sábado, 3 de septiembre de 2011

03 DE SETIEMBRE: SEGUNDA TARDE TAURINA DE LA FIESTA DE SANTA ROSA EN CHIQUIÁN - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO)

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La Vergne, 03 de setiembre de 2011

HOLA SHAY:

ACTIVIDADES DEL 03 DE SETIEMBRE EN CHIQUIÁN

Pinquichida

08:00 a.m. A partir de esta hora en la casa de los comisarios


Segunda tarde taurina

03:00 p.m. A cargo de la Municipalidad Provincial de Bolognesi y de los comisarios de la fiesta. Con presentación de una cuadrilla de toreros.


03 DE SETIEMBRE

(Día del Inca y Rumiñahui)

SEGUNDA TARDE TAURINA

Apuntes chiquianos de Nalo A.B

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Es organizada por la Municipalidad y los comisarios (donantes de toros bravos). Desde muy temprano el Capitán, su comitiva, el Inca y su séquito visitan la casa de los comisarios para continuar con la Pinquichida donde se consume hasta la última gota del licor sobrante de la fiesta y los pocos panes y jaratantas que quedan.



En esta corrida la asistencia de público es menor, pues muchos visitantes ya retornaron la anoche anterior a sus lugares de procedencia. En ocasiones la cantidad se mantiene o es superada, cuando cae fin de semana y acuden presurosos muchos paisanos de los problados cercanos. También depende de los toros y toreros que lleve al ruedo la autoridad edil. Después de la corrida, a oscuras se inicia el lento movimiento de camiones y omnibuses; se desarman las palincas y viene la marcha de las sillas, sogas, bancas y pellejos, mientras muchos borrachitos 'heridos de muerte' más por el 'racumín' ingerido que por los pitones de los bravos, duermen adormecidos en algún lugar de la plaza, sin llanques, poncho, sombreros y ni un sol en los bolsillos que los alumbre durante el retorno a casa.


A partir de este momento comienza el desfile de vehículos por Caranca con destino a Huaraz, al norte del país y a Lima. Muchos rostros soñolientos y media centena de corazones nostálgicos deambulan como fantasmas por el pueblo, la mayoría con la barba crecida, los labios reventados por el calor de estómago de tanto libar chinguirito, y sin haberse cambiado de ropa durante la festividad. Algún inesperado bebé nacerá nueve meses después, muchos planes para el próximo año, promesas, juramentos y nuevas historias de amor sobre el kikuyo bajo la cómplice luna.g


¿Pero qué hacíamos muchos niños traviesos durante las corridas cuando la plaza era techada?: Algo fantástico, pero de 'mal de ojo': recorríamos debajo de las palincas levantando la mirada hacia el ralo entablado, que al no estar machihembrado, nos permitía ver lindos encantos en una pasarela abarrotada de futuras pallas de faldellín. A la mañana siguiente, el 'santo orzuelo' adornaba nuestros párpados.

Ya en la noche de la primera corrida me quedaba en la plaza de toros a cuidar los camiones de mi papá. Hacían lo propio Tocho, Iván y Papi Robles, los nietos de don David Aldave Proaño de Jupash, entre otras perlas con quienes detonábamos las bombardas que quedaron regadas intactas después de la Entrada y la corrida. Con certeza, más de uno se quedó sin uñas durante el estruendo, que repetíamos hasta que se agoten todas. En las palincas los comuneros calentaban la noche con chinguirito o las caricias de una damisela entre el pellejo, el faldell
ín y la jerga.

Cerca de la medianoche hacíamos una menuda corrida donde Patuco Calderón hacía de 'nunatoro' utilizando dos difuntas avellanas como cuernos y un pedazo de pellejo sobre el hombro. Los novilleros en miniatura que más se lucieron a inicios de los sesentas fueron: Genaro Aldave 'Lulu Lapicho', Carlos Palacios 'Cañita', Adolfo Calderón 'Lipat', Manuel Alvarado 'Sapra mañuco júnior.', Antonio Núñez 'Anchita', Aniceto Carhuachín 'Añico', Milo Alvarado 'Pichinita', Miguel Ramírez 'El cuye', Héctor Jacinto Robles 'Tocho' y su hermano Iván Filomeno quien años más tarde ingresaría por la puerta grande a las ligas mayores del toreo provinciano. Después de recrearnos dormíamos soñando con una manoletilla o una chicuelilla, dependiendo del estado del coso.

