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LA JARRITA DEL
BANDOLERO
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Por Armando Alvarado Balarezo
(Nalo)
Los hombres de la puna tienen la piel curtida por el
viento que se cuela por todos lados; sin embargo, llevan en el alma el calor de
la hospitalidad y la paciencia infinita de tanto agradecer a Dios, contemplando
en silencio su Creación. Es que saben, quizá como nadie, que los horarios
dependen de factores imposibles de controlar sin dañar el ambiente, y que más
vale adaptarse y aprender de ellos, que intentar alterarlos. En suma, como dicen
los entendidos, mucho de esta sabiduría reside en cientos, sino miles de años de
aprendizaje –a menudo cruel y duro- acerca del sutil lenguaje de los elementos,
que integra la cosmovisión andina. Un idioma que sólo captan los que habitan
estos silentes paisajes, no aptos para aquellos que todavía no han aprendido a
respetar los designios de la Madre Naturaleza y las leyes del Cosmos.
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Glaciar Tucu Chira y la Pampa de Lampas
La puna es inmensa, generosa y limpia. El color de
los pastizales muda del amarillo de la estación seca, al verdoso en los meses de
lluvia (diciembre / abril). Es raro ver casas agrupadas dentro de un mismo
paraje y siempre buscan la compañía de las lomas y peñolerías, de los
arroyuelos, los caminos y los puquiales. Es un reto interminable del hombre de
ichu frente al desamparo estatal, la soledad y la escarcha.
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Si bien es cierto que las noches despejadas, traen
el espectáculo incomparable de miles de estrellas y constelaciones muy
brillantes, que producen sombra aún sin la presencia de la Luna; también es
cierto que muy pocos predicen con certeza, cómo será la próxima noche a campo
abierto a más de 4,200 metros de altura: es un secreto que se reservan los
pastores y los experimentados caminantes de almas fuertes.
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Pampa de Lampas Alto
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En estos lugares no hay nada como una choza para
protegerse: muros de piedra y techo de paja, una puertita por donde ingresar
encorvado y una pequeña ventana para que escape el humo del fogón y se filtre el
aire necesario que alimente el fuego de la crepitante boñiga.
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LUIS PARDO
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Chiquián, 19 AGO 1874
/ † Puente Luis Pardo, 05 ENE
1909
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Uno de los seres humanos que ayudó a mitigar las
penurias de los crianderos y pastores de la Pampa de Lampas Alto, en la última
década del siglo XIX y la primera del XX, fue LUIS PARDO, nuestro recordado
“Bandolero Romántico”. Él solía visitar con frecuencia sus chozas para compartir
su pan, a cambio de un poco de cancha, leche y el calor amigo. Comentan que
siempre se le veía sonriente y erguido con su estampa de justiciero, cabalgando
con poncho, sombrero y bufanda por Toca, Pampa de Lampas, Baños, Yanamarca
(otrora manada de Julia Ramírez, esposa de Luis Pardo), Sapahuaín, Tupucancha,
Gachirajra, Chonta, Recrec, Huamlajpampa, Cachichurana, Pilapampa, Tinya,
Cachirpayoc, Cushish, Plomopampa, Shinuac y Shajsha. En este último lugar se
encuentra la cueva de Shajsha Machay, oquedad con varias representaciones
grabadas en sus paredes de roca, donde pernoctaba a su paso para guarecerse de
la lluvia y protegerse de los rayos, de los salteadores de caminos y de sus
furtivos perseguidores.
