jueves, 11 de febrero de 2016

SÁBADO DE CARNAVAL - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO)

Carnavales en Chiquián 2005
Foto: Eduardo Martin

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La Vergne, 11 de febrero de 2016
 
HOLA SHAY:

"Machete en mano vamos bailando, con multicolores serpentinas cual bufandas vamos cantando, bien talqueaditos vamos gozando. Dale duro, dale duro como al zapallo maduro, que ya el arbolito está cayendoExpresiones populares que desbordan pica pica, música y amistad; pero en qué momento se perdieron los antifaces, cuándo se esfumaron los chisguetes fraganciosos, dónde quedaron sepultadas las dolorosas matacholas, en qué pajcha se ahogaron los shoguet. Tiempo de tulpudas y chinguitos calientitos como no hay dos". Aralba.
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CHIQUIÁN:


SÁBADO DE CARNAVAL EN LOS SESENTAS

Creo sin temor a equivocarme que no hay ser humano más unido a su tierra que el provinciano. Por eso seguimos soñando con nuestro amado pueblo donde todo fue risa, sueños y juegos al aire libre en los tiernos años. Esa bella época vive en las historias pobladas de crónicas, canciones, anécdotas jocosas y fotos que los paisanos comparten por doquier en las redes sociales, iconos de identidad y confraternidad, siempre apuntando al reencuentro con el pasado, de la mano del recuerdo primoroso.

Aquella adolescencia de los primeros arrumacos, cuando pegaditos a la pirca o paraditos bajo un aliso de Cupido, rogábamos: “Dame la prueba de amor mi vida, que mañana me voy Lima a postular, ya cuando vuelva nos casamos, te lo juro”, late impasible en la memoria cada 14 de febrero. Aunque del juramento se olvidaba pronto el bolognesino corazón de purojsha, presa fácil del verano limeño, rodeado de playas, bikinis y tangas de hilo dental; mientras en Agocalle el aniego trepaba ronroneando las veredas de lajas y se metía sin permiso a los cuyeros. 
 
En fin, aquel paraíso llamado con sumo orgullo CHIQUIÁN, siempre será nuestro hogar bendito, aun cuando no tuvimos: wáter, ducha caliente, TV, teléfono, microondas ni PC. Años maravillosos de los quince abriles que no morirán mientras el galopar del músculo cardíaco no se detenga.
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Caminar risueño por la plaza de armas de Chiquián al rayar el alba, y levantar la mirada hacia las copas de los ficus esquineros donde las gotas de lluvia fulguran como gargantillas de cristal, es introducirse a los ojos de un ciego para ver desde su alma aquellos soñolientos carnavaleros de los sesentas, silbando huaynos camino al Baratillo, dejando a su paso coloridas serpentinas enroscadas a los postes de luz alumbrando como ninacurus. Después: "calabaza, calabaza cada uno a su casa", con la despedida filosófica: “Cuídate shay, que como tú quedamos pocos”. 
 
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El domingo 23 febrero de 1964, mi carnal Arti Oquendo cumplió 13 añitos. Por eso antes del desayuno fui al mercado de abastos para comprarle una palta llaclllina sin papel de regalo. Grande fue mi sorpresa al hallar cerradas las tres puertas del mercado. La tarde anterior los comerciantes habían bailado machete en mano el Hualuyculay hasta la medianoche, y se tomaron el domingo de descanso. En mi "diario" escribí sobre dicho domingo, lo siguiente:
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"Reina el silencio a lo largo y ancho del mercado. En la esquina de Saénz Peña con 2 de Mayo los dos dientes que le quedan a un viejo comunero se disputan los últimos nervios adheridos a un blanco fémur de cordero. En el patio del mercado yace un arbolito de manzano. En sus ramas penden ahorcados decenas de globos reventados, y centenas de guayabas aplanadas alfombran el piso de cemento. A unos metros, en el puesto de viandas de la "chiquianita", un pañal de bayeta de un chiuchi con incontinencia se orea en un gancho de carnicero como banderín de carnaval. Bajo el mostrador de tía Asencia, asoma un balde repletito de globos en forma de peras y mangos que alguien olvidó.
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Son las siete de la mañana, los rayos solares poco a poco se adueñan de las calles empedradas que lucen limpias por las lluvias de febrero. Es una mañanita esmeralda, la tierra huele fresca e iluminada, tan fresca como las manos de una pallita regando su sementera. El cielo tiene un color azul intenso, pero se muestra aborregado sobre la cima del albino Yerupajá. En el Oeste, de Huancar a Parientana, las verdes laderas dejan que el Sol las posea "suave camay" con su tibio amor matinal, y en las faldas de Cochapata "hay una rosa por cultivar", como reza una canción chiquiana. 
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Ya el hambre va colmando los sentidos y no hay nada mejor que retornar a casa por un pari mañanero, con un cafecito caliente aunque sea de cebada, y un buen pan de punta con dos rayas diagonales que me invitan a partirlo en tres: !Buen provecho¡, grito a lo tarapaqueño y mi gordito hermano Felipe se va corriendo llevándose mi pan al estadio de Jircán, para compartirlo con Cañita, Patuco, Shaprita y Uluy...
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Las campanas de la vieja Iglesia con paredes de adobe de dos metros de ancho, van llamando a Misa con sus sonoros "tilín talán, tolón", y en CHIQUIÁN, nada hace falta para ser feliz. Mañana será otro día y la vida como un brioso corcel sin riendas ni cincha, seguirá trotando al son de la banda de Mangas. Dentro de nueve meses nacerán los hijos del carnaval y llevarán coloridas serpentinas en sus venas, aunque por ahí no faltará un sietemesino..."
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Tupucancha - Ernestina y Martina - 1952
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CARNAVALES EN TUPUCANCHA
 
 
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)

Cae como flechas la lluvia en la pampa,
brama chúcaro el trueno en Tucu Chira;
desde Shajsha un cóndor viejo mira,
la bella puna vestida de carnavales.

