miércoles, 5 de julio de 2017

PASOS DE MAESTROS QUE DEJAN HUELLA EN LA VIDA - POR NORKA BRIOS RAMOS (SAN MIGUEL DE CORPANQUI)




PASOS DE MAESTROS QUE DEJAN HUELLA EN LA VIDA

Por Norka Brios Ramos

El Maestro tiene en  la mente la sabiduría que siembra la semilla del conocimiento en sus alumnos, y pulsa en su corazón el amor al prójimo las 24 horas del día. El Maestro acuna en su ser la paciencia infinita como prueba de fe, y sostiene en sus manos hacendosas el cimiento educativo del futuro ciudadano. 

El deber supremo de guiar al educando es el eje luminoso de  su vocación magisterial. El Maestro modela con el arte el alma del niño, esculpiendo en cada campanada su personalidad,  preparando el camino para un mundo mejor. Camino donde paso a paso va dejando parte de su existencia.

Hoy, que celebramos el Día del Maestro, cómo no recordar al ser humano que inspiró mi vocación de maestra: mi madre amada. Ella, con su labor, ejemplo y entrega a la docencia, caló hondo en mi corazón de niña; así, cuando cumpliendo el deseo de mi padre estudiaba Derecho, estando en el quinto ciclo opté por la carrera magisterial, culminando los niveles de Primaria y Secundaria, y con la Maestría  realicé docencia  universitaria.

Había logrado coronar las aspiraciones de mi profesión, pero sentía que me faltaba aprender un poco más sobre el alma humana, en lo mental, lo físico y lo emocional, por eso estudié Psicología Educacional, completando así el proceso enseñanza aprendizaje.

A estas alturas de mi vida, satisfecha por la tarea cumplida, no pierdo contacto con  los niños y jóvenes, motivada por el privilegio de haber recibido el reconocimiento de Maestro, otorgado por el Colegio de Profesores del Perú en el 2016, todo ello gracias a mi madre, a quien dedico cada peldaño alcanzado en la conquista de mis sueños de niña.

Maestra fuente de luz y saber, con liderazgo en su profesión y en el seno familiar, madre trabajadora, artista, poeta  artesana, dramaturga, costurera, pintora, cantante compositora y cocinera, amiga sin par, así era mi madre, doña María Ramos de Brios, natural de la provincia ancashina de Antonio Raimondi. Ella laboró 40  años en la Escuela de Mujeres N° 370  del distrito bolognesino de San Miguel de Corpanqui, enseñando con amor a sus alumnas. Mi madre escribía poemas y canciones para ellas, a quienes enseñó labores de utilidad para la vida, especialmente los días sábados,  en su proyecto gratuito llamado "Lecciones de vida”, donde también participaban los padres de familia y los demás niños de la comunidad. Aprendieron tejido artesanal, bordado y confección de camisas, faldas, mandiles, blusas sábanas y almohadones. Utilizaban  todo tipo de hilos y fibras de pencas con orden y limpieza. También aprendieron la técnica del teñido con materias primas del lugar, como el nogal y otros frutos silvestres. Del mismo modo las niñas se hicieron expertas en repostería, con ingredientes proporcionados por mi mamá. En horas de la tarde visitaban el mirador de Golmacsón, una meseta de ensueño donde practicaban juegos al aire libre, cerca de los baños de Asiac, quedando oleadas y sacramentadas en sus aguas termales, para la Misa del domingo.

Cuando  las alumnas culminaban la Primaria mi mamá les cosía vestidos de percalita,  tela que no le faltaba como buena aficionada a la costura. Tenía una máquina Singer, hoy en mi poder. Viene a mi memoria don Escolástico, un pintoresco mercachifle que traía a Corpanqui: cortes de telas, anilina y accesorios de costura que mamá adquiría con su peculio para sus alumnas.

Mi mamá, como toda maestra de las altas cumbres, nunca recibió medallas, trofeos ni diplomas oficiales, sí el cariño entusiasta de sus alumnas y del pueblo pujante y generoso. Ella fue una mujer ALFA, porque hizo de su profesión un verdadero apostolado. Una tarea nada fácil, pues requiere sacrificio, amor al prójimo y voluntad a toda prueba.

Con estas breves líneas de amor filial rindo homenaje a una de las maestras más entregadas a la tarea educadora en el ámbito rural. Gracias Mamá Maestra.