto del Perú, y está bien que así se llame, al pie del cual se asienta la campiña de Mocaboda.
 
6. Al pie
y hacia el centro
 
Mirando en lontananza y hacia la izquierda es notoria la presencia del promontorio El Angla.
Al fondo, se aprecia el majestuoso cerro Ichal, famoso por sus restos arqueológicos, en el cual se asienta el Santuario del dios Catequil y el oráculo famoso porque le fue adverso a Huayna Cápac a quien le anunció la destrucción del imperio incaico.
Veamos allá, al pie y hacia el centro está el conjunto de casas donde, hacia la derecha, se ubica la Plaza Mayor.
A la izquierda el barrio de El Rosario, más conocido como El Canto del Pueblo, donde actualmente se ha erigido El Arco que es el pórtico de ingreso principal a la ciudad, incluyendo el Instituto Pedagógico que lleva por nombre Catequil.
En la parte baja está el sector donde se alinean frente a frente los centros educativos de todos los niveles que tiene la localidad.
Cachicadán siempre se mira a la distancia envuelto en una especie de neblina dorada y púrpura que definen bien su aura y su alma mágica.
 
7. Sabios
y afectivos
 
Sobresale de sus canaletas que recorren calles y casas particulares ese vaho azul, y la visión mágica del humo y la neblina que produce el agua caliente de sus pozos termales que corre por las acequias de este pueblo dulce, lírico, amoroso, donde por las noches no faltan las notas estremecidas de una serenata que nos hacen cómplices de un amor desgarrado.
¡Yo mismo allí las he dado que allí debe haberse quedado! Bajo estos balcones he cantado, sabiendo muy bien quién se arrebujaba hacia adentro, aunque no sé si escuchara despierta o dormida.
De allí que volver a Cachicadán es retornar a todos estos elementos fundamentales de la vida. Y a la reserva moral que constituyen nuestras cumbres, fuentes, ríos y nuestras casas nativas. Es volver a las nieves eternas, jamás corruptibles, límpidas y de una fuerza inmarcesible, siempre inspiradoras y, a la vez, compasivas en lo alto de nuestras cordilleras.
Retornemos a encontrar sabiduría y consejo en nuestros apus, huacas y pacarinas, todos ellos protectores, sabios y afectivos en estos tiempos de grandes batallas y hondas esperanzas.
 
 
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