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DE TOROS Y VACAS BRAVAS
Por Juan José Alva Valverde (Pepe)
Por Juan José Alva Valverde (Pepe)
Oshva
Pardo Loarte, llevaba puesta una casaca de tela muy fina, casi
brillante, de color negro, bordada con letras doradas en el que se leía,
“La Salle”; ingresamos a la plaza de toros de Jircán; las palincas
estaban llenas de gente que hablaban en voz alta para hacerse escuchar,
otros reían de cualquier cosa; algunos jóvenes, en su mayoría hijos de
chiquianos residentes en diferentes lugares del Perú, o del extranjero,
que venían a “gozar” de la fiesta de Santa Rosita, estaban ubicados
debajo de las palincas de la zona Este, frente al sol, que en las tardes
se oculta detrás del Jaracoto (cerro viril, donde los muchachos del
Coronel Bolognesi, del primero al 8 de junio de todos los años, hacen
flamear la Bandera Nacional, en homenaje al alma mater de los
chiquianos); las mamás de los mencionados, casi a gritos los llamaban,
preocupadas por si algún toro o “vaca brava” los pudieran cornear.
-¡Emilio!,… ¡Emilio!... muchacho condenado; ¡ya va salir el toro!... ¡sube a la palinca de don Michicharqui, yo arreglo después con él!...
Doña Concepciona se desgañitaba llamando a su hijo, para que se pusiera a buen recaudo; Emilio en compañía de sus amigos daban trámite a la rubia que nunca falta en estas ocasiones, “tomando valor” para tirarse unas capitas.
-¡Yo entro shay!... -le ofrecí a la gringa Imicha -que en su nombre voy a tirarme unas capitas; me dijo que me prestaría el pañolón de su abuelita Eustaquia. En la noche se lo devuelvo, tal vez haya corneadera.
-¿Estás cojudo?...la vaca brava ha corneado en Huasta a tres personas, y ha despanzado al caballo del Capitán; si entras, te saco a puntapiés; por un rabo no vas a perder la cabeza. Interviene Julián.
Así por el estilo, unos y otros tomaban valor para enfrentarse a los “bravos”, que en la tarde de toros del Capitán de la fiesta, del año 1971 “jugarían”, para el deleite de los asistentes; para la demostración de la “afición al toreo”, de don Moisés Aldave; del tío Crisólogo Ramírez; del primo “Trucha” Víctor Morán; hijo del tío Morán, de la benemérita Guardia Civil del Perú; y de uno que otro espontáneo, quien con toda seguridad sería zarandeado, revolcado y con los pantalones desgarrados.
Los que íbamos junto a Oshva, habíamos apostado que la casaca de “La Salle” sería el premio para el que se enfrentara a la “vaca brava”, aquella que venía con el mejor cartel, y que era la atracción de la tarde; así que nos ubicamos en el ángulo opuesto al “coso”, entre las palincas del lado oeste y sur; cuando la tarde taurina estaba en su punto; el Capitán y sus acompañantes, montados sobre hermosos caballos, adornados con paños de castilla de color amarillo del “Alianza Chiquián”; habían entregado suculentas “colaciones” a diestra y siniestra; cuando la “pallas” con voz y entonación lastimera cantaban el “Ole torito”, cuando de la Banda de músicos el trompetista se lucía con el “introito” del pasodoble “El Gato Montés”; cuando las miradas de interrogación, de temor, de duda, estaban dirigidas a la puerta del toril; el amigo “Shatanco Peña”, se trepaba como un gato a la palinca, luego de abrir el toril; “La Vaca Brava” apareció como una centella; de las palincas se escuchó un murmullo de asombro y temor; la cabeza erguida, ojos café, cuernos simétricos, de pelaje entre colorado y barroso; dio una carrera y se ubicó al medio de las dos esquinas, entre el coso y la palinca donde estábamos; miró a todas partes, cambió de posición repetidamente; la plaza estaba desierta; debajo de las palincas se apretujaban todos; pensé en cuestión de segundos, que esa, era la ocasión; salté de la palinca y corrí hacia la vaca brava; me detuve a unos 30 ó 20 metros, y sacudiendo la capa la comencé a llamar. El tío “Quishula”-Crisólogo Ramírez-, salió de entre dos carros, y con voz potente y enérgica, haciendo gestos con los brazos de ahuyentar, hizo que la vaca brava corriera hacia el centro de la plaza; me dio un carajazo, con el que terminó mis intenciones de iniciarme como “capeador”, allá en el espejito de cielo, Chiquián querido, en el año 1971. Oshva Pardo se quedó con la casaca de La Salle, que no supimos como lo obtuvo, o de quien era; no lo vimos usar en ninguna otra ocasión.