Ya la sangre burbujea en las venas
y el palpitar del corazón presiente,
lo que la neblina blanca siente,
al macerarse en aguardiente las penas.

Serpentinas, ponchos y bufandas,
trenzas, llicllas y faldellines al viento;
silba la paja y trinan las mandolinas,
¡bajo un encapotado firmamento!

Juegan con talco los shaplacos
y reciben de las gamlaj sonoros lapos;
cantan en coro el achihualito nueve ociosos
al compás de los chisguetes fraganciosos.

Dando vueltas y vueltas machete en mano,
va cayendo el arbolito de manzano,
aquél que muy bonito iba creciendo
y que ahora poco a poco va muriendo.

"Esta será o no será
la casa que yo buscaba
tal vez vengo muy errado
por el polvo del camino..."

Y botella en mano van cantando:

“Latacasasurag caman
shiracusarag caman…”

Sigue shay, no pares...

"Hualuyculay, hualuyculay,
ali ricaparcur hualuyculay..."
 
Tupuchancha, mágico lugar cerca del cielo, ruta obligada de los arrieros chiquianos. Aquí, durante una fiesta de carnavales un pequeño caminante se metió un cuntu rebosante de chicha con punto sin respirar. Media hora después, tambaleante, se abrió camino en pleno baile hasta un montículo de tierra suelta, y remangándose el poncho achicó la bomba hasta formar un espumante huayco, que por poquito lo arrasa llanques y todo.
 
"Contemplar las albas capillas del glaciar Tucu Chira desde Tupucancha, es como tener un orgasmo visual al paso. El corazón convulsiona de placer. Tras unos minutos recién vuelve la calma al latido cardíaco". Aralba
 
Glaciar Tucu Chira

Mi homenaje a los crianderos que poblaron la llanura chiquiana de la Pampa de Lampas Alto en el siglo XX; y que en este Tercer Milenio se resiste a morir olvidada por el Estado y la globalización. SAPAHUAIN: Nicolás, Juan, Bernita y Antonio Morán; Virginia y Rita Anzualdo; Alejandrina Vicuña, León Jaimes; Crisanto Soto; Margarita, Alberto, Ginés y Pablo Calderón. SHAJSHA: Zoila Pardo y Gregorio Calderón. TUPUCANCHA: Fortunata Gamarra, Silvia Anzualdo, Francisca Ramírez y Catita Calderón. GACHIRAJRA: Silverio Tafur, Teodosia, Andrés, Gerónimo, Felix y Teodosio Anzualdo.
 
 
Chiquián - Pampa de Lampas Alto - 1954
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.. LA PUNA Y LA GLOBALIZACIÓN

Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)

Ayer visité el páramo tras los cerros chiquianos,
sabana andina donde ya no existen crianderos;
allí ya nadie reposa la siesta en paja dura,
y de aquellas manadas, poco perdura.

Ya no están los que daban vida a los rebaños,
no se escuchan más los pincullos sonoros;
los cuentos y leyendas se van disecando,
hasta los puquiales se están secando.

No se ven arrieros ni cabalga el bandolero;
no hay perros que ladren, ni ovejas balando;
ya nadie lleva en sus manos el cayado,
que Abraham les dejó como legado.

No se escuchan los trinos de mandolina
que brotaban de las cuerdas de la puna;
ya se fue con el eco la melodía matutina,
que tocaron Ernestina, Jesús y Martina.

No florece con el alba el canto pastoral,
sólo campea la soledad en los cerros,
fría como alguien que ya no respira,
congelado como el Tucu Chira...

No nieva en Tupucancha y Gachirrajra,
sólo se mece la escarcha en el ichu,
los pumas y huachuas han huido,
hasta las vizcachas se han ido.

Época de hombres nobles como corderos,
más solitarios y huraños que los zorros,
con sus guitarras de nostálgico trinar
que a los pajonales hacían tiritar.

Ya el placer de criar se fue con los pastores,
que treparon la montaña en la neblina
y silbando con el viento alzaron vuelo
para hacer sus chozas en el cielo.

Hoy las musas duermen en el corazón del ande,
esculpidas en piedra que el tiempo olvidó,
ellas sueñan con sus nobles trovadores,
sedientas de lluvia, granizo y flores.

Copan mi memoria tiernos balidos de corderos,
en concierto con dulces mugidos de terneros,
que remiendan mi alma raída de ternura
a más de cuatro mil metros de altura.

Este es mi canto empapado de manadas y puna
donde mi inocencia tuvo la dicha de morir;
santa estirpe morena que un día vivió,
!más humildes y sencillos que yo!.

Tupucancha, AGO 2002
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