domingo, 1 de septiembre de 2019

ROMPIENDO UN PRESAGIO - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO)

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ROMPIENDO UN PRESAGIO
 
 .Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo) 
 
"Los usos y costumbres de un pueblo marcan su identidad;
de ahí la importancia de conservarlos en el tiempo."
                                                   Nalo AB. AGO 1981.
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La mañana del miércoles 1 de septiembre de 1965, Lipat, la ñauca más grande de Jircán, despertó preso de pánico de un sueño premonitorio. Estaba tan empapado de sudor, que las sábanas de bayeta olían a lirio de funeral. 
 
En dicho sueño fue embestido en la última tarde de toros de la fiesta de Santa Rosa, y arrojado como un trapo sobre la palinca donde estaba sentada su amada musa de Umpay. Un silencio sepulcral inundó los tendidos, y la banda de Llipa empezó a tocar la dolida Marcha Fúnebre de Morán.

Como fiel creyente de que los sueños malos se cumplen si no se comentan antes del mediodía, corrió a contarle a su mamá lo soñado, pero doña María había salido a la calle dejando la puerta de la casa con candado, y Lipat no tuvo más remedio que esperar encerrado.

Pasada las 12 retornó su mamá y Lipat le contó su sueño premonitorio. Se persignaron y oraron preocupados por lo que podía ocurrir en la corrida.
 
 
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En horas de la tarde decretaron asueto escolar por ser Día de la Entrada, guerra de caramelos imperdible en la cuna del legendario Luis Pardo. 
 
A las cinco en punto, bajo un concierto de disparos confitados entre la comitiva de "Pizarro" y las huestes de "Atahualpa", una agraciada muchacha fue impactada en el párpado izquierdo; y Lipat, sin tener vela en el entuerto, fue llevado al Puesto de la Guardia Civil, quedando recluido en el “bote”. 
 
Para su mala suerte la chica lesionada era "gila” de un guardia sumamente "verde" con los chiuchis traviesos.
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A las siete de la noche llegó al Puesto el policía Alejandro "Fracazeipa” Dextre, policía muy querido por los niños, quien al ser enterado por nosotros del abuso que estaban cometiendo con Lipat, increpó a su colega indicándole que estaba prohibido privar de su libertad a un niño, sobre todo si no había un solo testigo que lo sindique como el autor del caramelazo.

"Pura calumnia nomás", murmuramos en coro una y otra vez los chiuchis del barrio, parados sobre la banca de enfrente del local policial, sin lograr aliviar alguito la pesada cruz que
nuestro amigo y vecino Lipat estaba cargando en el "bote".
 
 
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Dos horas después, con la venia del Alférez jefe de Línea, se autorizó la entrega de Lipat a su mamá. El policía "Fracazeipa" visitó la casa del pequeño "inculpado" para coordinar la entrega, y se entabló este diálogo:
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- Doña María, no sé si estará enterada que su hijo Lipat está retenido en el Puesto, tiene que apersonarse para que salga en libertad, y como su papá está ausente, usted tiene que firmar el acta de entrega. Ya hablé con el Alférez para que usted represente a don Máximo. 
- Me he enterado gracias a mi vecino Carlos Cañita, pero por favor no le den libertad Alichito, te lo pide una madre preocupada  –y le narró el sueño premonitorio de Lipat, sueño que por haber sido revelado a destiempo podría cumplirse en el ruedo de Jircán, que año tras año se tiñe de linfa en la fiesta brava de septiembre.

- Está bien doña María, protegeremos a su hijo en el Puesto hasta que culmine la última corrida -dijo el policía "Fracazeipa" y se retiró moviendo la cabeza. 
Minutos más tarde los chiuchis de Jircán acompañamos a doña María al local policial, llevando frazadas, comida, un rosario nacarado y una estampita de Santa Rosita para Lipat.

Dos días después, viernes 3 de septiembre, cuando las primeras sombras de la noche anunciaban el fin de la última corrida, Lípat abandonó sano y salvo el Puesto de la Guardia Civil, sin presagiar que la sorpresa asomaría al día siguiente, sábado 4. Estábamos tomando el sol mañanero en la vereda de la casa de Lipat, riéndonos a carcajadas de su penitencia en el calabozo por su sueño premonitorio, cuando repentinamente apareció nuestra vecina Imicha arreando chicote en mano a un becerro saltarín, y no nos quedó más remedio que correr despavoridos con Lipat a la cabeza.
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La experiencia vivida por Lipat reforzó en los niños de Jircán la creencia popular de contar un mal sueño antes del mediodía. Solamente de los "sueños rosas" nos reservamos el derecho de admisión…
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Fuente:
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El Juguete y Otros Cuentos (NAB)

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