sábado, 6 de abril de 2019

APUNTES CHIQUIANOS - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO)

Plaza de Armas de Chiquián

Mount Juliet, 6 de abril de 2019

HOLA SHAY:

Vive en mi mente el pensamiento de mi amigo ENRIQUE JARA ALDAVE, eterno enamorado de las faldas de Cochapata: 


"Si existe una palabra mágica que describa las visiones más sublimes del alma, esa palabra es CHIQUIAN: banda, fervor religioso, reencuentro, paisaje verde esmeralda como el Tarapacá, trago de sobra, combo gratis y sus bellas chumajla chinas, son la esencia medular de la fiesta...."
 

 A caballo de izquierda a derecha: 
Enrique, mi hermano Felipe y Papi Robles,
escenificando la fiesta de Santa Rosa.


El 5 de julio de 2004, una noticia llegada de USA anunciando su fallecimiento, cuando se aprestaba a retornar al Perú, fue demasiado para el corazón; hacía dos días había partido Tico Ibarra, y poco antes Papi Robles y Loli Romero. Cuatro entrañables chiquianos que subieron al cielo antes de tiempo, dejando un enorme vacío en nuestros barrios.
 
Enrique nació un día como hoy, 6 de abril, en Chiquián, hijo amado de nuestros paisanos William Jara Durand y Lola Aldave de Jara.
 
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Chiquián: casa pintada de verde donde vivió Enrique

Hermano Enrique: 
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Recuerdo aquel lunes 7 de enero del 1963, cuando juntos acompañamos al estanque de Chivis a nuestro querido amigo Adolfo Calderón Gamarra, donde nos dio clases de natación con sus pintorescos clavados aprendidos en la piscina de aguas termales de Monterrey, del bello Huaraz, que resultaron dolorosos panzazos. 
 
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 Monterrey - Huaraz
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¿Recuerdas Enrique?, justo cuando nos vestíamos para retornar a Chiquián nos sorprendió tío Pablo Márquez, y salimos corriendo como venados con la ropa en la mano por el abrupto sendero de piedras, follaje y espinas. En mi desesperación caí y me disloqué el tobillo. Minutos más tarde ustedes me ayudaron a subir la cuesta en una parihuela de ramas amarradas con correas, pañuelos y pasadores de zapatos aquinos. No los amilanó la mangada que bajaba de Huasta al Aynín, tampoco las hualancas ni las pencas que pendían de las pircas a cada paso con sus espinas en ristre.

Cierro los ojos y con las pupilas del alma me veo llegando a casa con dos muletas humanas empapadas de sudor, lodo y lluvia. Bella lección de ayuda al amigo caído que marcó mi existencia para siempre, llenándome de fe, porque el dar sin esperar nada a cambio es la mejor enseñanza de amor que Jesús dio al mundo, y ustedes fueron sus mejores pupilos. Que nuestro Señor de Conchuyacu los tenga siempre en su gloria, como nuestros ángeles de la guarda.

Sé que también recordarás, que días antes de tu partida a la Mansión Celestial, chateamos entre risa y risa, añorando las vivencias de tus tiernos años en Cachirpayoc y Colquimarca; también de aquellas veces que te visitaba con mi taleguita de cancha y queso con olor a cachizada, cuando estudiabas interno con mi hermano Felipe en el colegio Nuestra Señora de Guadalupe, de la avenida Alfonso Ugarte.
 
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Colquimarca, cobija los pasos de Enrique
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Enrique:
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Emprendiste el Gran vuelo al llamado del Señor, mas tu recuerdo no será ceniza de olvido, mientras vivas en nosotros en este último tramo del camino por recorrer.
Tampoco quedarán truncos tus sueños para que la historia de nuestra época se escriba con alegría, tal como querías que se haga en nuestras noches de chateos en la red, que fueron regalos de Dios hasta tus últimos días. Ahora, como un himno de esperanza, te canto en silencio, escuchando tu celestial plegaria por nuestro querido Chiquián, el Guadalupe, Cachirpayoc y la Patria querida...

ENRIQUE JARA
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Hoy mi corazón está afligido
por el lento desandar de lo vivido
y va tras tus pasos en postrer latido,
buscando arrancarle al dolor un gemido.

Tu inesperado viaje al infinito
dejó muchas cartas sin respuestas,
que duermen en el arcón de los recuerdos,
esperando ser leídas, en el celestial paraíso.

Ya estás a la diestra de Dios,
como ofrenda a su Divino Altar,
donde los seres humanos buenos
hallan morada eterna para su alma.

Nubes blancas traen los sentires,
recordando nuestros viejos andares,
vestidos de andariegas huaylisheadas,
y carnavales con tiernas shogueteadas.

Copia el viento mi sentimiento cautivo,
y lleva su eco al Yerupajá altivo,
donde un pichuichanda dolido
le canta al amigo querido.

NAB - JUL 2004
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CONTINÚA DESCANSANDO EN PAZ AMIGO ENRIQUE
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Tu amigo Nalo Alvarado Balarezo
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Familia Jara Aldave - Fiesta de Santa Rosa en USA - 
Foto: Enrique Jara Aldave
 
 

EL PUQUIAL

Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo) 
 
"Los puquiales brotan del corazón de la cordillera.
Son lágrimas santas que calman la sed de la Tierra".
                                Ernestina Yábar de Calderón 
 
Aquella mañana de enero de 1959 el sol ya rodaba por los cerros cubiertos de ichu, cactáceas, huamanripa, colahuiru y escorzonera. La noche anterior llegué a Tupucancha para pasar mis vacaciones escolares.

