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EL ZORRO Y LA VIZCACHA
Por Norka Bríos Ramos
EL ZORRO Y LA VIZCACHA
Por Norka Bríos Ramos
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“La fábula vive en las hondonadas y las montañas;
en la sombra y la claridad;
en la sombra y la claridad;
en el silencio y el grito…”. Aralba
Inaugurando un nuevo amanecer en Corpanqui, el Sol asoma por los albos picachos del Huayhuash. Al caer la tarde se ocultará tras el cerro rocoso de Wawanmargaraq, en cuyas entrañas viven colonias de vizcachas.
Estos
roedores salen de sus madrigueras a recibir los rayos solares, mientras
limpian con recelo sus largos bigotes. La más jovencita está sentada al
final del peñasco, lejos del grupo. De pronto, un zorro flaco agazapado
bajo una cornisa acerada que sostiene una piedra ovalada le dice muy
bajito, casi susurrando:
- Hola vizcachita, veo que te gusta tomar los baños solares, sola, solita como la andarita de Luis Pardo. Ha valido la pena esperar un mes, pues la última vez que te vi todavía estabas pequeña. Hoy, después de dos días de obligado ayuno, serás un rico bocado.
La vizcachita, muy asustada, abrió sus ojazos redondos, reconociendo al zorro del que logró escabullirse atravesando una estrecha grieta, pero ahora está más grande y no logrará escapar. A la distancia escucha cantar al agorero tucu. “Alguien va a morir, y no seré yo, sino el zorro”, piensa, y armándose de valor habla con tono pausado:
- Señor Zorrito, por qué me quiere comer si todavía soy pequeña. Abajo está durmiendo una oveja gorda, ella sí saciará su hambre (le dice señalando un cactus blanco en forma de oveja). Usted, por lo escarpado abismo no puede llegar hasta ella, en cambio yo puedo arrearla hasta el inicio de la pendiente, donde estará a su alcance.
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- Hola vizcachita, veo que te gusta tomar los baños solares, sola, solita como la andarita de Luis Pardo. Ha valido la pena esperar un mes, pues la última vez que te vi todavía estabas pequeña. Hoy, después de dos días de obligado ayuno, serás un rico bocado.
La vizcachita, muy asustada, abrió sus ojazos redondos, reconociendo al zorro del que logró escabullirse atravesando una estrecha grieta, pero ahora está más grande y no logrará escapar. A la distancia escucha cantar al agorero tucu. “Alguien va a morir, y no seré yo, sino el zorro”, piensa, y armándose de valor habla con tono pausado:
- Señor Zorrito, por qué me quiere comer si todavía soy pequeña. Abajo está durmiendo una oveja gorda, ella sí saciará su hambre (le dice señalando un cactus blanco en forma de oveja). Usted, por lo escarpado abismo no puede llegar hasta ella, en cambio yo puedo arrearla hasta el inicio de la pendiente, donde estará a su alcance.
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Cactus en forma de oveja - Foto: ANI |
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- Está bien, anda y cumple lo ofrecido a cambio de tu vida; además, no hay manera de que huyas.
- Gracias señor Zorrito por confiar en mí. Estamos con suerte, sigue durmiendo plácidamente la oveja. Será tarea fácil, no defraudaré su confianza.
Seducido por las palabras finales el "astuto carnicero" mira hacia la “oveja”, descuido que aprovecha la vizcacha para trepar veloz y empujar la piedra ovalada que está sobre la cornisa, hiriendo de muerte al zorro.
MORALEJA:
En momentos de crisis no es bueno desesperarse, pues siempre hay alternativas que ayudan a solucionar los problemas, por más astuto que sea el rival.
- Está bien, anda y cumple lo ofrecido a cambio de tu vida; además, no hay manera de que huyas.
- Gracias señor Zorrito por confiar en mí. Estamos con suerte, sigue durmiendo plácidamente la oveja. Será tarea fácil, no defraudaré su confianza.
Seducido por las palabras finales el "astuto carnicero" mira hacia la “oveja”, descuido que aprovecha la vizcacha para trepar veloz y empujar la piedra ovalada que está sobre la cornisa, hiriendo de muerte al zorro.
MORALEJA:
En momentos de crisis no es bueno desesperarse, pues siempre hay alternativas que ayudan a solucionar los problemas, por más astuto que sea el rival.
Entrada a Corpanqui, tierra del rico queso - Foto: Daniele Abba |