Los toros



Los bóvidos que salen al ruedo chiquiano provienen de las ganaderías enclavadas en las estribaciones del Jirishanca y la puna bolognesina a más de 4,000 metros de altura. Algunos comisarios llevan novillos de casta a pedido de los novilleros profesionales contratados.
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En los años de mayor realce de la fiesta brava chiquiana (décadas del 50 y 60), brillaron con luz propia los astados de don Pedro Gamarra, cuya ganadería se hallaba alrededor de la laguna de Jahuacocha. También de la familias Bustamante y Pozo de Huallanca; de don Ernesto Vásquez en las alturas de Yanashalash y del profesor Manuel Roque en Pache, ambas en Aquia.
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Detrás de estos ágiles y fuertes toros obran muchos años de labor del ganadero, amén de los callados parajes donde el toro pasea calmo su bravura.

Comentan los entendidos, que la madre por instinto oculta a los ojos humanos la ralea de su cría. Ya con los meses los juegos entre los becerros advierten al criador la casta de los pequeños; es cuando empieza su cuidado entre el frío y la soledad de la llanura.
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Parafraseando a los experimentados ganaderos: "el trapío, el color, la bravura, el poder y demás características de los toros, dependen del lugar de procedencia, en una suerte de 'contagio' con el medio natural".

Después de un paciente trabajo, a los cuatro años el toro está listo para realizar una buena faena, y quiz
á, si es perdonado en el ruedo, el monarca de la fiesta brava se convierta en semental, hasta que un día cualquiera, con los pitones carcomidos por el paso del tiempo, la trompeta celestial anuncie el tercio de su último duelo con la muerte.

Muchas veces llegan al ruedo animales toreados. Son los llamados matreros, jugados, traicioneros o mañosos, porque van directamente a la persona, dejando cuerpos, ponchos y sombreros regados a su paso, con su respectivo tributo de sangre, manteniendo en vilo a propios y extraños. Estos toros, de cuernos sumamente agresivos, se dan el lujo de sacarle viruta a las carrocerías de los camiones estacionados en la plaza.

Cuando estos toros se emplazan, nadie se anima a moverlos ni siquiera con madrineras, varas, cabrestos (cabestros) y sogas. También es usual ver toros distraídos y remolones que parecen yuntas (domésticos) o animales criados para carne, motivando que la tarde sea sosa y aburrida con bostezos en las palincas.



La llegada de los toros es un espectáculo aparte. Los comisarios, asistidos por personas expertas, dan el alcance a los arreadores, previniendo a los chacareros y caminantes durante el recorrido. Una vez en la periferia del pueblo son llevados a un potrero donde permanecen con vigilancia hasta el día de la corrida. No faltan las 'voladas' alertando que los toros se han escapado, generando desconcierto en la población, sobre todo en los niños paseanderos...


RECUERDOS

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EL GRAN USHUNCU

Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)


Oswaldo "Ushuncu" Rosales Padilla, nació en Chiquián el 15 de agosto de 1937. Mes de nuestra Santa Patrona, en el hogar de don Francisco Rosales y doña Dionicia Padilla. Estudió en la Escuela Pre Vocacional de Varones 351 de Chiquián, la secundaria en el Cusco y sus estudios superiores en el Instituto “José Pardo” de Lima. Casado con la dama tarmeña Juana Vásquez Pizarro, familiar del recordado promotor cultural don Luis Pizarro Cerrón. De la unión de la pareja vinieron al mundo sus hijos Lizeth, Jacqueline y Oswaldo júnior, en un ambiente con aroma provinciano.



Desde muy joven se enamoró de la fiesta brava. Primero como espectador, con más sol que sombra, luego se hizo amigo de los diestros y después se convirtió en el conductor estrella del programa radial “BOCINAZOS TAURINOS”, saliendo al aire durante 25 años de manera ininterrumpida, y enseñando a sus pupilos Henry Almeida y Roberto Bermúdez quienes siguen sus hondas huellas. También editó la revista “EL BOCINAZO TAURINO”, en cuyas hojas están plasmadas sus experiencias cerca del burladero, sin perder ni un detalle del mudo lenguaje entre el toro y el torero: sus miradas penetrantes, el embiste y la entrega, al lado de uno de los más grandes reporteros de Acho, nuestro paisano Víctor Rafael Morán La Rosa “El Trucha”. Muchos chiquianos son testigos del arte narrativo de Rosalitos, un verdadero Maestro entre los profesores del micrófono bravío.


Infaltable en las tardes de toros en Jircán, tarareando el pasodoble “Silverio” al compás de la banda de Llipa; y los ruedos de los pueblos cercanos, ya sea apoyando a las municipalidades, al capitán de turno y a los comisarios en la contratación de los bravos; en ocasiones toreando y siempre preocupándose porque los toreros, novilleros y banderilleros realicen una buena faena para el deleite de los tendidos de camiones, pallas y palincas.

Ushuncu está a la diestra del Señor de las Alturas desde el 29 de julio del 2006 junto a su amigo el periodista taurino Yussuf Fernandini, cuyas cenizas ayudó a esparcir en Acho el 7 de marzo del 2001, mítico lugar donde ambos revolotean en las tardes de toros.