Por los años 1960, en una corrida de toros jugó un hermoso “Barroso” de Huallanca, lo llamaban “el Huallanquino”; de buena presencia, y de un peso de un toro de casta, no usual para la zona; escuché en ese entonces de parte de los que sabían sobre el particular, que en la zona de Huallanca, había ganaderos que se dedicaban a la cría de “Bravos”; el primer ganadero de los bravos de casta, fue Don Gaspar De La Puente Ibañez, Marqués de Corpa; y el primer aficionado al toreo, fue Don Luciano Aquino, que en su mocedad fue conocido como “Ragotín”; sobre él, el pintor y escritor Huallanquino, Mauro Leandro Aquino Albornoz, nos narra, que el mencionado Luciano Aquino, estando trabajando para Don Zenón Santa María, huanuqueño, aficionado a la cría de ganadería brava; en la puna de Ishpag; cuando el ganado bajaba a la pampa a lamer la sal, una vez al mes, el susodicho, solía enfrentarse a uno de los bravos, usando su poncho como capa; afición que lo llevó a ser la principal figura del toreo por toda la zona del Dos de Mayo.
El Jirishjanca, toro bravo, de los parajes de Milu, de propiedad de Don Pedro Gamarra; debuta en la fiesta patronal de Pocpa, en la década de 1960; se lució en las tardes de toros en la plaza de Jircán, del espejito del cielo; demostró su bravura y nobleza; en una de dichas tardes, se escapó de la plaza de toros; enrumbó por el camino que vino; en el paraje de Conay busca calmar su sed con sorbos interminables de las aguas del rio; aguas casi heladas, que le causarán una neumonía que lamentablemente será el desencadenante para el fin de su existencia; su dueño, viendo el sufrimiento del noble animal, ordena le disparen al unísono tres descargas de mortales balas; al Jirishjanca, se le recuerda y extraña los 2 y 3 de setiembre, de cada año en la plaza de Jircán, en tardes taurinas sin banderillas, espadas, ni puntillas; solo la capa, o en todo caso; el “PONCHO HABANO CHIQUIANO”.
-¡Emilio!,… ¡Emilio!... muchacho condenado; ¡ya va salir el toro!... ¡sube a la palinca de don Michicharqui, yo arreglo después con él!...
Doña Concepciona se desgañitaba llamando a su hijo, para que se pusiera a buen recaudo; Emilio en compañía de sus amigos daban trámite a la rubia que nunca falta en estas ocasiones, “tomando valor” para tirarse unas capitas.
-¡Yo entro shay!... -le ofrecí a la gringa Imicha -que en su nombre voy a tirarme unas capitas; me dijo que me prestaría el pañolón de su abuelita Eustaquia. En la noche se lo devuelvo, tal vez haya corneadera.
-¿Estás cojudo?...la vaca brava ha corneado en Huasta a tres personas, y ha despanzado al caballo del Capitán; si entras, te saco a puntapiés; por un rabo no vas a perder la cabeza. Interviene Julián.
Así por el estilo, unos y otros tomaban valor para enfrentarse a los “bravos”, que en la tarde de toros del Capitán de la fiesta, del año 1971 “jugarían”, para el deleite de los asistentes; para la demostración de la “afición al toreo”, de don Moisés Aldave; del tío Crisólogo Ramírez; del primo “Trucha” Víctor Morán; hijo del tío Morán, de la benemérita Guardia Civil del Perú; y de uno que otro espontáneo, quien con toda seguridad sería zarandeado, revolcado y con los pantalones desgarrados.
