lunes, 24 de diciembre de 2018

LOS CHANCHOS VUELAN EN CHIQUIÁN - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO)








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LOS CHANCHOS VUELAN EN CHIQUIÁN 

Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo) 

La madrugada del miércoles 24 de diciembre de 1913, Ishico Pardo despertó angustiado de un sueño premonitorio en su casa hacienda de Aquia: el chancho que venía cebando para la cena navideña en Chiquián, había desaparecido. Se vistió como pudo y corrió hacia el corral, no hallando al cebón. Recorrió calles y callejones preguntando a todo el mundo, sin hallar rastro; ídem, anduvo peinando caminos, terrenos baldíos y potreros a orillas del Huamanmayo. Del cerdo: ni humo. Encomendándose al Señor de Cayac apresuró el viaje a Chiquián, llegando a la plazoleta de Quihuillán antes del mediodía. 
 
En Quihuillán empezó su calvario para comprar un lechón, y así cumplir lo ofrecido a su esposa, suegros y cuñados: una inolvidable Noche Buena con un sabroso lechón al horno. 
 
Indagó de zaguán en zaguán hasta Racrán, sin resultado. Ni siquiera un pedazo de garancho para el tushu nanay consiguió. Tampoco un humilde pucash como regalo navideño de su entenadito Apolinario.

Entrada la tarde, y sin asomarse a su casa donde su esposa acechaba inquieta la llegada del  cebón, se acordó que su examiga Ipicha Gaitán Vda. de Núñez, tenía un criadero de chanchos en Rumichaca. Sin pensarlo dos veces, tomó valor y se dirigió a la casa de la viuda. Frente al portón se persignó y tocó. Acá el diálogo:

- ¿Quién?

- Soy yo, Ipichita, tu amigo Ishico, ábreme por favor.

- Examigo, dirás, ¿cómo te atreves a venir después del daño que has causado?. ¿Acaso no recuerdas que mi marido tuvo un infarto por tu culpa?, ¡so chismoso de m.....!

- Por favor Ipichita, te ruego una tregua, un armisticio como en las batallas se dispensan por la Navidad los rivales.

- Está bien, acepto la tregua, y dime, ¿qué quieres?

- Véndeme un chancho para la Noche Buena, aunque sea uno pequeño, es cosa de vida o muerte.

- Seguro que no has encontrado un solo chancho disponible en el pueblo, por eso has venido a mi casa sabiendo que te detesto por lengua larga. Estás comenzando a pagar tus culpas, pues todos mis chanchos han volado antes del mediodía.

- Y ahora, ¿qué hago Ipichita?

- Disfrázate de chancho al horno ¡y métete el rocoto más grande que encuentres, donde tú ya sabes!!!!.
 
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Fuente:
 
 EL JUGUETE Y OTROS CUENTOS