Siempre lo recordaremos sujetando la muleta con la mano izquierda, aquel lado donde está el corazón y baila con los pitones y la muerte. También en el poema de Juan Pedro Domecq (poesías camperas), que solía recitar añorando a sus amigos que subieron al cielo entre olés, pasodobles y banderillas:




Negro toro, gran guerrero
de terciopelo vestido
y estampa corniveleta
de albaceteños cuchillos

Negros ojos, dos centellas
de fulgores asesinos.

Negro hocico con incienso
que levanta humo plomizo.

Negra frente a la que peina
caprichoso remolino.

http://www.tauromaquias.com


DESCANSA EN PAZ, AMIGO USHUNCU

f

Pintura: María José García Barrientos

EL INDULTO

(homenaje a un toro cualquiera)


Autor: Carlos Fidel Borjas Díaz


Me niego al indulto concedido

¡Mátame! “para olvidar que estoy herido”.

Y se abrió la puerta grande o portón,

la cuadrilla salió elegante, jubilosa;

¡el respetable!, y qué respetable,

vibraba emocionado.


Mi sangre, mi sangre se helaba,

mientras yo reía hipócritamente,

pues mi cuerpo;

quería saltar en definitiva al ruedo aquel

convertido en el campo de mi suplicio.

¡Torero!, ¡torero!, ¡bravo torero!.... plap, plap, plap,

gritaban,

en espléndido vitoreo a mi verdugo,

el cual, saludaba orondo,

mientras capotes floridos, ondeaban al centro del coso,

afirmados en la arena,

los auxiliares de aquel torero, mi verdugo.


Trompetas estridentes hicieron la llamada

mientras mi sangre ya helada,

aun se resistía, indefensa,

a darle calor a mi cuerpo y mis pezuñas

ante la inquieta espera.


Se abrió, una vez más la puerta;

esta, fue la puerta del corral,

y alumbrado por mi destino,

corrí, hacia el centro del ruedo.


Yo, ¡hermoso toro de casta!,

apuntando mis astas al cielo,

mirando receloso, asustado y confundido,

poco a poco, el coso de mi suplicio,

como queriendo preguntarme… ¡qué hacer?;

clavadas mis pezuñas en el suelo,

arrastrando la arena caliente,

bajo el sol majestuoso,

silente testigo de mi agonía,

listo para mi acostumbrada embestida

en defensa absurda de mis carnes dolidas.


Hay de mí, toro compungido

toro hermoso que tú miras,

ay, que mi Dios me echó al olvido,

ay, que el vareador me clavó la estaca

y cinto al lomo,

para que mi sangre escape,

para que yo, con banderillas, ¡ocho¡,

que han llegado hasta mis nervios,

yo, pobre y bravío toro,

siento, que mi sangre hiede a cobardía;

más que a la misma muerte…¡a pura rabia!.


Corneta al aire,

muleta en mano firme y espada certera,

que requiere la faena…

empujan al torero a mi encuentro.

me quieren temblar las patas

pero yo no sé de miedo, ¡pero me tiembla la conciencia!.


Ole, ole, ole, el respetable,

mientras relucen bajo los rayos del sol,

el oro y las luces del traje

de aquel que llaman torero,

que pedirá permiso al tendido aquel,

en donde se encuentran ¿las autoridades?

que le concederán mis orejas.


Estridentes una vez más las trompetas,

y la banda que interpreta

un pasodoble sentido.


No doblego el empuje a mi defensa

y hasta parece que mi cuerpo danzara

con el dolor y agonía a cuestas,

desangrado, sudoroso,

defendiendo con bravura mi vida,

mi cuerpo… mientras miro fijamente,

la sombra de eso que llaman espada,

la que mi instinto esquiva.


El público respetable, ya de pie…

¡indulto!, ¡indulto!, ¡indulto!,

pañuelos blancos, aplausos, plap, plap, plap……

y, aquel llamado torero… mi verdugo cruel,

indulto pide y concede,

mientras que cuadrado yo en la arena,

arrastrando mis pezuñas, lentamente,

camino hacia mis adentros,

con los ojos nublados por el llanto

llanto que me ha causado la arena.


Dolorido, doblegado, tímido y de rabia,

quedamente cerca,

muy cerca del torero, mi verdugo;

le digo: ¡tú!... que me has maltrecho,

me niego al indulto concedido…

¡mátame, para olvidar que estoy herido!.


Venezuela, 08 de noviembre de 1993




IMÁGENES DEL RECUERDO


Poeta Carlos Fidel Borjas Díaz


Poeta Carlos Fidel Borjas Díaz, en imágenes