Los que íbamos junto a Oshva, habíamos apostado que la casaca de “La Salle” sería el premio para el que se enfrentara a la “vaca brava”, aquella que venía con el mejor cartel, y que era la atracción de la tarde; así que nos ubicamos en el ángulo opuesto al “coso”, entre las palincas del lado oeste y sur; cuando la tarde taurina estaba en su punto; el Capitán y sus acompañantes, montados sobre hermosos caballos, adornados con paños de castilla de color amarillo del “Alianza Chiquián”; habían entregado suculentas “colaciones” a diestra y siniestra; cuando la “pallas” con voz y entonación lastimera cantaban el “Ole torito”, cuando de la Banda de músicos el trompetista se lucía con el “introito” del pasodoble “El Gato Montés”; cuando las miradas de interrogación, de temor, de duda, estaban dirigidas a la puerta del toril; el amigo “Shatanco Peña”, se trepaba como un gato a la palinca, luego de abrir el toril; “La Vaca Brava” apareció como una centella; de las palincas se escuchó un murmullo de asombro y temor; la cabeza erguida, ojos café, cuernos simétricos, de pelaje entre colorado y barroso; dio una carrera y se ubicó al medio de las dos esquinas, entre el coso y la palinca donde estábamos; miró a todas partes, cambió de posición repetidamente; la plaza estaba desierta; debajo de las palincas se apretujaban todos; pensé en cuestión de segundos, que esa, era la ocasión; salté de la palinca y corrí hacia la vaca brava; me detuve a unos 30 ó 20 metros, y sacudiendo la capa la comencé a llamar. El tío “Quishula”-Crisólogo Ramírez-, salió de entre dos carros, y con voz potente y enérgica, haciendo gestos con los brazos de ahuyentar, hizo que la vaca brava corriera hacia el centro de la plaza; me dio un carajazo, con el que terminó mis intenciones de iniciarme como “capeador”, allá en el espejito de cielo, Chiquián querido, en el año 1971. Oshva Pardo se quedó con la casaca de La Salle, que no supimos como lo obtuvo, o de quien era; no lo vimos usar en ninguna otra ocasión.
Por los años 1960, en una corrida de toros jugó un hermoso “Barroso” de Huallanca, lo llamaban “el Huallanquino”; de buena presencia, y de un peso de un toro de casta, no usual para la zona; escuché en ese entonces de parte de los que sabían sobre el particular, que en la zona de Huallanca, había ganaderos que se dedicaban a la cría de “Bravos”; el primer ganadero de los bravos de casta, fue Don Gaspar De La Puente Ibañez, Marqués de Corpa; y el primer aficionado al toreo, fue Don Luciano Aquino, que en su mocedad fue conocido como “Ragotín”; sobre él, el pintor y escritor Huallanquino, Mauro Leandro Aquino Albornoz, nos narra, que el mencionado Luciano Aquino, estando trabajando para Don Zenón Santa María, huanuqueño, aficionado a la cría de ganadería brava; en la puna de Ishpag; cuando el ganado bajaba a la pampa a lamer la sal, una vez al mes, el susodicho, solía enfrentarse a uno de los bravos, usando su poncho como capa; afición que lo llevó a ser la principal figura del toreo por toda la zona del Dos de Mayo.
El Jirishjanca, toro bravo, de los parajes de Milu, de propiedad de Don Pedro Gamarra; debuta en la fiesta patronal de Pocpa, en la década de 1960; se lució en las tardes de toros en la plaza de Jircán, del espejito del cielo; demostró su bravura y nobleza; en una de dichas tardes, se escapó de la plaza de toros; enrumbó por el camino que vino; en el paraje de Conay busca calmar su sed con sorbos interminables de las aguas del rio; aguas casi heladas, que le causarán una neumonía que lamentablemente será el desencadenante para el fin de su existencia; su dueño, viendo el sufrimiento del noble animal, ordena le disparen al unísono tres descargas de mortales balas; al Jirishjanca, se le recuerda y extraña los 2 y 3 de setiembre, de cada año en la plaza de Jircán, en tardes taurinas sin banderillas, espadas, ni puntillas; solo la capa, o en todo caso; el “PONCHO HABANO CHIQUIANO”.