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PRIMERA Y SEGUNDA TARDE DE TOROS
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Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
2 DE SETIEMBRE
(Día del Inca y Rumiñahui)
Primera tarde taurina
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Desde
las primeras horas de la mañana se realiza la Pinquichida en las casas
de las mayoralas. También con el alba los comuneros empiezan a
construir pintorescas palincas (barandas en forma de tribunas con
palos, pellejos de vaca y listones de madera amarrados con sogas de
cabuya, cuero o de nylon), con suficiente espacio para albergar sillas y
bancas para sus familiares y amigos.
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Los
lugares desiertos por donde pueden escaparse las vacas y los toros
bravos son cubiertos con camiones, omnibuses y camionetas, que en la
mayoría de los casos, terminan con la capota del motor despostillada por
las pisadas de los asustados curiosos que trepan temerosos de una
cornada.
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Gracias
al aporte de paisanos benefactores, cada cierto tiempo se construye un
coso de madera, con burladeros para el refugio de los toreros en el
interior de la plaza, sin alterar la estructura de las tribunas donde
reposan las palincas, ni la ubicación de los vehículos motorizados;
garantizándose así, que los toros ya no hagan de las suyas con los
borrachitos que vuelan como cometas, entre ayes y carcajadas. Sin
embargo ha motivado que muchos 'Romeos de poncho y sobresalto' pierdan
la oportunidad de demostrar a sus 'Julietas de setiembre' lo macho que
son al pasearse sudando frío en el ruedo junto a mil temblorosos
enamorados. Ya con el tiempo crearán nuevas fórmulas para flirtear a la
distancia sin tanto susto.
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A
partir del mediodía la plaza de toros de Jircán comienza a engalanarse
con la presencia del pueblo, chiquianos visitantes, turistas,
funcionarios de la fiesta, toreros, pallas, vendedores ambulantes,
bandas de músicos y orquestas de cuerda y viento. Sombreros adornados
con flores de Mangas, vestidos multicolores de Roca, ponchos y mantas,
llenan de vida los tendidos. Los toreros visitan la Iglesia para
encomendarse a Santa Rosita.
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La
esperada corrida a cargo del Capitán se inicia a las 4 de la tarde. Se
lidian seis toros bravos y dos vacas chuscas encargadas de 'limpiar la
plaza'. Por cosas del clima es momento de una corta llovizna que cae
como una bendición para suavizar el ruedo de lija.
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Durante
el intermedio: el Capitán, su comitiva, familiares y curiosos dan un
paseo por la plaza bajo las notas de la banda de músicos, una incesante
lluvia de caramelos, bizcochuelos, cerveza y aplausos. Si en este
intervalo, un voluntario hace notar su decisión de convertirse en el
futuro Capitán, se le cede el sombrero, corona, banda y cabalgadura,
iniciando junto al nuevo Abanderado y sus acompañantes una vuelta al
ruedo para recibir la anuencia del público, que empieza a augurar si la
próxima fiesta será buena, regular o mala. El Capitán escoge su
comitiva dentro de los miembros de su familia y del entorno más cercano
de sus amistades de la infancia.
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Llama
la atención ver el ruedo abarrotado de vendedores de helados, cancha
'poc-corn', alfeñiques y manjares costeños. En algunas ocasiones los
toros embisten a estos sufridos vendedores, a quienes no les queda más
remedio que despedirse de sus helados, bandejas, bizcochos y camisas que
quedan hechas trizas por las filudas astas de los bravos. Ni qué decir
de los espontáneos, quienes por tratar de impresionar a la dama de sus
sueños, deambulan 'muertos en vida', obstaculizando la faena de los
toreros y aficionados del lugar; es decir, estos 'temblorosos diestros'
colman el coso, culminando su periplo taurino con el calzoncillo
cargado de miedo.
En mis años mozos se lidiaban algunos toros de muerte, que despachaba al camal para su venta por arrobas, el torero regional 'Romerito el quisipatino', vestido de seda y oro, con no menos de diez banderillas que terminaban regadas en el piso y media docena de estocadas entre el lomo y la panza del semental, que encendían pasiones encontradas en el público. Prácticamente estos animalitos de Dios quedaban como rayadores de beterraga (betarraga) y su agonía no cesaba si el experimentado Augusto Peña Mendoza a quien llamamos de cariño 'Shatanco', encargado de sacar los toros, los ahorcaba con un torniquete en el cuello, con ayuda del torero y sus ayudantes. Augusto Peña, un chiquiano comedido y soñador, siempre tiene en la mirada la esperanza de una buena tarde de toros para el deleite del pueblo, ya cuando las sombras cubren Jircán, mira el horizonte con esos ojos de quien no quiere que se acabe la labor que ama.