En uno de los corrales de la manada, mi abuelita y dos pastoras ayudaban a Cristina a traer al mundo a su primera cría.

- Es demasiado grande el ternero doña Catita, pobre Cristina, está sufriendo desde la madrugada.

- Ten paciencia Lucinda, todo va a salir bien. Mantén la calma.

Minutos después vino al mundo el hijo de Cristina, concluyendo el parto con la expulsión de la placenta.

- Abuelita ¿y quién es el padre del ternerito?

- Es aquél, hijito -me dijo señalando a un enorme toro negro, y desde ese momento quedó bautizado con el nombre de Leonardo, recordando a un viajero corpulento que conocí en el poblado de Conococha.

Indagando sobre el origen de Leonardo me enteré que mi papá lo había traído del Callejón de Huaylas a fines de la década del cuarenta, para mejorar la raza del ganado vacuno de propiedad de la familia.

Cada mañana íbamos con las reses a una lejana meseta de abundante pasto y agua. Leonardo, como todo buen padre, caminaba feliz a la cabeza del grupo.

Pasó el tiempo y asomó la vejez. Sus años de padrillo (semental) concluyeron, mas no fue sacrificado, gracias al cariño que los pastores le tenían.

Pronto llegó la mañana en que ya no pudo acompañar al grupo, por más que acariciábamos su frente para estimularlo. Entonces mi abuelita decidió mantenerlo pastando por inmediaciones de los corrales. Leonardo se sentía contento durante el día en una pequeña hondonada llena de matas de pasto fresco.

Cierto día de marzo de 1962 visitó Tupucancha mi tío Pablito (Pablo Calderón Anzualdo), a quien le conté lo ocurrido con Leonardo, y esta fue su explicación:

“En dicha hondonada hay un puquial para felicidad de Leonardo, pues ya no tiene que caminar grandes distancias, como lo hacía de joven y adulto, para calmar su sed. La vejez es así, hijito, no solamente en los animales sino también en los seres humanos. Cuando las piernas ya no obedecen y la vista se opaca, las mejores medicinas son: el agua, los alimentos y el afecto al alcance de la mano. Esa es la ley de la vida, del que nadie que llega a viejo se escapa. Muchos comentan que en el África los elefantes tienen sus propios cementerios, pero no es así, lo cierto es que los elefantes y los animales silvestres en general, cuando sienten con mayor intensidad el peso de los años, buscan estar lo más cerca posible de un ojo de agua, de un río o de una laguna, y permanecen por los alrededores hasta el momento final. El agua del puquial donde abreva Leonardo va directamente a la laguna de Conococha, a través de una canaleta que construyeron tus bisabuelos para que no se desperdicie ni ocasione aniegos; ellos siempre mantuvieron limpios los puquiales y los cursos de las aguas. Cuidemos el agua, porque sin ella la Tierra no tendría vida. Te trasmito esta experiencia existencial para que la difundas a las nuevas generaciones, augurándoles una vida feliz en armonía con la Madre Naturaleza.”
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PUQUIAL, también llamado: ojo de agua, manantial, naciente o espejo de agua, es una fuente de vida que fluye del subsuelo, donde late el corazón de la Tierra, nuestro amado hogar.

Los puquiales son muy sensibles a los contaminantes líquidos, sólidos y gaseosos que deterioran sobremanera la calidad del agua haciéndola dañina para la salud y la vida.

Hay puquiales de caudal constante durante los 365 días del año, como los que tributan sus cristalinas aguas a la laguna de Conococha, sobre todo en los meses de menor precipitación (lluvia, granizo, neblina), pero también existen puquiales que se agotan debido a la sobreexplotación o en épocas de grandes sequías.

El proceso natural de eliminación de contaminantes (autodepuración) de las aguas subterráneas es más lenta que la descontaminación de las aguas de superficie, máxime en las altas cumbres donde se produce poca evaporación, lo que no contribuye a la pronta degradación de las bacterias; por tanto, el envenenamiento puede permanecer largos períodos ocasionando daño a los seres vivientes.

De ahí que en este Milenio nos encontramos frente a un nuevo desafío: construir y consolidar una cultura de respeto irrestricto a las leyes de la Naturaleza, en cuyos postulados tenga prevalencia el cuidado del líquido elemento vital; solamente así, como recomienda mi tío Pablito, garantizaremos una vida digna a las generaciones venideras.
 
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[CONOCOCHA.bmp]
Laguna de Conococha - Chiquián, ÁNCASH
 
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Amados familiares: INÉS VÁSQUEZ SOTELO, CONIE AGÜERO JAIMES y DAVID ARIAS AGÚERO. Que Dios los proteja hoy y siempre para felicidad de la familia chiquiana. Elevemos nuestras oraciones por las almas buenas de nuestro amigo ENRIQUE JARA ALDAVE y tío PABLITO CALDERÓN ANZUALDO.
 
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  Chiquián querido