domingo, 18 de diciembre de 2016

EN EL DÍA MUNDIAL DEL MIGRANTE - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO)


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ÍTACA
 
Armando Alvarado Balarezo (Nalo) 

Muchos que todavía no sueltan amarras ni levan anclas, creen que el fuego del amor por nuestro suelo decrece en la distancia. !Ah ilusos seres humanos!, no saben que la brisa de la añoranza aviva más y más sus llamas, como hincha el viento las velas de un barquito cuando la noche sus tintas derrama, con la brújula apuntando a puerto seguro: el amado terruño.

No importa que seas cóndor, huínchus o paloma, tus alas siempre querrán volver al nido. Tampoco importa que seas glaciar, roca o arena, los aires natales que silban al oído las 25 horas del día, te harán volver la mirada al punto de partida: el pueblo, nuestra venerada querencia.

Hermano arriero: 

Tú que algún día surcarás cielos lejanos, no olvides que a medio camino te asaltarán los recuerdos. Ese día comprenderás que la fragancia del mantel más caro del mundo no se compara al aroma del pan hecho en casa, y que el amor por nuestra tierra es sol que no  ciega ni quema, sino que ilumina y abriga. 

La Vergne, 15 de junio de 2012 
 





AMOR LEJANO
 
 Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo) 

En la distancia pienso en ti, sólo en ti amor ausente. Día tras día fraguando las horas grises con la furia de los vientos, y decantando los mustios momentos con lágrimas que brotan de mis trovas tristes...

En tardes agobiadas de añoranza te recuerdo más y sufro. ¿Acaso no sabes que somos dos arterias de un mismo corazón? ¿Acaso no sabes que te amo como el jornalero ama a la lluvia que alivia su respirar cansino, como ama el arriero a la luna que ilumina su andar beduino?

Te amo y te amaré con ese amor de borrasca que desborda y empapa de lágrimas los sueños. Quizá sea un amor vespertino que está pasando de moda, pero te amo con todos los colores del arco iris, con ese amor marino que golpea el acantilado, y a la vez con amor campesino: tierno y sosegado, cual rocío matinal que ama a la flor que aroma el camino.
 
Ayer desperté desorientado como un velero que perdió su destino; y traduciendo en los vaivenes de mi pecho tu latido, me declaré culpable de alejarte del faro que te eleva al éter con luces de neón. Sólo sé que la vida se extingue buscando rutas de salvación, con ese terco anhelo que hinca y duele, mientras la barca de Caronte pasa leve, acechando que el alma vuele.
 
Los que forjamos utopías con el viento en contra, soñamos con un amor calmo y un mundo más humano, donde todos convivamos como hermanos. Pero también soñamos con ese amor iracundo que fluye de la médula, como el amor de Ulises por su amada Ítaca. Dulce pasión que mitiga las insomnes madrugadas, aunque me apena que por tu piel mis huellas sigan pasando de largo.
 
 Así discurre mi existencia terrena..., sin hallar eco en tu palpitar, bogando a tientas en un mar anochecido. Sólo espero que no sea el anuncio de la travesía final; en tanto, recibe una rosa carmesí que escogí para ti, para liberar de un suspiro todo el dolor que siento. 
 
París, 22 de octubre de 1984

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Del poemario "SENTIMIENTOS"