La tarde taurina agoniza cuando el sol desaparece tras el Huayhuash, circunstancias que aprovecha el torero que realizó una buena faena para darse una vuelta al ruedo, pidiendo un donativo con la roja y amarilla extendida por cuatro subalternos, aunque no falta una piedrita lanzada con disimulo por algún ácido comentarista de palinca. Uno que otro año el coso se tiñe de rojo con la sangre de los 'toros y toreros de muerte lenta'.
03 DE SETIEMBRE
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(Día del Inca y Rumiñahui)
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Es
organizada por la Municipalidad y los comisarios (donantes de toros
bravos). Desde muy temprano el Capitán, su comitiva, el Inca y su
séquito visitan la casa de los comisarios para continuar con la
Pinquichida donde se consume hasta la última gota del licor sobrante de
la fiesta y los pocos panes y jaratantas que quedan.
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En
esta corrida la asistencia de público es menor, pues muchos visitantes
ya retornaron la anoche anterior a sus lugares de procedencia. En
ocasiones la cantidad se mantiene o es superada, cuando cae fin de
semana y acuden presurosos muchos paisanos de los problados cercanos.
También depende de los toros y toreros que lleve al ruedo la autoridad
edil. Después de la corrida, a oscuras se inicia el lento movimiento de
camiones y omnibuses; se desarman las palincas y viene la marcha de las
sillas, sogas, bancas y pellejos, mientras muchos borrachitos 'heridos
de muerte' más por el 'racumín' ingerido que por los pitones de los
bravos, duermen adormecidos en algún lugar de la plaza, sin llanques,
poncho, sombreros y ni un sol en los bolsillos que los alumbre durante
el retorno a casa.
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A
partir de este momento comienza el desfile de vehículos por Caranca
con destino a Huaraz, al norte del país y a Lima. Muchos rostros
soñolientos y media centena de corazones nostálgicos deambulan como
fantasmas por el pueblo, la mayoría con la barba crecida, los labios
reventados por el calor de estómago de tanto libar chinguirito, y sin
haberse cambiado de ropa durante la festividad. Algún inesperado bebé
nacerá nueve meses después, muchos planes para el próximo año, promesas,
juramentos y nuevas historias de amor sobre el kikuyo bajo la cómplice
luna.g
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¿Pero
qué hacíamos muchos niños traviesos durante las corridas cuando la
plaza era techada?: Algo fantástico, pero de 'mal de ojo': recorríamos
debajo de las palincas levantando la mirada hacia el ralo entablado, que
al no estar machihembrado, nos permitía ver lindos encantos en una
pasarela abarrotada de futuras pallas de faldellín. A la mañana
siguiente, el 'santo orzuelo' adornaba nuestros párpados.
Ya en la noche de la primera corrida me quedaba en la plaza de toros a cuidar los camiones de mi papá. Hacían lo propio Tocho, Iván y Papi Robles, los nietos de don David Aldave Proaño de Jupash, entre otras perlas con quienes detonábamos las bombardas que quedaron regadas intactas después de la Entrada y la corrida. Con certeza, más de uno se quedó sin uñas durante el estruendo, que repetíamos hasta que se agoten todas. En las palincas los comuneros calentaban la noche con chinguirito o las caricias de una damisela entre el pellejo y la jerga.
Cerca de la medianoche hacíamos una menuda corrida donde Patuco Calderón hacía de 'nunatoro' utilizando dos difuntas avellanas como cuernos y un pedazo de pellejo sobre el hombro. Los novilleros en miniatura que más se lucieron a inicios de los sesentas fueron: Genaro Aldave 'Lulu Lapicho', Carlos Palacios 'Cañita', Adolfo Calderón 'Lipat', Manuel Alvarado 'Sapra mañuco júnior.', Antonio Núñez 'Anchita', Aniceto Carhuachín 'Añico', Milo Alvarado 'Pichinita', Miguel Ramírez 'El cuye', Héctor Jacinto Robles 'Tocho' y su hermano Iván Filomeno quien años más tarde ingresaría por la puerta grande a las ligas mayores. Después de recrearnos dormíamos soñando con una manoletilla o una chicuelilla, dependiendo del estado del coso.
GALERÍA FOTROGRÁFICA
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Construcción de palincas
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Primera tarde de toros
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Pinquichida y segunda tarde de toros
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Fuente:
u3w
Capítulo XIV de la novela "DEL MISMO TRIGO"
1993 - Bodas de Oro del Colegio Nacional "Coronel Bolognesi" de
Chiquián. En Internet desde el 2003.