viernes, 13 de diciembre de 2019

EL PONCHITO DE NAVIDAD - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO)



EL PONCHITO DE NAVIDAD

Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)

Tan pronto culminé el Segundo Grado de Primaria en el 378 de Chiquián, viajé a Tupucancha, escenario de mis vacaciones escolares.

Cuando recogía flores de achupalla en el paraje de Shajsha, para el nacimiento navideño que estaba construyendo junto al puquial, escuché un sollozo agudo que venía de una oquedad rocosa. Me acerqué. En el interior estaba un zorrito muy pequeño, tiritando echadito. Tenía una patita lastimada. Le puse mi ponchito, cogí unas matas de paja y cubrí su cuerpecito entumecido. Froté su frente intentando aliviar su dolor, y me marché dejando un pan junto a su boca.

Llegué a casa entrada la noche.

Antes de merendar mi abuelita Catita me preguntó por el ponchito. Aduje que lo había dejado olvidado en una cuevita de Shajsha, y que retornaría temprano a recogerlo.

Después del desayuno salí de Tupucancha con mi abuelita. Ella, intuyendo que le había mentido, decidió acompañarme a Shajsha.

Llegamos a la cuevita. El zorrito no estaba, tampoco el pan. Del ponchito: ni una hilacha; sólo estaban las matas de paja con las que cubrí el cuerpo entumecido del zorrito. Mi abuelita observando el montículo de paja me miró extrañada, pensativa...

A punto de retornar a casa avistamos al zorrito. Estaba rengueando cerro arriba con mi ponchito puesto. El animalito se paró y volteó la mirada hacia nosotros. Luego se internó en los roquedales. Finalmente mi abuelita sonriendo me dijo: “Tu amigo está contento con el ponchito que le has obsequiado por Navidad. Vámonos a casa, no lo molestemos”.

Al despertar el 25 de diciembre encontré debajo de la almohada un ponchito nuevo.
 
 
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Fuente:

Relatos de la Puna.
 
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RECUERDOS
 
  
¡HOMENAJE A LAS MADRES DE MI TIERRA!

Por Pablo Manuel Calderón Yabar (Pablín) 

Ayer rosas rojas,
hoy blancas con tu partida;
el mañana llegará…
juntos nuevamente.
Como antes…
como ayer…
regalándome la vida
llenándome de amor.
Un plan tengo ya,
un regalo quiero darte,
especial debe ser,
el día es propicio.
Rosal de rosas rojas
injerto de rosas blancas
la tierra es chiquiana
la “tina” con agua santa.
Todo quedó listo
mi sorpresa es rojiblanca
los botones van a rosas
por Bolognesi cojo una.
El aroma de esta flor
se esparce por los cielos
es perfume de agua santa
Juan Pablo II las bendijo.
Mi madre huele ya,
el aroma a Santa Rosa
a santa de Chiquián
Juan Pablo II las condujo.
“Santa Rosa es la flor,
nuestras madres en el cielo
adivinaron la sorpresa
que festejan muy felices”.
Hay un coro en el cielo
oigo a Tina, Jesús y Catalina
Paisana, paisano ¡el coro está completo!
Están todas… todas las madres nuestras.
¡No hay motivo de tristeza!
El milagro… se produjo
Hay brindis celestial
¡¡¡Por las madres de mi tierra!!! 
 

RECUERDOS TUPUCANCHINOS

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Antes de cumplir sus 99 años, mi incansable abuelita de los ojos negros, a quien nunca vi descansar una mano sobre la otra, me dio este consejo: "Sigue el ejemplo de muchos paisanos y educa a tus hijos de tal manera que amen lo nuestro con reverencia, y lleven por el mundo mensajes de amor, cultura y paz”.
 
Ella tenía una hermosa visión de futuro para el Perú profundo. Consideraba que sus mejores embajadores lo constituimos todos los provincianos sin excepción. Decía que en cada sueño, como en cada realización personal o colectiva siempre late el corazón de la Sierra. Esta valerosa mujer de manos estropeadas por el arduo trabajo en la Puna, nos dejó como herencia: profundas huellas que son fáciles de seguirlas sin desviar el rumbo.
 
También viene a mi memoria el día en que me gradué en diciembre de 1971. Ella me dijo feliz, pero digna como siempre: "Si te haces rico a costa de los demás, ¡Óyeme bien!, no visitaré la casa donde vives”. Veinticinco años después, la madrugada del jueves 24 de abril de 1997, cuando la sosteníamos con mi mamá en brazos, exhaló su último aliento, y dio por cumplida su misión en la Tierra después de un siglo de fructífera existencia. Hoy, cada vez que la recuerdo, añoro esta frase que solía repetirme: “Los sueños no se matan a palazos, sino cuando despiertas con flojera, ¡ahora ponte a estudiar”. Frase directa y franca, que con el tiempo fue la cantera de donde extraje narraciones y cantares, entre ellos: 

ABUELITA CATITA 

Cuando pienso en ti, tejo y destejo el recuerdo
y siento los minutos cada vez más lentos;
pues la gratitud, que es ley del corazón,
me dice que nunca podré pagar
todo el amor que me diste.

Añoro cuando decías:
“Cuando tu corazón halle una mano
generosa que le brinde ayuda, no sabrá
si bañarla de lágrimas, cubrirla de besos
o mirar al cielo y pedirle a Dios que la bendiga”. 

Añoro cuando de niño me enseñabas:
amar a las borreguitas, a los terneros
y a nuestros perros ovejeros,
para quienes tuviste
dulces expresiones.

También me decías:
"La faena de la vida es ruda,
la tumba del bien cava la ignorancia
y que el triunfo consiste en no dejarse enterrar",
por eso no te doblegaste ante el duro trajín de la Puna".

¡Oh! mi ángel de bondad ofrece con tu dulce expresión
mi pena por tu ausencia al Autor de la resignación,
sumerge mi pensamiento en la meditación,
para que mi espiritu telúrico
florezca con fe y esperanza.

Hoy en mi memoria
te veo con tu cabellito blanco,
y siento el fuego de tus ojitos negros,
escucho tu voz amada llamando a la manada,
sin trincheras ni reductos, solo esperando con amor.

Una madrugada, cuando los ninacurus dejaron de brillar,
tu vida se extinguió en un suspiro en mis brazos,
resbaló de tus mejillas la última lágrima
y mi mamá Jeshu no pudo
encontrar resignación.

Un fuerte abrazo chiquiano,

Nalo Alvarado Balarezo