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Farallón rocoso, cerca a Tupucancha, donde está la
Cueva de Luis Pardo
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La Cueva de Luis
Pardo, con abundante muestra de arte
rupestre
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¡Entonces!: ¿cómo no volver tras las huellas de Luis
Pardo?, ¿cómo no retornar a este mítico paraíso salvaje cada vez que se acelera
el corazón?, ¿cómo no querer subir los cerros morenos para explorar desde lo
alto, los caprichosos perfiles de los roquedales de Shajsha?, ¿cómo no querer
pulsar las viejas guitarras de los crianderos y tener entre las manos los
pincullos de los esquivos pastores?.... ¡cómo no querer volverrrr!, grito, y el
eco de mi voz se multiplica en la lejanía...
d
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Aquel día de carnavales de 1960, la manada de Tupucancha amaneció festiva. La tarde anterior había terminado de construir un circuito carretero junto al puquial que serpenteaba manojos de ichu, huamanripa y escorzonera, y el pequeño puente hecho con pedazos de teja, barro y listones de carrizo, estaba listo para ser estrenado. Sólo faltaba echarle agua al corto arroyuelo y después jalar con hilo de lana mi carrito de lata por la zigzagueante vía de 10 centímetros de ancho, incluida la cuneta.
Aquel día de carnavales de 1960, la manada de Tupucancha amaneció festiva. La tarde anterior había terminado de construir un circuito carretero junto al puquial que serpenteaba manojos de ichu, huamanripa y escorzonera, y el pequeño puente hecho con pedazos de teja, barro y listones de carrizo, estaba listo para ser estrenado. Sólo faltaba echarle agua al corto arroyuelo y después jalar con hilo de lana mi carrito de lata por la zigzagueante vía de 10 centímetros de ancho, incluida la cuneta.
- Mamá Catita ¿me puedes prestar la jarrita? –le dije a mi abuelita, señalando un recipiente de arcilla que estaba descansando sobre un aparador de madera.
- Para qué la quieres hijito.
- Para echar agua al arroyito que he construido junto al puquial, mamita.
- No hijito, es la jarrita donde mamá Lipuquita invitaba leche a Luis Pardo, mejor llévate este balde.
Así comenzó la historia de la jarrita. Desde aquel entonces, cada vez que visitaba Tupucancha, no había día que no me detuviera, aunque sea por unos segundos, a contemplarla; hasta que una mañana de fines de marzo de 1963, en circunstancias que me despedía de la puna al culminar mis vacaciones escolares, mi abuelita me dio una grata sorpresa.
- Cuídala hijito –dentro de una caja de cartón, protegida con lana de oveja, reposaba la jarrita.
Ya en Chiquián la guardé en el velador de mi dormitorio, y allí permaneció, año tras año, acariciada por el tiempo y mi persistente recuerdo. Desde ese día, cuando visitaba 'Espejito del cielo' en las fiestas patronales, abría el velador para volverla a contemplar, y sin darme cuenta, se fue convirtiendo en una obsesión, hasta que una fría noche de mayo visitó mi casa de Chiquián, Roberto “Sopón” Barrenechea Martel, viejo amigo de mis andanzas adolescentes. Conversamos de todo en penumbra, especialmente de la jarrita y de las bondades de su fundo “Pancal”, antigua propiedad de la familia Pardo Novoa.
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Fundo Pancal
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GelacioTafur
Anzualdo, 'Sopón' y Roby Barrenechea Ibarra (Chiquián)
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Durante la amena charla, Sopón me comentó que tenía dos lajas del corredor de la casa por donde caminó el bandolero, e inclusive poseía una piedra, con el que según él, Luis Pardo cazó un venado a 50 metros de distancia. Llegada la medianoche se despidió, asegurándome traer al día siguiente las dos lajas y la piedra cazadora, para que junto con la jarrita la llevemos al museo del pueblo.
Durante la amena charla, Sopón me comentó que tenía dos lajas del corredor de la casa por donde caminó el bandolero, e inclusive poseía una piedra, con el que según él, Luis Pardo cazó un venado a 50 metros de distancia. Llegada la medianoche se despidió, asegurándome traer al día siguiente las dos lajas y la piedra cazadora, para que junto con la jarrita la llevemos al museo del pueblo.
En vano esperé tres días, que me parecieron eternos. Al estar próximo mi
viaje de retorno a Lima y, en vista que Sopón no regresaba, tomé la jarrita, más
una olla y un porongo de la época de los “gentiles”, que estaban guardados en el
altillo de mi casa, y con la frágil carga al hombro enrumbé hacia el museo.
