martes, 26 de mayo de 2015

LA VIEJA ZORRA - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO) - SALUDO DE CUMPLEAÑOS


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LA VIEJA ZORRA

Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo) 
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'Así como los llanques de los arrieros abrieron caminos y brotaron semillas; así también los relatos campesinos danzan con la lluvia y el viento, haciendo florecer el dulce canto. Son voces que acarician los sentidos, donde se hacen camino, semilla, lluvia, viento y canto... NAB - Paris, OCT 84'
 
Caminando empujada por el viento va la vieja zorra en busca de alimento para mojar su ubre seca.

La otrora raposa temida por los rebaños carga doce años sobre su flaco lomo y tiene la mirada opaca.

Atrás quedaron los tiempos de gloria que el hambre desmadeja. Sus dobladas orejas anuncian que va perdiendo la batalla contra el tiempo.

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En sus años mozos marcaba su territorio desde las estribaciones del glaciar Tucu Chira hasta la laguna de Conococha.

Durante el día atravesaba las llanuras de Recrec y Chonta, alimentándose de aves y roedores.

En las noches descendía discreta a los rebaños y sacaba entre sus fauces un cordero para asegurar su ración de carne.

Con frecuencia caminaba sola, a excepción de las épocas de celo que lo hacía acompañada de su ocasional pareja hasta el tiempo de cría.
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Doce años trajinando la estepa chiquiana es demasiado tiempo para un animal de presa. Sus movimientos son cada vez más lerdos, pero sus patas y mandíbulas continúan fuertes todavía, lo que le augura un par de inviernos de gracia como cazadora nocturna.

Hace unos meses fue cortejada por un joven zorro que la abandonó preñada. Ha parido hace dos semanas y sus cachorros no prueban leche en las últimas 24 horas.*
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Ayer por la tarde unos pastores la vieron en el bosque de piedras de Alalaj Machay. Comentan que bajó caminando renga al pajonal donde estiró su enjuto cuerpo, paró las orejas como pudo y se sacudió del polvo que cubría su pelaje, quedando al descubierto una cicatriz enorme en el vientre, de su lucha con un puma.

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Ya es de noche, el cielo está perlado y su aullido rompe el silencio de la llanura, siendo respondida por los ecos finos que se multiplican en las cumbres de los cerros cuajados de roquedales.

Las huellas de un puma han aguzado sus sentidos y trata de comunicarse con otros zorros que merodean por ahí.

Sigue las huellas rozando el pasto con su hocico, y halla tras un peñasco a un puma de piel aleonada recostado sobre un becerro muerto iniciando su festín.

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Observa unos minutos, y confirma que es el mismo felino que hace unos años la dejó marcada de por vida.

Se ubica a una distancia prudencial, efectúa un recorrido visual y ve agazapados entre la neblina y el ichu a cuatro jóvenes zorros observando al puma y su presa.

Baja los párpados y mueve su áspera lengua abriendo su boca que se le hace agua. Al abrir los ojos la luna se oculta entre las nubes dejando a oscuras el campo de batalla. Aprovecha este momento de suerte y se abalanza sobre el becerro arrancándole un trozo de carne de una dentellada. El puma lanza un rápido zarpazo que ella elude con un salto.
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Su éxito inicial anima a sus jóvenes compañeros y en unos segundos rodean al puma. Este se pone de pie emitiendo rugidos. Entonces los zorros inician un sorpresivo ataque, luego otro y después otros, siempre liderados por la vieja zorra. El puma se revuelve en la paja tratado de ahuyentarlos en cada acometida, pero la zorra aprovechando un descuido le hunde sus colmillos desgarrándole el lomo. El adolorido felino ataca a uno de los zorros dejándolo fuera de combate y retorna a su presa para seguir devorándola, sin perder de vista a los demás.
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Los zorros se alejan unos metros simulando una retirada, y como si todo estuviera bien coordinado, los tres siguen a la zorra en una nueva embestida contra el puma y empiezan a mordisquearle las patas, el cuello y la cola que manan abundante sangre.

Al verse acosado por todos los flancos al puma no le queda más remedio que salir huyendo envuelto en la neblina.

Una hora después del becerro quedan pocos huesos, manchas de sangre en el pasto y piltrafas de carne colgando en la paja brava.

Pronto llega el alba con un cielo que se muestra aborregado. La vieja zorra camina despacio con su barriga abultada de carne. A su paso encuentra un lugar seguro para digerir y acumular leche en su ubre. Se recuesta y reflexiona sobre las hebras del que dispone la vida para tejer combates de esta naturaleza en las mesetas andinas. Siente que sus pupilas se humedecen recordando el triunfo de hace unas horas y esboza una sonrisa sintiéndose útil todavía.

Ya es mediodía, la vieja zorra ha descansado lo suficiente, su ubre está llena, y emprende el retorno a su madriguera, abrigada por el Sol que derrama su lluvia de oro en los pajonales...
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VOCES NATIVAS

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Aborregado:


Nubes que surcan el cielo de grupo en grupo
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Alalaj Machay: *
Paraje de roquedales junto a Tupucancha

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Laguna de Conococha:


Ubicada en Chiquián - Ancash -PERÚ

Ichu:
Gramínea de hojas delgadas y punzantes

Neblina:
Meteoro acuoso que se presenta como cortina blanca impidiendo la visibilidad
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Pajonales:
Lugar donde crece en manojos la paja brava

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