jueves, 1 de marzo de 2018

EL TESORO DE HUÁNCASH - POR ELMER NEYRA VALVERDE (PISCOBAMBA)

 
EL TESORO DE HUÁNCASH

Por Elmer Neyra Valverde
 
 Ubicación

El majestuoso cerro de Huáncash queda en el distrito de Piscobamba, provincia de Mariscal Luzuriaga, Región Áncash, República del Perú, América del Sur. Se halla a unos 730 km aproximadamente de Lima, por la carretera Pativilca-Cátac-Huari en asfaltado; luego por Huari- San Luis- Llumpa- Piscobamba, por afirmado. Se Halla a unos 2 km y medio de Piscobamba, accesible por autos y moto-taxis y combis. Tiene la forma de un cono pétreo perfecto, que en su cima en la actualidad, se halla, en un área de 15m por 10 m, una capilla, levantada por los años 30 del siglo XX, en la gestión del presbítero Manuel Vizarraga. También se yergue una cruz de 10 m de altura; armada, con fierro y cemento, para recibir  el inicio del tercer milenio.

El mítico tesoro

 
Este coloso de roca en su entorno testimonia abundancia de plantas silvestres, como  panizara, muña, matico, tsakpá, helechos y sembríos de maíz, trigo, papá. Lo más grato es que de su cima se divisan territorios que integran las provincias de Pomabamba, Asunción, Carlos Fermín

Fitzcarrald. Las poblaciones de Socosbamba, Piscobamba, Casca, Huallhuá, entre las más principales. En sus cercanías se levantan los cerros de Amañico, Asuaj y Campanayoj. Y junto con el Huáncash, a modo de los hermanos Ayar, son protagonistas de un mito muy difundido. También la tradición comenta que en la entrañas de este monte, se escondieron las planchas de oro y plata  que trasladaban para el rescate de Atahualpa. Pero al conocer su ejecución, lo escondieron en el interior de Huáncash. Por ello ha surgido una leyenda  de que el padre Sarria- que trabajó en Piscobamba en los años 40 de 1800 - fue conducido por una campesina que imploraba el bautizo de una criatura en estado agónico. Como premio  se le entregó dijes de oro. Fue llevado con  los ojos vendados y fue sorprendido  en su ardid de sembrar cuentas del Rosario, en el intento de retornar a un misterioso depósito de oro y plata.

Fiesta popular

 
La fiesta se celebra el lunes siguiente al Domingo de Pascuas de Resurrección. Feriado no laborable a nivel provincial. Retumba la música y las danzas difunden su vasta y colorida coreografía. Huáncash, majestuoso y risueño, amo y señor de una campiña primaveral andina, convoca esta bullanguera, abigarrada, explayada concurrencia. Cerro tutelar, testigo activo de las culturas: Piscopanpa, Incaica, Colonial y Mestiza, testimonia esta algarabía fiestera.

Por disfrutar del feriado, los empleados del Estado, los profesores de escuelas y colegios, los funcionarios de administración pública, los comerciantes, los vendedores ambulantes, los nuevos artesanos –gasfiteros, zapateros de renovadora, relojeros, electricistas, albañiles de material noble–, los campesinos, los jubilados, los estudiantes se vuelven presurosos, en un peregrinaje abigarrado para gozar de esta fiesta andina, secularizada y que revitaliza la cultura ancestral.

Funcionarios de fiesta andina y feria

 
Los alféreces –responsables de la fiesta– se encargan de mandar celebrar la misa, en la capilla cimera. A cuyo frente se alza una réplica portátil de armazón de madera, cubierta de tela, en compañía de dos parantes altos, cubiertos con tiras de papel cometa y lucen dos ornamentos circulares con aspas de estrella de vistosos colores. En el frontis, un elemento típico conocido como la frentera, especie de adorno con motivos cristianos y andinos. Simbiosis atractiva e intercultural.

En la planicie por debajo del cerro, se organiza una alegre y multitudinaria feria, donde se pueden comprar y consumir diferentes potajes típicos; sin dejar de lado la invasión de las parrilladas y de las polladas. Estas comidas deben ser saciadas con chicha de jora o de molle que se consiguen en las cercanías. Mercaderes ocasionales ofrecen golosinas de diferente sabor y aroma, cervezas, bebidas gaseosas. Todo esto: resultado del tráfico mercantil que permite la carretera; pero satisface la variopinta apetencia de los concurrentes.

Danzas y  comidas
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Esta fiesta es animada por las danzas: Negro, una pachaca; Huanca, con dos pachacas; una de Piscobamba con monteras de flores y otra de Pomabamba con monteras de plumas o que

parecen la flor de sejse. La instrumentación es a base de arpa y violín, pantalones de color rosado y casaquilla azul de cielo serrano. Garbo y señorío que remata en un alegre chimaiche, bailado por los danzantes y los acompañantes, quienes amplían el ámbito de la danza y la tornan en una alegre regocijo de pueblo.
 

Los alféreces invitan a sus allegados y colaboradores a sus casas. Atienden con platillos suculentos a una variada y numerosa concurrencia; reunión amenizada por la música de una estudiantina del lugar y el grato brindis de la espumante chicha.

Aclaraciones

 
Es necesario hacer una aclaración, que por una confusión ocasionada por comentarios del ya finado Orlando Rodríguez, se ha pensado que la fiesta es en advocación de San Leopoldo, supuesto nombre de un fraile fallecido después del sermón de tres horas en el templo de Piscobamba. Lo que sí consta y aprueba la tradición que la fiesta es una más dedicada a la Santa Cruz, que en diversas fechas se acostumbra a festejar en la cumbre de los cerros, como superposición de la religión cristiana sobre la religiosidad andina, la que reconoce a los jircas como sus deidades y en algunos casos colocaron sus huancas.

También en la Enciclopedia Británica en el artículo dedicado a Piscobamba, aparece la leyenda del tesoro de Huáncash, pero ubicado en un pequeño valle denominado Piscobamba, del Ecuador. Puede tratar de casos paralelos o hasta una confusión. La narración, en el caso del Perú, ha sido recogida por Marcos Yauri Montero en su antología Canchiscocha.