En momentos que tocaba la puerta hizo su aparición “Muñequita”, una mujer
entrada en años para quien el tiempo no pasa, y muy famosa en Chiquián por su
coraje frente a los toros bravos en las corridas de setiembre, quien al ver los
recipientes dio media vuelta y sin levantar la mirada se fue caminando de
puntillas pegadita a la pared.
Convencer al administrador del museo para que reciba "los tesoros" no fue nada fácil. Tuve que relatarle una y otra vez la historia de cada uno de ellos. Cansado de gastar palabras por más de una hora, le pedí que conserve las piezas en su poder, y que si era necesario, las sometan a datación con carbono 14. Firmé un papel como constancia y me marché satisfecho del lugar.
Ya cuando me encontraba a dos cuadras de mi casa, una vecina me dio el alcance alertándome que “Muñequita” le había contado a mi papá Armando, que me había visto regalando los utensilios de cocina de la familia.
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Puesto en sobre aviso, llegué a la puerta, justo cuando mi papá salía con
la intención de recriminarme; pero sin darle tiempo para que lleve a cabo la
reprimenda, le manifesté que había cumplido el encargo de mi difunta abuelita de
internar en el museo del pueblo la jarrita donde Luis Pardo tomó leche fresca en
la manada de Tupucancha. Para mi asombro me dijo sonriente, que tenía guardada
bajo 7 llaves una fotografía inédita de la legendaria Julia Ramírez (esposa del
bandolero), prima de mi abuelita Victoria Montoro Ramírez, por lo que con cierta
sorna le respondí, que dicha foto donde aparece tocando arpa, 'alguien' le había
prestado al escritor Alberto Carrillo Ramírez para que ilustre su libro, y que
además, mi hermano Felipe ya la había insertado en una de las páginas chiquianas
de la Internet. Al escuchar el dato, mi querido viejo se rió a carcajadas y se
fue de prisa tras las menudas trenzas de la “Muñequita” con cintura de
alambre...
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Casa de Julia Ramírez en Chiquián (Figueredo con
Comercio)
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No supe más de las dos lajas y de la piedra cazadora, pero hace un tiempo visité el museo en plena lluvia y hallé la jarrita convertida en florero, la olla estaba recibiendo las lágrimas de una gotera; y del porongo, mejor no les cuento...
y
No supe más de las dos lajas y de la piedra cazadora, pero hace un tiempo visité el museo en plena lluvia y hallé la jarrita convertida en florero, la olla estaba recibiendo las lágrimas de una gotera; y del porongo, mejor no les cuento...
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Mausoleo de Luis Pardo - Cementerio de Chiquián
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HIMNO A LUIS PARDO
HIMNO A LUIS PARDO
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Armando Alvarado Balarezo
(Nalo)
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Florece en la tierra una bella historia,
Florece en la tierra una bella historia,
y se eleva
al cielo un grito inmortal,
trinan las
guitarras melodías de gloria
desde
Chiquián hasta Pancal.
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Hermano
solidario del desvalido,
héroe
anónimo de la justicia social
en tu
memoria el pecho se agranda
cantando un
huayno en el pajonal.
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Desde el
Huayhuash hasta el Tucu Chira,
sembraste en
tu ruta laureles solidarios
llevando
abrigo a los parajes solitarios
bajo los
ojos del que todo lo mira.
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Luis Pardo,
bandera de libertad,
fuiste
grande en el corazón del Ande
y más grande
frente a las balas asesinas,
que te
despojaron de todo, menos del Sol.
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OTROS
RELATOS:
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Fuente:
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- CHIQUIÁN: "Sentimientos"
- CHIQUIÁN: "Sentimientos"
- CHIQUIÁN:
"Mis Cantares"
- CHIQUIÁN:
"Relatos Campesinos"
- CHIQUIÁN: "El Juguete y
Otros Cuentos" .
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