domingo, 18 de diciembre de 2016

LOS CHANCHOS VUELAN EN CHIQUIÁN - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO)



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LOS CHANCHOS VUELAN EN CHIQUIÁN 

Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo) 

La madrugada del miércoles 24 de diciembre de 1913, Ishico Pardo despertó angustiado de un sueño premonitorio en su casa hacienda de Aquia: el chancho que venía cebando para  la cena navideña en Chiquián, había desaparecido. Se vistió como pudo y corrió hacia el corral, no hallando al cebón. Recorrió calles y callejones oscuros preguntando a todo el mundo, sin hallar rastro alguno, ídem anduvo peinando caminos, terrenos baldíos y potreros a orillas del Huamanmayo. Del cerdo: ni humo.

Encomendándose al Señor de Cayac apresuró su viaje a Chiquián, llegando a la plazoleta de Quihuillán antes del mediodía, desde donde empezó su calvario para comprar un lechón, y cumplir lo ofrecido a su esposa, suegros, cuñados y entenados: una inolvidable Noche Buena. Indagó de zaguán en zaguán hasta Racrán sin resultado. Ni un pedazo de garancho contra el tushu nanay consiguió. Tampoco un humilde pucash como regalo navideño para su entenadito Apolinario.

Ya bien entrada la tarde, y sin ir a su casa donde su esposa aguardaba al cebón para condimentarlo, se acordó que la única persona que criaba chanchos para su venta en Navidad, era su ex amiga Ipicha Gaitán Vda. de Núñez, dueña de un criadero en Rumichaca, lástima que tenían un entripado de padre y señor mío, pero sin pensarlo dos veces tomó valor con una chata de ron, y haciendo de tripas corazón se dirigió a la casa de la viuda. Frente al portón se persignó y tocó. Acá el diálogo:

- ¿Quién?

- Soy yo, Ipichita, tú amigo Isihico, ábreme por favor.

- Cómo te atreves a venir después del daño que has causado. Acaso no te recuerdas que mi marido tuvo un infarto por tu culpa, ¡so chismoso de m.....!

- Por favor Ipichita, te ruego una tregua navideña, como en las batallas más crueles se dispensan los rivales.

- Está bien, acepto la tregua, y dime ¿qué quieres?

- Véndeme un chancho para la Noche Buena, aunque sea uno pequeño, es cosa de vida o muerte.

- Seguro ni uno hueso y pellejo has encontrado, por eso te has atrevido a venir. Estás comenzando a pagar tus culpas, pues todos mis chanchos han volado antes del mediodía.

- ¿Y ahora qué hago Ipichita?

- Disfrázate de chancho al horno ¡y métete un rocoto donde tú sabes!!!!.
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Fuente:
 
 EL JUGUETE Y OTROS CUENTOS